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sábado, 31 de marzo de 2012

Cita de la Semana




"¡La guerra! Es una cosa demasiado grave como para confiarla a los militares."

Frase de: Georges Clémenceau, médico, periodista y estadista francés (1841-1929).

jueves, 29 de marzo de 2012

ELIZABETH I: el pecado de la Reina Virgen



ELIZABETH I R.
Una Vida Privada Intrigante



La Reina (no tan) Virgen ?

Aunque parezca un descubrimiento de última hora, las especulaciones sobre los amoríos de la más célebre soberana inglesa del siglo XVI y sus posibles frutos no son datos que los historiadores-investigadores sacan ahora de una chistera como un prestigitador saca un conejo, para darle más emoción a la biografía de tan controvertido personaje real.

Antes que reina, Elizabeth fue princesa y, sobretodo, mujer. Una mujer que, como cualquier ser humano, tiene sus virtudes, sus debilidades, sus vicios... La reputación de uno, al fin y al cabo, consiste en tener el suficiente arte para disimular sus defectos y resaltar sus cualidades, aunque sean una exageración cuando no pura invención.

La última representante de la dinastía Tudor, la misma que pretendió casarse con Inglaterra en el momento en que ascendía hasta el solio real y recibía en su dedo índice el anillo de la coronación, y convertir a cada uno de sus súbditos en hijo suyo, fingió guardar castidad de por vida de cara a la galería: de ahí su apodo popular de "Reina Virgen". Pero, la realidad parece haber sido distinta en muchos aspectos de su vida privada. Sus historias de amor con apuestos y gallardos varones de su corte, se iniciaron mucho antes de que heredase la corona en 1558.

Retrato de la Princesa Elizabeth de Inglaterra (1533-1603), fechado en 1546-47.


Siendo aún una princesa adolescente, se enamoró pérdidamente del flamante y 4º marido de su última madrastra y tutora, la reina Katherine Parr, viuda del colérico Enrique VIII. Nos referimos a Thomas Seymour, 1er Barón Seymour of Sudeley (1508-1549), hermano de la malograda Lady Jane Seymour -tercera esposa de Enrique VIII y madre de Eduardo VI- y de Edward Seymour, 1er Duque de Somerset y Lord Protector de Inglaterra.

Retrato de Thomas Seymour, 1er Barón Seymour de Sudeley (1508-1549).


Thomas Seymour, que había sido el amante de Katherine Parr antes de que ésta consintiera casarse con el rey Enrique VIII, contrajo finalmente matrimonio con ella a los seis meses de fallecer el monarca. Sin embargo, se encaprichó de la pupila de su mujer, la princesa Elizabeth, que residía con ellos en Chelsea. Él tenía 39 años y ella 14. Lord Seymour tenía fama de irresistible entre las mujeres y sus contemporáneos lo reconocían: alto, de buena constitución física, con una espesa barba y cabello castaño tirando a pelirrojo, era un cortesano de gran porte, elegante, audaz, liberal, instruido, valiente y de voz sonora, aunque vacío de contenido.

Retrato de Lady Katherine Parr (1512-1548), Reina Vda. de Inglaterra y luego Lady Seymour.


Sea como fuere, hay indicios de un apasionado idilio entre la pupila y su tutor, hasta que fueron supuestamente sorprendidos en una postura inequívoca por Lady Katherine. Algún que otro autor, afirma que la princesa fue víctima de un cortejo que desembocó en un abuso sexual por parte de Lord Seymour, y que aquella relación adúltera confundió a la joven princesa. Para cortar de raíz el amorío de su marido y evitar un escándalo público, la princesa Elizabeth abandonará la residencia de sus tutores para instalarse en la de Anthony Denny, en Hertfordshire. Nunca volverían a verse madrastra e hijastra, pero siguieron en contacto mediante una abundante correspondencia.

Tras la muerte de Lady Katherine en agosto de 1548, tras dar a luz a una niña, Lord Seymour volvió a perseguir y a cortejar a la princesa Elizabeth. Apenas unos meses después, él mismo es arrestado la noche del 16 de enero de 1549, tras irrumpir bruscamente en los aposentos del rey Eduardo VI -su sobrino- y matar a uno de sus perros que intentó morderle. Encerrado en la Torre de Londres, el consejo le acusó oficialmente de 33 cargos por traición el 22 de febrero. Sus enemigos en la corte habían triunfado... El 20 de marzo, era ejecutado y todos sus bienes confiscados por la Corona.

Retrato de la Princesa Elizabeth fechado en 1555.


Pero, el gran amor de Elizabeth fue, sin duda alguna, Robert Dudley (1532-1588), hijo del 1er Duque de Northumberland y antiguo compañero de juegos de la infancia. Dudley era guapo, joven, atlético, atractivo, galante y divertido,... pocas mujeres se resistían a sus encantos varoniles y Elizabeth no fue la excepción. La amistad adolescente dio paso al amor. Pero, para desgracia de la enamorada, Robert estaba casado con Amy Robsart, hija de un rico escudero de Norfolk, desde el 4 de junio de 1550.

Retrato de Sir Robert Dudley (1532-1588), Lord Denbigh, 1er Conde de Leicester.


En 1553, Robert Dudley estuvo a punto de perder la cabeza al implicarse en la trama política de su padre, en la que intentó cambiar el orden sucesorio inglés al proclamar reina a Lady Jane Grey, desafiando las disposiciones testamentarias de Enrique VIII según las cuales la corona debía recaer en su hija primogénita María. La loca aventura no rebasó los 9 días: María I marchó triunfalmente hasta Londres, contando con el apoyo del pueblo y de la nobleza católica, y la fugaz Juana I terminó con su cabeza en el tajo.

Retrato de Elizabeth I, Reina de Inglaterra e Irlanda de 1558 a 1603; fechado en 1559, año de su coronación en Westminster.


En 1558, cuando Elizabeth asciende al trono tras el fallecimiento de su medio-hermana mayor María I, Robert Dudley será ampliamente distinguido por ella con el cargo de Caballerizo Mayor del Reino, dinero, tierras y títulos nobiliarios. Al ser objeto de tales favores, los enemigos católicos de la nueva soberana arremeterán contra ésta difundiendo su relación adúltera con Dudley, en un momento en el que crecían las presiones sobre Elizabeth para que accediera a casar con alguno de los pretendientes extranjeros y asegurase con un hijo la continuidad y estabilidad de la Corona Inglesa.

En 1559, Robert Dudley ocupa los aposentos vecinos a los de la reina, hecho que disparará los rumores de una más que probable relación sexual entre ellos.

