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martes, 31 de mayo de 2011

LA LEYENDA ROSA DE ENRIQUE III DE FRANCIA

Enrique III de Francia,
¿una leyenda rosa no merecida?




Los rumores sujetos a revisión


Retrato del rey Enrique III de Francia (1551-1589), el último representante de la Casa de Valois-Angulema inaugurada por su abuelo el rey Francisco I.


¿Qué interés hay, quizás os preguntéis, en volver sobre la cuestión después de tantos siglos? Por rechazo a los clichés o estereotipos facilones. Enrique III de Francia era un hombre refinado y sus adversarios hicieron de él un hombre afeminado. Es víctima de una homofobia que confunde feminidad y homosexualidad.

Enrique III no era, probablemente, un homosexual a secas. Aquello habría entrado en contradicción con su gran piadosidad que, todo hay que decirlo, fue tardía y correspondió en el momento en que las cosas le iban muy mal. Era sobretodo un rumor alimentado por sus adversarios políticos para desprestigiarlo, justificando así su reemplazo y evitar a un rey protestante en el trono de Francia, en la persona de su sucesor y primo (y cuñado) el rey Enrique III de Navarra (futuro rey Enrique IV de Francia). Las críticas eran, de hecho, fruto de los partidarios de la familia de Guisa y de los católicos opuestos a la relativa tolerancia del rey hacia los protestantes o hugonotes.


Baile en la corte del rey Enrique III, según una pintura de la época.


Dos fundamentos fueron esenciales a estos rumores. Primero el extremado refinamiento de su corte. Fue él quien introdujo en Francia el uso del tenedor para comer, impuso a su entorno el uso del jabón y el frecuente cambio de ropa interior (camisas, medias, calzones, etc..), y lleva al colmo del refinamiento el vestuario para los hombres e imponiendo un ceremonial cortesano complejo. Pero las mentalidades de entonces no estaban preparadas para asimilar esas nuevas normas de aseo y comportamiento: no se podía ser a la vez limpio y bravo, elegante y heterosexual. Hoy día, Enrique III de Francia habría pasado por ser un "metrosexual": un hombre que, cuidadoso de su apariencia física y de su aseo personal, habría sido igual de ambiguo para nuestra prensa.


Dibujo representando al rey Enrique III con atuendo de fémina, haciendo referencia al rumor de su peculiar afición por el travestismo...


Luego están los favores políticos y financieros prodigados a sus amigos, escogidos entre los más jóvenes por su fidelidad y devoción, no por su cuna ni procedencia linajística. Para los príncipes de entonces, furiosos de verse apartados del poder y del favor real, echando por tierra el orden social y la jerarquía de las edades, aquello debía ser necesariamente fruto de una naturaleza degenerada. Al manifestar un gran dolor cuando 8 de sus amigos se mataron entre sí en el "Duelo de los Mignons", se comporta como un particular aplastado de dolor y no como un rey, que no debería manifestar ningún sentimiento aparente. Las circunstancias políticas hicieron el resto. Su sucesor siendo tan solo un lejano primo, nadie estimó necesario restablecer la verdad y rehabilitar la figura de Enrique III, como tampoco restaurar el honor perdido del último Valois de cara a la posteridad.


Enrique III de Francia retratado por Clouet hacia 1589. En sus últimos años, el monarca cambió sus lujosos y coloridos trajes por otros de paño, terciopelos y sedas negras, y los desmedidos cuellos rizados por un simple cuello de camisa como señal de austeridad en tiempos tan aciagos.


Una última precisión sobre el vocabulario. A principios del siglo XVI, el término "mignon" estuvo reservado al hijo predilecto. La juventud e indulgencia paternal de Enrique III hacia sus fieles, hizo que se les apodasen por boca de su corte, "los mignons del Rey", lo que venía a ser "los favoritos". No es hasta después del asesinato del monarca por un monje fanático, que el término "mignon" fue utilizado para designar al joven amante de un hombre.


Todo esto está fundado sobre trabajos históricos recientes, rigurosos y serios, aunque encuentren todo lo contrario escrito en todas partes. Sin embargo, para quien le interese, siempre se puede echar mano de la última y excelente biografía de Enrique III escrita por Jean-François Solnon, publicada en francés por las Ediciones Perrin (París) en abril del 2001, aunque aún hoy no se ha encontrado una traducción en lengua castellana.

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