LA
JERARQUÍA DE LA DOMESTICIDAD
En
tiempos que ya son, afortunadamente, más bien un recuerdo, en que nobles
terratenientes y familias pudientes tenían a su servicio a toda una cohorte de
criados, a menudo mal pagados y hacinados en las golfas o en armarios, sin
horario fijo, sin pagas extras y sin días de descanso (y por descontado sin
vacaciones pagadas), a los que se les exigía una conducta impecable, una
lealtad y discreción absoluta, éstos se regían por unas normas tan estrictas
como implacables, viviendo y trabajando por y para sus señores.
Se
levantaban diariamente antes de que despuntara el alba, para poner en marcha la
casa: apertura de contraventanas y cortinas, limpieza y reordenamiento de las
estancias señoriales, encendido de fogones y chimeneas, preparación del
desayuno para llevarlo a la cama o disponerlo en el comedor, recepción de los
pedidos para aprovisionar las despensas, se ejecutaban con la misma precisión
que la maquinaria de un reloj o, si me apuran, de un cuartel militar e incluso
de un hotel, aunque hay siempre algunas diferencias. Las mañanas eran las más
laboriosas para todo el servicio de la casa, y se desayunaba, comía, merendaba
o cenaba antes o después de que lo hicieran los señores o la familia a cuyo
sueldo estaban. El fin de la jornada acababa siempre dependiendo de los
señores, si tenían invitados o no, y cuando éstos se decidían a acostarse, la
servidumbre fácilmente se acostaba una o dos horas después de recoger y
cerrarlo todo. Con decir que la jornada media era de 14 horas, ya nos podemos
hacer a la idea. Quizá la única ventaja de trabajar en una gran casa como
sirviente, era que tenías un uniforme, techo, cama y comida caliente sin
preocuparse de pagar mensualmente un alquiler en un mugriento y angosto
alojamiento de obrero de ciudad, y podían ir acumulando su sueldo para
asegurarse una jubilación más o menos decente (menos que más), o para montarse
un negocio propio llegado el momento oportuno.
Las
mejores ilustraciones sobre cómo vivía y trabajaba la domesticidad de una casa
señorial o burguesa, las encontramos en películas como “Lo que queda del día”/
“The Remains of The Day” (1989), “Gosford Park” (2001) o en series televisivas
de gran éxito como “Arriba y Abajo”/ ”Upstairs, Downstairs” (1971-1975) y la
más reciente “Downton Abbey” (2010-2015), curiosamente todas británicas. En
ellas se abordan tanto la vida de los señores (los de arriba) como la de sus
criados (los de abajo) a finales de la Era Victoriana y principios del siglo
XX, con acentos nostálgicos. Otra película recomendable, aunque centrada en la
segunda mitad del siglo XVIII, es la de “La locura del rey Jorge” / “The
Madness of King George”, que nos muestra a la domesticidad de la casa real
británica y sus duras condiciones de vida, vaciando orinales y durmiendo unos
encima de otros en armarios empotrados.
El rey de Francia, por ejemplo, siempre dormía
con uno o dos de sus “garçons bleus”*
instalados al pie de su cama, a ras de suelo, con la única comodidad de un
cojín para descansar la cabeza. Y éstos mismos se encargaban de encender la
chimenea de la alcoba antes de que el monarca abriera los ojos. Luego,
sigilosamente, y tras abrir cortinas y contraventanas, se acercaba uno al oído
del rey y le susurraba suavemente: “Sire,
es la hora.”
Otro
tema sería abordar la domesticidad en tiempos del Imperio Romano, en que los
criados eran esclavos y tratados como una casta de subhumanos que llegaban incluso a ser
juguetes sexuales de sus retorcidos domini,
como en la serie televisiva de “Spartacus” (2010-2013), y cuyas existencias no
tenían valor alguno, si no fuera por el puñado de denarios** que habían pagado
para comprarlos en el mercado.
El
número de criados dependía obviamente de la importancia de la casa en la que se
les empleaba. Cuanto más grande era, más imponente se esperaba que fuera. En
ciertos casos, el número llegaba a ser exagerado y no respondía a otro motivo
que el de pretender impresionar a
terceros, y esos casos se encontraban habitualmente en las sonadas embajadas
extraordinarias de aristócratas con ínfulas de gran señor en cortes extranjeras.
Solo hay que fijarse en las pinturas que conmemoran ese tipo de misiones
diplomáticas en los siglos XVII-XVIII, que respondían a la necesidad de
impresionar al monarca de turno y a sus súbditos, obviamente, como muestra de
la riqueza y magnificencia del soberano o del país que representaba. Que sus
conciudadanos malvivieran en la miseria más absoluta, era totalmente irrelevante.
