¿Has pensado alguna vez cuantas historias se esconden tras un retrato? Pues ésas son las que componen lo que llamamos "Historia".
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lunes, 23 de noviembre de 2015
miércoles, 27 de noviembre de 2013
DOCUMENTAL: Alienígenas ancestrales / Cultos mortales
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lunes, 30 de septiembre de 2013
jueves, 25 de octubre de 2012
LA EXTRAORDINARIA VISIÓN DE CATALINA DE MÉDICIS
El futuro en un espejo
Retrato de Catalina de Médicis, Reina Vda. de Francia (1519-1589).
Llega a su término el año de 1559, año negro para Francia. El rey Enrique II ha muerto, sucumbiendo en un trágico torneo en el mes de julio y, desde entonces, un niño de quince años, Francisco II, reina sobre Francia. Un niño delicado y débil, dominado por una mujer cuyas armas son por norma el veneno, la magia y la brujería: Catalina de Médicis, reina viuda de Francia, su madre.
El Castillo de Chaumont-sur-Loire.
Desde hace algún tiempo, la Florentina, que ha abandonado París para encerrarse en su castillo de Chaumont-sur-Loire, se encuentra presa de inquietudes que no le dejan dormir. Los problemas religiosos dividen el país, el creciente poderío de los hugonotes, las trahiciones de palacio le ponen nerviosa. Desearía saber qué le depara el futuro. Desearía que le fuera revelado su destino y el de su primer hijo Francisco II, el flamante rey de Francia.
Una vez más, se ha vuelto hacia Cosimo Ruggieri, ese astrólogo que se llevó consigo cuando abandonó Florencia, y que se ha convertido casi en su sombra:
Retrato de Cosimo Ruggieri (ob.1615), astrólogo y futurólogo florentino.
-¿Podríais decirme, amigo mío, lo que me espera?
-Acordadme algunos días, Señora, y os mostraré el futuro...
Y Ruggieri se encierra en la torre que domina el Loira, sin entrar en contacto con los demás ocupantes del castillo. Los criados se limitan a dejarle una bandeja de comida tres veces al día a pie de puerta. Alejado del mundo, Ruggieri se entrega a una tarea misteriosa.
Varias veces, Catalina de Médicis ha venido a golpear su puerta:
-¿Para cuando será?, preguntaba.
Y Ruggieri respondía:
-¡Ya os lo dije, Señora, cuando la Luna sea llena!
Y la reina, consumida por los nervios, volvía a bajar las escaleras de caracol y se encerraba en sus habitaciones hecha un basilisco.
Pero esta noche, la Luna es llena y la impaciente Catalina de Médicis vuelve a aporrear la puerta de Ruggieri:
-¿Para cuando?
Ésta vez el astrólogo abre su puerta:
-Para esta noche, Majestad.
Y hace pasar a la reina en una estancia que es a la vez laboratorio y antro del alquimista. A la luz del gran fuego que arde en la alta chimenea, la soberana distingue el más variopinto material de trabajo, alambiques, morteros, calderas, un astrolabio, muchos libros apilados los unos encima de otros.
-Mirad hacia allí. Le dice Ruggieri, mostrándole un inmenso espejo que recubre toda una pared.
-Es aqui, Señora, que el futuro se os aparecerá.
Catalina de Médicis entiende entonces que su astrólogo va a proceder a una operación de mágia llamada catoptromancia o cristalomancia, y que consiste en ver el futuro en un espejo.
Ruggieri moja un bastón en una taza conteniendo sangre de pichón macho, y traza sobre el muro letras del alfabeto hebráico. Luego, tras ennegrecer la punta de otro bastón al fuego, dibuja en el suelo un círculo doble, tipo de zodíaco, que decora con figuras cabalísticas. Cuando ha terminado, dispone en sus cuatro puntos cardenales, un cráneo humano, una lámpara de aceite, una tibia y un gato en estado de sueño hipnótico...
-Sentaos, Señora, y mirad.
Catalina se instala en un sillón, mirando frente al espejo.
Al principio no ve nada. Pero de pronto aparece una forma, vaga al principio, y más precisa después, reconociendo en aquella silueta a su hijo el rey Francisco II. Lleva su corona, su cetro y su manto de terciopelo sembrado de flores de lis y doblado de armiño. Tiene una expresión triste en el rostro. Su imagen se desliza, abandona el espejo, y hace la vuelta de la estancia sobre las paredes encaladas, volviendo a su punto de partida y desaparece. La silueta es inmediatamente reemplazada por otra que toma la forma de un hombre en cuyos rasgos, la reina Catalina reconoce a su 2º hijo Carlos, pero un Carlos envejecido ya que por entonces no tiene siquiera la edad de nueve años. Él también lleva la corona, el cetro y el manto real. Su imagen se desliza fuera del espejo y ejecuta, a su vez, 14 vueltas alrededor de la estancia. En el momento de ejecutar su 15ª vuelta, se para bruscamente y se pone a considerar algo invisible con horror. Luego sus manos se tensan, intentando rechazar horribles imágenes.
-Explicadme, inquiere Catalina, ¿qué significan esas vueltas?
-Cada vuelta representa un año de reinado. Contesta Ruggieri.
Por encima de la chimenea desaparece como humareda la figura de Carlos, dejando sitio a otra. De hecho deja paso a otro rey en quien la pobre y angustiada Catalina de Médicis reconoce a su 3er hijo Enrique, que tan solo cuenta ocho años de edad...
En el espejo es ya adulto. Avanza andando con saltitos. Su apariencia es por lo menos increíble: tiene el rostro empolvado y maquillado como una dama, con gestos amanerados, cubierto de joyas y lleva en los lóbulos de sus orejas pendientes de enormes perlas. Ejecuta catorce vueltas alrededor de la sala y se para un momento. Se le ve inclinarse sobre un cuerpo estirado en el suelo, a sus pies. Se reincorpora, ejecuta una 15ª vuelta y lleva bruscamente sus manos a su vientre con una terrible expresión de dolor intenso. Después del gesto, desaparece.
Hundida en su sillón, Catalina de Médicis no suelta siquiera una palabra. Apenas respira. Espera la aparición de su cuarto hijo, Francisco-Hércules, duque de Alençon, que tan solo tiene cinco años de edad.
¿Qué va a ver?¿Cuántas vueltas dará éste antes de desaparecer?¿Tendrá una larga vida?¿O quizás tenga que pensar que los hijos de Enrique II de Francia están malditos?
Ella espera.¿Cómo será su pequeño Francisco, bajo el aspecto de un adulto?
Una imagen se forma de nuevo y un hombre aparece. Un hombre con nariz aguileña, la mirada inteligente y viva, llevando una pequeña barba bien recortada. Aparece de buenas a primeras con la cabeza adornada de un gran sombrero emplumado de plumas blancas y, de repente, lleva la corona, el cetro y el manto de armiño como los anteriores.
Catalina le mira con espanto. Este personaje no puede ser su pequeño Francisco convertido en hombre. Es otra persona, pero ¿quién? Y de pronto encuentra un parecido... Este rey tiene los rasgos del duque Antonio de Borbón.
Entiende inmediatamente que su hijo Francisco no reinará jamás, que morirá sin duda bastante joven y que los Borbones, que ella odia, subiran al trono de Francia... Por lógica, y con certeza, cree que es el pequeño príncipe Enrique de Navarra, que tiene entonces 6 años de edad... Es el pequeño Enrique, al que le gustaría poder envenenar.
Sobre el espejo, el hombre de la nariz aguileña se desliza lentamente sobre las paredes. Catalina cuenta las vueltas. Sobrepasan pronto las de sus hijos Carlos y Enrique: dieciocho, diecinueve, veinte,... Una media vuelta más y desaparece.
¡Este Borbón reinará pues durante más de 20 años!
Catalina de Médicis se derrumba y, a pesar del gran fuego de la chimenea, se pone a temblar. Bruscamente se yergue y, sin mediar palabra, abandona la habitación con la mirada llameante y glacial, para encerrarse en sus aposentos, herida de muerte...
Tuvo razón en llorar desconsoladamente aquella noche. Al año siguiente, Francisco II moría, después de un año en el trono. Carlos IX le sucedió y murió al cabo de catorce años de reinado, perseguido por los fantasmas de las víctimas de la tremenda noche de San Bartolomé. Luego le sucedió Enrique III, reinando quince años y fue asesinado por un monje, que le clavó una cuchillada en el vientre. Un año antes, había ordenado el asesinato del Duque de Guisa. Finalmente, el joven Francisco Hércules, duque de Alençon, murió de una tísis galopante y la Casa de Valois se extinguió... Enrique de Borbón, rey de Navarra, se convirtió en el rey Enrique IV de Francia y reinó 20 años y nueve meses exactamente...
