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domingo, 22 de abril de 2012

CRISTINA I DE SUECIA


CRISTINA I
REINA DE SUECIA
1626 - 1689



Cristina I Gustavdotter Vasa (Kristina I), reina de Suecia de 1632 a 1654, nació en Estocolmo el 18 de diciembre de 1626 y murió en Roma el 19 de abril de 1689.

Única hija sobreviviente del rey Gustavo II Adolfo de Suecia y de la margravina María Eleonora de Brandenburgo, fue educada como un chico bajo la severa batuta del Gran Maestre de la Casa Real Axel Banér y del preceptor Johannes Matthiae. Dado que Gustavo II Adolfo no tenía herederos varones, éste se afanó en obtener del Riksdag la abolición de la ley Sálica que reservaba únicamente a los varones el derecho a heredar el trono de Suecia. El problema sucesorio sería finalmente arreglado en 1627, permitiendo a la entonces princesa Cristina suceder a su progenitor.

Retrato de Gustavo II Adolfo Vasa (1594-1632), Rey de Suecia entre 1611 y 1632.


Su padre moriría en combate en 1632, en el curso de la batalla de Lützen, haciendo que Cristina ascendiera al trono sueco con apenas 6 años de edad. La regencia sería entonces asumida por el canciller Axel Oxenstierna, el más brillante estadista sueco.

Retrato de Axel Oxenstierna (1583-1654), Canciller de Suecia entre 1612 y 1654.




De físico ingrato y rasgos irregulares, tenía sin embargo una mirada azul metálico que ejercía cierto atractivo sobre sus interlocutores. Con maneras masculinas y despreocupadas, orgullosa, atrevida y excéntrica, Cristina aparecía ante sus contemporáneos como una especie de marimacho desaliñada, que se sentía más a gusto en calzones y con botas altas que con un vestido y escarpines. Inteligente, culta y políglota, excelente amazona, era también diestra en el manejo del florete o del pincel.

Declarada mayor de edad en 1644, la reina Cristina se opone rápidamente al competente "Richelieu sueco", Oxenstierna, al que contraria en todas las decisiones políticas pero cuyo cargo respetará hasta el final. Pacifista, se opondría también al intervencionismo bélico y pondría fin a algunos conflictos armados heredados de su padre con la Paz de Brömsebro (1645) y la Paz de Westfalia (1648), que convirtieron a Suecia en la primera potencia nórdica.




Coronada con gran solemnidad y boato en 1650, renunciaría por voluntad propia al trono cuatro años más tarde (1654) por dos motivos: su negativa a contraer matrimonio para asegurar la continuidad de su dinastía, y su deseo de abrazar la fe católica. Un tercer motivo fue, sin duda, su creciente impopularidad entre sus súbditos por malmeter las finanzas del reino con sus exagerados gastos y por atraer a su corte a todo un tropel de extranjeros ilustres.

Quien se opuso enérgicamente a su abdicación fue, sobretodo, el canciller Oxenstierna, quien no se fiaba del espíritu aventurero del sucesor de Cristina, creyendo que éste provocaría la ruina de todo lo conseguido hasta ahora por Suecia. Pero sus reticencias terminaron desde el momento en que el kronprins Carlos Gustavo le aseguró su amistad y respeto, sellando así una reconciliación entre ambos.

Retrato ecuestre de la reina Cristina I de Suecia, según Sébastien Bourdon.


Antes de abdicar formalmente la corona, consagra ella misma a su primo-hermano el conde palatino Carlos Gustavo de Baviera-Zweibrücken-Kleeburg, entonces presunto heredero del trono, el cual se convierte en el rey Carlos X Gustavo. A cambio de una renta anual de 200.000 coronas, abandona Suecia e inicia su particular gira europea, coleccionando aventuras y amantes femeninas, y abjurando de su fe luterana para convertirse al catolicismo en Innsbrück. En primera instancia es bien acogida en Roma, donde se instala temporalmente en el Palazzo Farnese. Viajera incansable, residiría un tiempo en Francia, dónde Luis XIV le cede el Real Sitio de Fontainebleau a partir de septiembre de 1656. Se pone entonces a intrigar con el Cardenal Mazarino para hacerse con el trono napolitano. Pero en 1657, tras ordenar el asesinato del marqués de Monaldeschi, su caballerizo mayor acusado de "soplar" sus tratos secretos con el Cardenal Mazarino a Madrid, la Corte Francesa le invita a abandonar el país sine die.

El 3 de febrero de 1660, fecha en la que fallece repentinamente su primo Carlos X Gustavo, dejando la corona sueca en manos de un hijo de cinco años, Cristina decide volver a Estocolmo para pedir el restablecimiento de sus derechos hereditarios si se diera el caso de que el joven rey muriera. Sus pretensiones chocarán con la firme oposición de la nobleza y del clero luterano a cualquier intento de volver a ceñir la corona, obligándole a retomar el camino a Roma en 1662.

Haría una segunda tentativa en 1666, pero el Consejo de Regencia obstaculizaría su entrada en el país al negarle el permiso de venir acompañada por su limosnero católico.

En 1668, cuando abdica su primo el rey Juan II Casimiro de Polonia, Cristina proyecta presentar su candidatura al trono esgrimiendo su condición de última descendiente de los Vasa directos. Pero los polacos la apartaron eligiendo a uno de los suyos para ceñir la corona electiva: Miguel Koribut Wisniowiecki.



De vuelta a Roma desde 1668, se instala definitivamente en el actual Palazzo Corsini que, con sus colecciones de arte, su gabinete numismático y su biblioteca de cinco mil volúmenes, convierte en un museo. En 1674 fundaría en la misma Roma L'Accademia Reale, equivalente a la Academia Francesa fundada por el Cardenal de Richelieu.

De espíritu y mentalidad abierta, feminista antes de hora, es una mujer muy cultivada y deportista para su época. Escribe libros y discute con numerosos sabios, entre los cuales se cuentan a Blaise Pascal y René Descartes. Políglota, habla sobretodo la lengua de la élite europea de entonces: el francés.

Atormentada por la religión e influída por sus conversaciones con el difunto René Descartes (fallecido en 1650), acabaría convirtiéndose en una mujer devota y asceta a imagen y semejanza de Pascal, pero con una gran dosis de tolerancia y respeto hacia las demás religiones.

A su muerte, en 1689, su cadáver recibiría sepultura en la basílica de San Pedro del Vaticano, un privilegio raramente concedido.

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