viernes, 14 de octubre de 2011

CAROLINA DE BRÜNSWICK, la desafortunada mujer de Jorge IV -1-

CAROLINA DE BRÜNSWICK-WOLFENBÜTTEL
1768 - 1821


PRINCESA DESDEÑADA, REINA MALTRATADA
-Iª PARTE-



La duquesa Carolina Amelia Elisabeth de Brünswick-Wolfenbüttel nació el 17 de mayo de 1768 en la localidad alemana de Braunschweig, capital del ducado del mismo nombre, hija del Duque Carlos II Guillermo Fernando de Brünswick-Wolfenbüttel y de la Princesa Augusta de Gales, hermana mayor ésta del rey Jorge III de Gran-Bretaña.


Ambiente familiar


Retrato de la Princesa Augusta de Gales, Duquesa de Brünswick-Wolfenbüttel-Lüneburg (1737-1813), según un pastel de Liotard. La madre de Carolina era la primogénita de los entonces Príncipes de Gales Federico-Luis de Hannover y Augusta de Sajonia-Gotha, hermana del rey Jorge III de Gran-Bretaña e Irlanda y nieta de los difuntos reyes Jorge II y Carolina de Brandenburg-Ansbach.

El matrimonio de sus padres, celebrado en Saint-James Palace en 1764, no fue precisamente un lecho de rosas, sobretodo para la madre que, apenas llegada a su nuevo hogar, se vio eclipsada por la amante del que se convertía en su marido, y relegada a vivir en una residencia mal acondicionada y carente de toda comodidad. Hasta que no se mandó construír una residencia digna en la localidad de Zückerberg (al Sur de la capital ducal), la duquesa Augusta rehusó instalarse de manera permanente en lo que era su nueva patria, prefiriendo residir en Inglaterra; la situación duró hasta 1768, año en que, por fin alistada la nueva residencia ducal, Augusta se decidió a residir de forma permanente en Zückerberg, rebautizando su palacio con el nombre de "Richmond". La boda, obviamente, no era otra cosa que un arreglo político y los contrayentes se miraban con cordial indiferencia. A la duquesa le resbalaba, en cierto modo, que su marido tuviera sus devaneos con Maria-Antonia Branconi o Luise Hertefeld, y esa actitud de frialdad ante las infidelidades del marido fueron interpretadas, en general, como una señal visible de su innata arrogancia. Para colmo, su popularidad se vio seriamente mermada cuando su primer hijo varón nació con alguna tara física. Tampoco aparecía en los eventos públicos de la corte de Brünswick, ya que su suegra* seguía ocupando el cargo de primera dama y no estaba para nada dispuesta en cederle el puesto. Hasta 1773, año en que el duque Carlos Guillermo Fernando se convierte en regente del ducado y la suegra es invitada a retirarse del primer plano, la duquesa Augusta se abstiene de aparecer en las ceremonias cortesanas. En 1780, es el suegro** quien fallece y Carlos II Guillermo Fernando se convierte en el duque soberano de Brünswick-Wolfenbüttel, y Augusta se convierte en duquesa consorte.


Retrato del Duque Carlos II Guillermo Fernando de Brünswick-Wolfenbüttel-Lüneburg (1735-1806), según Batoni en 1767. El padre de Carolina era un eminente jefe militar al servicio del rey de Prusia y un ejemplo de déspota ilustrado.


La Familia Ducal de Brünswick-Wolfenbüttel reunida entorno al Duque Carlos I (1713-1780) y su esposa la Princesa Felipina-Carlota de Prusia (1716-1801), en un lienzo de la década de 1760.

Por aquella década de 1770, la duquesa Augusta ya ha cumplido con su deber de esposa. Es madre de siete retoños de entre los cuales cuatro son varones y las restantes féminas. La duquesita Carolina, nacida en 1768, es la tercera precedida en la cuna por la primogénita Augusta Carolina Federica Luisa (n.1764), y por su hermano el duque heredero Carlos Jorge Augusto (n.1766). Tras ella vinieron tres hermanos más: Jorge-Guillermo (n.1769), Augusto (n.1770) y Federico-Guillermo (n.1771), siendo los dos primeros excluídos de la línea de sucesión al trono ducal al ser declarados oficialmente como "inválidos". La última nacida, Amelia Carolina Dorotea Luisa, tan solo vivió unos meses... de noviembre de 1772 a abril de 1773.

