MICHEL EYQUEM DE MONTAIGNE
1533 - 1592
Michel nació en el castillo de Montaigne, sito en la localidad dordoñesa de Saint-Michel-de-Montaigne, el 28 de febrero de 1533, a 30 millas de Bordeaux.
Su padre fue Pierre Eyquem, alcalde de Bordeaux, ex soldado y próspero comerciante que llevaba el nombre de De Montaigne y el título señorial, pues su abuelo Raymond o Ramón Eyquem adquirió el castillo de ese nombre, así como todas las tierras feudales que lo rodeaban en 1477, convirtiéndole en el noble "Señor de Montaigne".
Su madre, Antoinette de Louppes, hija de un próspero mercader de Toulouse, descendía supuestamente de una familia de judíos sefarditas españoles*, los "López de Villanueva", la misma que vivió en Aragón en el tiempo de las persecuciones de la Inquisición. Tres miembros de su familia, incluyendo a su presunto bisabuelo Pablo López, fueron quemados en la hoguera por el delito de ser marranos (Conversos que practicaban el judaísmo en secreto) en 1491. Estos recuerdos lo acompañaron toda su vida y frecuentemente vemos en sus ensayos la denuncia de esas injusticias.
(*)_Parece ser que el orígen judío de la madre de Montaigne, hoy tan mencionada por numerosos autores, no es más que una invención del siglo XIX. Eminentes especialistas como Roger Trinquet, ponen en tela de juicio esa filiación dudosa.
Pierre Eyquem de Montaigne, puso esmerada atención en la educación de su hijo Michel. En la más tierna infancia, lo envió a convivir con los campesinos de una de las aldeas de su propiedad con el propósito que se identificara con los menesterosos. Como en ese tiempo se creía que despertar a un infante de manera brusca, le ocasionaría un daño irreparable, Michel era despertado siempre con un instrumento musical.
Con el propósito de que el pequeño Michel aprendiera latín, su padre contrató un tutor alemán que no hablase francés. Y de esta manera el niño no tuvo contacto con esa lengua los primeros ocho años de su existencia y aprendió el latín como su idioma nativo. Después se le enseñó griego. Y solo cuando lo dominó plenamente, comenzó a escuchar el francés. Fue entonces enviado, a la escuela en Bordeaux, donde completó los doce años escolares en solo siete. Se graduó después en la Universidad, con el título en leyes. Utilizando las conexiones familiares, fue nombrado magistrado.
Los siguientes doce años (1554-1570) se desenvolvió profesionalmente en los tribunales. Ahí se vió inmerso en el mundo real. En una ocasión presenció un juicio donde uno de los magistrados condenaba a prisión a un hombre por adulterio. Después de firmar la sentencia, cortó parte del acta y en ese papel, le escribió una proposición amorosa a la esposa de un colega.
La cadena de eventos que encaminaron a Michel a ser un ensayista, están relacionados con la amistad íntima que sostuvo con un brillante compañero magistrado, dos años mayor que él, Etienne de la Boétie.
La amistad que los unió, permitió a Michel un plano de comunicación de sus pensamientos y experiencias. A pesar de lo que se ha comentado, parece que no fue ésta una relación homosexual. El hecho de encontrar a alguien de la misma capacidad intelectual, y de similar sensibilidad e intereses, generó una amalgama espiritual entre ambos. Michel siendo de carácter comunicativo, escribía constantes cartas a Etienne sobre los mas variados tópicos.
La Boétie muere de disentería a los 33 años de edad, en 1554. Michel siente la pérdida de manera extrema, y se encuentra sin interlocutor para manifestar sus ideas. Esto lo orilló a escribir para si mismo. Y de ahí nace este género literario del ensayo: escritos de manera informal y dirigidos a todo el público.
Después de la muerte de La Boétie, Michel contrae nupcias con una joven católica de familia acaudalada, la noble Françoise de La Chassaigne, de 22 años de edad e hija del Señor de Javerlhac (nobleza de toga). El matrimonio fue arreglado por las familias, y carecía del ingrediente principal: el amor. Matrimonio convencional, tuvieron seis hijos y ninguno sobrevivió la infancia.
Para colmo de desgracias, en esa época se precipitó en Francia la guerra religiosa entre católicos y protestantes.
