lunes, 30 de abril de 2012

CURIOSIDADES -26-



La reina Elizabeth I de Inglaterra e Irlanda (1533-1603) tenía un altísimo concepto de su papel de soberana y de lo que debía representar para sus súbditos y visitantes foráneos. Desde el primer día de su subida al trono, como sucesora de su medio-hermana María I (17 de noviembre de 1558), puso el listón muy alto en lo que a su corte se refiere.

En primer lugar, cabe reseñar cómo utilizó políticamente la moda para reforzar su imagen de monarca. La profusión de joyas y piedras preciosas cosidas en sus opulentos vestidos, junto con las telas más preciadas, caras y elaboradas (sedas, terciopelos) y las grandes gorgueras de encaje holandés almidonado, contribuían sobretodo a transmitir e incrementar la confianza nacional en su régimen, mediante la ostentación y la opulencia visual. Por tanto, hemos de tener por fidedignos los retratos de la reina en los que aparece con lujosos vestidos salpicados de perlas y pedrería que conformaban su nada despreciable colección personal de alhajas.
Su primer gesto al respecto fue, sin duda alguna, el día de su solemne coronación en la Abadía de Westminster (15 de enero de 1559), en la que el gran despliegue de ostentación y pomposidad formaban parte de su política de propaganda, pese a ser Inglaterra un reino más bien pobre y sin grandes recursos por entonces.

Naturalmente, a su juego propagandístico se incluía no solo su persona como reina y mujer, sino todo el conjunto de su corte que tenía que ser a imagen y semejanza de la soberana: belleza, elegancia, encanto, riqueza,... eran los requisitos imprescindibles.

Rehusó siempre admitir en su presencia o a su servicio cualquier persona que fuera físicamente desagradable: los feos y las feas le disgustaban enormemente. En cierta ocasión, rechazó dar empleo a un joven porque le faltaban los dientes de delante.

Tampoco toleraba que se le desobedeciera bajo ningún concepto. Sus damas de compañía y de honor debían ser todas solteras y adoptar un comportamiento acorde a su condición, observando la castidad. Si se enteraba que una de ellas se había casado en secreto sin haber solicitado previamente su permiso, entraba en una cólera difícil de calmar y las consecuencias podían ser terribles para los enamorados.
Nadie, de la clase social que fuere, incluyendo sus cortesanos más cercanos, podían dirigirse a ella sin hincar primero una rodilla en el suelo como muestra de respeto y sumisión. Obviamente, cuando Su Graciosa Majestad entraba en una estancia, todo el mundo debía levantarse y permanecer en pie hasta que ella decidiese lo contrario.

Durante las épocas estivales, Elizabeth I solía salir de su itinerario habitual (Londres, Richmond, Windsor, Hampton Court,...) para hacer una gira por las provincias acompañada por el grueso de la corte y del aparato de Estado, siendo lujosamente acogida y hospedada en numerosas mansiones campestres de la nobleza del lugar que visitaba; todo aquello ocasionaba no pocos quebraderos de cabeza a sus cicerones ocasionales que, en muchos casos, solían arruinarse en grandes fiestas, opíparos banquetes y fastuosas cacerías para agasajar a la soberana y a todo su séquito, y que ellos no se habrían permitido nunca en otras circunstancias.
Famosa fue la anécdota en la que, siendo huesped de su amigo y favorito Sir Robert Dudley, Conde de Leicester, se quejó de que, desde las ventanas de su habitación no podía ver el jardín. En una sola noche, y para solventar ese inconveniente, Robert Dudley mandó a todo un ejército de jardineros "crear" un delicioso jardín que, para mayor sorpresa de todos y de la interesada, apareció milagrosamente ante sus ojos a su despertar.

Ya desde su infancia, tuvo en horror el matrimonio; la suerte de su madre Anne Boleyn y de Catherine Howard (cuando tenía 8 años de edad), le marcaron psicológicamente; por ello y en parte, Elizabeth I siempre se negó a acceder a las múltiples propuestas matrimoniales que le hicieron a lo largo de su reinado. Aún princesa y en vida de su medio-hermano el rey Eduardo VI, declaró:

-"¡Jamás me casaré!".

Existieron dos motivos capitales para convencer a Elizabeth I de que el matrimonio no le convenía de ningún modo al país y a ella misma: uno de ellos fue la experiencia vivida por su antecesora en el trono, María I, que casó con Felipe II de España y cuya unión fue un fracaso en todos los sentidos, tanto políticos como personales. El segundo motivo era la tradicional sumisión de la mujer al hombre desde el momento en que ésta contraía matrimonio, lo que habría supuesto para Elizabeth I el tener que ceder parte de su poder a un consorte, y a vivir una situación conyugal tensa e insostenible a imagen y semejanza de su prima María I de Escocia; eso habría repercutido negativamente en los asuntos y la buena marcha del reino. En cualquier caso, Elizabeth I no estaba dispuesta a ceder ni un ápice de sus atribuciones a nadie, y mucho menos a un marido sobre el que no tenía autoridad por ser una hembra.
Siempre presionada por sus consejeros para que casara y diera descendencia con el fin de asegurar una mayor estabilidad a la Corona, jamás cedió. Fue ella quien, un día, dejó bien claro a su Consejo que no tendría más marido que su propio país:

-"Estoy preparada para tomar esposo, y ése es el Reino de Inglaterra."

domingo, 29 de abril de 2012

Anécdotas Históricas -140-



Cuando la princesa Maria-Luisa de Orléans se convirtió en la consorte del rey Carlos II de España, le adjudicaron como Camarera Mayor a la desagradable Duquesa de Terranova, una oronda cincuentona de carácter áspero y llena de soberbia que tuvo mucho que ver en el despido de cuantos franceses vinieron en el séquito de la soberana. Para colmo, se interponía sistemáticamente entre la Reina y los cortesanos que pretendían verla, filtrando las audiencias según su criterio y obligando a los solicitantes a cursar peticiones por escrito que ella misma contestaba también por escrito, dando su permiso o negándolo sin más apelación posible.
En estas circunstancias, el embajador francés quiso repetidas veces obtener audiencia con la Reina y chocó frontalmente con la negativa de la Duquesa de Terranova, a menos que ella misma estuviera presente en el encuentro. Molesta Maria-Luisa por la actitud de su Camarera Mayor, y haciéndolo sentir a la interesada, se vio contestar por ésta:

-"¡La Reina de España no debe recibir sola a ningún hombre, aunque éste sea el embajador de Francia!"