En 1559, nadie se podía imaginar, y mucho menos Catalina de Médicis, que la Casa de Valois iba a extinguirse en 1589, o sea treinta años después. La sucesión del trono estaba bien asegurada: el difunto Enrique II y Catalina de Médicis habían tenido 4 hijos varones. ¿Quién no iba a pensar que los Valois seguirían reinando durante mucho tiempo? A nadie se le ocurrió pensar que, a la postre, estarían obligados a buscar un nuevo rey en el seno de la Casa de Borbón, en el frondoso árbol genealógico de San Luis...
Retrato de Catalina de Médicis rodeada de sus hijos.
A pesar de las dudas que surgieron posteriormente, sobre si la escenificación del astrólogo Ruggieri fue una superchería o no, lo que queda bien claro es que tal y como se desarrolló el desfile de personajes en el espejo, y las vueltas dadas por la estancia, es evidente que las predicciones se cumplieron a rajatabla a lo largo de los 30 años siguientes, con exactitud, sin equivocación alguna.
En cuanto a la temible consultora, la reina Catalina de Médicis, se puede decir que estaba familiarizada con todos los tipos de magia, sus prácticas y aplicaciones. Como todos los florentinos de su época, ella también practicaba la brujería. De hecho se sabe con certeza que, para protegerse de un posible asesinato o atentado, llevaba sobre ella una especie de talismán, que no era más que la piel de un niño degollado...
El relato de esta historia fue sacada, entre otras, de las publicaciones siguientes:
-"La Trágica Historia del Castillo de Chaumont", por el Príncipe Jacques de Broglie.
-"Las Casas Reales", de André Félibien, 1681.
-"Tesoro de Historias Admirables", de Simon Goulard, 1614.
in HISTORIAS MÁGICAS DE LA HISTORIA, de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977.
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miércoles, 15 de agosto de 2012
GILLES DE RAIS: ¿asesino o víctima?
GILLES DE RAIS / GILLES DE RETZ
1404 - 1440
Nacimiento, juventud, adolescencia y mayoría de edad
Hacia finales del año 1404, Gilles de Laval, Barón de Rais (o más correctamente De Retz), según datos aportados por varios historiadores, nació en la torre negra del castillo de Champtocé. El 28 de septiembre de 1415, su padre, Guy de Laval (un Montmorency), fallece confiando la tutela de su hijo a Jean Tournemine de La Hunaudaye, su primo, pero contrariamente a las disposiciones testamentarias, es su abuelo Jean de Craon quien educará al joven Gilles. Quizás puede mirarse a Jean de Craon como uno de los factores, el origen de la locura asesina de Gilles de Rais, pues se le ha descrito como un hombre extremadamente violento, taciturno, calculador y exento de escrúpulos.
El 14 de enero de 1412, Gilles de Rais había sido prometido en matrimonio a Jeanne Peynel, rica heredera, con el objetivo de captar su fortuna, y el que está detrás de toda esa artimaña no es más que el propio abuelo del novio. En el curso de las extrañas discusiones alrededor de la futura boda, el Parlamento de París se pronunciará en contra de ese matrimonio, prohibiéndolo.
No es hasta el 28 de noviembre de 1417 que se vuelve a poner en el ajedrez de las alianzas matrimoniales al joven Gilles de Rais, y esta vez se trata de casarle con la sobrina del duque Juan V de Bretaña. Desgraciadamente, la intentona se traduce en un nuevo fracaso.
En noviembre de 1420, Gilles de Rais rapta a su prima Catherine de Thouars, para casarse con ella... ¿Quién estuvo detrás del rapto? pues ni más ni menos que el abuelo del novio, Jean de Craon.
A finales del año 1420, la mujer de Jean de Craon fallece y, tras una cortísima viudez, éste vuelve a contraer segundas nupcias con la abuela de Catherine de Thouars, Anne de Sillé.
El 24 de abril de 1422, Gilles de Rais se casa públicamente con Catherine de Thouars. Dos años después, en 1424, es declarado mayor de edad y libre de disponer como entienda de su fortuna. Tomando las riendas de su vida, Gilles aparta gradualmente de su lado a Jean de Craon.
En 1427, Gilles de Rais hace su debut en la carrera militar contra los ingleses, con inusitada brillantez. Étienne Corrillaud de Pouzauges, entonces de 10 años de edad, entra a su servicio en calidad de paje.
El 28 de abril de 1429, nuestro protagonista marcha junto a Juana de Arco sobre Orléans, ciudad asediada por los ingleses.
A finales del año 1429, la hija de Gilles de Rais, Marie, nace.
El principio de la prodigalidad de Gilles empieza con la venta del castillo de Blason, contando los 25 años y considerado como uno de los mayores guerreros del reino francés. Mariscal de Francia por gracia del rey Carlos VII, obtiene el supremo privilegio de adornar su escudo de armas con las flores de lis, a modo de reconocimiento real.
El 30 de mayo de 1431, Juana de Arco es quemada viva en la ciudad de Rouen.
El 15 de noviembre de 1432, el abuelo de Gilles de Rais, Jean de Craon, fallece. La provincia del Poitou se convierte en la residencia del mariscal de Rais.
Entre 1432 y 1433, los crímenes empiezan...
La Familia
Gilles de Rais era el resultado de la unión de cuatro familias ricas y poderosas. De hecho, la unión que produjo el nacimiento de Gilles, sirvió para reunir familias que, políticamente, estaban en conflicto. Las cuatro casas implicadas eran:
-La Casa de Rais/Retz.
-La Casa de Laval, familia del abuelo paterno de Gilles.
-La Casa de Machecoul, estrechamente aliada a la familia de su madre.
-La Casa de Craon, familia de su madre.
En 1383, cuando el duque Juan IV consolidaba su posición en Bretaña, desposeyó a Jeanne de Rais, única superviviente en línea directa, y la sucedió en sus tierras. A mediados de los años 1390, mientras continuaba con sus intrigas con Inglaterra, ofreció la mano de su hija María a Enrique de Lancaster, con una dote que incluía la ciudad portuaria de Brest y el señorío de Rais. Jeanne de Rais, viendo con impotencia que su casa era ofrecida por un usurpador a un príncipe extranjero, decidió llevar su caso ante el Parlamento de París, buscando los medios de llevar a juicio al duque Juan IV de Bretaña. El rey Ricardo II de Inglaterra, deseoso de sostener a su aliado bretón, tomó la defensa de Juan IV. Tras una prolongada lucha judicial, Jeanne de Rais consiguió recuperar su patrimonio con todos sus derechos de señora-propietaria pero, se planteó entonces un nuevo problema... a su muerte, ¿quien heredaría sus tierras?
La muerte del duque Juan IV a principios de noviembre de 1399, aceleró las decisiones que habían de tomarse. En 1402, su viuda, Juana de Navarra, casó con el rey Enrique IV de Inglaterra. Jeanne de Rais, cuyo apodo era "La Sage" (La Sabia), se percató de que el tiempo jugaba a su favor, recordando que antaño, en 1304, la Casa de Rais se había aliado convenientemente con la Casa de Machecoul, cuando Eustachie Chabot (de la Casa de Rais) se casó con Gérard de Machecoul. La descendiente de ambos, Catherine de Machecoul, había contraído matrimonio con Pierre de Craon, y el hijo de éstos, Jean de Craon, tuvo una hija llamada Marie.
En la época del padre de Jeanne de Rais, una de sus tías, otra Jeanne apodada "La Folle" (La Loca), se había casado con Guy de Laval. El descendiente de ambos, otro Guy de Laval, se presentaba como un potencial sucesor y heredero del señorío de Rais. Para Jeanne de Rais, la solución se presentaba clara como el agua y era imperativo casar a Guy de Laval con Marie de Craon, reuniendo con este matrimonio, todas las ramas de la familia, y hacer del hijo de éstos (el primogénito), el sucesor y heredero universal de sus bienes.
A pesar de la sabiduría de Jeanne de Rais, era difícil edificar un puente sobre el abismo político que se había ido ahondando durante todos aquellos años...
La Casa de Rais tenía en muy baja estima a la Casa de Montfort, la cual, después de todo, había robado su señorío ofreciéndolo a los ingleses. La Casa de Craon, por otro lado fuertemente unida a los Montfort, había intentado con Pierre de Craon, probablemente bajo las órdenes del duque Juan IV, asesinar a Olivier de Clisson (de la facción pro-francesa al mando de Nantes), y luego huído a España.
