Napoleón I comentó jocosamente en cierto momento, tras conocer personalmente al entonces obeso Duque y Príncipe-Elector Federico III de Württemberg, que "Dios había creado al príncipe para demostrar hasta qué punto la piel humana podía ser estirada sin reventar".
Por su parte, y enterado del comentario del emperador, el mordaz Federico III preguntó falsamente maravillado a quien quisiera oirle "¿cómo tanto veneno podía caber en una cabeza tan pequeña como la de Napoleón?".
Anécdota de: Federico I, Rey de Württemberg (1754-1816) y de Napoleón I, Emperador de los Franceses (1769-1821).
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