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miércoles, 11 de enero de 2012

EL HECHIZAMIENTO DE BLAISE PASCAL



Clermont, Francia, año 1624. En la mansión digna de un gran notable de provincias, viven los Pascal y acaban de tener un hijo varón, Blas, que ya ha cumplido su 1er año.

La Señora Pascal es una mujer joven, dotada de mucho ingenio, piadosa y muy caritativa. Con regularidad distribuye limosnas a mujeres pobres de la ciudad de Clermont, que recibe semanalmente en su domicilio para proporcionarles comida, ropa y un poco de dinero. Entre esas mujeres, hay una reputada ser bruja y, a pesar de los persistentes rumores, la Señora Pascal hace oídos sordos puesto que no cree en esas maledicencias. No es crédula y continúa acogiendo en su casa a la supuesta diabólica.

Sin embargo, el pequeño Blas Pascal no tiene una buena salud y va empeorando a medida que pasa el tiempo. Por lo visto ha caido en una especie de languidez que lo va consumiendo lentamente y amenaza seriamente su vida. Su decaimiento va acompañado de dos reacciones por lo menos extraordinarias: no soporta la visión del agua... Sea en un vaso o ver como se sirve, le provoca automáticamente terribles convulsiones. La 2ª peculiaridad: no tolera ver a sus padres juntos. Puede abrazar a su padre, recibir caricias de su madre pero, desde el momento en que ve a sus progenitores juntos cerca de él, empieza a sufrir violentos ataques de cólera, grita, se agita con una sorprendente violencia, se sofoca y se ahoga.

De camino a su 2º cumpleaños, su estado ha ido empeorando paulatinamente y los ataques se hacen cada vez más peligrosos para su salud, ya muy decaída, y amenazan con provocarle la muerte! Los médicos no encuentran explicaciones a sus males y han desistido en sus vanos intentos de curarle con fármacos, sangrías y purgas (lo cual, sea dicho de paso, empeora sensiblemente su ya fenecida salud física).

Redoblan entonces los persistentes rumores entre las gentes y los pobres de la ciudad que la "bruja" es la culpable de los males del pequeño hijo de los Pascal. Pronto se le acusa abiertamente de haber hechizado al niño... Para cortar por lo sano, el Señor Esteban Pascal convoca en su gabinete de trabajo a la supuesta "bruja" con el fin de esclarecer el asunto que va tomando proporciones bastante peligrosas. La mujer protesta con vehemencia ante el padre al comunicársele de lo que se le acusa, achacando a "mentiras" y "envidias" de las demás gentes todo lo que se viene rumoreando sobre ella. Asaltado por la duda, el Señor Pascal le previene que si esos rumores llegaran a comprobarse, él mismo se encargaría de hacerla colgar! Ante su sorpresa, la mujer se lanza a sus pies, abraza sus rodillas:

-Pues si, es cierto! He hechizado a su hijo. Pero la culpa es vuestra! No quisisteis ocuparos de mi juicio cuando os lo pedí! Pues me he vengado!... Ahora bien veo que amáis tiernamente a vuestro hijo. Y apenada me veis tener que deciroslo... Pero el mal que he echado, es el de la muerte!

-¿Como? ¿Hace falta pues que muera mi hijo?

- Si no me denunciáis, no morirá. Puedo salvarle. Puedo desviar el maleficio sobre otro.

Entonces, el honesto Esteban Pascal respondió:

-Mejor quisiera que muriera mi hijo, antes que hacer morir a otra persona.

-Escuchad, puedo echar el mal sobre una bestia.

Y ante la propuesta, el magistrado propuso entonces a la bruja uno de sus caballos.

-¡No hace falta hacer tanto gasto! Un gato bastará.

Y le hizo dar un gato. Al salir, la bruja se cruza con dos monjes capuchinos que van a visitar a la señora Pascal para consolarla, y de sobras conocen la reputación de la mujer. Uno de ellos acaricia al gato diciendo:

-Buena mujer, ¿vais ha hacer otro de vuestros maleficios?

Acto seguido la bruja tira al gato por la ventana con tanta violencia que la pobre bestia revienta sobre el pavimento del patio de la casa, y vuelve a pedir otro gato al señor Pascal, quien le hace dar otro. Sin duda porque un animal tocado por un monje ya no es adecuado para una operación mágica...