Pero como apremiaba a Jeanne de Rais encontrar un heredero, so pena de que el señorío fuese nuevamente captado por el ducado de Bretaña, ésta se puso manos a la obra e intentó mediar para allanar las diferencias. Su mediación se tradujo en un rotundo éxito cuando el 5 de febrero de 1404, Guy de Laval desposaba a Marie de Craon, y en otoño, nacía su primer hijo, Gilles. A éste le siguió otro hijo, René, nacido en 1407.
Gilles de Rais, Mariscal de Francia y criminal arrepentido
Gilles de Rais es una figura histórica fascinante. Se le describió como un hombre orgulloso, rico, hermoso, devoto, cristiano, valeroso, joven, diestro en la batalla, experto conocedor de arte y amante de la música. Mariscal de Francia, fue compañero de Juana de Arco durante la Guerra de los Cien Años. Rodeado de discípulos, de soldados a su sueldo y de cortesanos, era uno de los caballeros más ricos de Francia, y el más célebre guerrero de su tiempo. El 13 de septiembre de 1440, Juan, Obispo de Nantes, firmó la citación legal que llevó a Gilles de Rais ante un tribunal de justicia.
Mató, estranguló y masacró numerosos niños inocentes de manera inhumana, cometiendo con ellos el pecado de sodomía, el crimen más abominable y execrable que se puede practicar. Frecuentemente, invocó a los demonios y, para ello, sacrificó niños ofreciendolos para sellar sus pactos, pactos que llevó a cabo perpetrando ocasionalmente otros crímenes y demás pecados. En un período de 10 años, con ayuda de su servidumbre, el mariscal habría enviado al otro mundo más de 200 niños en su propia alcoba. Esos niños contaban entre 6 y 18 años de edad. Debía haberse sentido fascinado por la belleza, la pureza de esos chiquillos, y por el dolor que era capaz de infligirles. Sin desestimar el sacrificio de niñas, a éstas prefería los niños. Si uno de ellos tenía una voz bonita y fuese capaz de cantar como un ángel, tenía la suerte de salvar su vida y permanecer en el coro de la capilla de uno de sus castillos...
Antes que negar los hechos, Gilles de Rais prefirió admitir todos sus crímenes. Sus confesiones resultaron tan repugnantes que, durante la instrucción del juicio, uno de los jueces se levantó para cubrir una pintura representando a Cristo, con una cortina. Ante el tribunal de la Inquisición, el mariscal no vacilaba en hacer una detallada descripción... "admitió haber eyaculado en el calor elástico de sus intestinos. Admitió que les había sacado el corazón a través de heridas agrandadas, y con los ojos de un somnámbulo, miró los dedos de sus manos sacudiéndoselas como si por ellos resbalase la sangre vertida. Se dice que, mucho antes, habría desmembrado a una mujer encinta para jugar con su feto..."
Artículo 1: Se tiene por dicho que el mencionado Gilles de Rais, con el fin de cumplir, con los niños y niñas mencionados, sus depravaciones artificiales, y sus ardores libidinosos, tomó por primera vez su miembro viril en una u otra de sus manos, lo frotó hasta enderezarlo, y lo puso entre las piernas de los susodichos niños; resbalaba entonces su miembro viril contra el vientre de los niños con el mayor de los placeres, con ardor y la concupiscencia libidinosa, hasta que echase su esperma sobre sus vientres.
Artículo 2: Se tiene dicho que antes de llevar a cabo sus horribles depravaciones y sus pecados de la carne con los niños y las niñas, y con el fin de impedirles que gritasen y evitar que fuesen éstos oídos, el citado Gilles de Rais los colgaba mediante cuerdas y cadenas y ganchos en su habitación. Luego los soltaba para tranquilizarlos diciendo que solo quería jugar con ellos y no herirles, para así conseguir que dejasen de llorar y gritar.
Artículo 3: Después de que el citado Gilles de Rais ha cometido sus indecentes prácticas, los mataba inmediatamente, rindiéndoles culpables de su propia muerte... a veces eran decapitados, o degollados, en otras ocasiones eran desmembrados y, algunas veces, se les rompía el cuello con un bastón de madera.
Artículo 4: Se tiene dicho que el citado Gilles de Rais cometía a veces sus placeres con los citados niños y niñas antes de herirles, aunque en contadas ocasiones; en otras, los sodomizaba mientras estaban colgados de las cuerdas y de los ganchos, antes de infringirles heridas; en otras también, tras haberles degollado, se masturbaba sobre las venas del cuello, y sobre la sangre que salía a borbotones; en otras, los violaba cuando ya entraban en la languidez de la muerte, con la condición de que aún estuviesen calientes.
El barón de Rais estaba entre los dolores del deseo y de la contricción. Según Thomas Mann, encarnó lo peor del religioso en su condenación. El genio como la enfermedad, la enfermedad como el genio, el tipo del afligido y del poseído, donde santo y criminal se convierten en uno solo. En sus agonías de culpabilidad, quizá de autojustificación, se dirigió a las familias de los asesinados con esas palabras: "Vosotros que estáis presentes, vosotros, sobre todo, a los cuales he masacrado los niños, yo soy vuestro hermano, hijo de Cristo. Por pasión por Nuestro Señor, os imploro, rogad por mí. Perdonad de todo corazón el mal que os he hecho, como vosotros esperáis la piedad y el perdón de Dios."
Su reclamación funcionó e impactó a los asistentes. Cuando el mariscal es ejecutado, sus jueces, centenares de niños, los padres, los espectadores, derramaron muchas lágrimas por él. Gilles de Rais fue el primero en sufrir la pena capital. Sus camaradas, sus cómplices, le siguieron poco después al patíbulo. Pero antes de que le diesen muerte, cantó un "De Profundis", con voz sonora y fuerte, a los pies del patíbulo. Exhaló entonces un gemido y añadió "Demos gracias a Dios por ese signo manifiesto de su amor", y continuó rezando de rodillas y, con él, todo el gentío se arrodilló y rezó con él. Sentado sobre un taburete, sus manos atadas y el nudo de la cuerda al cuello, el verdugo encendió la hoguera que se encontraba debajo de él en el justo momento en que le quitaban el asiento.
El Juicio
Gilles de Laval, Barón de Rais (también se escribía "Raies", "Rayx" o "Retz"), combatió al inglés al lado de Juana de Arco, siendo un excelente soldado y habiendose consagrado por entero al rey Carlos VII de Francia. Era el protector escogido por Juana de Arco durante la batalla y él lo demostró con creces mediante su lealtad y devoción. Cabe también reseñar que era un cristiano devoto y que, cuando Carlos VII fue coronado rey en la catedral de Reims, Gilles, por derecho y debida a su alta posición, fue uno de los caballeros-custodios encargado de llevar el santo óleo para el ungimiento del nuevo monarca.
Los años siguientes a la ejecución de Juana de Arco, Gilles mantuvo viva su memoria con la creación y puesta en escena de una reconstitución del asedio de Orléans, con más de 500 actores. Gastó su tiempo y su dinero para reunir una inmensa biblioteca, y sobretodo se consagró en organizar numerosos servicios religiosos en las capillas de sus castillos, a cual más suntuoso y magnífico.
Gastó tanto dinero durante sus espectaculares reuniones que su enorme fortuna acabó resintiéndose. Gilles de Rais, recordemoslo, era el noble más rico y poderoso de Europa y, en 1420, su fortuna aumentó espectacularmente gracias a su matrimonio con una heredera extremadamente rica, Catherine de Thouars. En calidad de levador de tropas en Francia, jugó un honorable papel durante las guerras contra los ingleses pero, tras la coronación de Carlos VII, se retiró a sus dominios de Machecoul, Malemort, La Suze, Champtocé y Tiffauges. Es durante ese periodo de su vida que reconoció haber recurrido a la alquimia, visto que su fortuna menguaba. Contrató a varias personas para ejecutar los diversos ritos mágicos. Una de esas fue el padre Francesco Prelati, que se interesaba en la creación de materias raras (la piedra filosofal) y en la convocación de demonios, utilizando niños muy jóvenes, de cuya sangre y huesos necesitaba para confeccionar sus recetas mágicas.
Aunque sus encantamientos diabólicos empezaban a ser cada vez más notorios, la caída de Gilles de Rais se inició a partir de un incidente relativamente menor. En septiembre de 1440, el tesorero de Bretaña, Geoffroi de Ferron, compró uno de los dominios de Gilles. Éste rehusó la admisión en el dominio al hermano del tesorero, Jean de Ferron, que había venido para tomar posesión de la propiedad y del título. La cólera de Gilles de Rais habría pasado desapercibida si Jean de Ferron no hubiese sido un clérigo, puesto que Gilles entró en su iglesia a lomos de su corcel, a voz en grito...
