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martes, 3 de abril de 2012

LA TRISTE LEYENDA DE TOURLAVILLE

UN AMOR IMPOSIBLE



Esta leyenda no es, exactamente, una leyenda sino un hecho histórico. La trágica historia de esos dos chiquillos, convertidos en amantes malditos, que se amaron por encima de todas las convenciones y hasta la muerte, podría haber sido una de esas hermosas y tristes leyendas difíciles de olvidar.

Entre los once hijos del sobrino del noble caballero normando Jean II de Ravalet, Marguerite y Julien, ambos dotados de gran belleza, se habían escogido tempranamente para ser inseparables compañeros de juegos. Esa gran complicidad se convirtió paulatinamente en una especie de relación cariñosa demasiado vistosa para el gusto de la familia. Aprovechando que Julien llegaba a la pubertad, y con 13 años de edad, fue enviado a estudiar en la localidad de Coutances, mientras Marguerite contaba 10 primaveras. Pese a la separación impuesta, Marguerite nunca olvidaría a su hermano.

El Castillo de los Ravalet, en Tourlaville, en la actualidad.


Tres años más tarde, Julien volvía al castillo familiar y a estar junto a su adorada hermana. Eran inseparables.

Dada que Marguerite se iba convirtiendo en una joven doncella de afamada belleza en la región, se hicieron incesantes los desfiles de pretendientes que deseaban cortejarla y pedir su mano. Dado el éxito, su familia acabó por elegir para ella al marido adecuado: el señor Lefèvre de Haupitois, de 30 años mayor que Marguerite de Ravalet al parecer.

Aquella decisión fue recibida por la joven como la más catastrófica de las noticias. La sola idea de separarse de su hermano le desgarraba el alma. Pese a sus reticencias, la familia le instó a que diera el "sí quiero" un 20 de marzo de 1600. La boda tendría lugar en la iglesia de Nuestra-Señora de Tourlaville.

Nada dichosa con su nueva situación de dama del señorío de Haupitois, tan solo tenía una idea en mente: volver a estar junto a su hermano Julien. En 1602, abandona el hogar de su esposo para reencontrarse con Julien. A partir de ese momento, ambos hermanos se convierten en fugitivos: los desplazamientos son constantes para evitar ser atrapados. Se refugian, en primera instancia, en Fougères, en Bretaña, para luego irse a París, donde son finalmente encontrados por el Señor de Haupitois y la policía.

Julien y Marguerite serían entonces apresados, acusados de incesto y adulterio. El juicio contra los dos hermanos será duro y la sentencia inapelable en aquel año de 1603: les condenan a morir decapitados. Horrorizado, el padre de Marguerite y de Julien intentará, en vano, evitar que se ejecute la sentencia. Acude a París y solicita una audiencia al rey Enrique IV en el Palacio del Louvre. Pero el monarca, que suele ser benévolo, no concede la gracia a los dos hermanos y deja que la Justicia siga su curso.

El 2 de diciembre de 1603, Marguerite y Julien de Ravalet fueron ejecutados públicamente en la parisiense Plaza de Grève. Sus cuerpos decapitados fueron inhumados en la Iglesia de Saint-Julien, bajo una lápida cuyo epitafio rezaba:

"Aqui yacen el hermano y la hermana. Paseante no te informes sobre la causa de su muerte, pero pasa y reza a Dios por sus almas."

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