Tengamos en cuenta que esta conversación, por lo menos sorprendente, fue mantenida por un eminente y cultivado hombre. Esteban Pascal era un notable magistrado, presidente de la Corte de Ayudas (Cour des Aides) en Clermont. Gozaba de la simpatía del Cardenal de Richelieu, primer ministro del rey Luis XIII. Era además un físico y un matemático de cierto prestigio, que se carteaba con toda la sociedad científica de su siglo.

Al caer la noche, la bruja vuelve al domicilio de los Pascal. Explica al magistrado que le es menester un niño de menos de 7 años de edad para ir a coger, antes del alba, nueve hojas de tres distintas clases de hierbas. El señor Pascal propone entonces la hija pequeña de su boticario, que será encargada de recoger las hierbas.

A las 7 de la mañana, la bruja vuelve a casa de los Pascal con un cataplasma elaborado con las hierbas recogidas, indicando que hay que aplicarlo sobre el vientre del pequeño Blas. Se procede pues a la aplicación del cataplasma y el padre marcha, confiado, al palacio de Justicia.

Cuando vuelve a su casa, a eso del mediodía, encuentra a su mujer y criados llorando desconsolados. Blas Pascal ha muerto en su cuna. Terriblemente entristecido y con lágrimas de rabia en sus ojos, sale de la habitación de su hijo fallecido y se topa con la bruja. Le propina tan violentamente la bofetada que la mujer cae al suelo, pero esta se levanta:

-No os enojéis. Olvidé deciroslo esta mañana. Vuestro hijo parecerá muerto hasta la medianoche. A las doce resucitará!

El niño no tenía aliento, su pulso era imperceptible, y se iba enfriando. Como la esperanza siempre es lo último que se pierde, el padre recomendó que no le amortajaran ni le pusieran en un ataúd... Había que esperar.

Todo el día y toda la noche, el matrimonio veló el cuerpo aparentemente sin vida de su pequeño Blas. Finalmente, entre las 12 y la 1 de la noche, se estremecieron al ver a su hijo bostezar. Inmediatamente le cogieron, le hicieron friegas y le calentaron para reanimarle, dándole vino azucarado. Sin embargo, el pequeño Blas no parece consciente y sigue sin abrir los ojos. Por fin, sobre las 6 de la mañana, abre los ojos y, al ver a sus padres juntos e inclinados sobre su cuna, vuelve inmediatamente a sufrir esas horrendas convulsiones. Constatan amargamente que no se ha curado.

A pesar del pesimismo, y tras varios días, observarán lentos progresos en la salud de su hijo. Acabará por jugar entre los brazos de su madre con un vaso de agua... Al cabo de 2 semanas, soporta muy bien y hasta con sonrisa incluída, la presencia de sus padres juntos delante de el. Al cabo de 3 semanas, su languidez remite y desaparece. Retoma paulatinamente fuerzas y su salud física evoluciona favorablemente. Blas Pascal vivirá.

¿Curado por completo? Hay dudas. Blas Pascal, el famoso matemático autor de "Pensamientos", fallecería a sus 39 años de una enfermedad inexplicable aún hoy día. A lo largo de su corta vida se quejó de constantes malestares extraños: sensación de vacío en el costado, alucinaciones y migrañas oftálmicas. En 1954, el Doctor Torlais, avanzó la hipótesis de que su muerte fue ocasionada por un cáncer gástrico con metastasis intestinales y de meninges.

Dicho relato, por lo menos increíble, fue escrito por una mujer de toda confianza, Margarita Périer, su sobrina, que profesó en el Convento de Las Solitarias de Port-Royal, siendo hija de Gilberte, hermana menor de nuestro protagonista. El relato lo tiene pues de 1ª mano y nunca fue rebatido.

A sus 11 años, Blas Pascal escribió un tratado sobre la vibración de los sonidos... A los 12, inventando sin duda la geometría, encuentra la 32ª propuesta de Euclides. A los 16, escribe su "Ensayo sobre los cónicos", que supuso una auténtica humillación para Descartes!


in "Historias Mágicas de la Historia" de Louis Pauwels y Guy Breton, 1977.

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