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domingo, 22 de mayo de 2011

Anécdotas Históricas -51-




Es costumbre que un marido engañado sea siempre el último en enterarse de que su mujer le es infiel. Se dio el caso con Henri Hurault, 2º Conde de Cheverny (1575-1648) -en la imagen superior-, distinguido cortesano del entorno del rey Enrique IV de Francia, hijo del que fue su canciller, que siempre pasaba la mayor parte de su tiempo retenido en la corte por culpa de sus obligaciones, mientras la condesa Françoise (nacida Chabot de Charny) se solazaba en provincia con su joven paje y amante llamado Chambelin, cosa que todo el mundo parecía saber menos él.

Un buen día el rey, que andaba con ganas de burlarse del conde y sabedor de la infidelidad de su esposa, pasó por detrás de éste y, con la mano, hizo la señal del cornudo tras su cogote provocando risitas entre la asistencia. Por desgracia, el Conde de Cheverny vio en el reflejo de un pequeño espejo el gesto del monarca y la razón del por qué todo el mundo se reía. Furioso, salió sin mediar palabra de palacio, ensilló su montura y cabalgó hasta la extenuación hasta sus tierras llegando de improviso a su castillo sobre las 5 de la madrugada. Allí sorprendió a su esposa y al amante de ésta en una postura inequívoca. El joven paje saltó por la ventana para escapar de la ira del conde pero, con tan mala suerte, que se quebró una pierna al aterrizar al suelo y el marido cornudo aprovechó la ocasión para rematarlo con su espada. Luego, mandó buscar al cura; subió con éste hasta la habitación de la condesa espada en mano y con una copa llena de vino envenenado en la otra, dándole a elegir de qué manera quería morir; la condesa dejó de existir una hora después. Tras constatar que su mujer estaba muerta y satisfecha su sed de venganza, volvió a montar su caballo y regresó a París para hacer acto de presencia en el momento en que el rey se acostaba. Sorprendido el monarca al ver reaparecer al Conde de Cheverny, éste le notificó con aire siniestro de qué manera había puesto un punto final al adulterio de su mujer y a las bromas que se hacían a sus espaldas. Apenas salido de su asombro y considerando inadmisible semejante barbarie, Enrique IV fulminó al conde con una orden de exilio inmediato para que expiara su doble crimen.

La tragedia se supo enseguida, horrorizó y provocó un sonado escándalo en la corte francesa cuando, además, se constató tras la autopsia que la condesa envenenada por adulterio estaba embarazada de un niño de cinco meses y medio!

Se consideraba entonces muy poco elegante y propio de plebeyos ser un marido celoso y actuar como tal.


Anécdota de: Henri Hurault de Cheverny, IIº Conde de Cheverny (1575-1648) Teniente General de los Ejércitos y Gobernador de Chartres.

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