El obispo Jean de Malestroit (obispo de Nantes), cogió al vuelo la ocasión para llevar a Gilles de Rais ante un tribunal, con cargos que había secretamente preparado desde julio de 1429. El obispo alentó los cargos de herejía y un juicio fue reclamado por la corte ducal bretona. El duque, el obispo y el inquisidor se confabularon y apoyaron ganando una fortuna declarando a Gilles de Rais como hereje, confiscándole más tarde su propiedad.
Varios cargos fueron retenidos contra Gilles: la conjura de los demonios, el abuso del privilegio de secretario, las perversiones sexuales contra menores, y la invocación de espíritus acentuadas por las acusaciones de sacrificios humanos.
Resumiendo, Gilles de Rais fue acusado de ser un hereje, un apóstata, un prestigitador de demonios... acusado de crimen y vicio contranatura, de sodomía, de sacrilegio y de violar la inmunidad de la Santa Iglesia. El 13 de septiembre de 1440, el obispo llevó a Gilles de Rais ante el tribunal. Las auditorías preliminares tuvieron lugar el 28 de septiembre, el 8, 11 y 13 de octubre, y el juicio formal se inauguró el 15 de octubre.
El duque de Bretaña, Juan V, sancionó el juicio que comenzó el 17 de septiembre; tras seis sesiones, el 19 de octubre, Gilles de Rais fue sometido a la "Cuestión". Para obtener confesiones y evidencias de sus crímenes, sus criados y cuatro de sus cómplices fueron torturados. Se escucharon, en total, a 110 testigos (informadores y soplones incluídos).
Hay que decir que, hasta entonces, Gilles de Rais nunca recibió testimonio alguno para su defensa, como tampoco recibió asesoramiento jurídico. Ese trato que le dispensaron es conforme a la manera de actuar de un tribunal eclesiástico, que manipulaba a su favor todo el proceso jurídico como solía hacerlo cuando enjuiciaban a las brujas en la misma época.
El viernes 21 de octubre de 1440, Gilles de Rais fue torturado hasta que prometió admitir "voluntaria y libremente" que era culpable de todos los cargos que se le imputasen, y naturalmente todos los crímenes por muy increíbles e imposibles que fuesen.
El 26 de octubre, en Nantes, Gilles de Rais fue ahorcado y su cuerpo dispuesto sobre una pira con dos cómplices, Henri Griart y Poitou. Cabe hacer hincapié en las condiciones en las cuales fue llevado a cabo el proceso judicial, por lo tremendamente irregulares, incluso en el caso de acusaciones por crimen de herejía.
Ni uno solo de sus 500 criados fue llamado a declarar ante el tribunal, y los que quisieron dar un testimonio favorable a Gilles de Rais, fueron torturados hasta que fueron convencidos de pasar al banco de los "acusadores" y "denunciantes" contra el mariscal. Tras cumplir con su parte, exigida por la Iglesia, los susodichos fueron liberados.
Corrupción, perjurio y recompensa
El 30 de julio de 1430, Jean de Malestroit, obispo de Nantes, publicó el primer documento contra Gilles de Rais. Apoyándose sobre el pretendido rumor público y llamando a declarar a tan solo 8 acusadores, acusó a Gilles de Rais de asesinar a niños y de practicar con ellos la sodomía, y de pactar con demonios. A razón de sus supuestos actos, Gilles fue desacreditado por las "buenas y serias" gentes. Ese catálogo de detalles es realmente una técnica medieval muy típica, hecha para deshacerse de individuos indeseables o molestos. Se puede citar, por ejemplo, a Hugues Aubriot, principal de París, que fue acusado de la misma manera y enjuiciado con las mismas malas artes eclesiásticas, sesenta años antes del arresto de Gilles de Rais. Aubriot, que se había vuelto impopular, había proporcionado de manera involuntaria a sus enemigos todas las razones que se esgrimieron para la acusación cuando en 1381, reenvió a sus familias un elevado número de niños judíos que habían sido quitados a sus padres, añadiendo que había que indemnizar a la comunidad judía. Fue acusado de sodomía, de herejía, de ser un falso cristiano, de librarse al comercio de vírgenes y de mantener relaciones sexuales con judíos, entre otros. Fue condenado, pero a diferencia de Gilles de Rais, escapó a la pena de muerte gracias a la influencia del Duque de Borgoña, su principal valedor.
Además, no había defensa posible contra el cargo de herejía. Cualquiera que fuese lo suficientemente idiota como para defender a un "hereje", era automáticamente acusado, a su vez, de hereje, lo que arrastraba inevitablemente la pena de muerte. Juana de Arco, por ejemplo, fue condenada por herejía y quemada por hereje y no, como se dijo en un principio, por ser una bruja.
En el resultado final, los hechos apenas han importado, porque en la convicción medieval de jurisprudencia todo se basaba sobre la confesión del reo, no sobre las evidencias y los jurados, añadamos a eso que la confesión siempre se obtenía mediante tortura. La figura del abogado o consejero para la defensa del acusado no existió, y el concepto moderno de "inocente hasta probación de culpabilidad" tardarían siglos en llegar a ser una realidad.
Recordemos que Gilles de Rais debía ser sometido a dos tipos de investigaciones: una era la eclesiástica, quizá la más relevante y que iba a llevarle al patíbulo, y la otra era la civil para tratar especialmente el cargo por asesinato, pero menos relevante que la primera.
El 24 de agosto, Arthur de Richemont, el más joven hermano del duque Juan V de Bretaña, confiscó el castillo de Tiffauges propiedad de Gilles de Rais, dónde éste había encarcelado a Jean Le Ferron, en nombre del duque de Bretaña. El 3 de septiembre, Juan V divide la propiedad entre sus hijos François y Gilles de Bretaña. La rapidez de la operación demuestra que el mariscal de Rais se había convertido en una amenaza para el duque.
El 13 de septiembre, un informe sobre el arresto de Gilles de Rais es publicado por Jean de Malestroit, obispo de Nantes. Como lo dijimos anteriormente, en este documento, se acusaba al mariscal de Francia de haber asesinado, torturado y sodomizado a niños inocentes, además de pactar con los demonios y de profesar una creencia hereje.
El 19 de septiembre, Gilles fue arrestado por herejía doctrinal. Sin desmoronarse y con suprema serenidad, el barón de Rais aseguró ante los jueces eclesiásticos, estar dispuesto a reconocer el cargo de herejía. Tras una breve pausa que permitió reunir a diez testigos suplementarios, el juicio eclesiástico se inició solemnemente el 8 de octubre, presidiendo el obispo de Nantes, Jean Blouyn en calidad de investigador y Guillaume Chapeillon, procurador clerical.
Ese mismo día, los cargos por sodomía, invocación y sacrificios a los demonios, y por herejía fueron presentados oralmente. En espera del veredicto, Gilles de Rais indicó a sus jueces que deseaba apelar. Su apelamiento fue inmediatamente rechazado pues fue formulada oralmente y no por escrito como estaba estipulado. Un apelamiento oral no era permitido dada la naturaleza particularmente grave del caso. Por lo demás, los jueces aseguraron al barón de Rais que no había en sus intenciones el deseo de oprimirle pero que el juicio seguiría su curso. Nunca se le dió la oportunidad de pasar por escrito su apelamiento.
Ante la evidencia de que nunca encontraría ayuda ni defensa alguna, Gilles de Rais negó tajantemente la veracidad de los artículos de la acusación, declarándose, alto y claro, como buen cristiano. El procurador juró entonces de decir solo la verdad e invitó al mariscal a prestar juramento como él pero Gilles de Rais, realizando la inutilidad de tal gesto y conciente de que la única verdad que el tribunal podía aceptar fuera que, en efecto, era culpable de todos los cargos, rehusó prestar juramento haciendo el juego de sus jueces.
Así interrumpido, el juicio fue suspendido hasta el martes siguiente, 11 de octubre. Ese día, el proceso fue remitido a más tarde, hasta el 13, pero ese día no fue perdido: el tribunal eclesiástico reunió un nuevo plantel de testigos adicionales para presentar acusaciones en el juicio civil instruido contra el mariscal. Esas gentes y supuestos "testigos llorosos", se lamentaron y pidieron que se hiciera "justicia"...
El jueves 13 de octubre, el tribunal fue nuevamente convocado. Gilles de Rais era, ahora, presentado formalmente por escrito, con los 49 artículos de acusación contra su persona.