Un buen día, y gracias a la complicidad de la nodriza de la Reina, el diplomático galo consiguió eludir el control de la Duquesa de Terranova y colarse en los aposentos reales. Sin embargo, los criados de la soberana espiaban por cuenta de la inflexible Camarera Mayor y les faltó tiempo para prevenir a ésta de la intrusión; con gran diligencia, la duquesa acudió ante las puertas de la real cámara para encontrarlas cerradas, aporreándolas acto seguido sin mesura y repitiendo a gritos su famosa frase. Tal alboroto provocó que acudiera más gente ante las puertas de la Reina. Al final, se abrieron de par en par y apareció la Reina. La duquesa se dispuso entonces a repetir su cantinela, pero la soberana la interrumpió presentándole su mano a besar diciendo:

-"¡Ya sé, ya sé!"

Cortada en seco y con la ira contenida, la Duquesa de Terranova no pudo hacer otra cosa que inclinarse para besar la mano de Maria-Luisa. Y, en el momento en que iba a besarla, la Reina la levantó para propinarle tal bofetada que, del sonoro impacto, la tiró al suelo.

Anécdota de: Maria-Luisa de Orléans, Reina de España y de las Indias (1662-1689). 

Anécdotas Históricas -139-



Felipe IV de España, muy aficionado al sexo femenino, tuvo fama de putero y buena prueba de ello son sus 30 bastardos, de entre los cuales tan solo reconoció uno, el habido con la actriz María Calderón apodada "La Calderona". Ésta, de amante del rey pasó a ser abadesa, forma tradicional de los reyes de la Casa de Austria para deshacerse de sus queridas caídas en desgracia. Por ello, cuando Don Felipe IV intentó seducir a una dama cuyo nombre no nos ha llegado, se vio responder:

-"Señor, no tengo vocación de monja ni de puta de historia."

Anécdota de: Felipe IV de Austria, Rey de España y de las Indias (1605-1665).

Anécdotas Históricas -138-



Corría el año de 1585 y el rey Felipe II se trasladaba a Cataluña tras presidir las Cortes de Monzón. Aprovechando su viaje hasta Barcelona, quiso visitar el famoso Monasterio de Poblet. Por ello, mandó al abad del monasterio, Oliver, un correo señalándole su próxima llegada. El día indicado, un Emisario Real que precedía al monarca y a su nutrido séquito, se personó ante las puertas de Poblet encontrándolas cerradas a cal y canto. Llamando a la puerta, inusualmente cerrada, solo consiguió que se abriera la rejilla de aquella y le contestase el hermano portero a través de ella:

-"¿Quién llama?"
-"Abrid en seguida. Apresuraos, porque el Rey llega tras de mí."
-"¿Qué rey?". Preguntó el portero.
-"¡El de España!"
-"Aqui no conocemos a ese señor rey."
-"¿Estáis loco?" protestó airadamente el emisario, "¡Abrid a Su Majestad el Rey de España Don Felipe!"
-"Os digo y repito que aqui no conocemos al rey de España, y que no podemos en esta ocasión albergarle, por estar esperando a nuestro soberano." contestó el monje.

Ante la rotunda negativa del monje portero, el Emisario Real no tuvo más opción que volver sobre sus pasos y contar a Felipe II lo ocurrido. Dicen entonces que el soberano le soltó pausadamente:

-"Hubierais dicho que ibais en nombre del Conde de Barcelona y os hubiesen abierto."

Entonces el emisario volvió hasta el monasterio para pedir nuevamente que abriera sus puertas, diciendo, a voz en grito:

-"¡Abrid al Conde de Barcelona!"

Y las puertas se abrieron inmediatamente de par en par.

Anécdota de: Felipe II de Austria, Rey de España y de las Indias (1527-1598).

sábado, 28 de abril de 2012

Anécdotas Históricas -137-



En el año 1586, el rey Felipe II envió a Roma a Juan Fernández de Velasco y Tovar, Vº Duque de Frías y XIº Condestable de Castilla, para felicitar a Sixto V con motivo de su exaltación al pontificado.
El papa, descontento de que se hubiese elegido para esa misión a un embajador tan joven, dijo a éste:

-"¿Y qué? ¿Vuestro señor no tiene hombres de más edad para haberme enviado un embajador sin barba?"

Respetuosamente replicó el Condestable:

-"Si mi soberano hubiese pensado que el mérito consistía en la barba, os hubiera enviado un macho cabrío y no un gentilhombre."

Anécdota de: Juan Fernández de Velasco y Tovar, Vº Duque de Frías, VIIº Conde de Haro, IIIer Marqués de Berlanga y XIº Condestable de Castilla (c.1550-1613), diplomático. 

viernes, 27 de abril de 2012

Cita de la Semana



"Experiencia es el nombre que damos a los errores."

Frase de: Oscar Wilde, poeta y dramaturgo (1854-1900).

jueves, 26 de abril de 2012

Anécdotas Históricas -136-



El bizarro primogénito y presunto heredero del rey Felipe II, Don Carlos de Austria, Príncipe de Asturias, de carácter difícil e inestable, tenía arranques bastante singulares a la par que preocupantes. Un buen día en que un mercader indio le presentó una hermosa perla valorada en 3.000 escudos, Don Carlos la cogió y, con ayuda de los dientes, deshizo el engarce de oro que la sostenía. Acto seguido, para mayor espanto del mercader y de los allí presentes, se tragó la joya como si se tratase de una aceituna. Hubo de esperar un par de días para que la fabulosa perla fuera expulsada por el príncipe y, finalmente recuperada de entre las reales heces, devuelta al pobre mercader.

Anécdota de: Carlos de Austria, Príncipe de Asturias (1545-1568).

CURIOSIDADES -25-



Cuando el dictador y general Francisco Franco Bahamonde designó al hijo de los Condes de Barcelona como presunto sucesor suyo a título de rey, el joven Juan-Carlos de Borbón y Borbón recibió oficialmente el título y tratamiento de "S.A.R. el Príncipe de España", título que pareció entonces inventado por el general para evitar el tradicional acordado a los herederos de la Corona -Príncipe de Asturias-, lo que habría implicado reconocer al padre, Don Juan de Borbón y Battenberg, como Rey de España. En realidad, ese título que parecía sacado de una chistera no era un invento de Franco, sino que fue utilizado por vez primera en el siglo XVI.

Al poco de nacer el que fuera más tarde el rey Felipe II (Valladolid, 21 de mayo de 1527), y llevado ante la pila bautismal para recibir el nombre de su abuelo paterno, el Infante fue saludado y anunciado tres veces por un rey de armas del siguiente modo:

-"¡Don Felipe por la Gracia de Dios, Príncipe de España!"