Una cosa importante a tener en cuenta: durante el antiguo régimen, el embajador
costeaba de su bolsillo sus gastos e incluso se veía a menudo forzado a endeudarse,
por lo que era habitual que éstos enviasen cartas pidiendo, al ministro de
turno, que le hicieran llegar fondos o reclamando una compensación. Cuando la
cosa se ponía fea, financieramente hablando, reclamaban ser relevados y que se
les permitiera regresar a casa.
Hoy
en día, los jefes de Estado perpetúan esa política de impresionar al contrario
desplegando sus misiles con cabezas nucleares, o con desfiles militares tan
estrafalarios como dispendiosos. Los ejemplos los encontramos sobretodo en los
días de las fuerzas armadas, claramente inspiradas en la antigua Unión
Soviética, en la República Popular China o en su homóloga norcoreana. Lo que
nos deja claro que, recordando el famoso refrán del “dime de qué presumes”,
toda magnificencia artificial esconde una miseria equivalente.
Volviendo
al tema de la domesticidad de una casa señorial, existía en ella una clara
jerarquización, reflejo de la sociedad de entonces, dirigido como si se tratara
de un ejército, donde los rangos y sus roles eran claros y rigurosamente
seguidos al pie de la letra. La servidumbre era dirigida por el mayordomo,
máxima autoridad de la casa después del señor/señora, quien le dictaba las
normas de conducta del personal y lo que esperaba de él en todo momento. El
mayordomo, aparte de llevar al equipo masculino que estaba a su mando,
conformado por ayudantes de cámara y lacayos, se ocupaba de repartir las tareas
diarias asistido y secundado por el ama de llaves, su alter ego femenino
(aunque por debajo de él), bajo cuya autoridad se encontraban sobretodo las
doncellas encargadas de la limpieza general o de asistir a la señora en la
intimidad de sus habitaciones. Por debajo del ama de llaves estaba la cocinera,
jefa de su departamento pero dependiente de las directrices de la primera,
auxiliada por aprendices y ayudantes de cocina, todas ellas muy jóvenes. Claro
está, en tiempos de carrozas y caballos, se disponía de un cochero, secundado
por lacayos, que subían a la parte trasera del carruaje, y por palafreneros,
encargados éstos del cuidado de las monturas y de sus cuadras. Con la llegada
del automóvil y su progresiva generalización, en los albores del siglo XX, el
cochero fue reemplazado por un chófer que, además, debía ser un entendido en
mecánica para que el vehículo tuviera un óptimo mantenimiento. En ciertas
casas, se llegó incluso a tener a disposición varios vehículos, cuyos usos
dependían del momento.
No
hemos de olvidarnos de los jardineros, sumamente importantes para una finca
dotada de jardines. No era extraño que su número alcanzara la docena para
ocuparse de los parterres, de las flores, de la poda de los árboles exóticos,
de los frutales y de la huerta (que aprovisionaban la cocina en frutas y
verduras) o del jardín de invierno, dónde se resguardaban de las heladas
invernales a los preciados naranjos enmacetados.
Y
por último estaban los guardas, que ocupaban los pabellones de la entrada
principal de la finca, y que se encargaban de disuadir a los intrusos, como los
ladrones y los cazadores furtivos, con sus rondas diurnas y nocturnas, escopeta
al hombro. También se encargaban de la perrera, y asistían al señor cuando
salía de caza.
Para
que nos hagamos una idea del número de empleados que podía tener una casa
señorial, podemos tomar como ejemplo el castillo de Highclere, donde se rodó la
serie “Downton Abbey”, y casa solariega de los condes de Carnarvon desde 1679.
En tiempos
del quinto conde, famoso patrocinador del célebre Howard Carter, y en plena Era
Eduardiana (1901-1910), Highclere contaba con una sesentena de empleados
repartidos dentro del castillo y fuera, en sus dependencias o alrededores. Todo hay
que decirlo: si Lord Carnarvon, cubierto de deudas, no se hubiese casado con
Almina Victoria Maria Alexandra Wombwell en 1895, que aportaba una más que
suculenta dote (500.000,00 libras Esterlinas) y el pago de todas sus deudas por
parte de su “suegro”, el banquero y barón Alfred Rothschild, nunca hubiera
podido mantener ese tren de vida. Es más, se habría visto forzado en vender
Highclere Castle y sus más de cuatrocientas hectáreas para, al menos, salvar
las apariencias y vivir con un tren de vida más acorde con sus posibilidades.
De ahí que muchos aristócratas europeos con conocidos títulos se lanzasen a la
caza de las ricas herederas norteamericanas: para salvar su modo de vida y
evitar la dispersión de sus bienes. Otros contemporáneos, no tuvieron la suerte
de dar con una hija de la alta burguesía y tuvieron que soltar lastre.
