miércoles, 20 de julio de 2011

221 A.C.: LA FUNDACIÓN DEL IMPERIO CHINO


¿Sabías que China nunca se llamó "China" sino Zhongghuó -Centro del Mundo-? Ni siquiera el nombre de "China" existía para los europeos del medievo, aunque si se dio a conocer a través de los relatos del veneciano Marco Polo con el nombre de Catay.

La milenaria y más antigua nación del continente asiático nació tras la reunión de los siete reinos bajo un único monarca, el rey de Qin: Ying Zheng (260 a.C.-210 a.C.), más conocido como Qin Shi Huangdi -primer augusto soberano-, fundador del Imperio Chino y su primer emperador, asi como el instaurador de la dinastía Qin desde el año 221 a.C. Su poderoso ejército se cifraba en 1 millón de soldados y era dirigido por generales que no pertenecían a la aristocracia sino que eran escogidos entre los mejores guerreros que lo conformaban. Qin Shi Huang, deseoso de limitar el poder de la nobleza, había fomentado la creación de una meritocracia, gesto que contribuyó al éxito de sus campañas bélicas en su afán por reunir todos los reinos bajo su autoridad.

El reinado del primer emperador del "Centro del Mundo" se inauguró bajo el signo de la filosofía legista inspirada por Han Fei Zi. Soberano autoritario que no toleraba contradicción alguna, arremetió violentamente contra el confucionismo. De hecho, aquella sanguinaria represalia contra los confucionistas -viejos enemigos del legismo-, inspiraría mucho más tarde a Mao Zedong el eslogan "Quememos los libros y enterremos a los letrados" durante su revolución cultural. Conquistó los siete reinos que llevaban cinco siglos guerreando entre sí, hizo proteger su imperio construyendo la primera gran muralla, creó una gigantesca red de carreteras de tres vías (la vía central era reservada al emperador) que enlazaban la capital Xianyang a todas las provincias del imperio y mandó la realización del Gran Canal del Norte. Unificó, además, los pesos y medidas, las lenguas y la escritura.

Obsesionado por la inmortalidad, Qin Shi Huang exigió a médicos y científicos que encontrasen para él el elixir de la vida eterna y no cejó en su empeño por conseguirlo, aunque fue en vano. Finalmente, recurrió a un mago que le fabricó las famosas "perlas rojas" (cuyo ingrediente principal era sulfuro de mercurio) que, supuestamente, cada una de ellas le otorgaban seis años de vida y que, ciertamente, contribuyeron en gran medida a su paulatina demencia y muerte.

Dado que no concebía que le enterrasen solo, proyectó su vasto mausoleo de Xi'an en el que se hizo acompañar por un ejército de soldados con carros y caballos esculpidos hasta en el más nimio detalle, bajo un túmulo de 115 m. de altura y en una fosa de 1,5 km. que recubría unas ocho mil estátuas de terracota, en una extensión de unos 56 km2. Su tumba no sería descubierta hasta 1974 por unos campesinos que cavaban para hacer un pozo, y pasaría a ser la octava maravilla del mundo.

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