Un viernes del mes de enero de 1719 en París, en casa de la Princesa de Conti, se encontraba cenando la Marquesa de Charlus en compañía de otros distinguidos invitados, como era habitual entre dos partidas de cartas. La ya anciana y rica marquesa tenía fama de ser tan avara como diestra en el juego, por lo que jamás se perdía esa cita semanal tan concurrida. Entre partida y partida, tanto ella como los demás invitados, se levantaban para cenar algo en el salón contiguo dónde habían dispuesto varios bufetes y sentarse alrededor de una mesa convenientemente dispuesta. Esa noche, la marquesa tenía a su lado a Su Eminencia el Cardenal François de Mailly-Nesle, arzobispo de Reims. Escogiendo un huevo pasado por agua, la marquesa lo abrió y se adelantó para coger la sal, arrimando accidentalmente su alto peinado empolvado a una vela que lo prendió enseguida. Al ver el arzobispo que la cabeza de la dama estaba en llamas y que ésta no se había percatado, le arrancó la peluca sin mediar palabra para luego pisotearla y apagarla, dejándola con la cabeza desnuda y sus escasos cabellos, despeinados, canosos y sucios a la vista de todos. Madame de Charlus, sorprendida por ese gesto tan brusco como inesperado, sintiéndose ridícula y centro de las miradas de los demás comensales enmudecidos, lo tomó como una ofensa intolerable y le faltó tiempo para tirar su huevo a la cara del arzobispo y cubrirle de insultos. Tanto el arzobispo como los demás, estallaron enseguida en carcajadas al ver la reacción y el ridículo aspecto de la vieja marquesa calva. Intervino entonces la Princesa de Conti para templar los ánimos, y mandó traer a Madame de Charlus una de sus pelucas para cubrirle las sienes, mientras los invitados se reían viéndola refunfuñar de indignación contra el Cardenal de Mailly-Nesle, empeorando aún más si cabe el malentendido.
Anécdota de: Marie Françoise de Paule de Béthisy de Mézières, Marquesa de Charlus (1657-1719) y del Cardenal François de Mailly-Nesle, Arzobispo de Reims (1658-1721).
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