Aunque engañaba sin escrúpulos a su esposa, Louis-Armand II de Borbón, Príncipe de Contí, anduvo siempre aquejado por unos celos enfermizos. Dado que siempre le ponía los cuernos, la Princesa no quiso ser menos y acabó por tomar un amante, el hermoso Marqués de La Fare, y no se escondió al hacerlo. En consecuencia, loco de celos, el Príncipe se tornó tan violento que empezó a propinarle brutales palizas, hasta el punto que, en dos ocasiones, hubo que llamar de urgencia al cirujano para darle puntos de sutura.
Aterrorizada, la Princesa de Contí no pudo hacer otra cosa que huír a casa de su madre primero, y luego encontrar refugio en un convento. Furioso, el Príncipe recurrió al Parlamento de París para que se cursara una orden de búsqueda y captura contra ella, y la trajeran de vuelta a casa bien escoltada. Fue en vano. Tuvo que esperar durante 9 años para que ella aceptase regresar al domicilio conyugal (1725).
Para evitar una nueva fuga, el Príncipe la asignó a residencia en su fastuoso Castillo de L'Isle-Adam, la joya de sus posesiones. Con el tiempo y a fuerza de seducción y caricias femeninas, la alteza prisionera obtuvo finalmente el permiso para volver a París. Y, a partir de ese día, cuando el Príncipe se trasladaba a L'Isle-Adam, ella nunca le acompañaba.
Un día, en el momento de partir hacia su finca campestre, el Príncipe de Contí se fue a despedirse de su mujer y le dijo:-Ah, por cierto, Madame, no me hagáis cornudo mientras no esté!
-Váyase Monsieur, márchese tranquilo, que nunca tengo ganas de haceros cornudo más que cuando os veo!
Le soltó ella.
Anécdota de: Louis-Armand II de Borbón, 5º Príncipe de Conti (1695-1727) & de Louise-Élisabeth de Borbón-Condé, Princesa de Conti (1693-1775).
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