"Remedio Victoriano"
En la Inglaterra de la Era Victoriana, la sífilis hacía estragos no solo en los bajos fondos: las clases acomodadas y hasta la alta sociedad se veían afectadas por esa enfermedad de transmisión sexual. Pese a la férrea moral imperante de aquel recatado siglo XIX, en el que la apariencia de respetabilidad lo era todo, los prostíbulos siempre andaban repletos de clientes masculinos y los lores no desdeñaban encanallarse regularmente entre los brazos de alguna fulana como hacía la plebe. Incluso en la prostitución habían clases y clases de lupanares: para señoritos y para obreros y rufianes. Pero, para la sífilis, no cabía distinción alguna a la hora de elegir víctima. Los remedios medicinales de entonces, eran incapaces de curar esa enfermedad mortal que actuaba como una bomba de relojería en tres fases en sus incautos huéspedes. Al mercurio, le sustituyó en aquella época el arsénico en pastillas como elemento base para su tratamiento, sin por ello resultar más eficaz (más bien todo lo contrario). Para colmo, se difundió una falsa creencia médica -agárrense bien- de que el enfermo de sífilis podía curarse milagrosamente (si tenía los medios económicos para ello, claro) desvirgando a una joven y sana chiquilla, a partir del módico precio, claro está, de 5 libras Esterlinas!
Aquella creencia provocó un auténtico tráfico de niñas de 13 a 14 años que llenó las carteras de los proxenetas y contribuyó a extender aún más la enfermedad.
En la Inglaterra de la Era Victoriana, la sífilis hacía estragos no solo en los bajos fondos: las clases acomodadas y hasta la alta sociedad se veían afectadas por esa enfermedad de transmisión sexual. Pese a la férrea moral imperante de aquel recatado siglo XIX, en el que la apariencia de respetabilidad lo era todo, los prostíbulos siempre andaban repletos de clientes masculinos y los lores no desdeñaban encanallarse regularmente entre los brazos de alguna fulana como hacía la plebe. Incluso en la prostitución habían clases y clases de lupanares: para señoritos y para obreros y rufianes. Pero, para la sífilis, no cabía distinción alguna a la hora de elegir víctima. Los remedios medicinales de entonces, eran incapaces de curar esa enfermedad mortal que actuaba como una bomba de relojería en tres fases en sus incautos huéspedes. Al mercurio, le sustituyó en aquella época el arsénico en pastillas como elemento base para su tratamiento, sin por ello resultar más eficaz (más bien todo lo contrario). Para colmo, se difundió una falsa creencia médica -agárrense bien- de que el enfermo de sífilis podía curarse milagrosamente (si tenía los medios económicos para ello, claro) desvirgando a una joven y sana chiquilla, a partir del módico precio, claro está, de 5 libras Esterlinas!
Aquella creencia provocó un auténtico tráfico de niñas de 13 a 14 años que llenó las carteras de los proxenetas y contribuyó a extender aún más la enfermedad.
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