Anécdotas Históricas -135-



Encontrábase el rey-emperador Carlos I-V visitando el sepulcro de Martin Luther (Martín Lutero), cuando el Duque de Alba y otros Grandes, que conformaban su séquito, le sugirieron que mandase desenterrar e incinerar el cadáver del padre de la Reforma, como castigo ejemplar. Y el César contestó:

-"Dejadle reposar. Ya ha encontrado su juez. Yo hago la guerra a los vivos, no a los muertos."

Anécdota de: Carlos I-V de Austria, Rey de España y Emperador del S.S.I.R.G. (1500-1558).

CURIOSIDADES -24-



Juana I "la Loca", Reina de Castilla y León entre 1504 y 1555, tuvo como todas sus hermanas (a excepción de una) una vida desgraciada. Nacida el 6 de noviembre de 1479, sucedió a su madre Isabel I el 26 de noviembre de 1504 en calidad de Reina de Castilla, de León, de Galicia, de Toledo, de Granada, de Murcia, etc. Casada desde 1496 con el Archiduque Felipe "el Hermoso" de Austria, gran heredero de la Duquesa María "la Rica" de Borgoña y del Emperador Maximiliano I de Austria, se quedó viuda en 1506 a sus 27 años y siendo madre de 6 retoños. Subyugada y eclipsada por su ambicioso marido, éste la apartó del poder alegando sus desarreglos mentales y se enfrentó a su suegro para hacerse con las riendas del gobierno; luego fue su propio padre, el rey Fernando II de Aragón, quien la declaró loca y asumió la regencia de sus Estados al tiempo que la mandaba encerrar en el castillo de Tordesillas en 1509, quitándole a sus hijos a excepción de la pequeña Infanta Catalina, que tan solo la abandonará para casarse en 1525 con el rey Juan III de Portugal.

El 25 de enero de 1516, al fallecer su progenitor, se convierte en Reina de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Navarra, de Sicilia y de Nápoles (etc.), pero el poder cae en manos de su primogénito Carlos I de Austria, quien la mantendrá encerrada en Tordesillas y se hará asociar al trono materno como co-rey de todos los reinos con la aprobación de las Cortes.

Juana I moriría finalmente a la avanzada edad de 75 años, la madrugada del 12 de abril de 1555, un Viernes Santo. La habían recluído a la fuerza a sus 29 años y permaneció 46 encerrada y maltratada. Su hijo tan solo la visitó en un par de ocasiones.



Seis meses después del deceso de la reina Juana I, Carlos I abdicó la corona en su hijo Felipe II el 16 de enero de 1556 para, acto seguido, arrepentirse de su decisión. Fueron los únicos seis meses legales durante los cuales Carlos I fue realmente el Rey de las Españas.  

miércoles, 25 de abril de 2012

Anécdotas Históricas -134-



Conocido es el exagerado prognatismo que aquejaba al rey-emperador Carlos I-V, y que le impedía cerrar la boca. En el curso de una visita por tierras aragonesas, y más concretamente en Calatayud, un notable del lugar no pudo evitar decirle:

-"Majestad, cerrad la boca que las moscas de este país son muy traviesas."

Anécdota de: Carlos I-V de Austria, Rey de España y Emperador Romano Germánico (1500-1558). 

Anécdotas Históricas -133-



Cuentan que un día llegó, con gran equipaje y nutrido séquito con lujosas libreas, el Duque de Nájera a la corte de los reyes-emperadores Carlos I-V e Isabel de Portugal. Al verle con tal despliegue de lujo, la reina-emperatriz observó:

-"Más viene el duque a que le veamos que a vernos."

Anécdota de: Isabel de Portugal, Reina de España y Emperatriz Romana Germánica (1503-1539).

JUAN-CARLOS I: en el punto de mira

¿PELIGRA LA CORONA ESPAÑOLA?


Creer que el escándalo que se ha montado entorno a la accidentada escapada del Rey de España a Bostwana, hace peligrar la Corona, es pecar de ingénuos. Harían falta un cúmulo de escándalos como éste para tumbar a un Jefe de Estado y, aún así, en España suele ir la cosa por derroteros muy distintos a los europeos, y me refiero al otro lado de los Pirineos.

DE CASTA LE VIENE AL GALGO


En la familia Borbón siempre se ha cazado; es un deporte tradicional que se ha cultivado desde siempre. Solo tenemos que echar un vistazo al álbum familiar de los Condes de Barcelona donde, tanto Don Juan como Doña Merecedes, aparecen blandiendo fusiles con trofeos de caza a sus pies. Juan-Carlos I no iba a ser menos...



Fue Carlos III quien se prescribió a si mismo el ejercicio diario de la caza, porque andaba convencido que la ociosidad y la falta de actividad física mermaban la salud mental. Tenía por ejemplos más ilustrativos a su padre Felipe V y a su medio-hermano y antecesor en el trono Fernando VI, y eso que Felipe V cazó lo suyo y su madre, Isabel Farnesio, pasaba por ser una consumada diana cazadora en sus tiempos mozos. Su bisabuelo paterno, el Gran Delfín Luis de Francia, no tuvo más ocupaciones que la de leer necrológicas y erradicar al lobo de la Isla-de-Francia hasta exterminarlo. Su tatarabuelo, Luis XIV, y demás ancestros, también fueron consumados nemrods... La tara mental venía del lado de los Wittelsbach, personajes bizarros, excéntricos siempre atormentados y apesadumbrados que transmitieron sus neuras a los biznietos del Rey-Sol, y que fueron agravados por la educación castradora del catolicismo más oscurantista impartida al entonces Duque de Anjou que, de francés pasó a español y aterrizó en una tierra cuna de la siniestra Inquisición y de la religión más exacerbada. Solo hay que enumerar a todas las vírgenes que se adoran en España para comprender hasta qué punto llega la irracionalidad de sus nativos. Pasaremos por alto a sus santos alegremente desmembrados y repartidos por toda la piel de toro. No nos ha de extrañar, por tanto, que los Borbones españolizados se sintieran a gusto en unos reinos (a excepción de uno) donde los veneraban como dioses y reían sus gracias, sus chascarrillos y sus salidas de tono tildándolos de "campechanos", e interpretando su centralismo totalitario como un sentimiento nacionalista aún a precio de pisotear fueros y leyes anteriores a la monarquía bicéfala de los Reyes Católicos. Si los Duques de Alba andaban a sus anchas por Andalucía como si fuera su finca particular y encima encuentran todavía a quien les jalea, los Reyes hacían lo propio por España y la trataban como lo que era: su gran finca, su coto de caza. En fin, si queréis encontrar un ejemplo ilustrativo de esa España, echad un vistazo a la película "Los Santos Inocentes" del lúcido director y guionista Mario Camus.