Los rangos y sueldos de la servidumbre de más a menos:
Mayordomo: es el
encargado de la organización y óptimo funcionamiento del servicio de la casa y
de la administración de los gastos, con autoridad sobre todos los demás
criados. También es el que dirige el servicio de la mesa, supervisándola antes
y durante, y de servir los vinos, teniendo a su cargo la gestión de la bodega y
la guarda de la plata, amén de su mantenimiento y limpieza diaria, que suele
delegar en los lacayos. En inglés, el equivalente es “Butler” y en francés
“majordome”. Su sueldo era entonces de 40 a 60 libras anuales ($4,300 -
$6,400).
Ama de llaves: es la
persona que dirige el servicio femenino compuesto por las primeras doncellas y
las doncellas ordinarias (equipo de limpieza general), supervisa también el
buen funcionamiento de la cocina y de su personal, administra los gastos y
gestiona lo que atañe a la despensa y su aprovisionamiento, de la que tiene las
llaves (como el mayordomo las tiene de la bodega y del armario del servicio de
plata), así como de los armarios roperos y de las habitaciones de la casa, de
ahí su nombre. En la cadena de mando, ella es la segunda autoridad después del mayordomo,
y es la intermediaria entre la señora de la casa y la cocinera jefe. Su sueldo
rondaba las 5 o 10 libras por debajo del de mayordomo ($3,700 - $5,400 anuales).
Cocinera: estaba al
mando del equipo de cocinas y la responsable de la preparación de las comidas
de la familia de la casa y de los banquetes que se pudieran dar. Su ayudante de
cocina (aprendiz) se encargaba de preparar las comidas de la servidumbre. Una
cocinera de una casa modesta solía tener un salario de 30 libras anuales
($3,200), mientras que un renombrado “chef” contratado por la familia real
percibía unas 300 libras anuales ($32,000).
Primer
Ayudante de Cámara: es el encargado de vestir y desvestir al señor, se encarga de su
guardarropía y complementos, del mantenimiento de éstos, de preparar sus
maletas en caso de viaje y de servirle en lo que se le requiera, incluso
acompañarle en sus desplazamientos. Es lo que hoy día conocemos como “asistente
personal”. En inglés como en francés, se le denomina “1st. Valet” o “Premier Valet
de Chambre”. Es el sirviente masculino mejor pagado después del mayordomo y se
le considera como el más privilegiado, por su contacto constante con el señor.
Su salario iba de las 20 a 30 libras anuales ($2,100 - $3,200).
Primera
Doncella:
suele ser la más veterana del equipo de doncellas, encargada de asistir a la
señora de la casa o a sus hijas, teniendo el mismo papel que el Primer Ayuda de
Cámara. Bajo su responsabilidad recae el cuidado del joyero, de la guardarropía
y complementos de su señora. Su sueldo bailaba entre las 20 o 30 libras anuales
($2,100 - $3,200). En inglés es la “Personal Maid”, en francés “Première Femme
de Chambre”.
Ayuda de
Cámara:
es el que asiste al Primer Ayudante de Cámara y le secunda en sus quehaceres.
En inglés como en francés correspondería al “Valet”. Su salario rondaba
obviamente las 25 libras anuales.
Primer
Lacayo:
es el primer sirviente encargado de secundar al mayordomo en sus quehaceres y
en transmitir, en ocasiones, las órdenes de éste a los que están por debajo de
él, a los que también supervisa. Suele ser el más veterano de los lacayos de la
casa, el más alto y el más presentable, físicamente hablando. En inglés
correspondería al “1st. Footman” o al “Premier Valet de Pied” en francés. Su
uniforme es la llamada “librea”, que suele estar confeccionada con los colores
heráldicos de su señor, con botones de latón dorado grabados en relieve a las
armas de la casa, y pasamanería bordada con coronas y escudos heráldicos. El
salario era de 30 libras anuales ($3,200), y solía recibir gratificaciones
anuales de 5 a 15 libras extras ($500 - $1,500) si al desempeñar sus tareas
satisfacía a los señores.
Lacayo: sirviente
ordinario encargado de servir en la mesa, poner y quitarla, equiparable a un aprendiz
de camarero de hoy en día. Pero también se ocupa de asistir a los invitados y a
los anfitriones de la casa, siguiendo las indicaciones del mayordomo. Por las
mañanas, ayudan a las doncellas que suben a limpiar, a desplazar muebles y
reordenarlos después de la limpieza, abren y cierran puertas y ventanas, cargan
con los baúles y maletas, se ocupan de limpiar el calzado y la plata. Son los
“Footmen” o “Lackey” ingleses o “Laquais” y “Valets de Pied” franceses.