En el curso de los últimos 14 años, según se desprende de los "artículos", Gilles de Rais habría raptado a niños de ambos sexos y los habría cruelmente asesinado, desmembrando e incinerándolos; que sacrificó cuerpos de niños a los demonios; que cometió sodomía con ellos antes, durante y después de muertos; que hizo asesinar a éstos por sus cómplices; que mandó a sus criados que se hiciesen con más niños y se los entregasen; que contrató a personas encargadas de invocar a los demonios en su nombre; que entró en contacto con esos demonios para adquirir conocimientos, poderío y riqueza; que concluyó pactos con dichos demonios en los cuales aceptó realizar todos sus deseos y voluntades; que frecuentó la compañía de brujos y prestigitadores; que tuvo costumbre practicar artes prohibidas para obtener riquezas y poder para si mismo; que confió todas sus esperanzas, sus intenciones, su fe en los malos espíritus; que se libró cotidianamente a actos de glotonería; que prometió renunciar a su mala vida y hacer peregrinaje en Jerusalén, pero que rompió finalmente su juramento... Por dichas razones habría caído en la herejía, la idolatría y la renuncia a la Fe; que habría violado la inmunidad eclesiástica al agredir a Jean de Ferron, y que todo eso es ahora de notoriedad pública.
Al oír todas esas memeces, Gilles de Rais perdió, por vez primera, su serena tranquilidad. En un arrebato de ira, declaró no reconocer la autoridad de Jean de Malestroit y de Jean Blouyn como jueces, y que se mantenía firme en su voluntad de apelar.
El informe del juicio subraya que habló "con insolencia" y "con arrogancia".
Su cólera le empujó a acusarles de robar y mendigar restos de mesa, insultándoles y afirmando que preferiría ser desollado vivo antes que estar en presencia de semejantes eclesiásticos y jueces sinvergüenzas, corruptos y mentirosos.
Es interesante hacer hincapié en las acusaciones formuladas por Gilles de Rais contra sus jueces, tachándoles de ladrones, corruptos y mentirosos. De hecho, tenemos razones para creer que los presuntos obispo e inquisidores podían no ser del todo dignos de confianza. A pesar de la dureza de la Iglesia de la pre-Reforma hacia los casos de corrupción, no es difícil imaginar a sus camaradas bretones bañarse en la corruptela y sacar provecho de ella. No olvidemos que Jean de Malestroit tenía lazos de sangre con Juan V de Bretaña, y que tuvo que actuar por él en el pasado para tomar posesión de la tierra de Champtocé, propiedad de Gilles de Rais. El mariscal en persona confirmó y testificó que, en su día, Jean de Malestroit le había dicho "no haré nada por vos siendo yo obispo de Nantes."
Gilles de Rais fue entonces nuevamente invitado a responder a los artículos, a lo que rehusó por segunda vez responder y dejando patente que no diría nada más al respecto. Cuando se leyeron por segunda vez los artículos, Gilles de Rais respondió que le extrañaba de sobremanera que Pierre de L'Hôpital, presidente del Parlamento de Bretaña, permitiese a Jean de Malestroit y a Jean Blouyn corromperse en crímenes de este tipo, los mismos de los cuales le acusaban ahora!
Cabe preguntarse en qué circunstancias, durante ese periodo de corrupción, Jean de Malestroit se convirtió en obispo de Nantes... Desgraciadamente, la Historia no nos proporciona esa respuesta capital. ¿Es posible que Jean de Malestroit y Jean Blouyn fuesen en efecto, como el mariscal los denunció, unos jueces incapacitados para instruir semejante proceso judicial? Sin duda alguna. Ante la falta de evidencias más claras y concisas, los jueces de Gilles de Rais deben ser considerados igualmente o tan sospechosos como él.
Confrontados a ese desafío, Jean de Malestroit y Jean Blouyn juzgaron a Gilles de Rais por su desprecio al tribunal y lo excomulgaron. A pesar de eso, siguieron instruyendo el proceso, a lo que Gilles de Rais puso en duda la legitimidad de esa corte de justicia, aunque solo lo pudo hacer oralmente ya que se le negó (otra vez) presentar una queja por escrito, y dudó también de la legalidad de su excomunión y de la competencia del obispo y del inquisidor.
Dos días más tarde, el 15 de octubre, se produce un giro inesperado: Gilles de Rais reconoció la competencia de sus jueces y les pidió perdón, por lo que a raíz de ese sorprendente cambio de actitud (muy sospechoso, por cierto), algunos biógrafos leyeron en ello la admisión de culpabilidad.
Tras un mes de arresto y encarcelamiento, Gilles de Rais había vivido en la esperanza vana de un gesto del rey a su favor. El paso del tiempo acabó por vencer sus esperanzas, y el rey no movió un dedo (igual que en el caso de Juana de Arco). Carlos VII "el Vencedor" merece, decididamente, el apodo de Carlos "el Ingrato".
Respondiendo finalmente a los cargos, Gilles de Rais admitió haber leído un libro de alquimia y de demonios para practicar la alquimia. A pesar de sus negaciones, testigos tales como sus criados Henriet y Poitou, Francesco Prelati, el alquimista Eustache Blanchet, Tiphaine Branchu y la sirvienta Perrine Martin, fueron llamados ante el tribunal para testificar contra él. Pareció confiado en cuanto a los artículos que le acusaban de practicar la alquimia y la lectura de un libro relativo al tema, creyendo que los testigos (amigos de ayer), habían declarado contra su voluntad, considerando que si debían escuchar su consciencia, no podían aportar testimonio para la acusación. En eso, obviamente, se equivocó.
Gilles de Rais rezó para no ser excomulgado. El informe judicial le describe cubierto de lágrimas, implorando su regreso en el seno de la Santa Iglesia. Uno se puede preguntar cuánto costaba la ejecución del mariscal de Francia, en provecho de sus jueces que se llenaban los bolsillos para llevarle a la hoguera...
El obispo y el inquisidor fueron raudos para acoger de nuevo en el seno de la Madre Iglesia a esa "oveja negra", suspirando aliviados ante su aparente capitulación.
Se condenó a Gilles de Rais a pagar 50.000 escudos de indemnización por el maltrato dado al clérigo Jean de Ferron, indemnización que había de ser entregada al... ¡duque Juan V de Bretaña!
Pierre de L'Hôpital, presidente del tribunal secular, fue entonces asaltado por las dudas sobre si no se cometía cierta injusticia contra Gilles de Rais. Obviamente más recto y honesto que el obispo y el inquisidor, dictaminó que la indemnización se hallaba sobradamente pagada al confiscar el duque de Bretaña unas tierras de Gilles de Rais. Pero incluso impartiendo justicia con más honorabilidad que el tribunal eclesiástico, Pierre de L'Hôpital se encontraba con las manos atadas y pareció sospechar que se había urdido todo un complot para hundir y quitar de en medio a un poderosísimo señor feudal, como lo era Gilles de Rais, y ciertamente instigado por el duque de Bretaña. De su actitud y de sus conversaciones con Francesco Prelati, se desprende la sombra de la duda...
Pierre de L'Hôpital prometió a la familia de Gilles de Rais que, una vez ejecutado, su cadaver sería inmediatamente retirado de la pira para recibir cristiana sepultura en la iglesia escogida por el reo, con gran procesión, escolta y servicio fúnebre.
Hay un dato extremadamente curioso: Prelati y Blanchet, los alquimistas e invocadores demoníacos, no fueron ejecutados. Se les golpeó la muñeca y fueron liberados. Desaparecieron para nunca ser vistos jamás... y ese, es un punto que sigue causando cierto malestar en aquellos que asumen naturalmente la culpabilidad de Gilles de Rais.
El cuerpo del barón Gilles de Rais, mariscal de Francia, descansará (tal y como lo deseaba antes de ser ejecutado) en una sepultura cristiana, en la Iglesia de Nuestra-Señora del Carmelo, en Nantes. Trescientos cincuenta años después, los revolucionarios destruyen su tumba...
Francesco Prelati
Desesperado por no encontrar un alquimista digno de ese nombre para colmar sus deudas colosales, Gilles de Rais conoce, gracias a Eustache Blanchet, ex-monje, a Francesco Prelati. Según su testimonio, en el curso del juicio, Prelati afirmaba haber nacido en Monte Catini, en la diócesis de Luca. Abrazó la carrera eclesiástica y entró en las órdenes. Pronto se interesó por la geomancia bajo la influencia de un médico florentino, Gianni de Fontanel. Ambos, según la leyenda, hicieron aparecer un buen número de demonios a cambio de algunas gallinas y golondrinas... Ante semejante poder, Blanchet se convenció que Prelati era el hombre necesario y lo presentó ante su señor.
