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martes, 6 de marzo de 2012

VICIOS, LOCURAS, MANIAS & ENFERMEDADES REGIAS -18-




LUIS XIV:
el hombre detrás del monarca solar


El más famoso y recordado de los reyes de Francia fue, sin duda, Luis XIV "el Grande" (1638-1715), el tercer representante de la Casa de Borbón cuyo reinado duró nada menos que 72 años -entre 1643 y 1715-, fue el más largo de la historia; un récord que sigue sin haber sido superado por ningún otro monarca europeo.

Retrato del joven Luis XIV en agosto de 1644.


Luis XIV sube al trono pocos meses antes de cumplir los 5 años de edad, el 14 de mayo de 1643, fecha en la que fallece prematuramente su padre Luis XIII y se impone una regencia detentada por su madre española, la reina Ana de Austria. En el momento de su ascenso hasta el solio real, Luis se convierte en el sexagésimo cuarto rey de Francia y en el cuadragésimo cuarto rey de Navarra. Su reinado marcará el apogeo de la construcción secular de un absolutismo de derecho divino.



Después de una minoría sacudida por las revueltas de la Fronda -entre 1648 y 1653-, Luis XIV asumirá personalmente el gobierno del reino tras la muerte de su mentor y principal ministro el Cardenal Mazarino en 1661, negándose a delegar sus poderes en un ministro principal como lo hizo su padre y predecesor.

Retrato del rey Luis XIV en 1667, a sus 29 años, según Le Brun.

Desplegará su autoridad al finalizar las grandes revueltas nobiliarias, parlamentarias, protestantes y campesinas que habían marcado los reinados de sus predecesores. Monarca absoluto, impone la obediencia y controla todas las corrientes de opinión, incluídas las literarias y religiosas; constituye un Estado centralizado en el cual su papel se acentúa aún más tras los decesos de los ministros Colbert y Louvois. Mediante la diplomacia y la guerra, acrecenterá su poder en Europa y, sobretodo, contra la dinastía rival de los Habsburgo. Su política interior busca ensanchar y racionalizar las fronteras del país, protegido por un "cinturón de hierro" y, para obtener el predominio económico, insufla el esfuerzo del desarrollo comercial y colonial conducido principalmente por su ministro Colbert. Practica el mecenazgo y patrocina a los artistas nacionales, somete a la nobleza atrayéndola a su vera y vigilándola de cerca en su palacio de Versailles; las artes y las ciencias encuentran en él al principal protector e impulsor de un prestigio cultural que convertirá la segunda mitad del siglo XVII en el "Grand Siècle" francés, y la lengua francesa en un idioma universalmente hablado.



El final de su reinado se verá marcado por el éxodo de los protestantes perseguidos, por los reveses militares, por las dos graves hambrunas de 1693 y 1709 -con dos millones de muertos-, por la revuelta de los "Camisards" y por los numerosos decesos en el seno de la Familia Real.

Habitado por la idea de su gloria y de su derecho divino, obsesionado por cumplir a rajatabla con su "trabajo de rey", Luis XIV se convirtió en el arquetipo del monarca absoluto.

Las miserias del hombre




Retrato de Luis XIV, Rey de Francia y de Navarra (1638-1715), a la edad de 63 años, según H. Rigaud, 1701.

Pero, más allá de la seductora imagen prefabricada del gran monarca cuyos rayos solares irradiaron toda Europa, Luis XIV fue un personaje perseguido por problemas de salud que convirtieron su cotidianeidad en un auténtico tormento perpétuo.

Desde su infancia, el joven rey escapa varias veces de la muerte:

-A los 5 años, casi muere ahogado en uno de los estanques artificiales del jardín del Palais-Royal. Es salvado por los pelos.

-A los 9 años, el 10 de noviembre de 1647, enferma de viruela. Diez días más tarde, los médicos no albergan esperanzas de que sobreviva pero, milagrosamente, Luis se recupera poco después.

-El 30 de junio de 1658, el rey es víctima de una grave intoxicación alimentícia en el asedio de Bergen-op-Zoom. El lunes 8 de julio, se le dan los últimos sacramentos y se empieza a preparar la sucesión; sin embargo, Guénaut, médico de la reina-madre Ana de Austria, le hace tomar un emético* a base de antimonio y de vino que, milagrosamente, cura otra vez al rey.

Retrato del rey Luis XIV disfrazado para un baile de máscaras en 1663, a sus 25 años.


Ferviente amateur de la danza, de los ballets y del juego de pelota (antepasado del tenis), Luis XIV fue también, como todos sus antepasados, un apasionado de la caza y de la equitación. Todo eso fue cierto, sobretodo durante su juventud. De gran resistencia física y moral, Luis parecía robusto e insensible a la fatiga: jamás se quejaba del calor o del frío, de la lluvia, de las tormentas o de la nieve y fingía extrañarse que los demás no pudieran sufrir estoicamente esos contratiempos climáticos. Pero, toda su vida tuvo una salud deficiente y varias veces expuestas al peligro. Tuvo numerosos problemas que no pegaban en absoluto con la imagen de fortaleza que daba de cara a la galería.

Por culpa de sus problemas dentales, Luis XIV tuvo un mal aliento que empujaba, en ocasiones, a sus diversas amantes a ponerse sobre las narices un pañuelo perfumado.

Su psicología presentaba tendencias megalómanas, como lo atestigua su gran colección de calzado de ballet decorados con suntuosos nudos y rosetones, llevándole a poseer 2.500 pares de zapatos.

