MADRID, ESA FÁBRICA DE INDEPENDENTISTAS
Para muchos catalanes, cuando hablamos de Madrid con menosprecio no nos referimos ni a los madrileños, que son tan buenos como pueden ser los barceloneses, ni a tantas cosas interesantes con las que cuenta la ciudad. Cuando hablamos de Madrid, nos referimos a la capital de un estado centralista y a un grupo de políticos y de grandes empresarios que tratan a los catalanes como súbditos y que, por lo tanto, tienen derecho a regular la sociedad, la cultura y la economía catalanas. No es ninguna novedad. Hace 153 años ya lo decía con palabras muy duras Joan Mañé y Flaquer, director del Diario de Barcelona y un político de lo más conservador: “Hay un punto en el mapa, llamado Madrid, en el que se resuelven los destinos de unas colonias, que tienen por nombre España”.
Madrid es una fábrica de independentistas. Habrá quien cree que esta es una virtud, desde un punto de vista político catalán, pero desde el económico –que es lo que me corresponde– Madrid ha hecho y hace mucho daño a los bolsillos de los catalanes. Y lo hace con la actuación de sus gobiernos, pero también con la de sus agentes secretos. Me refiero a personajes como Alierta –presidente de Telefónica–, González –presidente del BBVA, Villar Mir –presidente de la constructora OHL– y tantos otros.
Históricamente, Madrid nos ha perjudicado profundamente. He dedicado libros a explicarlo. Sin embargo, impresiona ver cómo pasan los años y se siguen repitiendo las mismas quejas. En 1985 –hace treinta años– Ramon Trias Fargas, que era un economista liberal y nada revolucionario, decía que “Cataluña sufre un déficit importante de infraestructuras sociales, asociadas a una clara insuficiencia de las inversiones públicas”. Hablaba también de una asfixia financiera premeditada hacia el gobierno de la Generalitat. En pocas palabras, lo dijo también esta semana el presidente Puigdemont: Los catalanes nos hemos pagado desde el canal de Urgell hasta las instalaciones del puerto de Barcelona, pero no podemos hacer el ferrocarril de la vía europea, que debe unir el puerto con la frontera francesa, porque no tenemos competencias”. Y eso es lo mismo que reclamaba hace cien años la patronal catalana Fomento del Trabajo. Es un ejemplo. El costo de esta política centralista y anticatalana ha sido muy alto para Cataluña.
En el ámbito personal, podría recordar que cuando un banco americano de primer nivel me ofreció un trabajo muy atractivo en Londres, Madrid intervino para dar un pésimo informe mio a los americanos. En el ámbito colectivo, el Gobierno puede dar un pésimo informe sobre la estabilidad política catalana a una multinacional americana que quiera invertir en nuestro país.
Y termino con otra cita de un político catalán, nada revolucionario, Francesc Cambó. Él hablaba de Castilla, como yo hablo de Madrid, pero ya nos entendemos: “Qué pena que Castilla, que sabe vencer y conquistar, no sepa –no ha sabido nunca– gobernar sin asimilar. Y lo que es más grave es que tampoco sabe asimilar!”. Se olvidó decir que era una fábrica de independentistas.-
Texto de: Carlos R. Capdevila, periodista.
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