CRÍTICA A LA CORONA


Sin duda, es legítimo criticar la inoportuna estancia del monarca a un país africano para cazar elefantes en un momento tan tenso, socialmente hablando, y con un panorama económico deplorable agravado por los intolerables recortes de derechos y prestaciones sociales llevadas a cabo por el actual Gobierno.
En cualquier caso, de no haberse accidentado el soberano, hemos de tener por seguro que la noticia de su cacería en Bostwana no habría saltado jamás a la palestra, ni siquiera habría traslucido, a sabiendas de la ley del silencio que impera en España sobre las actuaciones privadas de Juan-Carlos I y protege al conjunto de la Familia Real, y que se ampara en un artículo de la Constitución que califica cualquier crítica o satirización pública de las actuaciones del Rey de "injurias" legalmente punibles. Tenemos el ejemplo, no tan lejano, de la famosa portada de El Jueves, cuando satirizaron y caricaturizaron a los Príncipes de Asturias. Para muestra, un botón. Cosa jamás vista en el resto de las democracias occidentales pero si comparable con las monarquías absolutistas musulmanas.



El hecho es que el Rey eligió un mal momento para irse de cacería. Su escapada se ha interpretado como un gesto de literal "recochineo", después de haber declarado públicamente que el paro juvenil (el más alto de toda Europa) le quitaba el sueño para, acto seguido, dormirse en pleno evento. Su gran discurso navideño, en el que remarcaba que la ley era igual para todos (¿aludiendo a su yerno?), también se ha vaciado de contenido al percatarse la gente de la calle que siempre habrá dos clases de justicia en este país y que tanto el Rey como la Familia Real están por encima del bien y del mal, por encima del común de los mortales y, justo después de ellos, los políticos y magnates de la banca sospechosos de enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, nepotismo, especulación y corrupción.
Para colmo, se supo que, no contento con perseguir elefantes indefensos, fusil en mano, por la bagatela de 30.000 €, Su Majestad andaba en compañía de una princesa alemana de ilustre abolengo, Corinne zu Sayn-Wittgenstein, mientras la regia consorte pasaba la Semana Santa en Grecia con su familia. A una supuesta historia de cuernos, se sumó el accidente del nieto, que no encontró nada mejor que entretenerse pegándose un tiro en el pie con una escopeta de balines, a una edad en la que es ilegal y denunciable el uso de tales armas. El excéntrico padre de la criatura, Jaime de Marichalar y Sáenz de Tejada, ex duque de Lugo, habría tenido problemas con la justicia de no ser el ex marido de la Infanta Elena. A otro se le habría caído el pelo y costado un riñón en multas.



De más lejos viene el turbio papel del otro yerno real, Iñaki Urdangarín, supuestamente mezclado en una trama de verdaderas estafas y cobros injustificables a instituciones públicas, parapetado tras una fundación que cumplía con cometidos que nada tenían que ver con sus estatutos fundacionales. La voracidad de Urdangarín saltó finalmente a la primera plana de los rotativos al tirarse del hilo del Caso Palma Arena, descubriéndose todo un entramado que alcanzaba de lleno al yerno, a su socio y a personalidades del Partido Popular de un lado y otro del Mediterráneo.
Que el Rey se desmarcara de los tejemanejes del marido de su segunda hija y lo convirtiera en una persona non grata en los actos públicos de la Familia Real, condenándole a un aparente ostracismo zarzueliano y dejando que la justicia le imputase, no ha servido para evitar que la gente se preguntara sobre el grado de complicidad de la Infanta Cristina y hasta qué punto estuvo al tanto de las desmedidas ambiciones económicas del cónyuge.



EL ERROR DE LA CASA REAL

Desde un principio, Juan-Carlos I quiso protegerse de cualquier crítica y responsabilidad a todos los niveles posibles, y lo consiguió gracias a la aprobación de la Constitución de 1978 que nos hicieron tragar con un "si o si" porque no había nada más. Era eso o nada. Después de 40 años de dictadura, durante los cuales la familia Franco trató a España como su propiedad, tocaba la monarquía constitucional y parlamentaria, pero a nadie le tentó proponer el retorno al régimen anterior a 1936 o convocar un referéndum, sencillamente porque los "Padres" de aquella transición política eran todos afines al desaparecido dictador o a la monarquía exiliada desde 1931, y notablemente anti-izquierdas.



Si en un principio fue una maniobra lógica del monarca en un delicado momento en que sucedía a un dictador ante el cual había jurado las leyes del Movimiento Nacional, y que se disponía a traicionar para cambiar el régimen y obtener una mayor aceptación ante el mundo occidental (requisito imprescindible para que el país saliera de su aislamiento y reintegrase su antiguo puesto en el mapa europeo), era obvio que Juan-Carlos I lo hacía temiendo la esperada vendetta de la vieja guardia franquista. Con el paso de los años y después de su triunfal actuación como garante de la joven democracia durante el grotesco episodio del 23-F, Juan-Carlos I supo dar un paso atrás para dar más protagonismo y poder de decisión al Parlamento y a los políticos, siempre y cuando no pusieran en entredicho sus privilegios de Jefe de Estado. Persistió en su papel de persona sacro santa e intocable y, sobreprotegido por el PSOE, el Gobierno tapó cualquier desliz real y acalló cualquier escándalo para evitar dañar la imagen pública de la Corona cuando, en otras democracias con monarquía parlamentaria o régimen presidencialista, la prensa y los medios occidentales tenían la libertad de criticar, satirizar, parodiar o denunciar a los Jefes de Estado, fuesen reyes o presidentes. El Rey de España se convirtió, sin duda alguna, en la envidia del Gotha Europeo y, aprovechando aquella baza, Juan-Carlos I iba y venía cuando le venía en gana, haciendo y deshaciendo sin restricciones ni control, asociándose a personajes que no se habrían admitido en Buckingham Palace ni por asomo.
El único choque del Rey fue con el PP de Aznar, que le ninguneó y le amargó la fiesta a lo largo de ocho años de mandato, por lo que no nos ha de extrañar que echase de menos al PSOE y se alegrase cuando volvió al poder después del fatídico 11-M.
En cualquier caso, el Rey seguía estando en una nube, cálidamente arropado por la clase política convertida en una casta de privilegiados atiborrados de sobresueldos y comisiones, defendido por los medios de comunicación de más que dudable parcialidad, que arremetían con documentales sobre el papel clave del monarca durante un 23-F cuyas verdades aún no han sido desclasificadas. Todo eso contribuyó a que se confiara demasiado y se durmiera en los laureles que descolgó en 1981. Hasta ahora.