En 1560, la situación se agrava: la muerte accidental de Amy Robsart en Cumnor Place, pasa a ser sospechosa y suceptible de ser investigada. Muchos apuntan que fue asesinada por encargo de su marido Robert Dudley, quien ambicionaba contraer matrimonio con la reina. La reputación del suspirante y favorito real será, en consecuencia, por siempre mancillada por aquel providencial enviudamiento, arruinando sus esperanzas de casar con Elizabeth I.

Pero, a finales de 1561, la reina cae repentinamente enferma: supuestamente aquejada de hidropesía; su cuerpo se hincha de fluídos y, sobretodo, su abdomen. Un hecho en el que se fija particularmente el embajador español y reseña en sus cartas dirigidas a Madrid. ¿Hidropesía o embarazo? El caso es, que la reina tiene que guardar cama y rehuír cualquier evento oficial durante un tiempo. Pero, el asunto no acaba ahí...

Una noche de ese mismo año, uno de los sirvientes de la gobernanta y gran amiga de la reina -Katherine Ashley-, un tal Robert Southern, es requerido urgentemente en Hampton Court. El personaje se verá luego preguntado sobre si conoce a alguna ama de cría de confianza que pueda ocuparse de un infante recién nacido. Ante la sorpresa de Southern, el personal de palacio le explicará que el bebé en cuestión es fruto de un desliz de una de las damas de la reina y que era menester llevárselo lejos y cuanto antes, para evitar que la historia llegase a oídos de Elizabeth I. Por ello, se rogó a Robert Southern que tomara al infante bajo su cuidado y lo educara en Londres como si fuera uno de sus propios hijos. La única recomendación que transmitieron a Southern fue que el crío fuera educado como correspondía a todo hijo de noble caballero. Tras haberse comprometido a seguir las indicaciones a rajatabla, llevó al bebé consigo y le impuso el nombre de Arthur.

Pocas semanas después, la reina Elizabeth I pareció estar milagrosamente restablecida y reanudó con sus apariciones públicas.

En 1562, la soberana cayó nuevamente enferma pero, esta vez, se diagnosticó su mal con más claridad: la viruela. De esa enfermedad, raras veces se conseguía escapar vivo...

Otra vez encamada, presa de fuertes fiebres que la hacían delirar, Elizabeth I se temía lo peor. Reuniendo las pocas fuerzas que le quedaban, insistió con vehemencia, desde su cama de enferma y ante sus consejeros reunidos, que su querido Robert Dudley fuera nombrado Lord Protector del Reino en caso de que muriera, y que se le concediese una anualidad de 20.000 libras por ello. Aquellas disposiciones reales no hicieron sino confirmar, a ojos de sus cortesanos, la auténtica naturaleza de su relación con el Conde de Leicester: que era su amante.

Cosa aún más extraña, Elizabeth I ordenó que se concediera a un sirviente de Lord Leicester, John Tamworth, una pensión de 500 libras anuales. ¿Se trataba de una compensación por un gran favor hecho a la reina?¿Cual era la naturaleza de ese favor?

Pese a todo, la reina consiguió triunfar de la viruela, reponerse y ocultar con maquillaje las cicatrices dejadas por esa enfermedad mortal.

Semanas más tarde, la soberana escribió de su puño y letra una serie de oraciones tan sorprendentes como inesperadas, muy distintas de las anodinas que hasta entonces había compuesto anteriormente. En esas oraciones, mencionaba un gran pecado que había cometido, sin esclarecer cuál era aunque parece fácil de adivinar: escribió "Por mis pecados secretos límpiame. Por los pecados de los demás, pusiste a tu sierva. Muchos pecados le han sido perdonados porque ella amó demasiado..."

Retrato de la reina Elizabeth I, entre los años 1565 y 1570.


Durante todo su reinado, Elizabeth I tuvo que tomar decisiones que le fueron especialmente trabajosas cuando no duras pero, en esas oraciones, parece confesar un pecado de índole sexual y referirse a uno de los mayores sacrificios jamás hecho en su vida, como el abandono de un niño por su madre.

¿Cabría imaginar que la soberana, saludada como la Reina Virgen, tuvo una relación ilícita y que dio a luz a un hijo al que prefirió ocultar y abandonar a su suerte, antes que afrontar públicamente semejante escándalo?

Un Bastardo Inglés en Madrid

Veintidos años después del misterioso alumbramiento en Hampton Court, el bebé confiado a Robert Southern se ha convertido en un joven que descubre, no sin sorpresa, su verdadera identidad por boca de su moribundo padre adoptivo (1583). En realidad, el ya anciano Southern le confesará que él no es su verdadero padre delante de un testigo y amigo llamado Smyth, un maestro de escuela local, sin darle más detalles sobre su origen. Es el testigo, el maestro de escuela en cuestión quien le confesará, ante la insistencia del joven, que es hijo ilegítimo de Lord Leicester y de Su Graciosa Majestad.

Arthur Dudley, que viajaba a bordo de un barco inglés, naufragaría accidentalmente en el Golfo de Vizcaya cuatro años después de conocer el secreto sobre su nacimiento, en junio de 1587. Exhausto, y con barba de varios días, Arthur sería apresado e inmediatamente entregado a las autoridades para ser encarcelado en San Sebastián e interrogado sobre las circunstancias que llevaron su embarcación hasta las costas españolas. En su declaración inicial, se declara como súbdito inglés y de confesión católica, en viaje de peregrinación al monasterio catalán de Montserrat. Naturalmente, los españoles creen que se trata de un espía inglés y, por tanto, será trasladado hasta Madrid e interrogado ante una corte judicial. Preguntado sobre su identidad, éste confesó : "Soy el hijo bastardo de la Reina Elizabeth de Inglaterra y de su amante Robert Dudley."

Tamaña declaración consternó a los jueces castellanos; más en una época en que su confesión amenazaba con socavar la ya de por sí tensa relación existente entre la católica España de Felipe II y la protestante Inglaterra de Elizabeth I, y justo un año antes de que la Gran Armada fuera lanzada contra la Pérfida Albión con misión de conquistarla y someterla. Por ello, se requirió la presencia de un caballero inglés católico, exiliado en España desde la década de 1560 y que había sido consejero de la reina María I, Sir Francis Englefield, que se encargó de interrogar al prisionero y de transcribir en negro sobre blanco todo el proceso judicial llevado a cabo...

