LA BASTILLA YA ESTABA SENTENCIADA
La célebre fortaleza parisina conocida como La Bastilla, ubicada en el barrio de Saint-Antoine, a las puertas de la capital francesa, tuvo un conocido destino: el de ser tomada el 14 de julio de 1789 por los parisinos. Aquel acto popular supuso el primer pistoletazo de la Revolución Francesa que provocó, en primera instancia, la partida del Conde de Artois (
hermano menor del rey Luis XVI) al extranjero, seguido por un gran número de aristócratas y notorios cortesanos, tras comprobar que la Corona ya no podía protegerles frente a la chusma envalentonada. Días después de la toma, los parisinos decidieron arrasar aquel vetusto símbolo de la autoridad real y propusieron poner en su lugar una plaza que celebrara la libertad recobrada por el pueblo.
Lo que pocos saben es que, ya en 1784, el rey Luis XVI, junto con su ministro de Finanzas Necker, planeaba la demolición de La Bastilla para ahorrar al Estado un gasto juzgado excesivo. De hecho, aquella fortaleza medieval convertida en prisión de Estado por el Cardenal de Richelieu en el siglo XVII, tenía un mantenimiento muy costoso para las arcas reales: solo el sueldo del gobernador
* suponía un desembolso anual de 60.000 libras, a lo que se añadían los sueldos del personal, muy numeroso, más el presupuesto para las cocinas encargadas de proveer las mesas de los presos porque, todo hay que decirlo, dependiendo de la calidad del prisionero, el menú variaba notablemente. En esa misma vía, el rey había sentenciado el cierre de la torre del Castillo de Vincennes, otra cárcel del Estado demasiado costosa.
De acuerdo con Necker y el arquitecto de los Edificios Reales, Luis XVI daba el visto bueno para el derrocamiento de La Bastilla, dejando tan solo una de sus torres en pie a modo de recuerdo, y poner en su lugar una plaza con su nombre, donde tronaría un monumento compuesto con elementos rescatados de la fortaleza (piedras, cadenas, cerraduras de sus celdas y mazmorras), sobre el que se elevaría una estátua del monarca tendiendo una mano hacia la torre conservada, en un gesto alegórico de liberación. Tal era el proyecto de 1784 que, por distintos motivos, no llegó a cuajar pero que, sin embargo, fue curiosamente ejecutado por los parisinos 5 años después, en julio de 1789.
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El último gobernador de La Bastilla fue el Marqués de Launay quien, tras rendirse a los parisinos, fue salvajemente masacrado y decapitado por la turba descontrolada.