Su patinazo en Bostwana, que no ha podido ser tapado ni acallado por el aparato de La Zarzuela y La Moncloa dada la gravedad de su accidente, parece haber sido un punto de inflexión, de reflexión también para él. El Rey es demasiado viejo para corretear en safaris y tras las faldas como en sus tiempos mozos. La disculpa y el acto de contricción pública eran obligatorios pero, ¿es bastante?

La crisis, que dura ya demasiado y no tiene visos de solucionarse satisfactoriamente, sumada a los escándalos de corrupción política, a la actitud servil de los principales partidos ante los intereses de la banca y del mercado, a la politización de la justicia, al paro y al despido masivo, al retroceso del poder adquisitivo, a los recortes de los derechos sociales y laborales, a las desmedidas actuaciones policiales, están removiendo las entrañas de la gente de la calle. El sentimiento de injusticia y el descontento se multiplican, y se agravan cada día más al constatar que, tanto la clase política como la Familia Real, salen indemnes de una crisis que solo se ceba con el mediano y pequeño contribuyente, y que ni siquiera tienen la decencia de apretarse el cinturón y renunciar a sus astronómicos sueldos y privilegios; privilegios y múltiples sueldos pagados, claro está, por la gente de a pie, por el verdadero contribuyente y el único que tira del carro y que, encima, se ve sometido a todo tipo de restricciones.

Más le valdría al Rey y a sus asesores poner los pies en el suelo y pensar en esta frase:
Con los años y el trabajo que cuesta hacerse una reputación y lo fácil que resulta arruinarla en un solo día

lunes, 23 de abril de 2012

CURIOSIDADES -23-

LOS EXCUSADOS DEL PALACIO DE VERSAILLES



La creencia popular de un Versailles pestilencial, con sus pasillos y galerías perfumadas con el irrespirable hedor de orines y defecaciones accidentales, pertenecen a la imagen decimonónica que construyeron los historiadores mal informados sobre un palacio que, ante todo, era un lugar público muy frecuentado. Hasta hace poco, se seguía afirmando que la residencia solar de Luis XIV carecía de comodidades básicas como son los aseos y cuartos de baño; pero los recientes estudios llevados a cabo sobre los planos originales (y sus evoluciones a lo largo de más de un siglo), revelan curiosidades capitales sobre el corazón de la monarquía y de Francia.

Ya en tiempos del rey Luis XIII, cuando Versailles no era más que un castillo utilizado como lugar de descanso entre cacería y cacería, los arquitectos habían previsto unas letrinas públicas para que todo el séquito real encontrase un lugar donde aliviarse.

Caja de "silla-orinal" con lacas de Japón, de inicios del siglo XVIII (Antigua Colección Real Francesa).


Aunque con Luis XIV y las ampliaciones del edificio regio se desechó el uso del agua corriente por temor a las heladas invernales (muy frecuentes por entonces), se sabe y consta que el monarca dispuso en 1700's de un cuarto de aseo con cisterna de agua, con cadena y canalización adecuada para evacuar las heces, justo a continuación de su gabinete de pelucas, hoy Salón del Consejo desde el reinado de Luis XV. Que, aparte de las tradicionales sillas-orinales portátiles, al cargo de las cuales estaba un caballero -llamado porte-chaise d'affaires- especialmente remunerado para hacer desaparecer discretamente los reales desechos (un cargo por el cual había previamente desembolsado la suma de 20.000 libras, con una anualidad de 600 libras y sin manutención incluída), se instalaron diversos excusados en todo el palacio disimulados en pequeños cuartos contiguos, además de contar con un servicio de 274 sillas-orinales para tales menesteres, únicamente reservadas a los miembros de la familia real y parientes. Y que, además, se instalaron letrinas públicas como en tiempos de Luis XIII, para evitar que los visitantes dejasen su "regalito" en cualquier parte.

Si es cierto que Luis XIV seguía sentándose cada mañana sobre su "silla de asuntos" al levantarse, lo hacía más por una cuestión ceremonial que por ganas antes de ponerse en manos de su barbero y de su peluquero. La etiqueta de Versailles exigía ese ritual impúdico a la par que público. Además, la silla-orinal del rey era un objeto de lujo por la calidad de las maderas e incrustaciones de cobre dorado y nácar propios del estilo Boulle.

Cuarto de aseo del rey Luis XV (Versailles, 1751), en el que aparece la silla de comodidad y el bidet.


Con Luis XV, las necesidades pasan a ser un asunto privado. El biznieto del Rey-Sol, aunque respetuoso con el programa protocolario heredado, elimina ese acto público que, a su juicio, tiene que pertenecer a la intimidad. Se instalan para él varios aseos adecuados y al gusto del día en sus pequeños apartamentos privados para que no tenga que correr de un lado a otro, estratégicamente situados y muy elegantes. Incluso se introduce el famoso bidet para limpiarse los bajos.

Era principalmente en el Guarda-Ropa (no confundir con el de los armarios de ropa) donde se encontraba la llamada "silla de comodidad", un asiento agujereado, cómodamente tapizado y con una palangana extraíble. Se contabilizaron más de 200 en palacio durante el Antiguo Régimen. Muchas de esas sillas de comodidad se instalaban cerca de las alcobas de los aposentos de los cortesanos, disimuladas en "armarios" en los que cabía una persona, y donde se encontraba algodón higiénico o servilletas de tela para limpiarse, pebeteros, botellitas de perfume.... Los monarcas, obviamente, disponían de cuartos de aseo más amplios, mejor decorados y bien equipados.

Cuarto de retrete de la reina Maria-Antonieta en Versailles, con su Silla a la Inglesa.


No fue hasta el reinado de Luis XVI cuando se adoptaron las llamadas "sillas inglesas", encastradas y revestidas de maderas nobles, que recuerdan los típicos bancos con tapa y adosados a la pared. En las memorias del Vizconde de Hezecques, que fue paje en la corte de Versailles, éste habla de la silla a la inglesa del rey, aludiendo al nuevo cuarto de retrete instalado en los apartamentos del soberano, y que tuvo su réplica en los apartamentos de la reina Maria-Antonieta. Ambos acaban de ser recuperados y restaurados. 

domingo, 22 de abril de 2012

CRISTINA I DE SUECIA


CRISTINA I
REINA DE SUECIA
1626 - 1689



Cristina I Gustavdotter Vasa (Kristina I), reina de Suecia de 1632 a 1654, nació en Estocolmo el 18 de diciembre de 1626 y murió en Roma el 19 de abril de 1689.