Esa increíble historia habría caído en el más absoluto olvido de no ser por las investigaciones del Dr. Paul Doherty, profesor de la Universidad de Oxford e historiador que tiene, a sus espaldas, nada menos que 70 novelas históricas escritas y publicadas.

En el curso de sus pesquisas, Doherty descubrirá al misterioso "bastardo" al dar con los denominados "Papeles Englefield", encontrando las evidencias que corroboran su existencia y la de todos los nombres de los personajes que aquél citó en su interrogatorio en junio de 1587.

Retrato del rey Felipe II de España (1527-1598), según Alonso Sánchez Coello.


Conformada por varios documentos, los "Papeles Englefield" relatan una historia de vergüenza, de intriga y subterfugio palatinos, aclarando uno de los episodios más secretos del reinado de Elizabeth I. A estos documentos se unen otras tres cartas descubiertas en la British Library, y la primera de ellas fechada a 28 de mayo de 1588 por un espía inglés que responde a las iniciales B.C.. En ésta, B.C. describe el interrogatorio de Arthur Dudley y cómo las autoridades españolas tomaron en serio sus declaraciones, hasta el punto de darle alojamiento en la villa y corte y una pensión concedida por el rey Felipe II en persona. No solo eso, sino que el espía, que había servido previamente en la corte de la reina María I, precisó que ese Arthur Dudley tenía más de un parecido físico con su supuesto padre.

El segundo documento que viene a corroborar la identidad de Arthur Dudley es el testamento de Robert Southern, documento que no sólo confirma la existencia de Southern, sino que además añade toda una serie de detalles personales del sujeto: dónde vivió, los nombres de sus amigos, su cargo y mucho más, tal y como Arthur llegó a declarar en su interrogatorio en Madrid.

Si Arthur Dudley fue un impostor, ¿por qué se tomó la molestia de nombrar a una persona que existía realmente designándolo como su tutor, y aportar tantos detalles concretos sobre él?

Finalmente, el Dr. Doherty viajó hasta el Archivo Nacional de Simancas, donde encontró una carta del mismísimo Arthur Dudley en la que no mendiga dinero, ni puesto ni trato de favor alguno a su anfitrión, lo que lleva a pensar que su alegato fue sincero. Si Arthur fue realmente el hijo ilegítimo de Elizabeth I, tuvo sobrados motivos para tener miedo; de haberse publicitado entonces la verdad sobre sus regios orígenes, se habría declarado una crisis internacional, una guerra civil y una sorprendente revisión de la historia.

Retrato de Elizabeth I, Reina de Inglaterra e Irlanda (1533-1603), en un lienzo fechado en 1586.


Solo Robert Dudley y Elizabeth I supieron la verdad. Lord Leicester falleció en septiembre de 1588, un año después de que Arthur desvelase su sorprendente identidad a sus captores. La mujer que él amó le siguió a la tumba veinticinco años después, un 24 de marzo de 1603. Su desaparición marcó el final de uno de los reinados más controvertidos de la historia de la monarquía británica. Pocos soberanos fueron sujetos a tantas especulaciones como lo fue ella. Sepultada como una virgen y loada por su sacrificio personal en nombre de la felicidad de su país, la verdad sobre la vida romántica de Elizabeth I y su posible maternidad continuarán fascinando a las generaciones futuras.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Anécdotas Históricas -131-



La aristocrática moda de los carruajes tirados por seis u ocho caballos, surgió a raíz de un accidente que casi cuesta la vida al rey Enrique IV de Francia, a la reina María de Médicis y al Duque de Vendôme...

Medalla con las efigies de Enrique IV y María de Médicis, Reyes de Francia y de Navarra.


El 9 de junio de 1606, en la localidad de Neuilly, cerca de París, la real pareja y su comitiva se disponían a cruzar el Sena a bordo de una gran barcaza cuando, de repente, asustados o mal conducidos, los caballos cayeron al agua volcando y arrastrando con ellos el coche y la barcaza que los llevaba, a las profundidades del río. De poco fue que, tanto el rey como la reina y el joven duque, perecieran ahogados; fueron salvados in extremis.



Después de aquella horrible experiencia, Enrique IV dispuso que su carruaje siempre fuera tirado por seis caballos en vez de los cuatro que se acostumbraba, y que en uno de los equinos de cabeza montase siempre un postillón para dirigirlos con más eficacia y pericia. La medida real, mal interpretada por la nobleza como una demostración de ostentación y lujo, fue rápidamente imitada por los Grandes quienes, a partir de ese momento, siempre salían de sus residencias en carrozas tiradas por seis caballos; esa innovación dio paso a lo que pronto se llamó "grand attelage à la française" (gran yunta a la francesa), con un coche tirado por ocho caballos y que fue adoptado por los soberanos de otros países europeos.

Anécdota de: Enrique IV, Rey de Francia y de Navarra (1553-1610).

Anécdotas Históricas -130-



El Conde-Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV de España desde 1621, se encontró un día compartiendo carroza con otro importante personaje de la corte al que le confió un importante secreto. Sin embargo, el cochero les oyó hablar y, contra dinero contante y sonante, reveló a uno de los enemigos del valido ese "secreto" tan importante. En represalia por esa indiscreción, Olivares publicó una real ordenanza que quitaba a los cocheros su condición, rebajándoles a la categoría de postillón, lo que obligaba a éstos a conducir los caballos de los carruajes, ensillando a uno de los dos equinos que los encabezaban.

Anécdota de: Gaspar de Guzmán y Pimentel de Ribera y Velasco de Tovar, Conde-Duque de Olivares, G.E., 3er Conde de Olivares, 1er Duque de Sanlúcar la Mayor (1587-1645), político, valido de Felipe IV de España.

martes, 27 de marzo de 2012

CURIOSIDADES -20-



El Parlamento de París, fruto de la primitiva Curia Regis medieval, fue creado a mediados del siglo XIII por el rey Luis IX "el Santo" (San Luís, patrón de Francia) y, en él, se daba el peculiar y extraordinario evento de una sesión presidida por el monarca en persona y que se llamaba "Lecho de Justicia" (Lit de Justice). El "Lecho de Justicia" consistía en una sesión en la que, de forma extraordinaria, el rey se personaba en el Parlamento para ordenar el registro obligatorio de los edictos reales por dicho organismo. Su nombre respondía a la forma en la que el soberano presidía tal sesión: en vez de sentarse en su trono, el rey se tumbaba sobre una especie de "cama" constituída por cinco cojines sembrados de flores de lis (uno para sus posaderas, uno a modo de respaldo, dos como reposabrazos y otro para descansar los pies), bajo un dosel con los mismos elementos heráldicos y colocado en una esquina de la Gran Cámara (la Grand-Chambre).