En 1780, la mayor de sus hijas contraía matrimonio con el Duque Federico III de Württemberg. Una década después, era el heredero quien casaba con la Princesa Federica Luisa Guillermina de Orange-Nassau. Este último, por cierto, se convirtió en un personaje rechoncho y gordo, casi ciego, que intentaba emular a su padre y rozaba intelectualmente la imbecilidad hasta el punto de hacerse insoportable a sus interlocutores por su verborrea inconexa. Para colmo, sentía tal devoción por su esposa que ésta le dominaba por completo.

Retrato de Jorge Augusto Federico de Hannover, Príncipe de Gales (1762-1830), presunto heredero de Gran-Bretaña e Irlanda y primogénito de los reyes Jorge III y Carlota-Sofía de Mecklenburg-Strelitz, según el artista inglés Beechey. El novio de Carolina era poco menos que su primo-hermano; tenía de fama de engreído, borracho, juerguista, derrochador, mujeriego y extravagante, además de ser odiado por el pueblo.


Cinco años más tarde, fue el turno de nuestra Carolina que, con 26 primaveras y a punto de cumplir los 27, se veía enviada a Londres para unirse al heredero del trono británico, el Príncipe de Gales, con el que la habían prometido sus padres en 1794. Ni siquiera los consuegros se dieron la molestia de concertar un primer encuentro entre los novios antes de pasar por el altar, para ver si congeniaban o se agradaban. Carolina cruzaba el Canal de la Mancha para convertirse en la consorte de un completo desconocido.


La boda de los Príncipes de Gales



A sus 26 años, la duquesa Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel pasaba por ser una mujer del montón, agradable y lo suficientemente agraciada como para no calificarla de fea, pero tenía malos hábitos. Denostada por su grosería y su vulgaridad, tampoco ayudó su extraordinaria falta de aseo. Nunca encontraba motivo suficiente para sumergirse en una bañera, lo que llevó a algunos contemporáneos a decir que "olía como un corral de granja". Con semejante publicidad, no nos ha de extrañar la inicial reticencia del Príncipe de Gales por ese matrimonio forzado.


Grabado representando al Príncipe de Gales el año de su enlace con la Princesa Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel, 1795.


Retrato de Mary-Anne Smythe-Fitzherbert (1756-1837), más conocida como la Sra. Maria Fitzherbert. Tras casarse por dos veces y enviudar sucesivamente de Edward Weld de Lulworth Castle y de Thomas Fitzherbert, se convirtió en la gran amante del Príncipe de Gales a partir de 1784 y llegaron a casarse en secreto el 15 de diciembre de 1785, desafiando el Acta de Matrimonios Reales de 1772 que prohibía expresamente a cualquier miembro de la familia real contraer matrimonio sin el permiso del rey y de su consejo privado.

Por aquel entonces, el heredero de la corona de San Eduardo se vio en la tesitura de asentir ante la propuesta matrimonial presentada por sus padres los reyes Jorge III y Carlota-Sofía. Había contraído un matrimonio ilegal -a ojos de la ley inglesa- con la Srta. Fitzherbert, súbdita católica y, para más inri, le agobiaban colosales deudas. A cambio de la liquidación total de sus acuciantes deudas y de un aumento de sus rentas, su real padre le exigió que se deshiciera de su "querida" y que casara con una prima-hermana, hija de su tía paterna la Duquesa Augusta de Brünswick-Wolfenbüttel. Pudiendo más el dinero que los sentimientos, y muy a su pesar, el Príncipe de Gales se sometió echando de su cama y de su casa a la Srta. Fitzherbert.


Retrato del rey Jorge III de Gran-Bretaña e Irlanda, Elector de Hannover (1738-1820), con el hábito de Gran Maestre de la Muy Noble Orden de la Jarretera, según Reynolds, 1792.