Única hija sobreviviente del rey Gustavo II Adolfo de Suecia y de la margravina María Eleonora de Brandenburgo, fue educada como un chico bajo la severa batuta del Gran Maestre de la Casa Real Axel Banér y del preceptor Johannes Matthiae. Dado que Gustavo II Adolfo no tenía herederos varones, éste se afanó en obtener del Riksdag la abolición de la ley Sálica que reservaba únicamente a los varones el derecho a heredar el trono de Suecia. El problema sucesorio sería finalmente arreglado en 1627, permitiendo a la entonces princesa Cristina suceder a su progenitor.

Retrato de Gustavo II Adolfo Vasa (1594-1632), Rey de Suecia entre 1611 y 1632.


Su padre moriría en combate en 1632, en el curso de la batalla de Lützen, haciendo que Cristina ascendiera al trono sueco con apenas 6 años de edad. La regencia sería entonces asumida por el canciller Axel Oxenstierna, el más brillante estadista sueco.

Retrato de Axel Oxenstierna (1583-1654), Canciller de Suecia entre 1612 y 1654.




De físico ingrato y rasgos irregulares, tenía sin embargo una mirada azul metálico que ejercía cierto atractivo sobre sus interlocutores. Con maneras masculinas y despreocupadas, orgullosa, atrevida y excéntrica, Cristina aparecía ante sus contemporáneos como una especie de marimacho desaliñada, que se sentía más a gusto en calzones y con botas altas que con un vestido y escarpines. Inteligente, culta y políglota, excelente amazona, era también diestra en el manejo del florete o del pincel.

Declarada mayor de edad en 1644, la reina Cristina se opone rápidamente al competente "Richelieu sueco", Oxenstierna, al que contraria en todas las decisiones políticas pero cuyo cargo respetará hasta el final. Pacifista, se opondría también al intervencionismo bélico y pondría fin a algunos conflictos armados heredados de su padre con la Paz de Brömsebro (1645) y la Paz de Westfalia (1648), que convirtieron a Suecia en la primera potencia nórdica.




Coronada con gran solemnidad y boato en 1650, renunciaría por voluntad propia al trono cuatro años más tarde (1654) por dos motivos: su negativa a contraer matrimonio para asegurar la continuidad de su dinastía, y su deseo de abrazar la fe católica. Un tercer motivo fue, sin duda, su creciente impopularidad entre sus súbditos por malmeter las finanzas del reino con sus exagerados gastos y por atraer a su corte a todo un tropel de extranjeros ilustres.

Quien se opuso enérgicamente a su abdicación fue, sobretodo, el canciller Oxenstierna, quien no se fiaba del espíritu aventurero del sucesor de Cristina, creyendo que éste provocaría la ruina de todo lo conseguido hasta ahora por Suecia. Pero sus reticencias terminaron desde el momento en que el kronprins Carlos Gustavo le aseguró su amistad y respeto, sellando así una reconciliación entre ambos.

Retrato ecuestre de la reina Cristina I de Suecia, según Sébastien Bourdon.


Antes de abdicar formalmente la corona, consagra ella misma a su primo-hermano el conde palatino Carlos Gustavo de Baviera-Zweibrücken-Kleeburg, entonces presunto heredero del trono, el cual se convierte en el rey Carlos X Gustavo. A cambio de una renta anual de 200.000 coronas, abandona Suecia e inicia su particular gira europea, coleccionando aventuras y amantes femeninas, y abjurando de su fe luterana para convertirse al catolicismo en Innsbrück. En primera instancia es bien acogida en Roma, donde se instala temporalmente en el Palazzo Farnese. Viajera incansable, residiría un tiempo en Francia, dónde Luis XIV le cede el Real Sitio de Fontainebleau a partir de septiembre de 1656. Se pone entonces a intrigar con el Cardenal Mazarino para hacerse con el trono napolitano. Pero en 1657, tras ordenar el asesinato del marqués de Monaldeschi, su caballerizo mayor acusado de "soplar" sus tratos secretos con el Cardenal Mazarino a Madrid, la Corte Francesa le invita a abandonar el país sine die.

El 3 de febrero de 1660, fecha en la que fallece repentinamente su primo Carlos X Gustavo, dejando la corona sueca en manos de un hijo de cinco años, Cristina decide volver a Estocolmo para pedir el restablecimiento de sus derechos hereditarios si se diera el caso de que el joven rey muriera. Sus pretensiones chocarán con la firme oposición de la nobleza y del clero luterano a cualquier intento de volver a ceñir la corona, obligándole a retomar el camino a Roma en 1662.

Haría una segunda tentativa en 1666, pero el Consejo de Regencia obstaculizaría su entrada en el país al negarle el permiso de venir acompañada por su limosnero católico.

En 1668, cuando abdica su primo el rey Juan II Casimiro de Polonia, Cristina proyecta presentar su candidatura al trono esgrimiendo su condición de última descendiente de los Vasa directos. Pero los polacos la apartaron eligiendo a uno de los suyos para ceñir la corona electiva: Miguel Koribut Wisniowiecki.



De vuelta a Roma desde 1668, se instala definitivamente en el actual Palazzo Corsini que, con sus colecciones de arte, su gabinete numismático y su biblioteca de cinco mil volúmenes, convierte en un museo. En 1674 fundaría en la misma Roma L'Accademia Reale, equivalente a la Academia Francesa fundada por el Cardenal de Richelieu.

De espíritu y mentalidad abierta, feminista antes de hora, es una mujer muy cultivada y deportista para su época. Escribe libros y discute con numerosos sabios, entre los cuales se cuentan a Blaise Pascal y René Descartes. Políglota, habla sobretodo la lengua de la élite europea de entonces: el francés.

Atormentada por la religión e influída por sus conversaciones con el difunto René Descartes (fallecido en 1650), acabaría convirtiéndose en una mujer devota y asceta a imagen y semejanza de Pascal, pero con una gran dosis de tolerancia y respeto hacia las demás religiones.

A su muerte, en 1689, su cadáver recibiría sepultura en la basílica de San Pedro del Vaticano, un privilegio raramente concedido.