"Lecho de Justicia" del rey Luis XV el 22 de febrero de 1723, en ocasión de su mayoría de edad marcando el final de la regencia; obra de Nicolas Lancret.


Cuando el monarca se personaba de forma excepcional en el Parlamento -corte de Justicia del Rey y de última instancia en el reino-, los magistrados debían someterse a su autoridad siguiendo el adagio "adveniente principe, cessat magistratus" (cuando llega el príncipe, los magistrados callan), y el Canciller del Reino se convertía en el portavoz del soberano en dicha sesión para leer las órdenes de registro.

A lo largo del siglo XV, otros trece parlamentos fueron creados a partir de instituciones locales prestigiosas como el "Ajedrez de Normandía" o como los "Estados de Provenza" en diversas provincias del reino, pero el Parlamento de París siempre estuvo por encima de éstas.

El Parlamento estuvo en activo desde mediados del siglo XIII hasta finales del siglo XVIII, a excepción de su disolución y suspensión en 1771-1774, y tuvo treinta y seis presidentes entre 1341 y 1791.

sábado, 24 de marzo de 2012

EL CHOCOLATE: de Madrid a París

Retrato de Ana de Austria, Reina de Francia y de Navarra (1601-1666), esposa de Luis XIII y madre de Luis XIV.


Debemos a una infanta española y reina de Francia, Ana de Austria, el haber introducido en la corte francesa un exótico bebedizo llamado "chocolate", tras llegar a su país de adopción con baúles llenos de cacao y, con ellos, a una experta en su preparación. "Exótico" porque el chocolate procedía de las colonias americanas popularmente conocidas como "las Indias".

En mayo de 1659, Luis XIV concede a un oficial de la reina-madre Ana de Austria, un tal David Chaillou, el privilegio exclusivo de preparar, fabricar y vender el chocolate por espacio de 29 años. Para ello, abrirá su propia tienda en la rue de l'Arbre Sec de París y, cuando expira la concesión real, el chocolate empieza a ser fabricado y vendido por numerosos boticarios y marchantes de especias de la capital del Sena.

Retrato de Maria-Teresa de Austria, Reina de Francia y de Navarra (1638-1683); consorte de Luis XIV.


Su sobrina, nuera y sucesora en el puesto, la Infanta Maria-Teresa de Austria, no se limitará únicamente a traer (ella también) el famoso "chocolate" que se consumía en Madrid, sino que también hará otra capital aportación a la mesa: las naranjas.

La fabricación del chocolate es, entonces, bastante rudimentaria: el obrero trabajaba de rodillas y molía el cacao a mano con la ayuda de un cilindro y sobre una piedra inclinada y debidamente escalfada.

En 1660, el chocolate (siempre de la mano de la reina Maria-Teresa, gran consumidora del bebedizo especiado) empieza a prepararse en la corte y en poco tiempo, enamora a todos los cortesanos de Luis XIV. La joven reina no podía pasar un día sin tomarlo, lo que llevó a la corte a afirmar que tan solo tenía dos pasiones: "el rey y... el chocolate."

Se consume entonces como una bebida caliente. En cuanto al rey, éste no tiene en muy buena estima ese bebedizo traído de las Indias; para él es "un alimento que engaña el hambre pero que no llena el estómago."

Pese a todo, el chocolate entra a formar parte de los rituales de la corte: se consume los lunes, miércoles y jueves en los bufetes que se montan en los salones de Versailles.



Ya por entonces, se le presta al chocolate cualidades afrodisíacas y medicinales. La mayoría de los médicos y botanistas reconocían sus cualidades para la digestión y virtudes dinamizantes. Se llegó incluso a decir que ayudaba a luchar contra las lombrices y el restreñimiento. Muchos llegarán a recetarlo a sus pacientes para luchar contra la fatiga e incluso contra los problemas pulmonares.

Será la Marquesa de Maintenon, esposa morganática de Luis XIV, quien logrará imponer el chocolate para los días festivos pero, cuando surgen problemas económicos a finales del reinado, el rey manda suprimirlo del menú cortesano para recortar gastos. Y es que, entonces, y a pesar de su éxito, el chocolate tenía un precio exorbitante que tan solo la nobleza podía permitirse el lujo de pagar.

El Duque de Penthièvre y su familia tomando una taza de chocolate; obra de Charpentier, 1768.


Hay que esperar el siglo XVIII para que la alta burguesía lo descubra y se convierta en su gran consumidora. Pero habrá que pacientar hasta 1824 para que la indústria del chocolate se ponga en marcha y que cada uno pueda, por fin, tomarlo sin moderación.

viernes, 23 de marzo de 2012

Cita de la Semana



"El que no ha salido jamás de su país está lleno de prejuicios."

Frase de: Carlo Goldoni, comediógrafo (1707-1793).

jueves, 22 de marzo de 2012

Anécdotas Históricas -129-



Al rey Luis XIV de Francia le gustaba viajar en su carroza acompañado por mujeres solamente; fuesen sus hijas bastardas, sus nueras, sus nietas o damas de alta alcurnia, éstas tenían el gran privilegio de subir en el real carruaje y sufrir, por otra parte, la tiranía del soberano. El Duque de Saint-Simon habla de ello en su capítulo dedicado a  "la Corte de Luis XIV" :

"En esa carroza, durante los viajes, había siempre muchas cosas que comer: viandas, pastelería y frutas. No habiendo rebasado el cuarto de legua ya recorrido que el rey preguntaba si no querían comer. Él jamás comía nada entre horas, ni siquiera una fruta, pero se divertía viendo comer, comer hasta reventar. Las damas debían tener hambre, estar alegres y comer con apetito, con ganas, de otro modo no lo encontraba bueno y lo demostraba agriamente. Se hacían las graciosas, las delicadas, las dispuestas, y eso no impedía que esas mismas damas o princesas que cenaban con otras a su mesa el mismo día, se encontrasen obligadas, bajo las mismas penas, a mostrarse tan dispuestas como si no hubiesen comido en toda la jornada. Con esto, no se podía hablar de necesidades, ni siquiera mencionarlas, lo que, por otro lado, habría sido muy embarazoso para esas damas hacerlo con los destacamentos de la Casa del Rey y los Guardias-de-Corps que iban delante y detrás de la carroza, y los escuderos que iban a la altura de las puertas, y que levantaban una polvareda que invadía todo lo que se encontraba dentro del coche. El rey, que amaba el aire libre, quería que todas las ventanillas estuvieran bajadas y habría encontrado de muy mal gusto que cualquier dama hubiese tirado la cortina contra el sol, el viento o el frío. No solamente era menester que no se percatase de esas y otras incomodidades: encontrarse mal habría sido motivo suficiente para no volver a subir en el carruaje.



