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jueves, 28 de febrero de 2013

EL 23-F: el recuerdo de Sabino Fernández Campo





Sabino Fernández Campo, Ier Conde de Latores, Caballero del Real Cuerpo de la Nobleza del Principado de Asturias y Vice Gran Maestre de la Real Orden de Caballeros de Santa María del Puig, natural de Oviedo (17-03-1918), fue un militar que combatió en el bando nacional (falangista) durante la Guerra Civil Española, terminándola con el grado de teniente. Obtuvo el título honorífico de Teniente General y desempeñó varios cargos bajo la dictadura del General Franco: subsecretario de la Presidencia del Gobierno (1975) y del Ministerio de Información y Turismo (1976), Secretario General de la Casa de Su Majestad el Rey (1977) y Jefe de la Casa Real (1990). En 1992, Juan-Carlos I le concedió sus cartas de nobleza con el título de Ier Conde de Latores, con Grandeza de España. Ocupó la jefatura de la Casa del Rey desde el 22 de enero de 1990 hasta el 8 de enero de 1993. Murió en Madrid el 26 de octubre de 2009.

MADRID, 23 DE FEBRERO DE 1981:
EL FALLIDO GOLPE DE ESTADO

 

Sabino Fernández Campo quien fue jefe de la casa real escribe sus memorias y lo que dijo en su día Julio Anguita que el rey fue el creador del 23F..


Aquella mañana llegué algo tarde a "Río Frío" (1) y Don Sabino ya estaba allí, en la mesa habitual donde nos sentábamos los sábados y con vistas a la plaza de Colón. Tenía un café delante, un vaso de agua, y ojeaba los periódicos del día. Nada más saludarnos me senté y casi sin mediar más palabras sacó unos folios doblados del bolsillo interior de su chaqueta y me dijo:

"Ten, este es uno de los "Recuerdos" que estoy escribiendo. Lo escribí anoche casi de un tirón. Quiero que lo leas aquí y ahora y me des tu opinión".

Yo cogí aquellos folios y me puse a leer con verdadero interés. Reproduzco aquí las notas que allí mismo tomé a vuelapluma y cuando él me lo autorizó, pues no quiso dejármelos ni para sacar fotocopias. Los folios estaban escritos de su puño y letra. Y recordaré siempre su bella letra. Descanse en paz, Sabino.

Recuerdos de Sabino Fernández Campo: Lo que pasó de verdad el 23F

 

"Aquella tarde, la tarde del 23 de febrero de 1981, yo estaba en mi despacho revisando papeles, como casi todas las tardes, cuando de pronto irrumpió sin ni siquiera llamar a la puerta, Fernando Gutiérrez y casi gritando me dijo: ¡Sabino, rápido, conecta la radio!

Inmediatamente conecté la radio y ambos escuchamos con asombro lo que todos los españoles: los gritos de Tejero y los tiros… y sentí como un latigazo en todo mi cuerpo. Debí ponerme blanco en segundos y sin pensarlo di un salto y me fui directo al despacho del Rey.

Cuando entré, tampoco yo llamé a la puerta, vi que el Rey y la Reina ya estaban pegados a la radio y escuchando atentamente. Eso sí, tranquilos.

- ¡Señor!, ¿qué está pasando en el Congreso?

- Sabino, por favor, no te alteres. ¡Estás pálido!

- ¡Señor, si ha habido tiros!.

- Lo sé, yo también lo he oído.

- Majestad, esto es muy grave. ¡Puede haber muertos!

- Tranquilo, hombre, tranquilo. No hay que perder la calma en situaciones difíciles. Ponte en contacto rápido con Seguridad y entérate de lo que está pasando.

- Señor, por si acaso voy a dar instrucciones para reforzar la seguridad del Palacio.

- Sí, me parece bien. ¡Hazlo!

La Reina no había dicho nada, aunque su cara era un poema. Pero, cuando fui a salir sonó el teléfono y el Rey, mientras lo cogía, me pidió que esperase. Entonces Su Majestad, ya al teléfono, dijo muy alterado:

- ¡Alfonso!, ¿qué pasa? ¿Qué han sido esos tiros?

- …¿?

- Naturalmente yo no escuché bien las palabras del otro lado del teléfono ni me enteraría salvo por las respuestas del Rey.

- ¡Qué coño es eso de intimidación! ¡Eso no estaba previsto! ¡Quiero saber urgentemente lo que está pasando ahora mismo allí.

- … ¿?

- Sí, entérate de todo y te vienes urgente a la Zarzuela

- … ¿?

En ese momento y con señas le hice saber al Rey que pospusiese su respuesta. Entonces Su Majestad dijo:

- Alfonso, déjame unos minutos y me llamas después (y colgó el teléfono).