No hay descripciones físicas de él, tan solo se sabe que era joven y que debía estar entre los 22 y 24 años de edad cuando llegó, el 14 de mayo, a las puertas del castillo de Tiffauges, escoltado por hombres enviados por el mariscal de Rais.
Por su inteligencia y su hermosura, sin duda, conquistó rápidamente el corazón y el cuerpo de Gilles de Rais. Ante la inevitable bancarrota del señor, Prelati hacía figura de ser el hombre enviado por la Providencia, aunque en realidad fue el que empujó a Gilles de Rais hasta los abismos del infierno.
Por tres veces, y para la obtención de riquezas y oro, Prelati convocó al demonio Baron en presencia de Gilles de Rais. Obviamente, el demonio no se presentó jamás ante ningún testigo, y parecía que solo se presentaba caprichosamente ante Prelati cuando éste estaba solo...
Cabe añadir que Prelati procedió repetidas veces a invocar a los demonios, pero nunca pasó lo que debía de pasar. De hecho, Prelati era más bien un farsante que se aprovechaba de la ingenuidad, de la necesidad imperiosa de Gilles de Rais para encontrar una solución a sus problemas financieros.
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lunes, 14 de mayo de 2012
OCULTISMO: La Mano de Gloria
Un instrumento mágico:
LA MANO DE GLORIA
La Mano de Gloria es un amuleto más bien inquietante, que posee la reputación de volver a su propietario invisible y el de paralizar a aquellos que miran su luz. Muy buscada por ladrones y saqueadores, algunos raros ejemplares aún se dejan ver en algunos museos.
El nombre de "Mano de Gloria" deriva de la palabra "Mandaglore" que, a su vez, procede de la Mandrágora, mágica raíz muy cotizada entre ocultistas de siglos pasados. La Mano de Gloria tiene cinco velas por cada dedo de la mano. La tradición cuenta que, en el caso de que la vela del dedo pulgar no se encienda, una de las personas sometidas al sortilegio no se dejará someter y acabará capturando al ladrón. En este caso, el ladrón se guardará de robar en la casa y la evitará. Para contrarrestar el sortilegio de una Mano de Gloria, la leyenda quiere que se le tire leche para apagar sus llamas.
Para fabricar una Mano de Gloria, según la edición de 1826 del "Diccionario Infernal" de Collin de Plancy, hay que hacer lo siguiente:
"Esta mano de gloria es la mano de un ahorcado, que hemos de preparar de la siguiente manera: se envuelve en un trozo de sábana mortuoria, prensándola fuertemente para que pueda salir el resto de sangre aún contenida en sus venas; luego se deposita en un jarrón de terracota, con sal, pólvora, pimienta y zimat, todo bien pulverizado. Se deja reposar durante quince días; después, se expondrá al sol en época de canícula, hasta que quede bien disecada; si el sol no bastara, se puede poner en un horno encendido con esparraguera y verbena. Luego se compondrá una especie de vela, con la grasa del ahorcado, cera virgen y sésamo de Laponia; se sirve uno de la mano de gloria como de un candelabro para tener esa maravillosa vela encendida. En todos los sitios donde se irá con ese diabólico instrumento, aquellos que moran en ellos permanecerán inmóbiles, sin poder moverse como si estuvieran muertos."
El "Petit Albert", nombre de un célebre diccionario francés decimonónico, añade que las mechas han de trenzarse con los cabellos del propietario de la mano.
Collin de Plancy añade que el hecho de que ya no se ahorca tanto como antes, hace que la fabricación de esas manos sea cada vez más difícil. Añade la leyenda siguiente:
"Dos magos, que acudieron a una posada para robar, con la intención de sustraer las pertenencias de los allí presentes, pidieron al propietario pasar la noche al lado del fuego de la chimenea; éste, caritativo, les dejó permanecer allí. Cuando todo el mundo fue a acostarse, la sirvienta, que no se fiaba del sospechoso aspecto de aquellos dos viajeros foráneos, se escondió tras una puerta espiándoles a través de la cerradura, para ver qué hacían. Vio como los dos hombres sacaron de un saco una mano de muerto, untando con un ungüento los cinco dedos de aquella extremidad cadavérica y enciendiéndolos a excepción de uno que no conseguían encender, pese a los repetidos intentos; y esto porque, como la sirvienta comprendió, de todos los que dormían en la posada ella era la única que permanecía despierta, ya que los demás dedos estaban prendidos para sumir en un hipnótico y profundo sueño a aquellos que ya estaban durmiendo. Fue inmediatamente a despertar al patrón, pero no lo consiguió por mucho que lo sacudiera de la cama, como tampoco pudo conseguirlo con los demás clientes hasta que no se apagasen los dedos de la mano del muerto. Mientras tanto, los ladrones empezaban con su cometido en una habitación contigüa. Viendose descubiertos por la mujer, los dos magos se largaron con su triste botín y desaparecieron en la oscuridad de la noche.
Los ladrones no pueden servirse de la mano de gloria cuando se ha tenido la precaución de frotar el quicio de la puerta con un ungüento, compuesto de hiel de gato negro, grasa de gallina blanca y de sangre de lechuza; dicho ungüento debe hacerse durante la canícula." sigue relatando el autor, pues vaya pestilencia en pleno verano, realmente hay que tener estómago para ser brujo!!!
Fuente: "Diccionario Infernal" de Mr. Collin de Plancy, 1826 / traducción: Arnau.
miércoles, 11 de enero de 2012
EL HECHIZAMIENTO DE BLAISE PASCAL
Clermont, Francia, año 1624. En la mansión digna de un gran notable de provincias, viven los Pascal y acaban de tener un hijo varón, Blas, que ya ha cumplido su 1er año.
La Señora Pascal es una mujer joven, dotada de mucho ingenio, piadosa y muy caritativa. Con regularidad distribuye limosnas a mujeres pobres de la ciudad de Clermont, que recibe semanalmente en su domicilio para proporcionarles comida, ropa y un poco de dinero. Entre esas mujeres, hay una reputada ser bruja y, a pesar de los persistentes rumores, la Señora Pascal hace oídos sordos puesto que no cree en esas maledicencias. No es crédula y continúa acogiendo en su casa a la supuesta diabólica.
Sin embargo, el pequeño Blas Pascal no tiene una buena salud y va empeorando a medida que pasa el tiempo. Por lo visto ha caido en una especie de languidez que lo va consumiendo lentamente y amenaza seriamente su vida. Su decaimiento va acompañado de dos reacciones por lo menos extraordinarias: no soporta la visión del agua... Sea en un vaso o ver como se sirve, le provoca automáticamente terribles convulsiones. La 2ª peculiaridad: no tolera ver a sus padres juntos. Puede abrazar a su padre, recibir caricias de su madre pero, desde el momento en que ve a sus progenitores juntos cerca de él, empieza a sufrir violentos ataques de cólera, grita, se agita con una sorprendente violencia, se sofoca y se ahoga.
De camino a su 2º cumpleaños, su estado ha ido empeorando paulatinamente y los ataques se hacen cada vez más peligrosos para su salud, ya muy decaída, y amenazan con provocarle la muerte! Los médicos no encuentran explicaciones a sus males y han desistido en sus vanos intentos de curarle con fármacos, sangrías y purgas (lo cual, sea dicho de paso, empeora sensiblemente su ya fenecida salud física).
Redoblan entonces los persistentes rumores entre las gentes y los pobres de la ciudad que la "bruja" es la culpable de los males del pequeño hijo de los Pascal. Pronto se le acusa abiertamente de haber hechizado al niño... Para cortar por lo sano, el Señor Esteban Pascal convoca en su gabinete de trabajo a la supuesta "bruja" con el fin de esclarecer el asunto que va tomando proporciones bastante peligrosas. La mujer protesta con vehemencia ante el padre al comunicársele de lo que se le acusa, achacando a "mentiras" y "envidias" de las demás gentes todo lo que se viene rumoreando sobre ella. Asaltado por la duda, el Señor Pascal le previene que si esos rumores llegaran a comprobarse, él mismo se encargaría de hacerla colgar! Ante su sorpresa, la mujer se lanza a sus pies, abraza sus rodillas:
-Pues si, es cierto! He hechizado a su hijo. Pero la culpa es vuestra! No quisisteis ocuparos de mi juicio cuando os lo pedí! Pues me he vengado!... Ahora bien veo que amáis tiernamente a vuestro hijo. Y apenada me veis tener que deciroslo... Pero el mal que he echado, es el de la muerte!
-¿Como? ¿Hace falta pues que muera mi hijo?
- Si no me denunciáis, no morirá. Puedo salvarle. Puedo desviar el maleficio sobre otro.
