LA HORRIBLE MUERTE DE GLORIANDE DE THÉMINES
Gloriande de Lauzières de Thémines (1600?-1648), pertenecía a una linajuda familia de la nobleza de espada francesa, y era hija de todo un Mariscal de Francia, Pons de Lauzières de Cardaillac, Señor de Thémines (1554-1627), y de Catherine d'Hébrard de Saint-Sulpice, nieta por su madre de una Gontaut-Biron. Tenía por hermanos a:
-Antoine de Lauzières de Cardaillac, 1er. Marqués de Thémines (c.1590-1621)
-Charles de Lauzières de Cardaillac, Conde de Thémines (ob.1621)
-Claudine de Lauzières de Cardaillac (ob.1621)
Su hermano mayor, Antoine, se había batido en duelo con Henri du Plessis de Richelieu, hermano del futuro cardenal, y lo había atravesado con su espada en abril de 1619. Apenas dos años después de ese "asesinato", caía muerto en el asedio de Montauban a la edad de 31 años, dejando tras de si a una desconsolada viuda y a una niña. El año 1621 fue, desde luego, una fecha fatídica para los hermanos y hermana de Gloriande de Lauzières, ya que murieron todos.
El martes 1 de febrero de 1622, su padre la casaba con un curtido a la par que nobilísimo teniente-general de 32 años, el vizconde Louis VI d'Arpajon (1589-1679), Marqués de Séverac y Conde de Rodez, entre otros títulos. La unión parecía brillante, prestigiosa y ventajosa. La diferencia de edad de los flamantes esposos era un mal menor. Cinco años después, el Mariscal de Thémines moría sin haber tenido el gusto de ver a su hija convertida en madre.
Diez años después de la boda, Gloriande dio por fin a luz al deseado heredero y luego a una niña:
-Jean-Louis d'Arpajon, Marqués d'Arpajon (1632-1699)
-Jeanne Louise d'Arpajon (ob.1700)
En 1634, el futuro Duque d'Arpajon dejó a su esposa en su castillo de Séverac para enfundar la armadura y ejercer su oficio de soldado. Luis XIII le había encargado marchar sobre Nancy e invadir el ducado de Lorena. Luego se vio involucrado en la Guerra de Sucesión del Ducado de Mantua, conquistó el Franco-Condado, asedió y tomó la ciudad de Trêves, redujo la ciudadela de La Mothe-en-Bassigny y, en Artois, barrió la caballería española ante los muros de Saint-Omer. En 1645, encabeza la expedición para defender la Isla de Malta del ataque de la Armada Otomana. En 1647, y por espacio de 18 meses, es convertido en el Embajador de Luis XIV de Francia ante el rey Ladislao VII de Polonia y enviado a la corte polaca.
Sintiéndose sola en su castillo de provincias, la Marquesa de Séverac encontró la distracción perfecta para amenizar sus largas noches, tomando por amante a un apuesto y joven gentilhombre de los alrededores. Pero la falta de discreción de la marquesa pronto fue motivo de habladurías entre la servidumbre del castillo y en el pueblo.
Cuando el marqués regresó de su embajada polaca en 1648, no faltaron malas lenguas para contarle con pelos y señales las infidelidades de su esposa. El marqués cornudo, furioso al verse convertido en el hazmerreír de la región, rumió su venganza para lavar semejante afrenta. Apenas llegado a Séverac, mandó secuestrar al amante de su mujer y tirarlo en uno de los lóbregos calabozos de su castillo. En cuanto a la marquesa, ésta se vio encerrada en sus aposentos.
