LOS 3 GRAVES ERRORES DE
PEDRO SÁNCHEZ
y su desastrosa visita en Barcelona
La visita, corta, de Pedro
Sánchez en Barcelona acabó ayer convertida en un monumental fracaso. La escena
del presidente del gobierno español abandonando el hospital de Sant Pau en
medio de gritos a favor de los presos políticos, insultos y abucheos, y con un
escolta nervioso, sacando el subfusil, es un desastre colosal en cuanto a
relaciones públicas e imagen. Las visitas de los primeros ministros siempre
tienen una coreografía hecha a consciencia por sus equipos, porque transmiten a
los medios la impresión del estado de ánimo del poder. La de ayer, demostró que
tienen el ánimo de los derrotados. Están derrotados, desconcertados y
nerviosos.
La
visita fue una especie de caricatura de los tres grandes errores que el gobierno
español acomete desde el viernes: la impotencia a la hora de imponerse en la
calle, el desconocimiento total de la realidad catalana como fuente de errores
constantes y la reducción de su margen de maniobra, a la que le ha empujado la
negativa a hablar con el presidente de la Generalitat.
En
primer lugar, está la impotencia a la hora de imponerse. Pedro Sánchez tomó una
decisión suicida, indigna de un partido de tradición democrática: someter la
ciudadanía a golpes. Pero es que ni siquiera no lo ha conseguido, sino que se
ha encontrado con una resistencia tan fuerte que ésta ha inutilizado su plan.
La policía se ha visto obligada a retirarse porque no puede ganar la calle. Y
en éstas condiciones, todo el plan pasa a ser precario. Tan precario, que los
ciudadanos pueden acercarse y abuchearle sin que pueda impedirlo. Sánchez no
puede hacer otra cosa más que la de huir de malas maneras, y dejando al
descubierto el segundo error: la ignorancia completa de la realidad catalana.
En referencia a
esto último, hay una imagen paradigmática. En el momento en que el coche
oficial abandona el hospital de Sant Pau, se ve perfectamente como un escolta,
con la ventanilla del coche bajada, lleva en las manos un subfusil ametralladora,
preparado para responder a un ataque.
Veamos: no es nada insólito que las escoltas de cualquier
presidente vayan armados, que lleven, además de pistolas, fusiles o metralletas.
Esto entra en aquello que podríamos llamar la sorprendente realidad del día a
día de estos cargos políticos. Eso si, es completamente anormal desplegar esa
arma dentro del automóvil, con el riesgo de ser fotografiada. Es tan anormal,
de hecho, que nadie puede enseñar una imagen como la que se vio ayer. No se vio
con ningún presidente del gobierno español. Ni siquiera en casos extremos como
en atentados o situaciones de guerra. Entonces, la pregunta es inevitable:
¿acaso las escoltas del gobierno español, ayer, se pensaban que estaban en una
de esas circunstancias?¿de verdad?¿tan alejados de la realidad viven?
La situación para Pedro Sánchez, vista así, es
extraordinariamente difícil. Pero se complica definitivamente con el tercer
gran error, que es rehusar hablar con el presidente de la Generalitat, Quim
Torra. En Madrid dicen, para explicarlo, que en el momento en que Sánchez
encaje la mano de Torra, acabará de perder las elecciones que él mismo ha convocado
irresponsablemente. Pero mientras rehúsa el diálogo, no solo va hundiendo su
imagen personal, sino también la de su país. La necesidad de hacer un debate
sobre Catalunya estuvo presente ayer en el Parlamento Europeo, y eso a pesar de
que se impusiera la férrea disciplina de los grandes partidos. Es cuestión de
tiempo. El primer ministro de Eslovenia fue ayer la primera autoridad que se
quejó públicamente de todo lo que hace el gobierno español. “TIME”, que aún es
la revista más importante del mundo, también publicó ayer un artículo del
presidente Carles Puigdemont, en el que exigía diálogo. Es más, la prensa
internacional no da crédito a que un presidente de gobierno rehúse el diálogo
en unas circunstancias como las que se viven en Catalunya.
Y aún está por venir lo peor. El presidente Torra supone que
ha pasado los días más difíciles de su vida pero, desde hace unas cuantas
horas, parece haber encontrado su lugar, plantándose en la exigencia de diálogo
y frenando los intentos de descarrilar el govern catalán con su sola presencia
institucional. Gracias, también, a los errores de Sánchez y de la increíble prensa
española y españolista, empeñada en convertirse en un chiste dramático. Pero a
Sánchez le espera la peor parte, porque acabará por tener que dialogar, tarde o
temprano, y no podrá evitarlo. Y eso, después de la resistencia de estas
últimas horas, reforzará al presidente Torra, si no comete nuevos errores y,
especialmente, si es capaz de destituir al conseller
Buch, le elevará a una posición que el fin de semana parecía descartable.
Sea como sea, el primer ministro español, al final, quedará
descalificado porque no se puede discutir que está donde está por culpa de
haber jugado con fuego de una manera absolutamente pueril y suicida.
Probablemente, también, porque es un indigente intelectual y seguramente porque
es una persona sin capacitación para ocupar el puesto que ostenta. Carl von
Clausewitz, teórico de la guerra, explicó una vez que los grandes dirigentes
tienen dos cualidades indispensables: “un intelecto que, incluso en el peor
momento, retiene algunos destellos de la luz interior que lleva a la verdad y
la valentía de ser capaz de seguir esa luz, le lleve dónde le lleve”. Y éste,
en definitiva, es el problema de Pedro Sánchez: ni intelecto, ni mucho menos
valentía.
Barcelona, 22 de octubre 2019.
Traducción
al castellano del artículo del periodista Vicent Partal.
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