- ¿Qué pasa, Sabino?

- Señor, no sé lo que pasa, pero pienso que el General Armada debe quedarse en su puesto.

- ¿Por qué?

- Señor, en plena batalla un jefe no puede abandonar su puesto. Sería un disparate.

- Pero, es que necesito saber lo que ha pasado. Los tiros no estaban previstos.

- Señor, no lo entiendo.

- Sí, Sabino, perdona (y el rey volvió a su control habitual). Después te lo explicaré. Bueno, tal vez tengas razón. Le diré ahora que se quede en su puesto.

- Tiene razón Sabino –dijo la Reina.

Y entonces, no habían transcurrido ni tres minutos, volvió a sonar el teléfono y otra vez era el general Armada.

- Mira, Alfonso, hemos decidido que sigas ahí y no te muevas hasta nueva orden.

- …¿?

- Sí, ya lo sé, Alfonso, ya sé que la situación es difícil y complicada. Pero, insisto, quédate ahí, más tarde volveremos a hablar.

- Señor, me voy a mi despacho –dije entonces, asombrado como estaba-. Voy a recabar información y a dar instrucciones a Seguridad.

- Vale, está bien.

Y me volví a mi despacho, donde esperaba angustiado Fernando Gutiérrez.

- Fernando, tienes que llamar urgentemente a la televisión, a las radios y a los periódicos, para enterarte qué está pasando y que noticias tienen ellos. Venga, rápido.

Al quedarme sólo me di cuenta que mi cabeza era un volcán y cien preguntas me surgieron como centellas. ¿Qué significaba lo de "no estaba previsto"? ¿Por qué el Rey aparentaba estar tranquilo conmigo y no con Armada? ¿Qué era aquello? ¿Era la acción individual del loco Tejero? ¿Era un Golpe de Estado? ¿Era la cabeza de puente de otra cosa mucho más seria?… ¡Y las dudas inundaron mi cabeza! ¡Dios, la situación apenas si me dejaba pensar!. Así que cogí el teléfono y llamé al teléfono especial que tenía del Congreso para hablar con la persona de la CASA que habíamos destacado aquella tarde para tener información directa. Pregunté, al descolgarlo alguien al otro lado, por el hombre de confianza que tenía allí destacado porque no estaba. Pero la persona que lo cogió me adelantó, muy nerviosa, lo que había pasado y lo que estaba pasando, y una cosa me produjo tal impacto que casi me tumba. Que Tejero había dicho que aquello lo hacía ¡¡EN NOMBRE DEL REY!!. Eso me nubló hasta la vista y hasta mi corazón empezó a latir peligrosamente. ¿En nombre del Rey? ¿Qué está pasando aquí? Entonces llamé también a mi amigo Lacaci, el Capitán General de Madrid, y comprobé que estaba tan desorientado y desconcertado como yo. El hombre estaba intentando saber con exactitud lo que estaba pasando en la Brunete. Quedamos en hablarnos y estar en permanente contacto, porque era fundamental saber lo que iba a hacer la Acorazada.

Y otra vez me fui a ver al Rey. Entré en el despacho y Su Majestad estaba hablando por teléfono y a su interlocutor, que no era otro que el General Armada, le decía:

- Alfonso, si es verdad que ese loco ha entrado en el Congreso en nombre del Rey hay que desmentirlo urgentemente y quiero saber con urgencia –y el Rey casi gritó- por qué ha dicho Tejero semejante cosa.

- Y sin más colgó el teléfono. Yo me acerqué y sin sentarme, de pie (allí sentada seguía la Reina).

- Señor, veo que ya lo sabe. Eso es muy grave.

- Sí, Sabino, la cosa es grave. Creo que debemos autorizar a Armada a que venga a la Zarzuela y nos explique detalladamente lo que está pasando, porque creo que aquí están pasando cosas que no estaban previstas.

- ¿Cosas que no estaban previstas? ¿A qué se refiere Su Majestad?

- Bueno, es un decir (pero, por primera vez noté cierto nerviosismo en el Rey, como si quisiera ocultarme algo)

- Pues, Señor, sigo pensando que el General Armada debe quedarse en su puesto. Señor, creo que es urgente que Su Majestad hable directamente con los Capitanes Generales para saber qué opinan ellos y que está pasando en sus respectivas Regiones. También pienso que es urgente que Su Majestad desmienta públicamente lo que está diciendo Tejero en el Congreso. Creo que debería dirigirse a los españoles por Televisión Española.

- Muy bien, haz tú las gestiones con televisión y en cuanto termines te vienes aquí y hablamos con los Capitanes Generales.