He oído contar a la Duquesa de Chevreuse, que el rey siempre estimó y honró, y que él, siempre que ella pudo, quiso tenerla en sus viajes y en sus particulares, que yendo en su carroza con él de Versailles a Fontainebleau, le vino, al cabo de dos leguas, una de esas necesidades imperiosas a las que uno no cree poder resistirse. El rey paró en camino para almorzar sin apearse del carruaje. Esas necesidades, que redoblaban a cada momento, no se hacían sentir en vano como en ese ágape, de la que hubiera podido escabullirse un instante bajando hasta la casa de enfrente. Pero la comida, que tomó de manera comedida, redobló la extremidad de su estado. A punto estuvo, por momentos, en confesarlo forzosamente y poner un pie a tierra, como dispuesta también a perder el conocimiento, su coraje la sostuvo hasta Fontainebleau, dónde creyó reventar. Poniendo pie en tierra, vio al Duque de Beauvilliers, llegado la víspera con los Infantes de Francia, a las puertas del carruaje del rey. En vez de subir con el séquito, agarró al duque por el brazo diciéndole que iba a morirse si no se aliviaba. Atravesaron el Patio Oval y entraron en la capilla que allí se encontraba y que, felizmente, estaba abierta y dónde se decía misa todas las mañanas. La necesidad no tiene ley; Madame de Chevreuse se alivió a sus anchas en aquella capilla y tras cuya puerta el Duque de Beauvilliers montaba guardia. Cuento esta miseria para mostrar cual era la penuria que sufría diariamente cualquiera que codeara al rey y gozara de su favor y privilegio, como en el caso de la Duquesa de Chevreuse en el apogeo del suyo. Esas cosas que parecen naderías y son naderías de hecho, caracterizan demasiado bien para omitirlas. El rey tenía en ocasiones algunas necesidades, y no se privaba de bajar para poner pie en tierra, mientras que las damas debían permanecer en el carruaje."



Anécdota de: Jeanne-Marie Colbert, Duquesa de Chevreuse y 3ª Duquesa de Luynes (1650-1732).  

Anécdotas Históricas -128-



Tras la victoriosa batalla de Ivry, en 1589, el rey Enrique IV de Francia conoce a la bella y piadosa Antoinette de Pons-Ribérac, Marquesa de Guercheville, viuda desde hacía tres años del Conde de La Roche-Guyon. El monarca con fama de conquistador y mujeriego, cae repentinamente prendado de ella y no tarda en hacérselo saber. Ante la propuesta de convertirse en su amante, la marquesa le responde con una ingeniosa negativa:

-"Sire, no soy de una casa lo suficientemente buena para ser vuestra esposa, pero sí soy de una casa demasiado buena para ser vuestra amante."

Anécdota de: Antoinette de Pons-Ribérac, Condesa Vda. de La Roche-Guyon, Marquesa de Guercheville (1570-1632).

lunes, 19 de marzo de 2012

CURIOSIDADES -19-

EL TENEDOR: una novedad importada desde Italia



El tenedor, tal y como lo conocemos hoy (utensilio, junto con el cuchillo y la cuchara, indispensables en una mesa) parece haber sido creado en Italia en el siglo XI, aunque otras fuentes apuntan al siglo XIII para marcar su introducción en Europa procedente del Imperio Bizantino. En cualquier caso, fue una princesa italiana, Catalina de Médicis (1519-1589), princesa de Urbino quien, recién llegada a Francia para desposarse con el que fuera posteriormente Enrique II de Francia, heredero del rey Francisco I, introdujo el cubierto en la corte gala junto con otras novedades culinarias traídas de Florencia y de Venecia (entre ellas el consumo de pasta, alcachofas y espinacas). En un principio, el tenedor servía para pinchar la fruta pero se miraba ese instrumento como un objeto estrafalario en una sociedad donde ricos y pobres comían con los dedos, y solo utilizaban los cuchillos para cortar carnes o despedazar aves.

Retrato de Catalina de Médicis, Reina de Francia (1519-1589); según Clouet.


En el curso del siglo XVI, la moda de las gorgueras, cada vez más voluminosas y extravagantes a la par que rígidas, empujaron a los cortesanos de Enrique III de Francia -patrocinador del refinamiento en el ámbito doméstico-, a echar mano del tenedor de dos puntas para llevarse a la boca las viandas, verduras y frutas sin mancharse.



Pasado el reinado de Enrique III, tachado de extravagante y amanerado, sus sucesores volvieron a utilizar los dedos para comer y esto duró hasta el final del reinado de Luis XIV quien afirmaba a su heredero el Gran Delfín -que utilizaba cubiertos en su mesa-, en una monumental reprimenda, que (...) "si Dios había dado dedos a los hombres era para que comieran con ellos y no para sostener un ridículo tenedor."

Pese al conservadurismo del Rey-Sol en esa materia, tanto el tenedor como el cuchillo se hicieron imprescindibles en las mesas aristocráticas de la segunda mitad del siglo XVII y sufrieron modificaciones en sus diseños bajo la Regencia de Felipe II de Orléans, generalizándose su uso en todas las cortes europeas del siglo XVIII.

sábado, 17 de marzo de 2012

Cita de la Semana




"El primer Walpole fue un amigo de la familia."

Frase de: Horatio Walpole, 4º Conde de Orford (1717-1797), novelista, anticuario, historiador del arte y político Whig.

jueves, 15 de marzo de 2012

EL DUQUE DE MORNY

CHARLES AUGUSTE DE MORNY
DUQUE DE MORNY
1811 - 1865



Charles Auguste de Morny, conde luego duque de Morny (1811-1865) fue un financiero y un político francés, medio-hermano del emperador Napoleón III, y un bulímico de la política y de las finanzas.

Su nombre de pila fue también el de otro fascinante y extraordinario personaje del siglo XIX: el príncipe Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, y no se puede decir que sea esa una coincidencia fruto del azar, puesto que la vida de Morny fue movida, a imagen y semejanza de su presunto padre natural.

Tendremos en cuenta su sorprendente ascendencia, que se complacía en definir sin complejos y con mucho sentido del humor con esas palabras: "En mi linaje, somos bastardos de madre a hijo desde hace tres generaciones. Soy el bisnieto de un rey, el nieto de un obispo, el hijo de una reina y el hermano de un emperador."