Revisten la librea de su señor y llevan guantes blancos. El salario de lacayo
era de 20 libras ($2,100) anuales.
Doncella: básicamente
se encarga de la limpieza diaria y del mantenimiento de la casa, de hacer y
cambiar las camas, limpiar y ordenar las habitaciones. Suelen ser jovencitas de
pueblo de hogares humildes, solteras y sin compromiso. Su uniforme consiste
sobretodo en llevar delantales y cofias blancas, con un vestido largo, oscuro y
sobrio. Su salario era el mismo que un lacayo, 20 libras anuales.
Niñera: era la
responsable de los cuidados de los bebés y niños de la casa. Por norma, percibía un
salario de 10-15 libras anuales ($1,100 - $1,600), dependiendo de la edad y de
sus capacidades. En inglés se les llama “Nurse”, palabra también usada para
designar a una enfermera.
Aprendiz de
Cocina:
se encargaba de preparar las comidas para el personal y, de paso, recibía una
sólida formación de la cocinera para ser un día su sustituta. El salario era de
15 libras anuales. En inglés es “Under Cook”.
Moza de
Cocina:
asistían a la cocinera y a su aprendiz en la confección de los menús
establecidos. El salario era de 15 libras anuales. En inglés se les llaman “Kitchen
Maid”.
Lavaplatos: lo dice el
nombre. Se encargaban de lavar los platos, cubiertos, utensilios de cocina,
cazuelas y ollas, entre otras cosas. Su salario era de 13 libras ($1,300)
anuales. En inglés se les denomina “Scullery Maids”.
Lavanderas: al cargo de
lavar y planchar toda la ropa de la casa. Las “Laundry Maids” cobraban lo mismo
que una lavaplatos.
Paje: chico joven
pre-adolescente, de entre 10 y 16 años, procedente de familia noble o hidalga,
empleado temporalmente para formarse en la asistencia y servicio a los reyes y
príncipes dentro y fuera de palacio. En las cortes europeas era costumbre que
las familias nobles enviasen a sus retoños a servir como pajes del rey, de la
reina o del príncipe heredero o de otro miembro de la familia real, más que
nada para que fueran “pulidos” y aprendieran a obedecer. Servían de acompañantes, asistentes, recaderos,
incluso para atender en la mesa o en limpiar las armas de su señor y engrasar
sus botas de montar. No era común que hubiesen pajes en casas señoriales, a
menos que se tratasen de casas principescas o de muy alta posición e
importancia social. En las casas señoriales, los chicos de esa edad eran
aprendices de lacayo y procedían de casas humildes sin medios para darles una
educación. En inglés se les conoce como “Page Boy”, “Tea Boy” o “Room Boy” y
“Page” en francés. El sueldo era de 8 a 16 libras anuales ($860 - $1,700), dependiendo de la edad, altura,
apariencia y habilidad.
Primer
Palafrenero: era el responsable de los establos o cuadras de la casa, y bajo
su mando se encontraban los palafreneros y los chicos de los establos. El “Head
Groom” o “Stable Master” percibía entre 30 y 50 libras anuales ($3,100 -
$5,300).
Palafrenero: estaba al
cuidado de los caballos y del mantenimiento de los complementos, como las
sillas de montar, etc. Llamado “Groom” en inglés. El salario era de 15 libras.
Mozo de
Cuadras:
encargado de la limpieza de las cuadras y de aprovisionar a los caballos con
forraje. El “Stable Boy” percibía entre 6 y 12 libras anuales ($640 - $1,300).
Empezaban a trabajar a los 10 años.
Jardinero
Jefe:
dirigía el equipo de jardineros dependiendo de lo extensos que podían ser los
jardines y huertos. Su salario era de 120 libras anuales ($12,800) como mucho.
Los que trabajaban a sus órdenes percibían entre 8 y 16 libras ($850 - $1,700).
Guardabosques: controlaba
la populación de las aves de caza de la finca, como los faisanes, o del venado,
y vigilaba los límites de ésta. Su salario era de entre 30 y 50 libras ($3,100
- $5,400) anuales.
(*)_Los “garçons bleus” (chicos azules) del rey
de Francia se llamaban así por el color de su librea, en la que predominaba el
“bleu de France”, el azul de Francia, bordada con pasamanería de hilo de oro y
plata. (Ilustración superior).
(**)_En la antigua Roma, según Catón, el coste
medio de un esclavo de entre 20-30 años, ascendía a 1.500 denarios de plata (se
cree que serían el equivalente a unos 120.000 Euros de hoy, suponiendo que 1
denario equivaldría a unos 80€). El precio aumentó a lo largo del siglo II a.C.
hasta llegar a los 24.000 sestercios.