El año en que Montaigne inicia sus ensayos, 1572, es el de la masacre del día de san Bartolomé. La diabólica Catalina de Médicis, aprovecha el apoyo de la nobleza de París, para desencadenar la matanza de más de diez mil protestantes. Ordena asesinar a Coligny, líder de los hugonotes. La cabeza le es cortada y enviada al papa Gregorio XIII, quien como muestra de satisfacción por la matanza, celebra una misa de acción de gracias en Roma.
Ahora nos parece que las diferencias entre católicos y protestantes se fincaban en temas totalmente baladíes. Y nos asombramos de que se cometieran esos terribles crímenes, para zanjar disputas sobre aspectos que realmente nadie entendía. Pero el asunto tiene un trasfondo muy importante. Quien manejase la ortodoxia, tenía poder sobre la conciencia del mundo occidental y, con ello, sobre todos los bolsillos de los ciudadanos. No era asunto de perder ese pingüe negocio, solamente por respetar la vida de diez mil pobres diablos. Al demonio con ellos.
Siendo Pierre Eyquem, padre de Montaigne, un enemigo de las conversiones forzadas, había permitido a sus hijos escoger la religión que les pareciera. Michel era católico, y dos de sus hermanos eran protestantes.
Pero nuestro personaje era un católico muy especial. Miraba con desconfianza el dogmatismo y la intolerancia. Su moderación en estos asuntos de fanatismo, le permitieron ser el asesor de Enrique III de Borbón, rey de Navarra, líder de los protestantes (futuro rey Enrique IV de Francia).
Retrato de Enrique III de Borbón, Rey de Navarra (1553-1610) y luego Rey de Francia con el ordinal de Enrique IV.
Sin embargo, la misma moderación le valió ser visto con desconfianza por los extremistas de ambos bandos. Michel decide retirarse de la vida pública y dedicarse a sus ensayos. Por insistencia de su padre, traduce del latín al francés, la obra del teólogo católico español Raymundo de Sebond, trabajo que terminaría el mismo día en que muere su padre.
Pierre quería que esta traducción fuese un soporte, para la religión católica. Pero Michel no se quedó en la mera traducción. Prepara un ensayo titulado: "Apología a Raymundo Sebond". Siendo éste el mas extenso y más fundamentado filosóficamente de sus ensayos. En él, pretende defender las tesis de Sebond pero, en realidad, las hace polvo. Con su lema: Que sais-je ? (¿qué sé yo?) , y haciendo alarde de su escepticismo, desacredita los fundamentos del tratado de Raymundo. Comenta Michel, que el soporte que le dio a Raymundo, era el mismo que le da la cuerda al ahorcado.
Para el año de 1578, estaba establecido el nombre de "Ensayos" para los tratados elaborados por Montaigne. Sus primeros dos volúmenes editados contienen noventa y cuatro ensayos, versando sobre los más diversos tópicos. Uno de sus más influyentes ensayos es "Sobre el canibalismo". En él advierte el error de estigmatizar a otros pueblos , con el término de bárbaros. Comenta: ¿ Qué es mas atroz, comerte el cuerpo de un hombre muerto, como es costumbre de los caníbales? ¿ O atormentar a un hombre, y quemarlo vivo, como lo hace la iglesia católica ? Y lo que es peor, haciéndolo en el nombre de la fe y de la piedad.
Como era de esperarse, sus ensayos fueron estudiados por la Iglesia de Roma. Sin embargo, cuando visitó Italia para curarse en los baños termales, (de una piedra en el riñón), el Papa Gregorio XIII lo recibió amablemente en audiencia. Y la censura oficial solo le mencionó corregir algunos aspectos secundarios de sus escritos. Desde mi punto de vista, ese fue un verdadero milagro.
Estando en Roma, recibe una solicitud urgente de regresar a Bordeaux. Le han elegido para el puesto de alcalde. Se necesitaba un católico que fuese respetado por los protestantes que tenían cercada la ciudad. Le requerían para mediar en la contienda que se avecinaba. Desempeña magistralmente su papel de pacificador y, terminada la tarea, pide ser relevado en el cargo para volver a su estudio y trabajar nuevamente en sus ensayos. ( Ese es otro milagro. Tranquilizar a dos bandas de fanáticos, sin otra arma que la razón.)