Jorge III ya tenía de antemano cierta información sobre la que iba a convertirse más tarde en su nuera: Lord Stanley de Alderley conoció a la joven Carolina en 1781 y anotó que era una atractiva chica de hermosos y encantadores cabellos, que ésta entendía el inglés y el francés pero, su propio padre el duque admitió que su educación había sido lamentablemente descuidada. En 1794, la duquesa Carolina se convirtió en un precioso peón en el tablero de las alianzas a ojos de la Corona Británica, entonces ya en guerra contra la Francia Revolucionaria: aunque ésta era princesa de un minúsculo Estado enclavado en el rompecabezas del Sacro Santo Imperio Romano Germánico, su parentesco con el rey de Prusia y la estrecha amistad de su padre con dicho soberano la convirtieron en una princesa deseable para el Gobierno de Su Graciosa Majestad. Puesto que se trataba de un juego de alianzas políticas en el que no cabían sentimientos, Londres mandó formalmente la petición de mano a la corte ducal germana y, poco después, se anunció el compromiso del Príncipe de Gales con la duquesa "por cortesía" Carolina de Brünswick-Wolfenbüttel. Jorge III mandó a Lord Malmesbury, quien llegó a Braunschweig el 20 de noviembre de 1794 para recoger a la novia y conducirla hasta su nuevo destino. En su diario, Lord Malmesbury dejó consignadas sus impresiones sobre la futura Princesa de Gales: "...carece de sentido común, decoro y tacto, habla fácilmente sin pensar primero, es muy dada a la indiscreción y, para colmo, olvida gustosamente asearse o mudar sus ropas sucias." Sin embargo, el mismo diplomático de ocasión cita que tiene una personalidad sin artificios, natural pero sin moralidad alguna y que desconoce por completo el valor, la utilidad y necesidad de su persona; a esto añade su gran valentía en el momento de la travesía del Canal de la Mancha, bajo el fuego cruzado de los cañones franceses y británicos.


Retrato de Frances Twysden-Villiers, 4ª Condesa de Jersey (1753-1821), según Thomas Beach. Descrita por sus contemporáneos como una mezcla de "encanto, belleza y sarcasmo", esta hija póstuma del Obispo de Raphoe, era nieta de Sir William Twysden, 5º Baronet de Roydon Hall, y esposa de George Villiers, 4º Conde de Jersey. Se convirtió en la amante del Príncipe de Gales a partir de 1793 y, en 1795, su marido era nombrado Caballerizo Mayor del Príncipe.

El 5 de abril de 1795, Carolina llega a Greenwich y allí le presentan a la Condesa de Jersey, amante de su futuro marido, quien ha sido nombrada como su principal dama de cámara. No tardó en enterarse de la "doble función" de su nueva dama...

Asi las cosas, Carolina llegó a Londres y conoció a su futuro marido tan solo tres días antes de la ceremonia religiosa. La audiencia fue el preludio del desastre. Nada más verla, Jorge se sintió terriblemente decepcionado y, al rato de entablar una conversación tan corta como anodina, pidió que le sirvieran una copa de brandy para resarcirse del disgusto. Por su lado, Carolina no se quedó corta al comentar a Lord Malmesbury que "el Príncipe está gordo y nada tiene que ver con los bellos retratos que le enviaron de él." En el curso de la cena de gala, que clausuraba el encuentro de los novios, el Príncipe no pudo sentir otra cosa que consternación al descubrir la deshinibida a la par que locuaz naturaleza de su prima-hermana quien no se privó de soltar en voz alta un buen número de chascarrillos sobre Lady Jersey, lo que ponía de manifiesto su desagrado al estar al tanto de la relación entre ésta y el que iba a ser su marido.



Lo peor estaba por venir... El día de la boda, 8 de abril de 1795, que se tenía que celebrar en la capilla real de Saint-James Palace, el Príncipe de Gales se presentó totalmente borracho y dando tumbos. La noche anterior, había celebrado su despedida de soltero por todo lo alto y se había excedido, a todas luces, con la bebida. Para llevarle hasta el altar, necesitó de la asistencia de su ayuda de cámara quien, con no poco esfuerzo, consiguió mantenerle en pie a lo largo de la ceremonia. En cuanto a la novia, ésta revistió un vestido tan cubierto de joyas y pieles de armiño que tuvo serias dificultades para llegar derecha hasta su puesto asignado, tal era el peso que arrastraba. En el curso del oficio religioso, Jorge no dejó de mirar a Lady Jersey ignorando por completo a Carolina. El banquete de boda no fue mucho mejor: ignoró ostentosamente a su flamante esposa prefiriendo centrar su atención en su amante y siguió bebiendo aún más de la cuenta. Finalmente, conducidos los esposos hasta el lecho nupcial, todos los cortesanos se retiraron para dejarlos solos. Según el testimonio de la propia Princesa de Gales, nada más cerrarse la puerta el Príncipe se derrumbó y durmió la mona en el suelo: "Estaba tan borracho, que pasó la mayor parte de la noche de bodas al pie de la cama donde cayó y yo le dejé."

