PINOCHETISMO MESETARIO
El orden vigente se tambalea. Los casos de corrupción generalizada, de dualización social, de uso partidista y clasista de las instituciones para restringir libertades personales y colectivas, el estallido de protesta creciente y reaccionarismo rampante, nos empuja hacia unos años que podríamos vivir peligrosamente. La crisis de estado a raíz del descubrimiento de entramados corruptos podrían hacer caer un gobierno que, a pesar de una mayoría absoluta, se encuentra en una inédita situación de fragilidad. Y en estas circunstancias, algunos sectores que fácilmente podrían identificarse con los principios ideológicos del viejo búnker franquista parecen conspirar para propiciar un golpe interno a fin de hacerse suyo el control del estado.
Si bien no es ningún secreto que el Partido Popular proviene directamente de las diversas familias franquistas, los sectores más duros tratan de aprovechar la debilidad de Rajoy para impulsar un relevo en la orientación política del estado. El caso Bárcenas, un secreto a voces derivado de las diversas tramas donde las familias del hueso madrileño viven en promiscuidad entre el poder económico, político, mediático e institucional, hace que personajes como Aznar, y muy especialmente Esperanza Aguirre, traten de aprovecharse de la situación.
No habría que menospreciar esta extraña conjunción astral. Estos sectores, muy activos desde un punto de vista ideológico, parecen conspirar para derribar el sistema y presentarse como salvadores providenciales. Su voluntad, exhibida diáfanamente en la extensa literatura política procesada mediante la FAES, expresa claras intenciones de llevar a cabo su estudiada revolución conservadora. Si tuviéramos que hacer una comparación que nos facilitara la comprensión de su proyecto político, podríamos denominarlo pinochetismo mesetario. Pinochetismo, porque querrían organizar políticamente España de acuerdo con una lógica profundamente autoritaria y caudillista organizada por el criminal chileno, de apariencia republicana y democrática y esencia neoliberal y autoritaria. Un sistema económico basado en un capitalismo despiadado, que pusiera fin implacablemente a cualquier indicio de derechos sociales, que administrara la disidencia como una cuestión de orden público, que restringiera al máximo libertades individuales y que hiciera negocio con las necesidades básicas de la ciudadanía, previa pauperización masiva de cuatro quintas partes de la gente, adobado con dosis del reaccionarismo religioso inspirado por los sectores más rancios de la Conferencia Episcopal. Un espíritu que, por otra parte, enlaza con la tradición autoritaria de matriz castellana, y que tiene un espíritu imperial intolerante con la plurinacionalidad del estado. No son elucubraciones, se trata, lisa y llanamente, de seguir la actuación de Aguirre y sus acólitos en la Comunidad de Madrid, con la corrupta privatización de los servicios públicos, sin otros límites que los que les impone la, hasta ahora, arquitectura constitucional, o el trato inhumano a manifestantes, inmigrantes o discrepantes.
Esperanza Aguirre, hábilmente retirada de la escena pública meses antes de que estallara el anunciado escándalo Bárcenas, constituye un serio peligro para una democracia española ya muy tocada. Aparte de su actuación, concurren elementos que conforman una personalidad preocupante. Como pasó con Franco y Hitler, sobrevivió a atentados políticos, lo que a menudo implica un sentimiento de providencialidad e invulnerabilidad, una baraka que ha llevado a muchos a un carácter visionario, terriblemente letal para una sociedad democrática. Y en este sentido, la lideresa no ha ocultado su aspiración a ejercer de Thatcher española. No debemos olvidar que la dama de hierro fracturó internamente la sociedad británica, y que su actitud iluminada comportó un rastro de sufrimiento y desolación.
Frente a estas perspectivas inquietantes, no existe oposición. El PSOE, corresponsable de las renuncias de la Transición, lastrado por un pasado decepcionante y un presente deprimente, no sale de este guión de autoritarismo y caudillismo expresado en la imposibilidad de aceptar la plurinacionalidad del estado o de presentar una alternativa socioeconómica creíble. La verdadera oposición sólo se percibe desde la periferia, pues los únicos con una cierta capacidad de hacer frente y alternativas a este autoritarismo mesetario provienen de Andalucía (el SAT), el activismo social (las PAH) y el soberanismo catalán. Y ni la suma de estas fuerzas, a menudo incompatibles entre sí, podría hacer frente a quien tiene las cosas tan claras y está tan decididamente falto de escrúpulos para imponer su agenda.
En estas circunstancias, la única estrategia viable para evitar la catástrofe es acelerar el proceso de la independencia. Antes de que el estado colapse y líderes providenciales traten de poner fin a los "ciclos de 36 años" que señala Enric Juliana, según los cuales reaparece el autoritarismo, una independencia exprés es el único que nos puede librar de una probable etapa negra y cíclica de dictadura disfrazada de república aznariana. En este sentido, desde el pasado 11 de septiembre, hemos estado diez meses perdiendo el tiempo. Romper con España es la fórmula más realista de desligarnos de este tipo de pinochetismo mesetario que hoy, desde la FAES, se está diseñando.
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