Retrato de Hortense de Beauharnais, Reina de Holanda (1783-1837), consorte de Luis I Bonaparte, rey de Holanda e hija de Josefina de Beauharnais, Emperatriz consorte de los Franceses. Hija adoptiva de Napoleón I, se convirtió también en su cuñada al casar con su hermano Luis.


Su partida de nacimiento le sitúan en París, el 21 de octubre de 1811. En realidad, su madre no era otra que la reina Hortensia (nacida De Beauharnais), consorte de Luis I Bonaparte, rey de Holanda. Si su tercer hijo fue Luis Napoleón Bonaparte -el futuro Napoleón III, emperador de los Franceses-, Charles Auguste de Flahaut, futuro duque de Morny, figuraba como el cuarto. Lejos de ser un Bonaparte, Morny no era sino el fruto de un desliz de la reina Hortensia de Holanda con el apuesto conde Charles de Flahaut de La Billarderie. Eso explicaría también por qué la reina prefirió parir al bastardo en Suiza y no en París, por discreción y decoro. En cuanto al Sr. Demorny, intermediario que prestó su apellido al bastardo, desapareció rápidamente después de haber convenientemente dado su nombre a cambio de una buena suma; poco después, el apellido Demorny se convirtió en De Morny y luego en el título nobiliario de "duque de Morny".

El Conde Charles de Flahaut (1785-1870), amante de la reina Hortensia y padre natural del Duque de Morny era, a su vez, hijo natural del Príncipe Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord y de Adélaïde Filleul, Condesa de Flahaut de La Billarderie.


Su padre natural, el conde Charles de Flahaut, tampoco era hijo del Conde de Flahaut de La Billarderie, aristócrata de treinta y siete años más viejo que su encantadora esposa, Adélaïde Filleul, condesa de Flahaut, conocida en la sociedad de la época por ser la amante de Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, Obispo de Autun. Entonces las infidelidades se hacían públicas...

Retrato de Adélaïde Filleul, Condesa de Flahaut de La Billarderie (1761-1836) con su hijo Charles, habido con su amante el entonces obispo de Autun, Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord; obra de E. Vigée-Lebrun.


El complaciente y cornudo Conde de Flahaut no tuvo reparos en reconocer al bastardo como hijo suyo, dándole sus apellidos, a menos que fuera engañado o que no se le pidió su expreso permiso a la hora de inscribir al niño en el registro.

Finalmente, para llegar a la tercera generación, decir que Adélaïde Filleul, condesa de Flahaut, era hija de Irene du Buisson de Longpré, rica mujer que dividía salomónicamente sus noches entre su marido, un comisario en vinos, con un potentado recaudador de impuestos y con... el mismísimo rey Luis XV de Francia. De ahí que el duque de Morny pudiera presumir de su real ascendencia.

Beneficiario de tan brillante procedencia, resulta fácil comprender que Morny se haya atribuido, sin escrúpulo alguno, una partícula transformando así su presumible apellido original y añadiendo nada menos que el título de conde y de duque, pese a que la ascendencia real quedaba por demostrarse tenida cuenta de los eclécticos gustos de Irene du Buisson de Longpré.

Retrato de Adélaïde Filleul, Condesa Vda. de Flahaut de La Billarderie (1761-1836), convertida en Condesa de Souza tras casarse con un diplomático portugués.


Educado por su abuela paterna, la condesa Adélaïde de Flahaut, viuda y convertida tardíamente en la esposa de un diplomático portugués, el Señor De Souza, el joven Morny inaugura su carrera en tiempos de la Monarquía de Julio (1830-1848), como brillante oficial enrolado para la conquista de Argelia.

Retrato de Charles Auguste de Morny, 1er Duque de Morny (1811-1865).


Rápidamente hastiado de la vida militar, se lanza en la fabricación de azúcar de remolacha al comprar una empresa azucarera de Clermont, que le sirve simultáneamente de trampolín para entrar en la vida política al hacerse elegir diputado del Puy-de-Dôme en 1842. Reelegido en 1849, entra en contacto con su medio-hermano el príncipe Luis Napoleón Bonaparte, recientemente elegido Presidente de la IIª República Francesa.

Retrato de Napoleón III (1808-1873), Presidente de la IIª República entre 1848 y 1852, Emperador de los Franceses entre 1852 y 1870; obra de Alexandre Cabanel, c.1865.


No se puede afirmar que entre ambos exista una perfecta sintonía, pero el presidente aprecia el dinamismo del diputado, que le empuja a ampliar sus poderes aprovechando la baza de su popularidad. De hecho, Morny será el hombre clave del Golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851. Singular paralelismo: su abuelo, Talleyrand, había sido el instigador del Golpe del 18 de Brumario (2 de diciembre de 1799).

Sus servicios se ven recompensados con la cartera ministerial del Interior, que abandonará casi de inmediato... (2 de diciembre de 1851 hasta el 22 de enero de 1852). Curiosamente, Morny es un Orleanista de corazón y de sentimiento, y no aprecia en absoluto la ingerencia de la República, que ha secuestrado los bienes de la familia de Orléans.

Bajo el IIº Imperio, su papel político no conserva más que el aspecto representativo, asumiendo con eficacia el cargo de presidente del cuerpo legislativo. Esa función le permite, además, lanzarse en asuntos financieros, implicándose en múltiples empresas; el simple hecho de aparecer en cualquier negocio parece atraer a todos los inversores y los capitales, aunque muchas veces sus métodos sean discutibles.



De su mano surgirá Deauville, Le Vésinet, lanzará la carrera de la actriz Sarah Bernhardt y tomará bajo su protección a Alphonse Daudet, al que confiará el secretariado de sus negocios financieros. Su desaparición prematura, en 1865, le ahorrará ser testigo del desmoronamiento del IIº Imperio y de la caída de su medio-hermano. Fallece de un cáncer de páncreas, entonces desconocido por los médicos.

Retrato de la Princesa Sofía Sergeïevna Trubetzkaya (1838-1876), Duquesa de Morny; obra de F.X. Winterhalter.


En 1857 (7 de enero), contrajo matrimonio en San Petersburgo con una linajuda y rica aristócrata rusa, la princesa Sofía Sergeïevna Trubetzkaya, hija del príncipe Sergeï Trubetzkoy y de la condesa Ekaterina Moussin-Pushkina. Cuatro hijos nacerán de dicho matrimonio:

-Charlotte de Morny (1858-1883), casada en 1877 con José Osorio y Heredia, Conde de La Corzana -con descendencia-.