Entonces, el honesto Esteban Pascal respondió:
-Mejor quisiera que muriera mi hijo, antes que hacer morir a otra persona.
-Escuchad, puedo echar el mal sobre una bestia.
Y ante la propuesta, el magistrado propuso entonces a la bruja uno de sus caballos.
-¡No hace falta hacer tanto gasto! Un gato bastará.
Y le hizo dar un gato. Al salir, la bruja se cruza con dos monjes capuchinos que van a visitar a la señora Pascal para consolarla, y de sobras conocen la reputación de la mujer. Uno de ellos acaricia al gato diciendo:
-Buena mujer, ¿vais ha hacer otro de vuestros maleficios?
Acto seguido la bruja tira al gato por la ventana con tanta violencia que la pobre bestia revienta sobre el pavimento del patio de la casa, y vuelve a pedir otro gato al señor Pascal, quien le hace dar otro. Sin duda porque un animal tocado por un monje ya no es adecuado para una operación mágica...
Tengamos en cuenta que esta conversación, por lo menos sorprendente, fue mantenida por un eminente y cultivado hombre. Esteban Pascal era un notable magistrado, presidente de la Corte de Ayudas (Cour des Aides) en Clermont. Gozaba de la simpatía del Cardenal de Richelieu, primer ministro del rey Luis XIII. Era además un físico y un matemático de cierto prestigio, que se carteaba con toda la sociedad científica de su siglo.
Al caer la noche, la bruja vuelve al domicilio de los Pascal. Explica al magistrado que le es menester un niño de menos de 7 años de edad para ir a coger, antes del alba, nueve hojas de tres distintas clases de hierbas. El señor Pascal propone entonces la hija pequeña de su boticario, que será encargada de recoger las hierbas.
A las 7 de la mañana, la bruja vuelve a casa de los Pascal con un cataplasma elaborado con las hierbas recogidas, indicando que hay que aplicarlo sobre el vientre del pequeño Blas. Se procede pues a la aplicación del cataplasma y el padre marcha, confiado, al palacio de Justicia.
Cuando vuelve a su casa, a eso del mediodía, encuentra a su mujer y criados llorando desconsolados. Blas Pascal ha muerto en su cuna. Terriblemente entristecido y con lágrimas de rabia en sus ojos, sale de la habitación de su hijo fallecido y se topa con la bruja. Le propina tan violentamente la bofetada que la mujer cae al suelo, pero esta se levanta:
-No os enojéis. Olvidé deciroslo esta mañana. Vuestro hijo parecerá muerto hasta la medianoche. A las doce resucitará!
El niño no tenía aliento, su pulso era imperceptible, y se iba enfriando. Como la esperanza siempre es lo último que se pierde, el padre recomendó que no le amortajaran ni le pusieran en un ataúd... Había que esperar.
Todo el día y toda la noche, el matrimonio veló el cuerpo aparentemente sin vida de su pequeño Blas. Finalmente, entre las 12 y la 1 de la noche, se estremecieron al ver a su hijo bostezar. Inmediatamente le cogieron, le hicieron friegas y le calentaron para reanimarle, dándole vino azucarado. Sin embargo, el pequeño Blas no parece consciente y sigue sin abrir los ojos. Por fin, sobre las 6 de la mañana, abre los ojos y, al ver a sus padres juntos e inclinados sobre su cuna, vuelve inmediatamente a sufrir esas horrendas convulsiones. Constatan amargamente que no se ha curado.
A pesar del pesimismo, y tras varios días, observarán lentos progresos en la salud de su hijo. Acabará por jugar entre los brazos de su madre con un vaso de agua... Al cabo de 2 semanas, soporta muy bien y hasta con sonrisa incluída, la presencia de sus padres juntos delante de el. Al cabo de 3 semanas, su languidez remite y desaparece. Retoma paulatinamente fuerzas y su salud física evoluciona favorablemente. Blas Pascal vivirá.
¿Curado por completo? Hay dudas. Blas Pascal, el famoso matemático autor de "Pensamientos", fallecería a sus 39 años de una enfermedad inexplicable aún hoy día. A lo largo de su corta vida se quejó de constantes malestares extraños: sensación de vacío en el costado, alucinaciones y migrañas oftálmicas. En 1954, el Doctor Torlais, avanzó la hipótesis de que su muerte fue ocasionada por un cáncer gástrico con metastasis intestinales y de meninges.
Dicho relato, por lo menos increíble, fue escrito por una mujer de toda confianza, Margarita Périer, su sobrina, que profesó en el Convento de Las Solitarias de Port-Royal, siendo hija de Gilberte, hermana menor de nuestro protagonista. El relato lo tiene pues de 1ª mano y nunca fue rebatido.
A sus 11 años, Blas Pascal escribió un tratado sobre la vibración de los sonidos... A los 12, inventando sin duda la geometría, encuentra la 32ª propuesta de Euclides. A los 16, escribe su "Ensayo sobre los cónicos", que supuso una auténtica humillación para Descartes!
in "Historias Mágicas de la Historia" de Louis Pauwels y Guy Breton, 1977.
jueves, 15 de diciembre de 2011
JUANA DE NAVARRA, LA REINA DE FRANCIA EMBRUJADA
LA REINA EMBRUJADA
Francia, 4 de Enero del Año de Gracia de 1305.
Desde la madrugada, una tremenda tempestad de nieve sopla sin descanso sobre la Champaña y las pobres gentes de la ciudad de Troyes se resguardan del frío en sus casas, a la vera del fuego del hogar. En el Palacio Episcopal, el obispo ha mandado cerrar todos los contravientos de las ventanas y debe, él también, calentarse ante la gran chimenea con un bol de vino caliente a mano.
El viento silba, sacude las insignias y aúlla en las calles desiertas. Nadie, desde luego, tendría la idea de abandonar el calor de su casa.
Sin embargo, sobre las dos de la tarde, dos jinetes salen en tromba de las caballerizas del palacio episcopal y se dirigen a las afueras de la ciudad. Cabalgan arropados en gruesas vestimentas de espesa tela y cubiertos por gorros de ala ancha que, en nada, se cubren de copos de nieve.
Repetidas veces, el más gordo de ambos, un hombre sexagenario con manos de asesino, de faz vulgar, con una proeminente y averrugada nariz, y con pequeños ojos porcinos, echa una mirada atrás con inquietud. Inquiere a su compañero de viaje:
-¿Estás seguro de que no nos han seguido?
-No, no. No había ni un alma en las calles.
La catedral de Troyes, según un grabado sobre madera.
¿Quiénes son esos dos personajes?
El más delgado es un joven monje jacobino, Fray Jean de Fay. En cuanto al más gordo, el que lleva ropajes de vaquero, con semblante de bruto y las manos de un estrangulador, es sencillamente el obispo de Troyes en persona, Monseñor Guichard, que sale de su palacio y abandona la ciudad para dedicarse a menesteres misteriosos.
De momento, y los ojos cubiertos de nieve, enrabia y maldice a una mujer; prosigue, pese a que el lenguaje es bastante inesperado en boca de un prelado:
-Conseguiré desembarazarme de esta guarra y maldita arpía que pasa sus días haciéndose acariciar el joyel en la torre de Nesle...
¿De quién habla en estos términos tan ilustrativos? ¿De aquellas prostitutas, meretrices y mujeres de vida ligera? No; habla ni más ni menos que de la Reina de Francia, Juana de Navarra, esposa del rey Felipe IV "el Hermoso".
Sello episcopal del Obispo Guichard de Troyes.
Para comprender el odio que le anima contra la soberana, hay que remontarse a tres años atrás. En 1302, un escándalo había estallado en la corte de Blanca de Navarra, Condesa de Champaña y madre de la Reina de Francia. El tesorero del condado, el canónigo Jean de Calais, era sospechoso de un desvío de fondos. Asustado, y sin duda culpable, huyó para refugiarse en Italia.
La reina Juana había entonces acusado al obispo de Troyes, hombre de mala reputación aunque miembro del Consejo del Rey, de haber facilitado la huída del canónigo estafador. El obispo se defendió con vigor de tamaña acusación pero no evitó que la reina consiguiese su expulsión del Consejo Real.
Sin embargo, algunos días después, el 2 de mayo de 1302, la reina Blanca de Navarra, condesa de Champaña, cuya salud era entonces inmejorable, sucumbió brutalmente ante un mal misterioso que nunca se esclareció.