- Así que volví a mi despacho, donde estaba supernervioso Fernando Gutiérrez, quien sin perder tiempo me dijo:

- Sabino, los militares han tomado Televisión Española y Radio Nacional.

- ¡Cómo! ¿Qué me dices?

- Me lo acaba de confirmar el propio director general*.

En ese momento sonó el teléfono. Era el General Juste que pedía hablar conmigo. Rápidamente me puse al habla.

- Juste, ¿qué pasa?

- Sabino (el general Juste y yo éramos muy amigos desde mi estancia en el Ministerio del Ejército). ¿Está el general Armada en la Zarzuela?

- No, ¿por qué me lo preguntas?

- Porque me han dicho que a estas horas el General Armada tenía que estar en la Zarzuela.

- Y eso ¿por qué? ¿Quién te ha informado de ello?

- El Comandante Pardo Zancada, que al parecer lo sabe de boca del General Milans.

- Pues, Juste, Armada no está en la Zarzuela, ni está ni se le espera.

- Gracias, Sabino, eso cambia las cosas. Gracias otra vez. Te llamaré después.

- Oye, oye, ¿por qué cambian las cosas? ¿qué cosas?

- Sabino, por favor, después te llamo.

Colgué el teléfono y mi cabeza era un hervidero. Por primera vez intuí algo sobre el General Armada, acaso por su insistencia en acudir a la Zarzuela. Mi instinto ya me puso en guardia. También que la noticia de Armada hubiese llegado a través de Milans del Bosch.

Y así, ya con "todas las moscas detrás de la oreja", me dirigí de nuevo al despacho de Su Majestad y cuando entré me llevé la sorpresa de la noche, qué digo, la sorpresa de mi vida. Porque allí se estaba brindando.

Y eso me nubló la mente y me enfureció. Así que, y ya sin protocolos, me dirigí a Su Majestad y sin pensarlo le dije mirándole de frente:

- ¡Señor!… ¿Está usted loco? Estamos al borde del precipicio y usted brindando con champán –y casi grité- ¡Señor!, ¿no se da cuenta de que la Monarquía está en peligro? ¿No se da cuenta que puede ser el final de su Reinado? ¡¡¡Recuerde lo que le pasó a su abuelo!!!

Entonces la cara del Rey cambió de color y vi como sus manos le empezaron a temblar y en voz casi inaudible mandó salir a los allí presentes, que de inmediato abandonaron el despacho. (*) Todos, menos la Reina, que tenía cara de póquer.

Una vez solos Su Majestad se vino hacia mí, y tembloroso y casi llorando, me tomó de las manos y en tono suplicante me dijo:

- ¡Sabino, por favor sálvame! ¡Sálvame, salva a la Monarquía, ahora mismo no sé lo que hago ni qué decir!

- Majestad, vamos a tranquilizarnos todos. No es el momento de pesares. Usted mismo me decía antes que no había que perder la calma en los momentos difíciles. Lo que hay que hacer es tratar de controlar la situación y para ello es fundamental hablar con los Capitanes Generales. Le advierto que la Brunete ha tomado ya Televisión Española y Radio Nacional.

- ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Yo lo sabía!

- ¿Qué sabía, Señor?

- Lo que iba a pasar

En ese momento la Reina se levantó y sin decir nada salió del despacho. Y yo me derrumbé. Me temblaban las piernas.

Entonces el Rey se sentó en su mesa y apoyó su cabeza entre las manos. Yo me senté enfrente y esperé unos segundos antes de hablar.

- Señor, no sé lo que Su Majestad sabía, pero fuere lo que fuere, ahora lo que hay que hacer es parar esta locura. Si triunfa "eso" la Monarquía caerá como cayó la de su abuelo.

- Sí, sí, tienes razón. Por favor, habla tú con los Capitanes Generales y haz lo que puedas.

- No, Señor, con los Capitanes Generales tiene que hablar el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, y ese honor le corresponde a Su Majestad.

- Sí, tienes razón… pero, no te vayas de aquí. Y allí permanecí mientras el Rey hablaba por este orden, con Jaime Milans del Bosch (III Región Militar), Guillermo Quintana Lacacci (I Región), Pedro Merry Gordon (II Región), Antonio Pascual Galmes (IV Región), Antonio Elícegui Prieto (V Región), Luis Polanco Mejorada (VI Región), Angel Capano López (VII Región), Manuel Fernández Posse (VIII Región), Antonio Delgado Álvarez (IX Región), Manuel de la Torre Pascual (Baleares), Jesús González de Yerro (Canarias) e Ignacio Alfaro Arregui, en ese momento Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) y Luis Arébalo Peyuz, almirante jefe del Estado Mayor de la Armada. De lo que habló el Rey con los altos mandos del ejército hablaré en la siguiente entrega".



