BREVE HISTORIA DEL ARBOL DE NAVIDAD
La primera mención documentada que se tiene del abeto o árbol navideño data de 1521, en Alsacia, también llamado "Arbol de Cristo", que al parecer remonta a una tradición aparecida en el siglo XII en Europa. Se habla entonces de decorar las casas con brancas cortadas tres días antes de la Noche Buena. La costumbre se generalizó en Alsacia y en Basilea (Suiza), representando el árbol del Edén en los misterios interpretados en vísperas de Navidad a orillas del Rhin, y delante de las iglesias y catedrales. Para decorarlo, se ataban manzanas rojas a sus ramas.
Existen también documentos refiriéndose a una fiesta del 24 de diciembre de 1510, en Riga (Letonia), en la cual los mercaderes y comerciantes solían bailar alrededor de un árbol decorado con rosas artificiales antes de proceder a su quema.
En 1546, se habla más seriamente de los árboles de Navidad cuando el Ayuntamiento de Sélestat (Alsacia), autoriza a sus ciudadanos a cortar abetos para la festividad del Nacimiento, en el curso de la noche de San Tomás, el 21 de diciembre.
Símbolo virginal, las rosas formaban parte del abanico de decoraciones para guarnecer los abetos en Alsacia en el curso del siglo XVI, así como las manzanas rojas, pastelitos y galletas dulces. Las manzanas tenían un valor simbólico puesto que en el calendario de los santos, el 24 de diciembre estaba reservado a Eva y a Adán, canonizados ambos por las Iglesias Orientales.
En aquellos tiempos, la Iglesia Católica consideraba al árbol de Navidad como una práctica de los ritos paganos y francmasones. De hecho, existía una fiesta pagana que celebraba el solsticio de Invierno en la que se decoraba un árbol, símbolo de vida, con frutas, flores y espigas de trigo. Muchísimo más tarde, se coronaría al abeto navideño con la famosa estrella de los Reyes Magos, que los guió hasta Belén.
Ilustración representando la celebración de la Navidad en el hogar familiar de Martin Luther, padre de la Iglesia Reformada Luterana.
En 1560, en la época de la Reforma, los protestantes rechazaron representar la Natividad con el tradicional Belén de los católicos (muy presente en Italia, sobretodo), prefiriendo desarrollar la tradición del abeto de Navidad, árbol que simboliza el paraíso perdido de Adán y Eva así como el conocimiento del Bien y del Mal. Por este motivo, la tradición del abeto navideño se expandería exitosamente en toda la Europa Protestante, sobretodo en Alemania y en Escandinavia.
Siendo la cera un artículo casi de lujo en el siglo XVII, se utilizaban los cascarones de las nueces a modo de velitas para adornar el abeto navideño, llenándolas de aceite y provistas de una pequeña mecha, y atándolas a las ramas del árbol. Una práctica que, pronto, se revelaría como fuente de pequeñas y grandes tragedias en diversos hogares, sobretodo en el siglo XIX.
Retrato de María Leszczynska, Reina de Francia (1703-1768), consorte de Luis XV; según J.B. Van Loo.
Fue en el Palacio de Versailles donde tronó, por vez primera en un ambiente oficial y cortesano, el árbol de Navidad de la mano de la reina María Leszczynska, consorte del rey Luis XV de Francia (1738). Ésta introdujo esa costumbre navideña traída de Alsacia, donde había pasado sus últimos años de soltera antes de casarse con el monarca francés. Una tradición que, interrumpida por la Revolución Francesa, volvería con más fuerza si cabe al Palacio de Las Tulerías (1837), residencia oficial de los soberanos franceses en París, gracias a una de las nueras del rey Luis-Felipe I : la Princesa Elena de Mecklenburgo-Schwerin, Duquesa de Orléans y consorte del Príncipe Heredero de Francia, Fernando-Felipe.
En España, sin embargo, fue Carlos III y su esposa sajona quienes introdujeron en la corte madrileña los tradicionales belenes napolitanos en plena mitad del siglo XVIII.
Retrato de la reina Victoria I de Gran-Bretaña e Irlanda, según F. X. Winterhalter en 1843.
La corte británica de Saint-James adoptaría el abeto navideño a instancias de la Reina Victoria en 1840, quizá a raíz de sus repetidas visitas a la corte francesa. Ella y su marido, el Príncipe Alberto, instalaron el árbol de Navidad en el Castillo de Windsor por vez primera, y como centro de reunión de la Familia Real Británica durante las celebraciones navideñas. Las estampas populares que fueron sacadas de tal evento contribuyeron a su rápida generalización en todos los hogares británicos pudientes.
La tradición del abeto se generalizaría en Francia tras 1870, gracias sobretodo a la influencia de los alsacianos que habían emigrado a París o a otras regiones francesas. Sin embargo, Alemania seguía siendo la primera productora de materiales de decoración navideña hasta 1950, en vidrio soplado, hilado, moldeado, así como elementos de metal, ceras y maderas. Se fabricaban también pequeños personajes en algodón y cabellos de ángel metálicos que procedían de la localidad francesa de Lyon.
En EE.UU., la Casa Blanca tendría su propio árbol de Navidad en 1890. Diez años antes, en el mismo país, aparecieron por primera vez las guirnaldas con luces eléctricas, pero eran tan caras que tan solo las familias ricas podían permitirse ese lujo. Habría que esperar al final de la IIª Guerra Mundial y la década de 1950, para que las tradicionales y peligrosas velitas fuesen reemplazadas por las guirnaldas eléctricas, mucho más seguras y de coste más accesible.
Aunque tradicionalmente se colgaban manzanas rojas a las ramas de los abetos, el invierno tan riguroso de 1858 no permitió que se siguiera haciendo al faltar el preciado fruto de Adán y Eva en los mercados. Un artesano vidriero de Meisenthal, en la región del Mosela, tuvo la ocurrencia de reemplazarlo por delicadas bolas de vidrio tintado, creando así las bolas de Navidad.