Casi de inmediato, un rumor acusador persistente, popular, corrió como reguero de pólvora por ciudades y campos señalando a Monseñor Guichard (que se libraba, según los dires y diretes, a prácticas mágicas y de brujería) como culpable de haberla expedido al otro mundo gracias a encantamientos maléficos. Naturalmente, dando crédito al rumor popular y dispuesta a perjudicar al odiado obispo de Troyes, Juana de Navarra se declaró convencida de su culpabilidad y ordenó una investigación en toda regla. Pese a los esfuerzos invertidos, nada se pudo probar y la investigación se vió truncada aunque, en las indagaciones colaterales, se hicieron descubrimientos no menos macabros para mayor satisfacción de la soberana: se le imputaba, supuestamente al prelado, nada menos que cuatro crímenes de sangre. La policía del Rey le acusaba del asesinato del cura de la localidad de Laubressel, de un pescador y de dos campesinos.
Casi de inmediato, la reina ordenó la apertura de una nueva investigación que tenía visos de tener más éxito que la anterior. Ante tamaña noticia y amenaza, el obispo Guichard entró en una cólera terrible:
-¡Mataré a esa urraca!
Y en vísperas de Navidad, sintiéndose en peligro, había decidido actuar y embrujar a la reina con la ayuda de una bruja llamada Margueronne de Bellevillette y de un tal Regnaud de Langres, apodado el Eremita de Saint-Flavit, extraño personaje que vivía solitariamente en el bosque de Coudray.
He aquí por qué el obispo de Troyes cabalga en plena tempestad de nieve, en vez de calentarse las palmas de las manos en el hogar de su chimenea.
Tras haber recorrido varias leguas en pleno campo nevado, los dos jinetes penetran en un bosque hasta dar con una cabaña de la cual sale un hombre hirsuto y harapiento que se inclina ante ellos:
-Buenas tardes Monseñor! Entrad, aprisa, Margueronne os aguarda!
Los dos hombres saltan de sus monturas, entran en la cabaña tras los pasos del eremita y saludan a la bruja, una cuarentona desaliñada que juega con un gato, agachada a la vera de la chimenea. Alza sus ojos verdes:
-¿Tenéis lo que hace falta?
Fray Jean de Fay saca de debajo de su túnica un pedazo de cera blanca:
-Si.
Margueronne toma la cera y la tira en una olla de agua hirviendo sobre el fuego.
-Nos haría falta una comadrona!, dice el obispo.
-He traído a una de Pouy..., responde el eremita. Se llama Perrotte. Está aguardando en la granja.
La bruja, mientras tanto, saca la cera ya maleable de la olla hirviendo y la trabaja hasta darle aspecto de figura de mujer. Cuando por fin ha acabado, la presenta al obispo.
-Déjela sobre la cama, ordena éste. Hay que bautizarla!
Fray Jean de Fay toma una cazuela, la deposita sobre la mesa y la llena de agua, que bendice casi de inmediato.
-Ya está, Monseñor. Todo está preparado.
Guichard llama entonces a su vera al eremita:
-Tú serás el padrino!
El eremita se niega, duda, aduce que no está bien...
-¿Crees que si eso no fuera correcto, te obligaríamos a hacerlo? Truena el obispo. Llama a la comadrona! Ella hará de madrina!
Van en busca de Perrotte, la comadrona. Llega, temblando de frío, el rostro helado y con mueca de sorprendida; el hermano Jean le explica en qué consiste su papel en aquella extraña función. Casi enseguida, una extraña ceremonia se inicia en aquella sórdida cabaña iluminada tan solo por las llamas del fuego de la chimenea.
El monje saca de debajo de sus ropajes una estola de sacerdote, se lo pone y recita las plegarias del bautizo. En el momento en que pronuncia la frase "Apponite manus patrini et matrinae...", el obispo, el eremita, la bruja y la comadrona, arrodillados en corro y a ras del suelo, tocan la figurina de cera con sus manos tendidas.
Fuera, el viento silba sin tregua, amenazando con echar abajo puerta y contravientos.
-¿Cómo se llama? pregunta el jacobino.
-Juana! responden todos gravemente.
El monje toma el óleo que le entrega el obispo, unge la figura de cera y se inclina sobre ella:
-¿Quiere ser bautizada?
-Si, lo queremos! responden al unísono los conjurados.
Y el monje toma el agua bendecida de aquella cazuela, derramando algunas gotas sobre la figura sentenciando:
-In nomine Patris... et Filii... et Spiritus Sancti...
-Amen! dicen todos.
La comadrona, que no debe presenciar la segunda parte del encantamiento, es nuevamente conducida a la granja donde improvisará una cama en el pajar para pasar la noche.
Solo permanecen el obispo, el monje, el eremita y la bruja. Cogen la figura de cera y la depositan sobre la mesa. Margueronne, armada con un estilete, atraviesa repetidas veces la cabeza de la figura sentenciando:
-Aquella para la que se ha hecho esto, esta semana no tendrá ya cabeza!
La extraña ceremonia ha terminado. El eremita sube al granero para esconder la figura embrujada. Margueronne se reúne con la comadrona para dormir también en la granja y el obispo, acompañado de su devoto esbirro y monje, vuelve a cabalgar hacia Troyes.
Días más tarde, corrió la noticia de que la reina había repentinamente enfermado. Entonces, y por tres veces consecutivas, la bruja volvió a la cabaña del eremita de Saint-Flavit para apuñalar la testa de la figura de cera.
La última sesión del encantamiento fue interrumpida por la llegada de Monseñor Guichard y de Fray Jean de Fay. El obispo estaba furioso:
-Todo lo que hacemos no vale nada! gritó. Dicen que ha venido de Poitiers un médico que cura a la reina! Hay que acabar con esto, por el Diablo!
Y, tirando bruscamente la figura de cera al suelo, la aplastó a golpes de talón chillando:
-¡Que muera pues la arpía!...
Recogió los pedazos y los echó al fuego.
Dos días más tarde, el 2 de abril de 1305, la reina Juana, consorte de Felipe IV el Hermoso, fallecía súbitamente en el castillo de Vincennes de un mal misterioso...
Epílogo
Tres años más tarde, el eremita de Saint-Flavit, cuyos remordimientos atormentaban y quitaban el sueño, acudió a París y obtuvo un pase para acceder al Palacio del Louvre, solicitando una entrevista con el confesor del rey. El confesor en cuestión era un dominicano que no dudó en recibirle. El eremita le contó entonces, palabra por palabra, todo lo que pasó en su cabaña del bosque de Coudray: la ceremonia del bautizo, la figura de cera, el encantamiento a petición de Monseñor Guichard, etc.
Al día siguiente, el obispo de Troyes, Fray Jean de Fay y la bruja Margueronne de Bellevillette fueron arrestados y encarcelados por orden del rey Felipe. Obviamente, y como era de esperar, los tres negaron categóricamente las acusaciones formuladas, y el asunto duró años. Es cierto que, en aquella época, el rey andaba demasiado ocupado con los Templarios. Finalmente, al cabo de ocho años, el obispo de Troyes fue liberado por falta de pruebas...
Si el encantamiento de la figura de cera y su posterior destrucción fueron la causa de la extraña muerte de la reina Juana es, desde luego, un misterio que sobrepasa nuestro entendimiento cuando se cruza la línea que separa el campo de la razón de los dominios de la magia pura.
En cualquier caso, el testimonio del eremita arrepentido nos trae al menos una plausible explicación o pista sobre cual debió de ser la verdadera causa del inexplicable deceso de la consorte del rey Felipe IV "el Hermoso" de Francia.
La Torre de Nesle, París, a orillas del Sena, según un antiguo dibujo, fue escenario de los secretos encuentros de la reina Juana de Navarra con apuestos sementales de los que se deshacía tirándolos al río...
En cuanto a las alusiones de Guichard sobre lo que hacía la reina Juana en la torre de Nesle, pese a las "violaciones" acometidas por Alexandre Dumas contra la Historia para sus intereses novelísiticos (el autor tergiversó la realidad de los hechos en su obra "La Torre de Nesle", invirtiendo los papeles de adúltera y asesina entre Juana de Navarra y su nuera Margarita de Borgoña), es bien cierto. La reina Juana era quien, en realidad, recibía en aquella torre a orillas del Sena a apuestos y fornidos jóvenes sementales para que la hicieran gozar de los placeres de la carne; y a los que luego hacía meter, atados de pies y manos, en sacos cosidos y tirados vivos al Sena para borrar toda prueba de sus devaneos sexuales.
Fuentes:
--"Venenos y Sortilegios", Tomo 1, Dr. Cabanes & L. Nass.
-"El Siglo de Felipe el Hermoso", Duque de Lévis-Mirepoix.
-"El Juicio de Guichard, Obispo de Troyes", Abel Rigault, 1896.
in "Historias Mágicas de la Historia de Francia" de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977.
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