- ¡¡Esto es una bomba, Sabino!!

- Ya lo sé.

- Esto lo cambia todo.

- Ya lo sé.

- Esto cambia la Historia.

- Ya lo sé… pero es la Verdad.

- ¿Sabes lo que puede suceder si esto se publica?

- No se publicará, al menos mientras yo viva.

- ¿Serán tus "Memorias"?

- No, ya sabes que yo no soy partidario de "Memorias". Unas "Memorias" son una cosa muy seria y muy detallada. Yo prefiero llamar a esto que escribo "Recuerdos". Un "Recuerdo" sólo te obliga a escribir lo que recuerdas.

- Pero, entiendo que esto es sólo el comienzo de lo que pasó aquella tarde-noche.

- Así es, el sábado que viene te mostraré lo que escriba estos días, si tengo ganas, porque tengo mis dudas… A veces pienso que la Historia que se ha escrito de "aquello" ya es inamovible. Además, me estoy viendo como el Prometeo encadenado.

- ¿Y eso?

- Sí, me veo encadenado a mis propias palabras y a todo lo que he venido diciendo desde 1981. Yo ayudé a crear la versión que ha pasado a la Historia y desdecirme ahora seguro que me lo echarían en cara todos. Porque bien pueden pensar que si entonces mentía, ahora también lo puedo estar haciendo. Muchos me achacarían que hablo ahora con resentimiento, por la "patada en el culo" que me dio Su Majestad el año pasado.

- No, Sabino, tu prestigio de hombre serio está fuera de toda duda y seguro que te creerán a pies juntillas. Muchos acontecimientos de la Historia han sufrido vaivenes y cambios importantes con el paso del tiempo. Lo que sí me preocupa es la postura que pueda adoptar el Monarca si tu versión de ahora se hiciera pública.

- Pues, te lo puedes imaginar.

- Es que podría ser hasta la caída de la Monarquía.

- No lo creo. Aunque muchos no lo crean España no tiene ahora mismo otra salida que la Monarquía. En eso tal vez Franco tenía razón y ¡todo estaba atado y bien atado!

- Sí, pero la imagen del Rey "salvador de la Democracia" se habrá terminado.

- Bueno, eso es verdad, pero entre la Historia, la Monarquía, el Rey o la Verdad, yo prefiero quedarme con la Verdad. Es mi conciencia. Voy a cumplir 77 años y ya estoy, como decía Baroja, en la última curva del camino. Además se lo debo a mi teniente Rubio, ya conoces la historia.

Y ahí dejamos ese día la conversación. Fue entonces cuando me dijo que tomase las notas que quisiera, a sabiendas, como ya le había demostrado en muchas ocasiones que yo era una tumba.


CURIOSIDADES -95-



La moneda denominada "Peseta" fue, en realidad, una creación monetaria del Principado de Catalunya en 1808, al inicio de la Guerra de la Independencia Española, y estuvo circulando legalmente por el principado hasta que, en 1868, el Gobierno Provisional Español presidido por el General Serrano la adoptó como suya -sustituyendo al escudo- y generalizó su uso por todo el país.

Su nombre deriva del diminutivo de la palabra catalana "peceta" (piececita) de "peça" (pieza) y equivalía a una moneda de 2 reales de plata. La primera "Pesseta / Peseta" tenía un valor de 2 y medio y se acuñó en Barcelona durante la ocupación napoleónica.

Resulta curioso que dicha moneda hiciera su aparición en Catalunya tras la marcha de los Borbones al exilio (1808), y se convirtiera en moneda de curso legal en toda España tras la segunda marcha de la misma dinastía con Isabel II (1868).

La "Peseta", tras 133 años de vigencia en España, fue finalmente reemplazada por el Euro en 1999.
 

sábado, 23 de febrero de 2013

Cita de la Semana



"Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo."

Frase de: Simone de Beauvoir, novelista e intelectual existencialista (1908-1986).

jueves, 21 de febrero de 2013

CURIOSIDADES -94-



El día de su coronación en Reims*, el joven rey Luis XIII de Francia y de Navarra (1601-1643), de 9 años de edad, salió de la catedral sin prestar atención ni responder a las aclamaciones del gentío. Con aspecto gruñón y triste, removía persistentemente los labios provocando la desaprobación del público, que encontraba sus muecas nada convenientes; la gente acabó pensando que estaba chupando un caramelo. ¡Nada de eso! Sus muecas respondían a algo muy molesto: su lengua; el pobre niño tenía la lengua tan larga, que siempre se veía obligado a metérsela dentro de la boca con la ayuda del dedo índice después de hablar.