Días después, Gloriande fue "invitada" a reunirse con su esposo para emprender un peregrinaje de arrepentimiento y penitencia a Nuestra Señora de Ceignac. En el curso del viaje y a la altura de las montañas de los Palenges, cerca de Rodez, el convoy se salió de la ruta para adentrarse en lo más profundo del bosque. Llegados en medio de ninguna parte, la marquesa fue violentamente arrancada de la carroza por los soldados de su esposo, tirada al suelo e inmobilizada por éstos. El barbero del marqués, a una señal de su amo, abrió las venas de la desgraciada con su escalpelo. Los gritos de desesperación de la marquesa retumbaron por el bosque en vano. Cuando el marqués tuvo por seguro que la marquesa había perdido la cantidad suficiente de sangre para no sobrevivir, los soldados la levantaron y la devolvieron al carruaje para reconducirla inmediatamente al castillo de Séverac. Apenas llegada, exhaló su último aliento, totalmente desangrada.
La muerte de la dama fue cínicamente declarada "por causas naturales", el castillo se engalanó de crespones negros y el marqués, con gran boato y mal disimulada satisfacción, acompañó el féretro de la difunta para darle sepultura en el panteón familiar.
Sin embargo, la versión oficial de la muerte repentina de Gloriande no engañó a nadie, y el Marqués de Séverac, como cuenta el Duque de Saint-Simon, se defendió muy torpemente de las acusaciones de asesinato. El escándalo estaba servido pero, considerando su alto rango y sus eminentes servicios a la Corona, el homicida Louis d'Arpajon no tuvo motivos para inquietarse y se corrió un tupido velo sobre el asunto. Para colmo, se presentaron ante él varios señores de los mejores linajes de Francia ¡para proponerle la mano de sus hijas!
Su segunda esposa fue, obviamente, una damisela de muy buena familia: Marie de Simiane que, por desgracia, falleció de sobreparto en 1657.
En setiembre de 1650, Luis XIV había convertido al Marqués de Séverac en el 1er. Duque d'Arpajon con paridad francesa, para recompensar sus preciosos servicios al frente de sus ejércitos, y por haber sido un brillante diplomático en Varsovia.
Nueve años después, el 24 de julio de 1659, contrajo nuevas nupcias con Catherine Henriette d'Harcourt-Beuvron (1621-1701), hija de los ilustres Marqueses de Beuvron que, apenas dos años después le dio una hija, que sería el único fruto de ese tercer matrimonio.
El odio del duque hacia la memoria de Gloriande, le empujó, más allá de la muerte de la adúltera, a desheredar al hijo que había tenido de ella, Jean-Louis, en provecho de los futuros hijos de su tercer matrimonio, y así lo hizo el 4 de marzo de 1660. Para ese hijo renegado, vengar a su madre se convirtió en una auténtica obsesión. Denunciaba, ante cualquiera que quisiera oírle, a su padre, señalándole como el vil autor de la muerte de su madre, e incluso llegó a tomar las armas contra él y a casarse con una damisela pese a su oposición. La noche del 19 de febrero de 1660, Jean-Louis asaltó el castillo de Séverac y lo ocupó durante todo un mes, librándose al pillaje, al saqueo y a la destrucción de todos sus tesoros. Pero todos sus actos violentos no hicieron más que empeorar su situación y su padre prefirió que su ducado se extinguiera con él antes que transmitírselo, dejándolo bien patente mediante un acta notarial registrado en el Châtelet de París.
El 1er. y último Duque d'Arpajon se apagaría tranquilamente en abril de 1679, y con él su dignidad ducal, al no ser transmisible por línea femenina. Con su muerte, su castillo de Séverac, tétrico escenario de la muerte de su primera mujer, fue abandonado a su suerte y cayó paulatinamente en ruinas. Un gran incendio en 1766 y la Revolución Francesa hicieron el resto para borrar su antiguo esplendor.
Las llaves de este castillo las tuvieron muchos años -hasta el siglo XIX- la familia de los condes de Las Cases, emparentados con los Séverac (Richarde de Séverac estaba casada con Pierre III de Las Cases)
ResponderEliminarCarina Mut Terrés-Camaló y Bergnes de Las Cases
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