CURIOSIDADES -22-

LAS 4 FUGACES ÓRDENES DE CABALLERÍA SUECA

Collar de la Orden de Jehová, del rey Carlos IX de Suecia, creada en 1606.


Durante más de un siglo, más concretamente desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la segunda del siglo XVII, cuatro monarcas suecos crearon sucesivamente distintas órdenes de caballería que, en su esencia, no merecen en realidad este calificativo. Cada uno de ellos, empezando por el rey Erik XIV hasta llegar al rey Carlos XI, crearon lo que se tiene por una orden de caballería para poner de relieve su confianza en Dios (o en Jehová, para los protestantes) y acuñar en ésta su lema personal. En consecuencia, los sucesivos orfebres de la corte tuvieron que diseñar y crear para ellos varios collares cuyas piezas en oro, en su mayoría esmaltadas y engastadas con piedras preciosas, representaran ese espíritu caballeresco tan en boga por aquella época y que pretendían rivalizar con las más prestigiosas de Europa, como la orden inglesa de La Jarretera, la orden francesa de San-Miguel y la orden burgunda del Toisón de Oro. Sin embargo, cada una de ellas no sobrevivieron a sus creadores al no establecerse estatutos concretos a la hora de fundarlas y al ser de uso restringido: en exclusiva para el monarca y los miembros de la familia real del momento. Al no concederse dicha distinción a ningún noble soldado que pusieran su espada al servicio de la Corona ni establecer estatutos fundacionales que abrieran la orden a otros caballeros, dichas condecoraciones se quedaron en eso: en una simple baratija lucida en las grandes ocasiones.



-Erik XIV creó la Orden del Salvador en 1560, con el lema "Deus dat cui vult".



-Juan III creó la Orden del Agnus Dei en 1568, con el lema "Deus protector noster".



-Carlos IX creó la Orden de Jehová en 1606, con el lema "Jehova solatium meum".



-Carlos XI creó la Orden de Jesús en 1660, con el lema "In Jehova sors mea, ipse faciet".

Retrato de la reina Cristina I de Suecia (1626-1689), que reinó entre 1632 y 1654; fundadora de la Orden del Amaranto, única "cofradía" mixta de solteros dedicada a la amistad sin recurrir al patronato de Jehová.


Ninguna de estas órdenes sobreviviría a sus creadores pero, entre ellas, la fugaz Orden del Amaranto, fundada por la reina Cristina en 1653 y reservada a un restringido grupo de caballeros y damiselas solteras (única exigencia para ser aceptado y condecorado) que conformaban el círculo de amistades de la soberana, y cuya creación se debió a una fiesta de disfraces en la que las mujeres iban disfrazadas de pastoras con ropas de color amaranto, fue objeto de una "resurrección" casi cien años después (1760) de la mano del rey Gustavo III. Fue él quien estipuló entonces que dicha orden fuera exclusivamente reservada a las damas de la corte.

La Orden del Amaranto, fundada en 1653 por la reina Cristina I y resucitada por Gustavo III en 1760 para condecorar a las damas de su corte.

Retrato de Federico I de Hessen-Cassel (1676-1751), Rey de Suecia entre 1720 y 1751, fundador de las tres órdenes de caballería hoy existentes y que siguen vigentes desde 1748.


Hubo que esperar hasta el reinado del germano Federico I, para que Suecia tuviera por fin unas órdenes de caballería debidamente fundadas y dotadas de estatutos para que sobrevivieran y se convirtieran en el objeto de deseo de los servidores de la Corona. De este modo, y en un solo año (1748), Federico I fundó tres órdenes: la de los Serafines -la más importante-, de la Estrella Polar y de la Espada. Treinta años después, Gustavo III instituía la Orden de Vasa (1778) con la famosa gavilla, símbolo heráldico de la vieja dinastía sueca.    

sábado, 21 de abril de 2012

CARLOS X GUSTAVO DE SUECIA

CARLOS X GUSTAVO
REY DE SUECIA
1620 - 1660



Carlos X Gustavo (Karl X Gustaf), rey de Suecia de 1654 a 1660, nació el 8 de noviembre de 1622 en el castillo de Nyköping, y falleció el 13 de febrero de 1660 en el castillo de Göteborg. Sucedió en el trono de Suecia a su prima-hermana la reina Cristina I, que abdicó la corona en su favor.

Tras la solemne abdicación de la reina Cristina I el 6 de junio de 1654, Carlos X Gustavo contrajo matrimonio con la duquesa Hedvig Eleonora de Holstein-Gottorp el 24 de octubre siguiente. De anteriores relaciones con dos damiselas de la corte sueca (Ludmilla Jankowska von Lazan, Märta Allertz), había tenido tres hijos ilegítimos. En los años posteriores a su matrimonio, Carlos X Gustavo siguió manteniendo relaciones adúlteras que produjeron dos bastardos más.

Deseoso de unificar su país, desencadenaría la Primera Guerra del Norte.

Su padre era el conde palatino de Zweibrücken, Juan-Casimiro de Baviera, y su madre la princesa Catalina de Suecia, hija primogénita del rey Carlos IX de Suecia.

Su primer objetivo al frente de Suecia fue restaurar y sanear las finanzas del reino, imponiendo entonces la "Reducción", un decreto ley que obligaba a los nobles suecos a devolver ciertas tierras a la Corona y el pago anual de un impuesto.

Su primera acción bélica sería contra Polonia, cuyo soberano, Juan II Casimiro Vasa, protestó con vehemencia contra su elección como sucesor de Cristina I. Declarada la guerra en 1655, Carlos X Gustavo triunfa al hacerse en tan solo 3 días con la capital polaca (1656) y con todo el reino en el corto espacio de 3 meses.

El 11 de febrero de 1658, con un ejército de 9.000 jinetes y 3.000 soldados de infantería, atraviesa a pie el Gran Belt, excepcionalmente helado dada las bajísimas temperaturas del invierno. Atacado el año anterior por el rey de Dinamarca cuando se encontraba guerreando en Polonia, consigue llegar hasta la Jutlandia danesa y el 30 de enero de 1658, atravesar a pie el pequeño Belt, saqueando la provincia de Fiona.

Dado que el rey sueco amenaza directamente Copenhague, sorprendida por el ataque, el rey Federico III de Dinamarca y de Noruega se ve obligado a firmar el Tratado de Roskild, a través del cual Suecia adquiere numerosos territorios en la península escandinava, entre ellos Escania.
Un segundo ataque sueco contra Dinamarca sería llevado a cabo con el pretexto del incuplimiento del tratado por parte de los daneses. Sin embargo, su segundo asalto a Copenhague se tradujo en fracaso y el asedio a la capital danesa se convirtió en un bloqueo que terminó con la derrota naval sueca en Öresund. La muerte sorprendería a Carlos X Gustavo en Göteborg, mientras preparaba una nueva acción militar contra Dinamarca, el 13 de febrero de 1660.