(*)_La coronación de Luis XIII se celebró el 17 de octubre de 1610, en la catedral de Reims.
 

Anécdotas Históricas -207-



Un día, el rey Luis XIII de Francia le dijo a uno de sus amigos:

-"¡Las mujeres solo me interesan desde la cabeza hasta la cintura!"

A lo que el ingenioso cortesano respondió divertido:

-"En este caso, ¡habrá que rebajársela hasta las rodillas!"

El monarca no apreció en absoluto la ingeniosa gracia de su amigo y estuvo un mes sin dirigirle la palabra.

Anécdota de: Luis XIII, Rey de Francia y de Navarra (1601-1643).

sábado, 16 de febrero de 2013

Cita de la Semana



"El mundo es peligroso para vivir. No tanto por causa de aquellos que hacen el mal, sino por causa de aquellos que miran y dejan hacer."

Frase de: Albert Einstein, científico (1879-1955).

martes, 12 de febrero de 2013

Anécdotas Históricas -206-



El que fuera más tarde Mariscal de Francia y caballero de la Orden del Espíritu-Santo y de San Miguel, el Marqués de Toiras, se convirtió en el favorito del rey Luis XIII de una manera bastante inusual. El joven monarca tartamudeaba ligeramente y, un día de cacería con el Marqués de Toiras a su lado, le preguntó dónde estaba la presa:

-¿Dónde está el pá..., pá..., pájaro?

Y Monsieur de Toiras respondió:

-Si..., Sire, aaa..., aaa..., aquí está.

Imaginándose el rey que el aguerrido marqués había querido burlarse de su tartamudez al contestarle de aquella manera, le propinó una violenta paliza sin que le diera tiempo a disculparse, lo que habría agravado aún más su situación. Afortunadamente, un cortesano allí presente intervino para explicar al enojado monarca que el pobre marqués tenía la desgracia de ser tartamudo. Cayendo en la cuenta de su equivocación, Luis XIII pidió disculpas al militar y, desde aquel momento, favoreció todo lo que pudo a su compañero de infortunio.

Anécdota de: Jean du Caylar d'Anduze de Saint-Bonnet, Marqués de Toiras, Mariscal de Francia (1585-1636) y de Luis XIII, Rey de Francia y de Navarra (1601-1643).

CURIOSIDADES -93-



El rey Luis XIII de Francia y de Navarra (1601-1643) tuvo una muerte lenta y harto dolorosa. Con tan solo 41 años de edad, cae gravemente enfermo: tras 6 terribles semanas de violentos cólicos y vómitos, el monarca exhala su último aliento el 14 de mayo de 1643, justo 33 años después de la muerte de su padre y predecesor Enrique IV, asesinado el 14 de mayo de 1610. Se cree que el rey padecía de la enfermedad de Crohn* pero la responsabilidad de su muerte recae, principalmente, en su médico el doctor Bouvard y sus prácticas. No nos parecerá raro que las prescripciones médicas del galeno acabaran con el real paciente cuando reparamos en la cantidad de los "remedios" aplicados: 34 sangrías, 1.200 lavativas y 250 purgas que llevaron a Luis XIII derechito a la tumba.

(*)_La enfermedad de Crohn se descubrió en EE.UU. (1932) y debe su nombre a su descubridor el Dr. Burrill Bernard Crohn, médico del Mount Sinai Hospital de Nueva York. Calificada de enfermedad crónica rara, se cree que es causada por factores inmunológicos, genéticos o medioambientales y atañe principalmente al aparato digestivo (cólon y recto entre otros), causando la inflamación crónica intestinal con fases de remisión. 

domingo, 10 de febrero de 2013

Cita de la Semana



"Si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los derroches."

Frase de: Benjamin Franklin, estadista, político, inventor y científico (1706-1790).

viernes, 8 de febrero de 2013

LA PASIONARIA DE LA ROCHELLE: Catherine de Parthenay-Larchevêque



CATHERINE DE PARTHENAY-LARCHEVÊQUE
VIZCONDESA DE ROHAN
1554 - 1631
 
 

El siglo XVI francés es rico en mujeres valientes, ambiciosas, intrigantes, manipuladoras, cultivadas, mecenas e influyentes en todos los ámbitos. Sería, por tanto, un error pasar de largo ante una de sus más relevantes figuras: Catherine de Parthenay-Larchevêque (1554-1631).

