jueves, 27 de diciembre de 2012

PARÍS 1790: Un duelo que degenera en saqueo

"UN DUELO DEMASIADO CARO"
 
 

Armand Charles Augustin de La Croix, 1er Duque de Castries (1756-1842), pertenece a una vieja familia de la nobleza del Languedoc. Su padre, Charles Eugène Gabriel de La Croix, 4º Marqués de Castries (1727-1801), es Mariscal de Francia y ex ministro de la Marina Real; su madre, Gabrielle Isabeau Thérèse de Rosset de Rocozel de Fleury, es la sobrina del Cardenal de Fleury, que en su día fue primer ministro de Luis XV, y hermana del 1er Duque de Fleury.

Al principio, el Duque de Castries es un defensor de las ideas revolucionarias que ha sido elegido diputado por la nobleza de París en los Estados Generales de 1789, y uno de los que sostienen con entusiasmo la abolición de los privilegios. Pero, en el fondo, conserva un alma monárquica ya que teme que la nobleza no consiga sobrevivir sin la monarquía. Su postura como ardiente defensor del rey y de sus prerrogativas le llevará a ser el mayor adversario del Marqués de La Fayette.

 
Retrato de Charles Malo François de Lameth (1757-1832).


Un día, durante una de las sesiones de la Asamblea y desde la tribuna, el diputado por Artois, Charles Malo de Lameth le insulta abiertamente. Lejos de querer eludir el código del honor, Castries le reta a batirse con él en un duelo a espada. El 12 de noviembre de 1790, el Duque de Castries y Charles Malo de Lameth cruzan sus aceros; el primero toma su revancha atravesando el brazo del segundo, pero la aparatosa herida no reviste gravedad. Castries se da por satisfecho y Lameth por disculpado. Asunto concluído.

 
13 de Noviembre de 1790: un grupo de amotinados asalta y saquea el Hôtel de Castries para vengar al duelista vencido Charles Malo de Lameth.


Sin embargo, y el mismo día, la prensa jacobina utiliza interesadamente el duelo para acusar al duque de "asesino" y consigue soliviantar a un grupo de alborotadores descontrolados que, guiados por su odio hacia los partidarios del rey, toman por asalto el 13 de noviembre la residencia del vencedor y la saquean literalmente sin que la policía intervenga para frenar semejante vandalismo.

Tomándolo como una advertencia popular y temiendo por su persona y su familia, al Duque de Castries no le queda más remedio que abandonar inmediatamente París y encontrar refugio en casa del amigo de su padre, el banquero Jacques Necker, en Coppet (Suiza), donde se reencuentra con su esposa e hijos.

Para colmo, su huída fuera del país provoca que le incluyan, a él y a su familia, en la lista negra de los emigrados. En consecuencia, todos su bienes son embargados, nacionalizados y vendidos en subasta pública.

El duque no volvería a pisar Francia hasta pasados 24 años de exilio, en 1814, y nunca conseguiría recuperar la totalidad de las propiedades que le fueron confiscadas en 1790.



 

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