-Auguste de Morny, 2º Duque de Morny (1859-1920), casado en 1886 con Carlota de Guzmán y Ybarra -con descendencia-.

-Serge de Morny, Conde de Morny (1861-1922), oficial del Ejército, -soltero-.

-Sophie de Morny (1863-1944), casada en 1881 con Jacques Godart, Marqués de Belbeuf -sin descendencia-.

De su relación extramatrimonial con la Condesa Le Hon, tuvo a:

-Léopoldine Le Hon (1838-1931), casada en 1858 con el Príncipe Stanislaw August Poniatowski, con el que tuvo 3 hijos y, de entre su descendencia, se cuenta al Príncipe Michel Poniatowski, antiguo ministro del Interior durante el gobierno del Primer Ministro Raymond Barre (década de 1970), y a la Princesa Sarah Poniatowski, esposa del cantante francés Marc Lavoine.

martes, 13 de marzo de 2012

Frase de Cine



La Señorita Escarlata (Lesley Ann Warren):

-"¡Vaya! ¡Después de todo, hay vida después de la muerte!

La Señora Blanca (Madeline Kahn):

-"Eso es tan improbable como el sexo después del matrimonio."

Frases de: Lesley Ann Warren, actriz (n.1946) y Madeline Kahn, actriz (1942-1999), in Clue / El Juego de la Sospecha (Cluedo), 1985, film de Jonathan Lynn.

Anécdotas Históricas -127-



La gran promiscuidad de la actriz Joan Crawford era un secreto a voces en Hollywood; tanto que, su gran enemiga y rival, Bette Davis, no dudó en una ocasión declarar abiertamente en una entrevista:

-"Se ha acostado con todos los actores de la Metro, a excepción de Lassie."

Anécdota de: Bette Davis, actriz (1908-1989).

Anécdotas Históricas -126-



La reverenciada, polémica e inolvidable actriz británica Liz Taylor, ganadora de dos óscars por sus papeles en "Una mujer marcada" y "¿Quién teme a Virginia Woolf?", más uno honorífico por el conjunto de su carrera cinematográfica, tuvo nada menos que siete maridos y se vistió de novia ocho veces (en dos ocasiones para el mismo hombre, el actor Richard Burton). Es precisamente por ese detalle de su vida privada cuando, en una entrevista, se le preguntó por qué se casaba tantas veces; a lo que ella contestó espontáneamente:

-"¿Qué espera usted que haga?¿Que duerma sola?"

Anécdota de: Elizabeth "Liz" Taylor, actriz (1932-2011).

Frase de Cine



-"El que quiera ser el centro de una reunión, mejor que no acuda."

Frase de: Audrey Hepburn, actriz (1929-1993).

Frase de Cine



-"Cuando un hombre se echa atrás, retrocede de verdad. Una mujer sólo retrocede para coger carrerilla."

Frase de: Zsa Zsa Gabor, actriz (1917-....).

lunes, 12 de marzo de 2012

CURIOSIDADES -18-



Cuando el célebre pintor y escultor Michelangelo Buonarroti (Miguel Ángel) recibió el encargo de pintar el techo de la Capilla Sixtina, tuvo que trabajar en unas condiciones en las que la comodidad brillaba por su ausencia: encaramado en lo alto de los andamios, tenía que pintar los frescos totalmente tumbado y a pulso, por lo que las salpicaduras y goteos de la pintura le cubrían habitualmente la cara. Para cambiar de posición y avanzar, tenía que reptar y hacer contorsionismo para no desdibujar o malograr la pintura aún fresca... Y eso, durante cuatro largos años (1508-1512). Para colmo, el papa Julio II solía visitarle con frecuencia para meterle prisa en la ejecución de la obra, quejándose de la lentitud; en represalia, Michelangelo solía dejar caer desde lo alto del andamiaje potes de pigmentos para que el Pontífice y sus cardenales, asustados, dejasen de importunarle con sus visitas y sus críticas so pena de recibir en plena cogorota alguno de sus proyectiles.

domingo, 11 de marzo de 2012

LA MUJER-LOBO DE APCHON




1588: Un Caso de Licantropía en Francia.



Estamos en Francia, en el año 1588 y la primavera es soleada y suave aquella mañana, en las montañas del Cantal. En un pequeño castillo erigido sobre una pequeña colina, a dos leguas de la localidad de Apchon, cerca de Mauriac, un gentilhombre de Auvernia, el Barón Nicolas de Barioux, que se ha propuesto la enorme tarea de escribir la historia de su familia, rasca su pluma de oca sobre el pergamino. La genealogía se alarga, llena de antiguos difuntos: "Robert de Barioux, nacido en 1412, muerto en 1464, hijo de Adhémar de Barioux, nacido en 1348 en Aurillac, esposo de Héloïse de Signac..." . A veces interrumpe su ardua tarea y se pone a soñar un instante. Ese día, deja de lado a sus ancestros para observar la primavera floreciente desde la ventana de su estudio. No cae en la cuenta, evidentemente, que ese gesto le va a hacer vivir una de las más extrañas aventuras de todos los tiempos.

En el momento en que se pone a contemplar los árboles en flor, un hombre de la región llamado Roger Griffoul, pasa por el camino colindante al castillo, su arcabuz bajo el brazo. El barón le llama:

-¡Buenos días Roger!¿Vas de cacería?
-¡Pues si!- le contesta.
-Pues mira, si no vuelves con las manos vacías, piensa en mi!
-¿Qué preferís?¿Conejo o perdiz?
-Tanto me da, no tengo preferencias, tráeme lo que encuentres.
-¡De acuerdo! -¡Hasta la noche!
Y mientras el cazador desciende hacia la llanura, el gentilhombre vuelve a su trabajo.

A las diez y media, hora del almuerzo por aquél entonces, abandona su estudio y se va al comedor donde le espera su esposa, la encantadora Arline, una morena de destellantes ojos verdes, a la que ama por su natural dulzura y generosidad.
Justo después de los postres, la baronesa le habla de sus pobres.

-Como todos los viernes, dice ella, les voy a llevar alguna limosna. Estaré pues ausente toda la tarde...
-Sois realmente la mejor mujer que hay en el mundo
, le dice el barón. No conozco a ninguna más caritativa y hermosa que vos...
Después del almuerzo, los dos esposos se abrazan, se despiden y se separan. Ella se va a visitar a sus pobres, y él, vuelve a sus escritos de familia.

