El hecho de que las novias de hoy día lleven un vestido blanco, se debe a la iniciativa de la reina Victoria I de Gran-Bretaña e Irlanda (1819-1901), quien eligió ese color cuando se casó con su primo el Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha el 10 de febrero de 1840, en la capilla real de Saint-James Palace (Londres). Hasta entonces, las novias solían lucir su mejor vestido de gala y los colores iban desde el azul al gris perla pasando por el color pardo, dependiendo del gusto y de la moda del momento, como demuestran los grabados conservados del siglo XVIII.
En la catolicísima España, hasta bien entrado el siglo XX, las novias solían casarse vestidas de negro por motivos de luto familiar.
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