La sola lectura del diario sobre la salud del rey, minuciosamente puesta al día, resulta muy reveladora. No hay días sin que el soberano no sea objeto de una purga, de una lavativa, de un emplaste, de una pomada o de una sangría. Entre otras indicaciones, encontramos:

-Problemas gástricos y disentería: indisposiciones crónicas debidas al enorme apetito de Luis XIV.

-Tumores: su pezón derecho sería cauterizado en enero de 1653.

-Gonorrea: mantenida secreta, esa enfermedad de transmisión sexual reaparece regularmente desde su juventud y desde mayo de 1655, época de sus primeras relaciones sexuales.

-Vapores y dolores dorsales frecuentes: algunos de estos malestares fueron atribuidos a la viruela, contraída en noviembre de 1647; se manifestaban con pústulas por todo el cuerpo y la cara, seguido de un principio de "gangrena" en los dedos de los pies.

-Fiebres varias: fiebres a finales de 1655, y fiebre tifoidea en junio de 1658.

-Dolores dentales: en 1685, toda su dentición superior del lado izquierdo es "arrancada" junto con el velo del paladar, que será cauterizado varias veces con puntas de hierro al rojo vivo, por lo que los líquidos ingeridos le salen a veces por el conducto nasal.

-Fístula anal: esa malformación le llevará finalmente a sufrir una operación experimental tremendamente dolorosa a manos del cirujano Félix, en noviembre de 1686.

-Molestias urinarias: probablemente se trataba de cálculos en la vejiga ya que sus micciones estaban acompañadas de dolorosas expulsiones de "pelotitas de arena".

-Gota: la excesiva retención de ácido úrico en su organismo le llevarán a sufrir insoportables ataques de gota en el pie derecho y en el tobillo izquierdo, obligándole a quedarse inmóbil cuando no modificaba su manera de caminar. En ciertas ocasiones tendrá que ir en una silla de ruedas durante sus paseos diarios. En la vejez, los ataques se hacen regulares y le atormentan hasta lo indecible.

(*)_Emético: bebedizo confeccionado con diversas sustancias para provocar en el paciente el vómito.

La muerte de Luis XIV





El 9 de agosto de 1715, al volver del Real Sitio de Marly, el rey aparece repentinamente abatido. El 10, se queja de un dolor en la pierna izquierda que su primer médico, Fagon, atribuye a una ciática y por la cual prescribe una medicina. Los días pasan y sus noches pasan a ser agitadas; el rey toca cada vez menos los platos en sus comidas y su apetito mengua sensiblemente, señal de que algo va mal. Día a día, Luis XIV se debilita cada vez más.

Fachada del Pabellón del Rey del Castillo Real de Marly.

El 21 de agosto, Luis acepta la consulta colectiva de cuatro doctores de la facultad de medicina de París que confirman la ciática diagnosticada por Fagon, pese a encontrarle con fiebre y con la evidencia de un principio de necrosis en la pierna.

El sábado 24, la situación del real paciente se agrava: la supuesta ciática revela ser en realidad una gangrena contra la cual los médicos admiten su impotencia. Se habla de amputarle la pierna para salvar su vida pero el rey rehusa categóricamente someterse a esa operación.

El 26, tras haber cenado en su cama, ya no abandona su habitación y pone orden a sus cosas. Será en la cama donde recibirá a su heredero y biznieto -el futuro Luis XV-, de 5 años de edad, para soltarle un discurso y prodigarle consejos.

La jornada del 30 la pasa en una somnolencia casi constante.

El sábado 31, pasa una noche y un día horribles. A ratos recupera el conocimiento. La gangrena ha ganado la rodilla y se extiende por todo el muslo. Le administran un remedio que su nuera, la Duquesa du Maine, ha traído y que pasa por ser eficaz contra la viruela.

El 1 de septiembre de 1715, Luis XIV expira a las 08 h 15 de la mañana, rodeado por sus cortesanos y tras varios días de agonía. Su reinado había durado setenta y dos años y cien días.

El Salón de Hércules del Palacio de Versailles.


Su cadáver fue expuesto durante ocho días en el Salón de Hércules del palacio de Versailles. La noche del 9 de septiembre y, a la luz de las antorchas, su féretro fue transportado de Versailles a la Real Abadía de Saint-Denis, donde es sepultado en la necrópolis de los reyes.

El 2 de septiembre, el Duque Felipe II de Orléans, yerno y sobrino carnal del difunto rey, se presentó en el Parlamento de París donde fue declarado único Regente en detrimento de los otros príncipes legitimados.

El 4 de septiembre, el Parlamento de París anuló el testamento de Luis XIV, abriendo una era en la que volvían con fuerza la nobleza y los parlamentarios, y excluyendo de la sucesión real a los príncipes legitimados (el Duque du Maine, el Conde de Toulouse,...) que habían sido previamente incluídos por Luis XIV en el consejo de regencia previsto durante la minoría de edad del pequeño Luis XV.

Para la mayoría de sus súbditos, el envejecido soberano se había convertido en una figura cada vez más lejana y antipática. Su cortejo fúnebre fue incluso sujeto a burlas y abucheos durante su trayecto hasta Saint-Denis. Sin embargo, numerosas cortes extranjeras, incluso las tradicionalmente enfrentadas a Francia, tuvieron conciencia de que había desaparecido un monarca excepcional: el Elector Federico-Augusto I de Sajonia ni siquiera tuvo necesidad de mencionar su nombre cuando anunció solemnemente a sus ministros: "Señores, el Rey ha muerto."

1 comentario:

  1. ElecEntitySeminarSeries#0004-PartIofXII-Aug#017-2014 (DISCRETIONARYVISUALWARNINGSACTIVATED-AUTO OPT-IN SELF OPT-OUT ANYTIME).pdf

    liniguez@charter.net

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