Y la tarde pasa...
Hacia las 6 de la tarde, mientras el barón de Barioux se embrolla con las ramas de su árbol genealógico, Roger Griffoul, el cazador, se encuentra en los albores de un bosque. Está de bastante mal humor ya que, desde esta mañana que lleva recorriendo los campos, no ha cazado nada de nada. Ni un conejo, ni una perdiz,...¡nada de nada! Ya se ve regresando a casa con las manos vacías.
De repente, en un rincón del bosque, ve surgir un enorme lobo que viene a su encuentro. Rápido, carga su arcabuz y dispara. Pero la emoción le hace errar y el animal se abalanza sobre él. Entonces Griffoul agarra su cuchillo de caza y se defiende con todas sus fuerzas. El cuerpo a cuerpo es tremendo. Diez veces, veinte veces, cree darle una cuchillada certera pero la hoja resbala sobre el pelaje de la bestia, roza una oreja, dando en el vacío y aquellos ojos amarillos parecen burlarse de sus infructuosas intentonas. Y he aqui que, en un gesto desesperado, consigue cortar la pata derecha del lobo. Malherido y amputado, el animal abandona el combate y huye gimiendo en la espesura del bosque, desapareciendo.
Como ya anochece, el cazador prefiere volver al pueblo. Naturalmente, se acuerda de pasar antes por el castillo de Barioux.

-¿Y pues?¿la caza ha sido buena?, inquiere el barón.
Griffoul suspira:
-He aqui todo lo que traigo: la pata de un lobo...
Y se pone a remover en su saco, pero se queda estupefacto: en lugar de la pata que había metido en su bolsa, se encuentra la mano de una mujer!
-¿Qué es esto?, pregunta el barón.
-No tengo ni idea. He sido atacado por un lobo, le he cortado una pata, y he aqui que traigo una mano de mujer...Tiene incluso un anillo en uno de sus dedos.¡Mirad!


Nicolas de Barioux se inclina para observar el extraño trofeo y se le hiela repentinamente la sangre, pues reconoce ese anillo como siendo de su propia mujer.

-Déjame esta mano, le dice a Griffoul, yo la guardaré...Y ahora, vete a tu casa...



En el momento en que el cazador abandona el castillo, el barón se va en busca de su esposa. La encuentra en el comedor, junto al fuego, escondiendo su brazo derecho bajo un mantel.

-¿Dónde estábais esta tarde?
-Con mis pobres, bien lo sabéis...
-Dadme vuestra mano para que la bese...
Arline le tiende su mano izquierda.
-No, Señora, la otra...
-Me he hecho una herida con un cuchillo...
-Oh, Señora, Señora...
, le dice el barón; cuanto daño me hacéis!...Sé la verdad... No podéis darme vuestra mano derecha porque os la han cortado esta tarde...he aqui vuestra mano!
Al ver su mano cortada, Arline se derrumba.
-Es cierto, admite ella, soy un monstruo. Me han hechizado...Una vez por semana, me transformo en lobo...Y ésta tarde, fui yo, lo confieso, quien atacó a Roger Griffoul...Si, es a mí a quien cortó la pata, y he aqui por qué ya no tengo mano en este brazo... Y muestra su brazo mutilado que un anciano del pueblo le ha curado, atajando la hemorragia con unas cuerdas de cuero y cubriendo el muñón sangriento con unas tiras de ropa.
-Pero,¿no me denunciaréis, verdad?...Fuera de esos momentos en los que soy un lobo, no soy mala, vos lo sabéis muy bien...
Y hace el gesto de acercarse a su marido. Pero el barón la rechaza.
-Os quiero, y no dejaré de quereros, Arline; pero, por el bien de vuestra alma, no puedo dejaros vivir con esta maldición...Pensad en los niños que habéis devorado, destrozado y desmembrado... Siento por vos una mezcla de ternura y de horror...
Y la entregó a la Justicia.

Después de un juicio que apasionó el público, la baronesa Arline de Barioux fue quemada el 12 de Julio de 1588, en la gran plaza de la ciudad de Riom, ante un rugiente gentío y un marido derrumbado...

El increíble proceso judicial de la Baronesa de Barioux fue recogido a principios del siglo XVII en una obra escrita por un juez llamado Henri Boguet. Ese juez había ejercido en la localidad de Saint-Claude, a finales del siglo XVI, en la misma época en que se desarrolló el juicio contra Arline de Barioux, en Riom en 1588. Boguet, que era un apasionado de los casos de brujería, publicó los textos de los procesos judiciales más importantes de su época, entre los cuales el que hemos relatado aqui. Y la historia no se acaba aqui, ya que, cuando Nicolas de Barioux entrega a su esposa a la Justicia, el caso toma otra dimensión. ¿Qué pasó cuando interrogaron a la baronesa? Pues que confesó. Confesó entre lágrimas que se transformaba en lobo, que había devorado niños, relata con exactitud en qué circunstancia atacó a Roger Griffoul, y enseña como prueba su brazo derecho mutilado... Y cuando los jueces le preguntan con gravedad sobre su licantropía, responde y da detalles. Va hasta a admitir que mantuvo relaciones sexuales con otro lobo. Finalmente, Arline de Barioux es condenada a morir quemada viva en la hoguera.




¿Que cuántos casos similares hubieron? Muchos. En 1521, tres hombres acusados de licantropía fueron quemados vivos en Besançon. Habían confesado que, después de haberse frotado el cuerpo desnudo con grasa, se transformaban en lobos, se acoplaban con lobas y habían devorado varios niños...

En 1573, es en la ciudad de Dole, siempre en Francia, que un tal Gilles Garnier es juzgado, confesando el haberse transformado en lobo y haber matado a varios críos. Le queman vivo a él también. En 1578, es el Parlamento de París el que condena a la hoguera un tal Jacques Rollet, acusado de ser un hombre-lobo y el haber devorado a un niño... En 1804, en la época de Napoleón I, en Longueville, cerca de Méry-sur-Seine, un tal Maréchal, acusado de ser un hombre-lobo, es condenado a galeras, pues en aquella época del Primer Imperio, ya no se quema a los reos en la hoguera, pero se sigue creyendo en la licantropía.

Si la licantropía es, hoy día, seriamente puesta en duda o tomada por un desarreglo mental por otros, cabe preguntarse que, sabiendo los acusados cual era el final que les esperaba al término de sus confesiones con todo lujo de detalles en el juicio, ¿por qué confesaban y admitían lo que supuestamente creían ser?




in HISTORIAS MÁGICAS DE LA HISTORIA, de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977.

sábado, 10 de marzo de 2012