"NADA COMO EL CALOR HUMANO"
Durante lo más crudo del invierno báltico, la vida en el Palacio Imperial de San-Petersburgo era una auténtica tortura para sus ocupantes y, sobretodo, para la Emperatriz Catalina II. Para subsanar el temor de la zarina a morirse de hipotermia, cada noche se destinaba una parte de su guardia-de-corps a velar por su sueño. A los guardias, una vez dispuestos dentro del dormitorio imperial, el coronel les ordenaba escuetamente:
-"¡Respirad bien calentito!"
La idea era que, llenando la habitación de la zarina con todos aquellos fornidos y apuestos guardias, se mantuviera el calor de la estancia con sus alientos, evitando así que Catalina II amaneciera congelada.
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