En 1588, aparece el tercer volumen, conteniendo trece nuevos ensayos.
Retrato en miniatura de Michel Eyquem, Señor de Montaigne, fechado en 1590.
Veinticinco años después de la muerte de La Boétie, en una de sus giras diplomáticas, aparece una chica de 22 años, la hermosa, brillante y erudita Marie de Gournay. Admiradora del trabajo de Michel, solicita por escrito una entrevista con Montaigne. Y así se inicia una amistad que dominará la vida de ambos. Ambos sostienen que su relación fue meramente profesional. Desde luego que así fue pero, también mucho más.
A pesar de estar felizmente casado. Montaigne inicia una relación sentimental, que durará toda su vida. La comunicación que sostiene con Marie, opaca a todas las demás. Sin embargo, contrariamente a lo que se esperaba, la presencia de esta joven hizo más maduro y fecundo el trabajo de Michel. Siendo ella una mujer intelectual, se convierte en el brazo derecho del escritor. Ahora que hojeamos las cartas de Montaigne, leemos que dice quererla como a una hija ( fille d´alliance). Sin embargo, analizando con cuidado éstas, caemos en la cuenta que Marie corrigió los manuscritos. Originalmente decían algo más. A la muerte Montaigne, acaecida en 1592, tanto la esposa de éste como su familia, inician relaciones amistosas con Marie. Marie dedicó el resto de sus días (hasta 1645), a publicar la obra literaria de su amado Michel.
Texto de Raúl Cadena Cepeda / Correcciones de Arnau.
Montaigne resumido
Escritor francés que introdujo por primera vez el ensayo como forma literaria. Sus ensayos, que abarcan un amplio abanico de temas, se caracterizan por un estilo discursivo, un tono coloquial y el uso de numerosas citas de autores clásicos. Montaigne nació el 28 de febrero de 1533, en el Château de Montaigne (cerca de Libourne). Su familia gozaba de una buena posición y Montaigne estudió en Guyenne. Posteriormente cursó estudios de leyes probablemente en Toulouse. Su primera empresa literaria fue una traducción, publicada en 1569, de la Theologia Naturalis, obra del teólogo español Raimundo de Sabunde. En 1571 Montaigne heredó las propiedades de la familia, entre las que figuraba el Château de Montaigne. Allí pasó el resto de su vida, entregado a las actividades propias de un hacendado, estudiando a sus autores clásicos favoritos y escribiendo los ensayos que constituyen su gran colección Ensayos. Los dos primeros tomos de esta obra vieron la luz en 1580. Posteriormente Montaigne viajó a Alemania, Italia y Suiza. A su regreso fue alcalde de Burdeos (1581-1585). Escribió un tercer tomo de ensayos que se incluyó en la quinta edición de sus Ensayos en 1588. Los últimos años de su vida los pasó recluido en su propiedad, con la excepción de algún viaje ocasional a París y Ruán. La única obra que escribió además de sus Ensayos es un relato de sus viajes publicado en 1774. Como pensador, Montaigne destaca por su análisis de las instituciones, opiniones y costumbres, así como por su oposición a cualquier forma de dogmatismo carente de una base racional. Montaigne observaba la vida con escepticismo filosófico y puso de relieve las contradicciones e incoherencias inherentes a la naturaleza y la conducta humana. Sin embargo, su moral tendía básicamente hacia el epicureísmo, revelando las actitudes propias de un humanista que rechazaba la esclavitud de las pasiones y los deseos. El más extenso de sus ensayos, Apología de Raimundo de Sabunde, es un estudio de la capacidad racional y las aspiraciones religiosas del ser humano. En algunos momentos su visión del mundo es conservadora. En literatura y filosofía admiraba a los autores de la antigüedad, y en materia política defendía la monarquía como la forma de gobierno más adecuada para garantizar la paz y el orden. En lo que respecta a la educación, Montaigne se interesó por la formación del aristócrata y sostuvo la necesidad de enseñar a los alumnos el arte de vivir. Este arte se adquiere a través de la capacidad de observación y conversación y a través de los viajes. La lectura debería servir para ayudar a emitir juicios correctos y no sólo para desarrollar la facultad de la memoria. Montaigne insistió en la importancia de practicar con rigor y asiduidad el ejercicio físico, como parte indisociable del desarrollo integral de la persona.
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