Nuestra dama, contemporánea de Catalina de Médicis, de Elizabeth I de Inglaterra y de la Duquesa de Montpensier, por citar a tres mujeres sobresalientes, pertenecía a la poderosísima familia protestante de los Parthenay-Larchevêque, viejos señores feudales en la región del Poitou. Es, además, la gran heredera de su linaje y de su gran fortuna en tierras y cuantiosos bienes inmobiliarios. Sus padres eran Jean V de Parthenay-Larchevêque (1512-1566), Señor de Mouchamps y de Soubise, y Antoinette Bouchard d'Aubeterre (1535-1580).

Nació el 22 de marzo de 1554, en el castillo de Parc-Mouchamps, heredera de una saga femenina del Renacimiento que aliaban la erudición a la fe: su madre Antoinette d'Aubeterre, y su abuela paterna Michelle de Saubonne.

 
Las ruinas del Castillo de Parc-Soubise, una de las fincas señoriales de la familia de Parthenay-Larchevêque heredada por los Rohan.


Su educación esmerada, más de lo que se permite a la mujer en estos aciagos tiempos de la Guerra Civil Francesa, sobresale sobre todo por su gran interés en la literatura, la astrología, la astronomía y las matemáticas. Tanto es así que, con tan solo 11 años, su madre le da por profesor a François Viète, uno de los mayores matemáticos de su época. De aquella relación entre profesor y alumna aplicada, surgiría una gran amistad que duraría toda la vida, convirtiéndole más adelante en su inseparable consejero. Viète le dedicaría en 1591 su célebre In Artem Analyticem Isagoge (Introducción al Arte Analítico), que establecía el uso de anotaciones simbólicas en álgebra. Eminente criptólogo, éste enseñará a su aventajada alumna cómo redactar cartas cifradas y el manejo de las tintas invisibles.

Tras la muerte de su padre, Catherine, entonces conocida como "Mademoiselle de Soubise", se verá pretendida por tres hombres de importancia en el bando calvinista francés: el hijo del Almirante De Coligny, Henri de Pontivy -benjamín de la Casa de Rohan-, y el Barón Charles de Quellenec, más conocido como "Barón de Pont-L'Abbé". El primero de la lista será finalmente elegido y el compromiso anunciado cuando, repentinamente, el novio fallece de peste en 1567. Muerto el primer candidato, el segundo es deshechado por su calidad de benjamín y la elección recae en el tercero.

A sus 15 primaveras, es llevada ante el altar por Charles de Quellenec, Barón de Pont-L'Abbé (15 de junio de 1568), que a la postre sería asesinado la terrible Noche de San-Bartolomé al querer, en vano, proteger al Almirante De Coligny. Poco le faltó a la joven baronesa compartir su misma suerte.

Cabe, en cualquier caso, hacer hincapié en la mala relación existente entre los flamantes esposos. Poco después de la boda, la viuda Parthenay se hace eco (por boca de los criados) de la impotencia sexual del yerno y que éste no consigue honrarla adecuadamente. Aconsejada por Théodore de Bèze y por la Reina de Navarra, Juana III de Albret, recibirá la confirmación de que aquello constituye un serio motivo para pedir la disolución del matrimonio de Catherine.

En 1570, Charles de Quellenec cae prisionero en la batalla de Jarnac pero consigue evadirse y refugiarse en La Rochelle, poniéndose a las órdenes del vizconde René de Rohan. Seriamente herido en la mandíbula, regresará a las tierras de Mouchamps para descubrir que su esposa ha huído a La Rochelle para reunirse con su madre. Allí, Catherine de Parthenay confirmará a su progenitora la supuesta impotencia del marido, lo que llevara a Charles de Quellenec a jurar ante la Reina de Navarra que los rumores sobre su "problema" no son más que calumnias. Sin embargo, y pese a su vehemente desmentido, persistirá la creencia de que el barón miente.

 
Retrato de Juana III de Albret, Reina de Navarra (1528-1572).


Poco tiempo después, éste rapta a su esposa y la encierra en uno de sus castillos de Bretaña. Antes de su rapto, Catherine tuvo el tiempo suficiente para dejar una carta a su madre anunciando que, a partir de ese mismo momento, ya no debían acordar crédito alguno a lo que pudiera escribir posteriormente.

Retenida prisionera, escribe y recibe visita de su tía Madame de La Rochechallas, a quien consigue entregar en secreto una carta cifrada dirigida a su madre. Solo la astucia y el dominio de las lenguas latina y griega (idiomas que su marido desconoce) le permiten corresponder con su madre y su antiguo profesor, utilizando tinta simpática (con zumo de naranja o limón) para redactar sus mensajes.