Obviamente, el Príncipe de Gales dio su particular versión en una carta dirigida a un amigo, afirmando con descaro que la honró por tres veces: dos la noche de bodas, y una vez la segunda... Y escribió: "Requerí de no poco esfuerzo para superar mi aversión y el evidente asco que sentía por su persona."

Si hay que tener en cuenta una de las dos versiones sobre esa catastrófica noche de bodas, no nos cabe duda que la de la princesa Carolina tiene más veracidad que la de Jorge. Y es que el Príncipe de Gales se tenía a si mismo en muy alta estima, lo que le llevaba a exagerar sus supuestas proezas con los amigos, véase adornarlas o transformarlas a su favor para salir siempre bien parado de cara a la galería, y si encima le bailaban el agua...

El caso es que, a la mañana siguiente de la penosa noche de bodas, Jorge se levantó del duro suelo y, superando su repugnancia, desfloró a Carolina como quien embiste un trozo de carne con un cuchillo de carnicero. Luego, a quien quisiera oirle, vociferó alto y claro que nunca volvería a yacer con ella ni a tocarla.


Carlton House, la mansión extravagante a la par que lujosa del Príncipe de Gales en Londres, según un grabado de inicios de 1800.

Nueve meses después y en la residencia de los herederos de la Corona, Carlton House, Carolina dio a luz a la princesa Carlota Augusta de Gales, la que iba a ser la única hija legítima del príncipe Jorge y segunda en la línea de sucesión al trono británico. Tras el feliz alumbramiento acontecido el 7 de enero de 1796, el Príncipe de Gales mandó, tres días después, redactar su nuevo testamento; en él, legaba todas sus propiedades a Maria Fitzherbert, a la que calificaba de "mi esposa" en el documento, mientras que a Carolina le destinaba la miserable suma de 1 chelín.


La princesa popular



No tardó demasiado en hacerse público el catastrófico matrimonio conformado por Jorge y Carolina. Lo que se sabía de primera mano en la corte de St. James, saltó a la calle y pronto se supieron detalles escabrosos sobre la mala relación existente entre los flamantes esposos. En un abrir y cerrar de ojos, todo Londres e Inglaterra entera supieron de los disgustos de la Princesa de Gales... Los periódicos de entonces se hicieron eco del maltrato dispensado por Lady Jersey y Jorge a Carolina, y llegaron a afirmar que la amante del Príncipe de Gales abría, leía y distribuía el contenido de la correspondencia privada de la Princesa. Porque despreciaba abiertamente a Lady Jersey y se veía "secuestrada" en Carlton House, del que no podía salir sin el expreso permiso marital, los londinenses no tardaron en auparla hasta un pedestal y vilipendiar al ya impopular Jorge. La prensa no se privó de criticar abiertamente al Príncipe de Gales por sus extravagancias, su desmedido amor al lujo y su lujuria en tiempos de guerra, y presentar ante la opinión pública a la Princesa como una pobre esposa cornuda y constantemente humillada. Cada vez que aparecía en público, la gente la vitoreaba y la aplaudía sinceramente; los londinenses agradecían la natural familiaridad con que Carolina respondía a sus muestras de afecto, dispensándoles sonrisas, saludos y agradecimiento. No hace falta decir que la gran popularidad de la Princesa de Gales sumió en la consternación a Jorge, aún más hundido si cabe al constatar que su impopularidad iba creciendo; cuando él aparecía en público le abucheaban e insultaban sin restricciones. Sintiéndose atrapado en un matrimonio que nunca quiso, casado con una mujer que no podía ver ni en pintura, Jorge se empecinó en obtener el divorcio.



En abril de 1796, Jorge escribió a Carolina: "Lamentablemente, ambos tenemos que reconocer que no podemos encontrar la felicidad en nuestra unión (...). Permítame, por tanto, instarle para que los dos sepamos sacar lo mejor de nuestra desgraciada situación."

Escasos dos meses después, en Junio, Lady Jersey es cesada como dama de cámara de la Princesa de Gales. En agosto de 1797, los Príncipes de Gales se separan para llevar su vida cada uno por su lado: la Princesa abandona Carlton House y se instala en la vieja rectoría de Charlton, en Londres. Más tarde, cambiaría de residencia para instalarse en Montagu House, en Blackheath. A raíz de su reencontrada libertad, Carolina será la víctima y el blanco ideal de los falsos rumores difundidos (sin duda por el entorno del Príncipe de Gales) para desacreditarla. Se le acusará de haber coqueteado con el almirante Sir Sidney Smith, con el capitán Thomas Manby y con el parlamentario George Canning entre otros... Todo era válido con tal de que Jorge consiguiera el divorcio.


