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martes, 21 de abril de 2015

VERSAILLES, 1784: El Escándalo del Collar de la Reina

EL ASUNTO DEL COLLAR DE LA REINA
 
 

La Estafa del Siglo

Nicolas de La Motte, escudero, servía, sin entusiasmo, como gendarme del Rey en la Compañía de los Borgoñones acuartelados en Bar-sur-Aube (Lorena) y, a favor de una declaración jurada, pudo atribuirse el título de conde. Un poco torpe, sus camaradas le apodaban "Momotte" sin que éste se molestase, pero era brillante en sociedad. Es en los círculos mundanos que se cruzó con la señorita Jeanne de Valois de Saint-Rémy, con la cual acabaría casándose. Ésta venía de más abajo pero remontaba, genealógicamente hablando, de más arriba. Sacada, gracias a la marquesa de Bougainvilliers, gran dama estimada por los Rohan, de la más negra miseria, tenía en su poder dos bazas: una audacia prodigiosa y orígenes fuera de lo común. Descendía directamente y por los varones, del rey Enrique II de Francia y de Nicole de Savigny. El autor de su linaje, Enrique I de Saint-Rémy apodado "Henri-Monsieur" (Enrique-Señor), fue legitimado y reconocido por su padre. Durante mucho tiempo, la familia había contraído honorables matrimonios hasta que Jacques II de Saint-Rémy hizo un estúpido enlace, vendió sus tierras, se hizo echar a la calle por su esposa y falleció en un hospital de la beneficencia mientras su mujer trabajaba para un "macarra" sardo y enviaba a su hija mendigar por las calles.

 
Grabado representando a Jeanne de Valois de Saint-Rémi, Condesa de La Motte (1756-1791), el "cerebro" de una estafa inaudita.

Paradójicamente, un tío, Jacques I de Saint-Rémy, había servido honorablemente en la Marina Real, acabando como teniente de navío y al mando de la fragata "La Surveillante", y condecorado con la cruz de la Orden de San-Luis. Reconocido por el Sr. de La Garde d'Hozier, genealogista de la Corte, era saludado con el título y nombre de Barón de Valois, y acababa de fallecer en la Isla de Francia el 9 de mayo de 1785.

Tres meses antes del escándalo, la Condesa de La Motte vivía de pequeños socorros y, simulando un desmayo en presencia de Madame Elisabeth, hermana menor del rey Luis XVI, se había hecho conceder una pensión por la joven princesa.

 
Retrato del Cardenal-Príncipe Louis René Edouard de Rohan-Guéméné (1734-1803), la "víctima" de la monumental estafa de la Condesa de La Motte.


Presentada al cardenal-príncipe de Rohan, había conseguido hacerle creer que estaba en el favor de la reina Maria-Antonieta. Si éste se muestra habitualmente muy perspicaz, atestigua de una increíble ingenuidad cuando se le mantiene en una loca esperanza. Es gracias a esa debilidad que la condesa tiene en sus garras al cardenal; se hace pasar por emisaria de la reina, falsifica cartas a nombre de ésta, escritas por su amante Marc-Antoine Rétaux de Villette, antiguo gendarme, y pide pequeños préstamos que el feliz depositario de los embarazos financieros de la reina de Francia se compromete en dar a pesar de una posición pecuniaria harto comprometida por sus onerosas obras en el Palacio de Saverne, su contribución a la extinción del descalabro financiero de su hermano el Príncipe de Rohan-Guéméné y a sus numerosas liberalidades. Pero, cuando el cardenal solicita una audiencia con la reina, la condesa debe organizar toda una comedia para que no se descubran sus mentiras: contrata a una prostituta que hace la carrera en los Jardines del Palais-Royal, Marie-Nicole Leguay, conocida por su nombre de guerra de "Señorita de Signy", y que bautiza con el título de Baronesa de Oliva, anagrama del apellido Valois. La joven prostituta ignorará hasta el juicio el papel que interpretó como "Maria-Antonieta" a cuenta de una pseudo-condesa, cerebro de una estafa tan magistral como baja. Hasta el final creerá haberse doblegado ante la voluntad de la reina porque la condesa le había asegurado que ésta estaría detrás de ella durante la entrevista secreta con Monseñor de Rohan, en un bosquejo del parque de Versailles, la noche del 11 de agosto de 1784.



Lo que sucede entonces se maneja con una inusitada simplicidad. El cardenal recibe una carta de la reina Maria-Antonieta pidiéndole que sirva de intermediario en la compra de un collar de los joyeros Böhmer y Bassenge, con un precio estimado a 1.600.000 libras a pagar en un plazo de dos años con un pago inicial de 400.000 libras.

A la fecha prevista, el 1 de febrero de 1785, los señores Böhmer y Bassenge traen el famoso collar de la Reina al parisiense palacio de Rohan-Strasbourg, y la Eminencia les muestra entonces el contrato con la firma "Maria-Antonieta de Francia" (totalmente falsa por cierto). El cardenal de Rohan irá personalmente a entregar a la Condesa de La Motte-Valois el collar y, ésta, a su vez, lo remitirá ante él a un tal Desclaux, que no es más ni menos que su amante Rétaux de Villette haciéndose pasar por un agregado a la cámara y a la música de la Reina.

