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jueves, 7 de abril de 2011

VICIOS, LOCURAS, MANÍAS & ENFERMEDADES REGIAS -5-



En 1577, un año después de que se convirtiera en emperador del Sacro Santo Imperio Romano Germánico, Rodolfo II de Austria (1552-1612), sufrió su primera crisis. Cayó en una severa depresión y se encerró en palacio, negándose a salir. A lo largo de 4 años, estuvo de atar y perdió mucho peso, temiendo por su vida. Le obsesionaba la idea de que quisiesen matarle. Al año siguiente, abandonó Viena para instalarse en Praga, huyendo de las presiones vienesas.


Durante la década de 1590, sus ataques de ansiedad y sus depresiones fueron en aumento, y con gran frecuencia. Se iba convenciendo, gradualmente, de que su familia planeaba asesinarle, y aquella idea le convirtió en un auténtico paranoico. Rehusaba recibir a los embajadores extranjeros y, en una ocasión, acuchilló a uno de sus ministros con una daga.

El reinado de Rodolfo II se asemejaba a una montaña rusa en la que se alternaban momentos de lucidez e interés por los asuntos de Estado, con ataques de profunda y angustiosa melancolía, paranoias y ataques de rabia incontrolables, que le hacían tremendamente peligroso. Durante sus encierros, negándose a tratar cualquier asunto de Estado, era su primer ministro Wolfgang von Rumpf quien se encargaba de llevar el timón del Imperio y de la administración imperial, hasta que en 1599, el emperador se puso a sospechar de él y, en su paranoia, andaba convencido que actuaba en secreto contra él. En consecuencia, Rodolfo II obligó a Rumpf a dimitir... Luego Rumpf sería nuevamente llamado a asumir sus antiguas funciones, pasado el momento de locura.

En junio de 1600, Rodolfo II cazaba y participaba a todas las fiestas de la corte, alegremente, hasta que se produjo una nueva recaída en la que sufría de alucinaciones, clamando que intentaban envenenarle o embrujarle, e intentó en repetidas ocasiones suicidarse.

En septiembre del mismo año, Rodolfo II volvió a echar a Rumpf del Gobierno, negándose a delegar en otro ministro o a un consejo privado sus atribuciones. El resultado fue que se paralizó el Gobierno Imperial.

Las cosas se pusieron tan mal en 1611, que su hermano y heredero más inmediato, el archiduque Matías, se reunió con sus otros hermanos y primos Habsburgo en Viena para llegar a un acuerdo en el cual se le reconociera como nuevo jefe de la dinastía. Se avino con ellos para declarar a Rodolfo II mentalmente incapacitado para gobernar, convertirse en el nuevo jefe de la dinastía imperial y en proclamarse regente. Matías obligó a Rodolfo II a cederle las coronas de Hungría, Moravia y Bohemia, y el 11 de noviembre del mismo año, Rodolfo abdicaba en éste, conservando únicamente su título imperial. A cambio, Matías I le concedió una pensión y el castillo de Hradschin de Praga como residencia. Allí, el ex-emperador vivió retirado entre sus animales exóticos y, cuando fallecieron su león favorito y sus dos águilas imperiales, se dió a la bebida hasta convertirse en un alcohólico. En diciembre le diagnosticaron hidropesía y, el 20 de enero de 1612, falleció.

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