Vista de Montagu House, en Blackheath, en la década de 1790.

La hija de ambos, la princesa Carlota Augusta de Gales, sería instalada para las temporadas de verano en una mansión vecina a Montagu House y al cuidado de una gobernanta, permitiendo así a la Princesa de Gales poder visitar, siempre que quisiera, a su hija. Pero los instintos maternales de Carolina no se calmaron: no le bastaba una única maternidad y deseaba tener otros hijos,... asi que no tardó en adoptar a ocho o nueve niños pobres del distrito. En 1802, adoptó un bebé de 3 meses llamado William Austin, al que dio cuarto propio en su residencia londinense. Tres años después, surgen problemas con sus vecinos, Sir John y Lady Douglas, quienes la denuncian por acosarles supuestamente con cartas repletas de obscenidades. Lady Douglas irá más allá: acusará abiertamente a la Princesa de Gales de infidelidad, afirmando que el tal William Austin no es sino el hijo ilegítimo de ésta.


La princesa investigada


Retrato de Carolina de Brünswick, Princesa de Gales (1768-1821), realizado en 1804 por el pintor Sir Thomas Lawrence.

En 1806, a instancias del Príncipe de Gales y de la Justicia, se pone en pie una comisión secreta conocida como la "Investigación Delicada" para examinar con suma atención las denuncias y acusaciones interpuestas por Lady Douglas. La comisión se conformó con cuatro de los más eminentes personajes del momento: el Primer Ministro Lord Grenville, el Lord Canciller Lord Erskine, el Lord Jefe de Justicia de Inglaterra y Gales Lord Ellenborough, y el Secretario de Interior Lord Spencer.

Según el testimonio de Lady Douglas, la Princesa de Gales le habría confiado en 1802 que estaba preñada, y que William Austin era en realidad su hijo. Añadió que la Princesa le había hablado de manera harto grosera sobre la familia real, que le hizo tocamientos inapropiados y la acosó sexualmente, que le había dicho que los hombres que frecuentaban su casa se convertían automáticamente en sus amantes... La dama tampoco faltó en citar nombres de los posibles amantes de la Princesa: Smith, Manby, Canning, el pintor Thomas Lawrence y Henry Hood, hijo de Lord Hood. Pero al interrogar al personal doméstico de Montagu House sobre las supuestas aventuras adúlteras de la Princesa y su supuesto embarazo y maternidad, los criados negaron tales afirmaciones y admitieron que la auténtica madre de William Austin era Sophia Austin quien, en persona, entregó su bebé de 3 meses al cuidado de Carolina. En consecuencia, Sophia Austin fue interrogada por la comisión y ésta testificó que ella era la verdadera madre del bebé.

Finalmente, la comisión, en base a sus investigaciones, sentenció que las declaraciones de Lady Douglas carecían de todo fundamento y dio por terminado el asunto. Sin embargo, y pese a que la comisión llevaba secretamente sus investigaciones y pretendía evitar que se aireasen los detalles de las mismas, se filtró el asunto a la prensa y la opinión pública estuvo de inmediato al corriente de lo ocurrido. Durante aquella investigación, no se le permitió a Carolina visitar a su hija y, después de aquello, sus visitas fueron restringidas a una sola por semana y siempre en presencia de su madre la Duquesa Viuda de Brünswick, fuera en Blackheath o en un aposento de Kensington Palace, especialmente asignado a la Princesa de Gales para tales encuentros.


Retratos de los Duques Carlos II y Augusta de Brünswick-Wolfenbüttel, padres de la Princesa Carolina de Gales.

