Cuando la princesa Maria-Luisa de Orléans se convirtió en la consorte del rey Carlos II de España, le adjudicaron como Camarera Mayor a la desagradable Duquesa de Terranova, una oronda cincuentona de carácter áspero y llena de soberbia que tuvo mucho que ver en el despido de cuantos franceses vinieron en el séquito de la soberana. Para colmo, se interponía sistemáticamente entre la Reina y los cortesanos que pretendían verla, filtrando las audiencias según su criterio y obligando a los solicitantes a cursar peticiones por escrito que ella misma contestaba también por escrito, dando su permiso o negándolo sin más apelación posible.
En estas circunstancias, el embajador francés quiso repetidas veces obtener audiencia con la Reina y chocó frontalmente con la negativa de la Duquesa de Terranova, a menos que ella misma estuviera presente en el encuentro. Molesta Maria-Luisa por la actitud de su Camarera Mayor, y haciéndolo sentir a la interesada, se vio contestar por ésta:
-"¡La Reina de España no debe recibir sola a ningún hombre, aunque éste sea el embajador de Francia!"
Un buen día, y gracias a la complicidad de la nodriza de la Reina, el diplomático galo consiguió eludir el control de la Duquesa de Terranova y colarse en los aposentos reales. Sin embargo, los criados de la soberana espiaban por cuenta de la inflexible Camarera Mayor y les faltó tiempo para prevenir a ésta de la intrusión; con gran diligencia, la duquesa acudió ante las puertas de la real cámara para encontrarlas cerradas, aporreándolas acto seguido sin mesura y repitiendo a gritos su famosa frase. Tal alboroto provocó que acudiera más gente ante las puertas de la Reina. Al final, se abrieron de par en par y apareció la Reina. La duquesa se dispuso entonces a repetir su cantinela, pero la soberana la interrumpió presentándole su mano a besar diciendo:
-"¡Ya sé, ya sé!"
Cortada en seco y con la ira contenida, la Duquesa de Terranova no pudo hacer otra cosa que inclinarse para besar la mano de Maria-Luisa. Y, en el momento en que iba a besarla, la Reina la levantó para propinarle tal bofetada que, del sonoro impacto, la tiró al suelo.
Anécdota de: Maria-Luisa de Orléans, Reina de España y de las Indias (1662-1689).
Pues muy merecida la bofetada, más bien mucho aguanto la reina
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