El 12 de febrero, un joyero parisino llamado Adam, se presenta ante el inspector de policía del barrio de Montmartre, el Señor de Brugnières, con la intención de señalarle que un tal Sr. Rétaux de Villette le ha propuesto comprar diamantes a precios demasiado bajos para que no se sospeche de dónde proceden éstos. Pesquisas e interrogatorios se suceden. La policía vigila a la condesa de La Motte-Valois pero, como no se hace eco de ninguna denuncia por robo, el asunto se queda estancado. El susto le proporciona a la condesa una buena lección y ésta manda a su marido en Inglaterra para deshacerse de la mayoría de las piedras. En cuanto al resto, es el amante quien, una vez en Holanda, tendrá que venderlo. Con el beneficio de esas ventas, los condes de La Motte-Valois van a Bar-sur-Aube, para vivir como sátrapas.

Lo que acontece entonces es conocido de todos: el cardenal de Rohan se presenta en la Plaza de Vendôme y se limita a pagar los intereses de la deuda adquirida con los joyeros, cantidad que asciende a 35.000 libras, a la vez que enseña una supuesta carta de la Reina comprometiéndose a efectuar el pago de 700.000 libras; los joyeros disimulan mal su contrariedad ya que ellos mismos deben una fortuna al Sr. Boudard de Saint-James, tesorero de la Marina Real de Francia. Al día siguiente, Bassenge, convocado por la Condesa de La Motte-Valois, oirá de sus labios:

-"Os han engañado, el escrito de la garantía que posee el cardenal lleva una firma falsa, pero el príncipe es lo bastante rico, él os pagará!"

He aquí un golpe magistral de los estafadores que, por medio de esa denuncia, pretenden forzar al cardenal de Rohan a querer acallar el escándalo que podría estallar al dejarse engañar por una aventurera, y apremiarse en pagar a los joyeros para mantener el silencio sobre toda la estafa de la cual acababa de ser víctima y que le habría desacreditado.

Sin embargo, el asunto no toma la dirección esperada por los La Motte-Valois y el cardenal persiste, ante Böhmer y Bassenge, en su afirmación que tiene en su poder cartas de la Reina en las que ella le encargó de hacer de intermediario secreto para la compra del famoso collar. Puesto que el dinero no llega, los joyeros llevan su denuncia ante la Justicia y "el Asunto del Cardenal de Rohan" se convierte rápidamente en "el Asunto del Collar de la Reina"...

Tras presentar la pertinente denuncia ante la Justicia, y a la excepción del Conde de La Motte, todos los cómplices son inmediatamente apresados, el Cardenal de Rohan incluído, que también es encerrado en una celda aunque con mucha más comodidad que los demás.

La instrucción del caso será larga y delicada. El lunes 29 de mayo de 1786, los cautivos son llevados a La Conciergerie y comparecen el 30 ante la Cámara Alta. El procurador general del Rey, Omer Joly de Fleury, hermano del efímero controlador general de Finanzas, reclama para el conde de La Motte una ejemplar condena, para Rétaux de Villette las galeras (eso es, cadena perpétua), para la condesa de La Motte-Valois, el látigo, la marca con hierro candente sobre los hombros y el encierro de por vida en la cárcel de La Salpêtrière (cárcel de mujeres). En cuanto hacia Su Eminencia el Cardenal-Príncipe de Rohan-Guéméné, apenas se muestra más tierno: tendrá que arrepentirse y pedir el perdón real, siendo de igual modo condenado a dimitir de todos sus cargos, a dar limosna a los pobres y a mantenerse de por vida alejado de las residencias reales y, finalmente, a guardar prisión hasta la ejecución de la sentencia. Ahí, en ese punto, el abogado general Antoine Séguier, tumultuoso galicano, no habiendo sido previamente informado de las conclusiones del procurador general, osa replicarle con virulencia y se ve respondido con una hiriente réplica en plena cara:

-"Vuestra cólera, señor, no me sorprende en absoluto. Un hombre dedicando su vida al libertinaje como usted, debía necesariamente defender la causa del cardenal!"

Los acusados desfilan uno detrás de otro. La falta de vergüenza de la condesa de La Motte-Valois irá hasta provocar la indignación entre los magistrados más críticos contra la Reina, por sus infames declaraciones implicando a la soberana y al príncipe.

La aparición del cardenal que es, recordemoslo, Gran Limosnero de Francia, en gran vestido violeta, color de duelo de los príncipes de la Iglesia Romana, levanta una ola de respeto hasta entre los presidentes, que se incorporan para responder a sus saludos. Su Eminencia ha comprendido cual es la extensión del escándalo y medido sus consecuencias políticas tras haber largamente meditado sobre su inconsecuencia.