En diciembre de 1570, Antoinette d'Aubeterre decide llevar el caso ante la Corte de Francia y, con la ayuda de la reina Catalina de Médicis y el Duque d'Anjou, inicia un proceso judicial contra su yerno. En febrero de 1571, retenida en el castillo de Rostreven, Catherine obtiene del sínodo reunido en La Rochelle, el reconocimiento de su situación de "falsa esposa", ya que el matrimonio nunca fue consumado. Gracias a una treta del Mariscal de La Vieuville, que actúa por mandamiento del Almirante Gaspard II de Coligny, se consigue que el Barón de Quellenec deje libre a Catherine y permita que vuelva a reunirse con su madre en La Rochelle. Desde ese momento, se ponen de lado de Catherine la reina Juana III d'Albret, su hijo Enrique III de Borbón, Príncipe de Viana, y el Almirante de Coligny.

La causa será nuevamente presentada y discutida en el gran consejo del martes 11 de septiembre 1571, en presencia del rey Carlos IX. El caso es nuevamente enviado a un consejo de médicos y, de nuevo, a los jueces que lo instruyen.

 
París, 24 de agosto de 1572, día de San Bartolomé: los Duques de Guisa, con el beneplácito del rey Carlos IX, desencadenan la "Masacre de San Bartolomé" asesinando a diestro y siniestro a todos los nobles hugonotes reunidos en la capital para asistir a la boda del rey Enrique III de Navarra con la princesa Margarita de Francia. Las matanzas se extendieron a las provincias y duraron semanas.


Presente en París para el matrimonio de la princesa Margarita de Francia con el rey Enrique III de Navarra, el Barón de Quellenec morirá asesinado en el patio del Palacio del Louvre, la famosa Noche de la San-Bartolomé. Según un escrito protestante, tras haberse defendido con valentía de sus asesinos, su cadáver fue arrastrado y desnudado para ser expuesto bajo las ventanas de palacio, desde las cuales las damas de la corte quisieron verificar las causas del ensañamiento de la Viuda de Soubise contra su yerno.

Catherine de Parthenay y su madre deberán su salvación a la intervención providencial de algunos nobles cercanos al rey Carlos IX; su alojamiento será presa de la rapiña y el pillaje pero salvan los muebles. Los Señores de La Môle, de Surgères e incluso el Duque de Bouillon pedirán la mano de la joven viuda mientras la Viuda de Soubise concibe el proyecto de abandonar Francia. Finalmente, madre e hija vuelven a La Rochelle.

Viuda a sus 18, Catherine es un buen partido y pasa por ser una de las mujeres más inteligentes de su tiempo. Cortejada por René II, benjamín de la nobilísima familia de Rohan, ésta rechaza concederle su mano hasta que se convierta en vizconde de Rohan y herede de la fortuna familiar a la muerte de su hermano mayor (1574).

Cuando René II de Rohan, entonces conocido como el Señor de Pontivy, pierde a sus dos hermanos mayores, se convierte en el nuevo jefe de su casa y hereda el castillo familiar de Blain. Habiendo cambiado la situación, Catherine de Parthenay da por fin su mano al flamante vizconde y se casan en la más estricta intimidad, sin fiestas ni fastos en 1575, rodeados de amigos.

La primera hija nacería en 1577, con tales deformidades que la apodarían "La Jorobada":

-Henriette de Rohan (1577-1624)

-Henri II de Rohan-Gié, 1er Duque de Rohan (1579-1638)

-Catherine de Rohan (1580-1607)

-René de Rohan (+1581)

-N. de Rohan (+1582)

-Benjamin de Rohan, Duque de Soubise (1583-1642)

-Anne de Rohan (1584-1646)

Finalmente convertida en vizcondesa de Rohan, Catherine se ocupará principalmente en rehabilitar y hacer habitables las principales residencias de los Rohan en Bretaña, como los castillos de Blain, Josselin y Pontivy. En esos mismos señoríos, se dedicó a implantar varias iglesias protestantes.

 
El Castillo de Blain (foto superior), una de las propiedades señoriales de los Vizcondes de Rohan y de Porhoët./ Abajo, el Castillo de Pontivy y, más abajo, el Castillo de Josselin.
 
 


Al reanudarse las luchas armadas entre hugonotes y católicos, su marido volvería al frente de sus tropas al lado del rey Enrique III de Navarra, mientras Catherine tomaba la precaución de refugiarse en La Rochelle (plaza fuerte protestante) con sus hijos. Desgraciadamente, su marido fallecería en el campo de batalla con tan solo 36 años de edad.



Viuda por segunda vez en 1586, consagraría su vida a educar a sus cinco hijos y a sostener el protestantismo bretón. En sus residencias de Parc-Soubise, parroquia de Mouchamps en la Vendée (Bajo Poitou), y de Blain, la Vizcondesa Vda. de Rohan se convierte en el alma de una intensa actividad política, cultural y religiosa. Viète el matemático, su gran amigo y consejero, la compara al hada Melusina, señalando su actitud solícita con él cada vez que se enteraba de sus penas y desgracias. Amaba escribir y demostraba sus aptitudes en poesía y tragedias.