Su reinado, aunque breve (5 años y 8 meses), fue de gran importancia para Suecia por sus acciones militares, sus conquistas territoriales y su expansión en el Mar Báltico aunque, lógicamente, empujaron a sus vecinos a aliarse contra ella en un momento delicado en el que el trono era ocupado por un niño menor de edad: Carlos XI. 

jueves, 19 de abril de 2012

CARLOS XI DE SUECIA



CARLOS XI
REY DE SUECIA
1655 - 1697


Carlos XI (Karl XI), rey de Suecia de 1660 a 1697, nació en el Palacio de Tre Kronor de Estocolmo el 24 de noviembre de 1655, y murió el 5 de abril de 1697. Único hijo varón del rey Carlos X Gustavo y de la duquesa Hedvig Eleonora de Holstein-Gottorp, ascendió al trono con apenas 5 años de edad.

Retrato de Hedvig Eleonora de Holstein-Gottorp (1636-1715), Reina Viuda y Regente de Suecia; obra de David Klöcker Ehrenstrahl.

Retrato de Magnus Gabriel de La Gardie, Conde de Läckö (1622-1686).

Cuando su alcoholizado padre, Carlos X Gustavo, fallece prematuramente, aún es menor de edad. Los años que precedieron su mayoría fueron marcados, como en tiempos de la minoría de Cristina I, por una intromisión de la aristocracia en los asuntos del reino. Su madre, la reina viuda Hedvig Eleonora, asumía la regencia en su nombre pero era esencialmente asesorada por cinco altos dignatarios de la corte que, entre otras cosas, descuidaron la labor encomendada de otorgar al joven monarca una educación esmerada. En consecuencia, el joven Carlos XI se convirtió en un príncipe sin modales, caprichoso, autoritario y con una paupérrima formación académica. En aquellos años de la regencia, el Conde de Läckö, Magnus Gabriel de La Gardie, ex-favorito de la reina Cristina I, cuñado del finado rey Carlos X Gustavo y tío político de Carlos XI, se convirtió en el auténtico gobernante de Suecia que hacía y deshacía a su antojo, llevando a cabo una política belicista principalmente financiada por Francia, entreteniendo una aplastante maquinaria burocrática y dilapidando el tesoro en guerras y mantenimiento de unas tropas mercenarias al servicio del aliado francés. Su gobierno fue el responsable de la grave crisis económica de aquellos años, de la ruina del erario público y del consiguiente empobrecimiento del país.

Retrato infantil del rey Carlos XI de Suecia (1655-1697), en 1662; obra de D. Klöcker Ehrenstrahl / Abajo, retrato ecuestre del rey Carlos XI en su mayoría de edad según el mismo artista.




Como aliada de Francia, Suecia tuvo que tomar parte en la guerra franco-holandesa, dirigiendo sus tropas contra el Brandenburgo (1674), que se soldaría con una humillante derrota de los suecos en Ferhbellin (1675). Dinamarca aprovechó la ocasión para invadir Escania, iniciándose la guerra del mismo nombre. Se tuvo que esperar a que el rey fuera declarado mayor de edad en 1672, para empezar a expulsar a los daneses del territorio sueco. Carlos XI tuvo que ponerse al frente de sus ejércitos y librar tres victoriosas batallas (Halmstadt, Lund y Landskrona) para echar al enemigo de sus posesiones. En 1679, una paz favorable para Suecia fue firmada con Dinamarca en Lund con la mediación diplomática del rey Luis XIV de Francia.

Retrato de Carlos XI (1655-1697), Rey de Suecia de 1660 a 1697.


El reinado personal de Carlos XI, iniciado en 1672 al proclamarse mayor de edad, se caracterizó por una marcada indolencia y una ociosidad que dejaron a La Gardie las manos libres para seguir manejando el timón del gobierno. Lejos de interesarse por la gravedad de la situación de su país, Carlos XI pasó sus primeros años de reinado huyendo de sus responsabilidades en medio de fiestas y escapadas lejos de la capital, hasta que la acuciante falta de dinero, la pérdida de prestigio en el exterior, la amenaza de otros Estados que ambicionaban con hacerse con las posesiones suecas y el descontento del pueblo sueco le obligaron a reaccionar y tomar las riendas para evitar el desastre.



Carlos XI sacaría provecho de la grave crisis financiera y del gran descontento popular hacia la nobleza, para dotarse en octubre de 1680 de un poder casi ilimitado, tras reunir en el Riksdag a los tres estamentos representativos del reino. Con sus medidas de "reducción", consiguió arremeter contra la élite aristocrática del país exigiendo la devolución de gran parte de las tierras y títulos nobiliarios concedidos anteriormente por la Corona a ésta. Magnus Gabriel de La Gardie cayó en desgracia y fue condenado a devolver gran parte de sus posesiones a la Corona, además de pagar una multa de 352.159 riksdals, lo que supuso el hundimiento de su fabulosa fortuna. Aunque tenido por máximo responsable del déficit estatal, La Gardie pudo retirarse tranquilamente del escenario público sin ser molestado.
Por otro lado, Carlos XI suprimió las atribuciones del Consejo del Reino asumiendo sus prerrogativas legislativas y reduciéndolo a la mínima expresión, reformó la administración, combatió la corrupción, cortó en seco con el despilfarro de los recursos públicos y reorganizó en profundidad el ejército y la armada suecas, además de fundar los astilleros de Karlskrona.

Retrato en grupo de la Familia de Carlos XI de Suecia, reunida bajo un retrato del rey Carlos X Gustavo.


El mismo año de 1680, para sellar la paz de Lund firmada con Dinamarca, pidió la mano de la princesa Ulrika Eleonora, hija del rey Federico III. El matrimonio produjo siete vástagos; los suficientes para asegurar la continuidad de la dinastía bávara de la que era el segundo representante en el trono sueco.

Durante el resto de su reinado, marcado por una política pacifista, se consagró a las reformas financieras y administrativas, en crear un sistema de educación básica y superior, en fomentar la instrucción del campesinado, en establecer una nueva relación Iglesia-Estado, fijándose sobretodo el objetivo de crear una sólida base económica para el mantenimiento de sus ejércitos y del imperio.