Ciertamente, la conducta de Carolina con sus amistades masculinas no fuera la más apropiada pero nunca se pudo probar que fuera culpable de adulterio y que fuera más allá de un inocente coqueteo. Puede que también Carolina dijera a Lady Douglas estar preñada para expresar, en cierto modo, sus frustradas ansias de maternidad y que lo hizo sin pensar en las fatales consecuencias que de tal fantasía derivarían, teniendo en cuenta que solía soltar a lo loco cualquier cosa que se le pasara por la cabeza sin medir el impacto que podría tener en sus interlocutores. Se sumaba a ese estado de ánimo de la Princesa, la gravedad de la situación de su familia en medio de una guerra que incendiaba toda Europa: su padre, que comandaba el ejército prusiano, había caído mortalmente herido en la batalla de Iéna-Auerstadt, Brünswick había sido invadida y arrasada por las tropas de Napoleón y su madre y hermanos se habían visto obligados a huir a toda prisa para poder refugiarse en Inglaterra. En ese momento tan triste, Carolina tan solo quería regresar a Brünswick y dejar atrás Londres y ese matrimonio que la había hecho tan desgraciada. Pero las circunstancias, nada favorables, hicieron impensable su viaje a Alemania.


La paria


La Princesa de Gales con vestido de corte, según un grabado de 1807.

A finales del año 1811, el rey Jorge III cae irremediablemente en la locura y el Parlamento nombra al Príncipe de Gales regente del Reino-Unido de Gran-Bretaña e Irlanda. Mientras su suegro es confinado en el Castillo de Windsor para los restos, Carolina ve restringido aún más el acceso a su hija y la alta sociedad empieza a hacerle el vacío. Tratada como una paria, una apestada con la que no era conveniente verse asociado por temor a desagradar al Príncipe-Regente, Carolina abandonó Blackheath y Londres para instalarse en Connaught House, en Bayswater, y pasó al ataque. Puesto que necesitaba un poderoso aliado que la ayudase a oponerse con fuerza a las medidas cautelares impuestas por el Príncipe para que no viera a su hija, encontró en Brougham el apoyo ideal. Junto con Henry Brougham, un ambicioso político Whig que abogaba por reformar las leyes que favorecían el poder del Regente, la Princesa inició una campaña propagandística para desacreditar a Jorge. Pese a los esfuerzos del Príncipe-Regente por hundirla con un alud de malintencionados rumores y falsos testimonios, Carolina recibió el incondicional apoyo de su propia hija y de la gran mayoría de la opinión pública.

La conocida novelista Jane Austen escribió por aquel entonces: "Pobre mujer, deseo apoyarla todo el tiempo que pueda, porque es una mujer y porque odio a su marido."


Retrato de la Princesa Carlota Augusta de Gales (1796-1817), hija única de los Príncipes de Gales Jorge y Carolina, según Lonsdale.

Cuando en 1814 se pone un punto final a la guerra con la derrota de Napoleón, todas las testas coronadas y lo más granado de la aristocracia europea acude en masa a las celebraciones de Londres. En todos esos grandes festejos, la Princesa de Gales brilla por su ausencia... y, en consecuencia, la relación del Príncipe-Regente con su heredera se deteriora con rapidez. Harta de las restricciones paternas, la Princesa Carlota Augusta ansía tener la libertad de movimiento y poder ver cuando se le antoje a su madre y, por ello, se enfrenta agriamente a su padre. El 12 de julio, la heredera del trono es informada que será confinada en la mansión de Cranbourne Lodge, en Windsor, y privada de cualquier visita a excepción de la de su abuela la reina Carlota-Sofía, y toda la domesticidad de su casa reemplazada por otra encargada de vigilarla de cerca. Horrorizada por esa especie de orden de encarcelamiento paterno, la Princesa Carlota Augusta se fuga y se refugia en casa de su madre, en Bayswater. Estalla el escándalo en el seno de la familia real y en la corte. Después de una tensa y angustiosa noche en la que Brougham intenta persuadir a la Princesa para que vuelva y se someta a la autoridad paterna, exponiéndole las graves consecuencias que podrían acarrear a la Corona su rebeldía (existiendo el más que probable riesgo de que se produjeran desórdenes públicos para socavar la autoridad del Príncipe-Regente), Carlota Augusta abandona Bayswater y regresa a Londres.

Notas:


(*)_El suegro era el Duque Carlos I de Brünswick-Wolfenbüttel-Lüneburg (1713-1780), representante de la rama de Brünswick-Bevern, que reinó entre 1735 y 1780, aunque a partir de 1773 tuvo que renunciar al poder al producirse el descalabro financiero de su Estado.

(**)_La suegra era la Princesa Real Felipina Carlota de Prusia (1716-1801), hija del rey-sargento Federico-Guillermo I y hermana de Federico II "el Grande", de la Margravina de Brandenburg-Ansbach y de la Reina de Suecia.

1 comentario:

  1. triste vida
    uno esperaria que la vida de la realeza fuera un cuento de hadas

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