Acérrima hugonote, será ella quien se encargue, con elocuente pasión, de encender la rebelión protestante y mantener la moral alta de los defensores de La Rochelle, ante el asedio y bloqueo de las tropas reales mandadas por el Cardenal de Richelieu.

 
El Castillo-Fortaleza medieval de Niort, que sirvió de cárcel de Estado durante casi tres siglos.


Pero, tras la rendición de los habitantes de la plaza fuerte sitiada y hambrienta (1628), Richelieu mandará detenerla y encarcelarla en el lúgubre castillo de Niort por ser la principal instigadora de la heróica resistencia de La Rochelle desde 1627.

Como castigo a su desafiante actitud ante la autoridad real, sus castillos-fortalezas de Blain y de Josselin serían desmantelados, mientras ella soportaba con dignidad las consecuencias de su revuelta entre las húmedas paredes de la cárcel de Niort.

Perdonada por Luis XIII, tras un tiempo de detención, obtendría el permiso para volver a su residencia de Parc-Soubise para pasar allí sus últimos años de vejez, aureolada por su fama de mujer de acción en el bando protestante y sirviendo de ejemplo a sus hijos por sus convicciones y su gran valentía.

Fallecería en el año de 1631, a sus 77 años.

Su última voluntad fue que su cuerpo recibiera sepultura al lado de su difunto marido René II de Rohan, en la capilla del castillo de Blain.

 
Escudo de armas de la familia Rohan.


Su primogénito, el aguerrido Henri II de Rohan, primer duque de Rohan y Par de Francia, se había convertido en el jefe del partido hugonote sucediendo al Príncipe de Condé, a Coligny y a Enrique III de Navarra. Había contraído matrimonio con una hija del Duque de Sully, de la que tan solo obtuvo una heredera que sería casada, por orden del rey Luis XIII, a un noble católico.

También tuvo tres hijas: Henriette, Anne y Catherine, desposada ésta con el duque Juan de Baviera-Zweibrücken, y un último hijo varón, Benjamín, príncipe de Soubise, que sobresalió como uno de los jefes del bando protestante.

Fue Catherine de Rohan quien, en su día, respondió altivamente a un rey encaprichado de su belleza (Enrique IV):


"Sire, soy demasiado pobre para ser vuestra mujer, pero de demasiado buen linaje para ser vuestra amante!"

Nota:

La noble familia de Parthenay-Larchevêque, señores feudales de Parthenay, adoptaron el apellido compuesto a partir del año 1140, en recuerdo a Joscelin II de Parthenay, arzobispo de Burdeos en el siglo XI. En cuanto a sus armas, fueron éstas directamente tomadas de la Casa de Lusignan (fajadas de plata y de azur) ya en el siglo XI y tras el matrimonio de Simón I de Parthenay con Melisenta de Lusignan, hija de Hugo V de Lusignan, o puede que en el curso de la boda de Hugo II de Parthenay con Valencia de Lusignan en 1247 (siglo XIII). Por único distintivo, añadieron la banda de gules que cruza el escudo.

En cuanto al linaje de los Parthenay, éste remonta con toda fiabilidad hasta Joscelin I de Parthenay, cuyo deceso es citado en un documento del año 1012.

 
Sepulcro con la estátua yacente de Guillaume VII de Parthenay-Larchevêque, muerto en 1401.


La familia perdería su feudo ancestral con Jean II de Parthenay-Larchevêque, XVIIº Señor de Parthenay (muerto en 1427), quien ve confiscados sus feudos por felonía y, aunque recuperaría temporalmente sus bienes en 1419, sería para venderlos finalmente al Delfín Carlos de Francia al carecer de descendencia de su matrimonio con Brunisenda de Périgord.

A partir de ese momento, el señorío pasaría a manos de Arturo de Richemont, futuro duque de Bretaña y condestable de Francia en 1427. Y, de éste al Bastardo Juan de Orléans, conde de Dunois y a sus descendientes, extinguiéndose dicha rama principesca en 1641.

En los siglos XVII y XVIII, son los Duques de La Meilleraye (primos de los Richelieu), quienes se posesionan del señorío hasta el advenimiento de la Revolución Francesa.

domingo, 3 de febrero de 2013

Cita de la Semana



"Un conservador es un hombre demasiado cobarde para luchar, y demasiado gordo para huir."

Frase de: Elbert Green Hubbard, filósofo, escritor, editor, artista y ensayista (1856-1915).