Marie-Nicole Leguay, alias "la Baronesa de Oliva" o "Mademoiselle de Signy", que acaba de dar a luz a un niño en su celda de La Bastilla, debe dar el pecho al recién nacido en presencia de la corte de Justicia. El padre es un honorable gentilhombre que responde al nombre de Sr. de Beausire, y que cumplirá con ella desposándola y reconociendo al niño poco después. Interrogada, contesta con lloros, se disculpa, realiza cual es el asunto en el que se halla implicada, aunque no habiendo sido más que un peón. Un sentimiento de ternura se apodera de los magistrados.

Llega finalmente, vestido con un traje de tafetán verde realzado de oro, los cabellos trenzados desde el occipital hasta los hombros, el famosísimo Conde de Cagliostro, más charlatán que conde, protegido del cardenal y oscuro aventurero. Provoca una serie de carcajadas entre los jueces mezclando su jerga de griego, latín e italiano, acompañando con gestos su viva manera, por lo menos inesperada, de defenderse de las acusaciones que pesan sobre él.

El miércoles 31 de mayo de 1786, la corte judicial emite su veredicto: Jeanne de Valois de Saint-Rémy, Condesa de La Motte-Valois, escapa por los pelos de la pena capital, aunque es condenada a ser marcada al rojo vivo con la letra "V" de ladrona (en francés, ladrona es => Voleuse) en ambos hombros, tras haber sido públicamente sometida al centenar de latigazos, y a la expiación ad vitam de su crimen en la cárcel de La Salpêtrière.

El marido, el Conde Nicolas de La Motte, tranquilamente escondido en Inglaterra, debía ser conducido a galeras.

Marc-Antoine Rétaux de Villette es simplemente expulsado de por vida del reino de Francia.

Marie-Nicole Leguay, pronto Señora de Beausire, reina de una noche, será exculpada, así como el Conde Giuseppe de Cagliostro, que será liberado pero, por orden del rey, será finalmente expulsado de Francia como persona non grata.

Para Su Eminencia, Monseñor el Cardenal-Príncipe Louis René Edouard de Rohan, obispo titular de Estrasburgo y de Canope, Gran Limosnero de Francia, Abad de Waast, de Marmoutiers y de La Chaise-Dieu, que pertenece a una de las primerísimas familias del Reino, es igualmente exculpado de toda acusación a pesar de su credulidad y de la temeraria opinión que se había hecho de la Reina, sin ser duramente reprendido, por 26 votos contra 22.

París estalla de júbilo ante la noticia, mientras que en Versailles el rey Luis XVI recibe la noticia indignado y encolerizado. A pesar de ser exculpado, el cardenal se verá, a la salida de La Bastilla, obligado a dar su dimisión de Gran Limosnero, de devolver la cinta azul de la Orden del Espíritu Santo y de retirarse, a partir del 8 de junio, en su abadía de La Chaise-Dieu pero por poco tiempo. De allí conseguirá los sucesivos permisos para trasladarse a Marmoutiers, a Estrasburgo y a Saverne, pero arrastrando su compromiso de indemnizar a los joyeros estafados Böhmer y Bassenge.

Sola, Jeanne de Valois de Saint-Rémy pagará caro su crimen: el 21 de junio de 1786, aún ignora que se le ha condenado, pero despotrica contra la exculpación del cardenal; sacada de La Conciergerie y llevada hasta las escaleras del Palacio de Justicia, la condenada rehusa arrodillarse para oír su sentencia, debatiéndose, injuriando y mordiendo a los ejecutores, haciendo llamamientos a los escasos espectadores. Convulsa de rabia y de terror, araña y propina puñetazos a diestro y siniestro,... con la cuerda en el cuello, es marcada con la primera "V" en un hombro, pero se encabrita con tal violencia bajo el efecto del dolor, que la segunda "V" le es aplicado en un seno. Las quemaduras producen su desmayo. Llevada a la cárcel de La Salpêtrière, la malhechora intenta en vano escaparse por la ventanilla de la puerta del carruaje.

Seis meses más tarde, la más famosa ladrona y estafadora de Europa, consigue evadirse de la cárcel, a pesar de la extrema vigilancia. Ayudada por una mano misteriosa, véanse varias, había salido de la cárcel vestida de hombre y en compañía de otra detenida, llegando por etapas hasta la ciudad de Ostende. Se reuniría finalmente en Londres con su marido, para retomar con más ahinco si cabe su carrera de ladrona.

Nuestra protagonista acabaría su vida del mismo modo que la empezó, en la más absoluta miseria, encarcelada, sin dinero, en una pestilente celda inglesa donde se pudriría hasta morir a la edad de 35 años (1791).

2 comentarios:

  1. Me encanta cómo escribes, siempre interesante y con un toque de humor

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  2. Ella no muere en la carcel, se cae de una ventana, hay varias versiones, unos dicen que se suicidó por las deudas, otros que fue venganza de seguidores de la monarquia francesa

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