lunes, 23 de abril de 2012

CURIOSIDADES -23-

LOS EXCUSADOS DEL PALACIO DE VERSAILLES



La creencia popular de un Versailles pestilencial, con sus pasillos y galerías perfumadas con el irrespirable hedor de orines y defecaciones accidentales, pertenecen a la imagen decimonónica que construyeron los historiadores mal informados sobre un palacio que, ante todo, era un lugar público muy frecuentado. Hasta hace poco, se seguía afirmando que la residencia solar de Luis XIV carecía de comodidades básicas como son los aseos y cuartos de baño; pero los recientes estudios llevados a cabo sobre los planos originales (y sus evoluciones a lo largo de más de un siglo), revelan curiosidades capitales sobre el corazón de la monarquía y de Francia.

Ya en tiempos del rey Luis XIII, cuando Versailles no era más que un castillo utilizado como lugar de descanso entre cacería y cacería, los arquitectos habían previsto unas letrinas públicas para que todo el séquito real encontrase un lugar donde aliviarse.

Caja de "silla-orinal" con lacas de Japón, de inicios del siglo XVIII (Antigua Colección Real Francesa).


Aunque con Luis XIV y las ampliaciones del edificio regio se desechó el uso del agua corriente por temor a las heladas invernales (muy frecuentes por entonces), se sabe y consta que el monarca dispuso en 1700's de un cuarto de aseo con cisterna de agua, con cadena y canalización adecuada para evacuar las heces, justo a continuación de su gabinete de pelucas, hoy Salón del Consejo desde el reinado de Luis XV. Que, aparte de las tradicionales sillas-orinales portátiles, al cargo de las cuales estaba un caballero -llamado porte-chaise d'affaires- especialmente remunerado para hacer desaparecer discretamente los reales desechos (un cargo por el cual había previamente desembolsado la suma de 20.000 libras, con una anualidad de 600 libras y sin manutención incluída), se instalaron diversos excusados en todo el palacio disimulados en pequeños cuartos contiguos, además de contar con un servicio de 274 sillas-orinales para tales menesteres, únicamente reservadas a los miembros de la familia real y parientes. Y que, además, se instalaron letrinas públicas como en tiempos de Luis XIII, para evitar que los visitantes dejasen su "regalito" en cualquier parte.

Si es cierto que Luis XIV seguía sentándose cada mañana sobre su "silla de asuntos" al levantarse, lo hacía más por una cuestión ceremonial que por ganas antes de ponerse en manos de su barbero y de su peluquero. La etiqueta de Versailles exigía ese ritual impúdico a la par que público. Además, la silla-orinal del rey era un objeto de lujo por la calidad de las maderas e incrustaciones de cobre dorado y nácar propios del estilo Boulle.

Cuarto de aseo del rey Luis XV (Versailles, 1751), en el que aparece la silla de comodidad y el bidet.


Con Luis XV, las necesidades pasan a ser un asunto privado. El biznieto del Rey-Sol, aunque respetuoso con el programa protocolario heredado, elimina ese acto público que, a su juicio, tiene que pertenecer a la intimidad. Se instalan para él varios aseos adecuados y al gusto del día en sus pequeños apartamentos privados para que no tenga que correr de un lado a otro, estratégicamente situados y muy elegantes. Incluso se introduce el famoso bidet para limpiarse los bajos.

Era principalmente en el Guarda-Ropa (no confundir con el de los armarios de ropa) donde se encontraba la llamada "silla de comodidad", un asiento agujereado, cómodamente tapizado y con una palangana extraíble. Se contabilizaron más de 200 en palacio durante el Antiguo Régimen. Muchas de esas sillas de comodidad se instalaban cerca de las alcobas de los aposentos de los cortesanos, disimuladas en "armarios" en los que cabía una persona, y donde se encontraba algodón higiénico o servilletas de tela para limpiarse, pebeteros, botellitas de perfume.... Los monarcas, obviamente, disponían de cuartos de aseo más amplios, mejor decorados y bien equipados.

Cuarto de retrete de la reina Maria-Antonieta en Versailles, con su Silla a la Inglesa.


No fue hasta el reinado de Luis XVI cuando se adoptaron las llamadas "sillas inglesas", encastradas y revestidas de maderas nobles, que recuerdan los típicos bancos con tapa y adosados a la pared. En las memorias del Vizconde de Hezecques, que fue paje en la corte de Versailles, éste habla de la silla a la inglesa del rey, aludiendo al nuevo cuarto de retrete instalado en los apartamentos del soberano, y que tuvo su réplica en los apartamentos de la reina Maria-Antonieta. Ambos acaban de ser recuperados y restaurados. 

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