Creo que en este tiempo de canallas, hay que seguir el consejo de Esperanza Aguirre y llamar a las cosas por su nombre. Que a los interrogatorios de la Guardia Civil durante el régimen de incomunicación se les llame tortura; que a los jueces y los forenses de la Audiencia Nacional que conocen los hechos y no los denuncian, se les llame encubridores; que a los antidisturbios que disparan pelotas de goma a bocajarro o apuntando a la cabeza se les llame asesinos; que a los agentes de la Unidad de Intervención Policial o de las Brigadas Móviles de la Ertzaintza y los Mossos d’Esquadra que ocultan sus números de identificación, se les llame esbirros y criminales; que a los bancos que desahucian, socializan pérdidas y practican la usura, se les llame enemigos de la humanidad; que a las reformas, los recortes y las medidas a favor de la flexibilidad y la competitividad, se les llame robo, piratería y actos de rapiña; que a la exclusión de la sanidad de los inmigrantes ilegales y a la supresión de subsidios para personas dependientes o discapacitadas, se les llame genocidio; que a la actual reforma educativa, con el regreso de la religión como asignatura evaluable, se le llame adoctrinamiento; que a los intelectuales que venden sus plumas al neoliberalismo rampante y a la Conferencia Episcopal, se les llame mercenarios y escritorzuelos; y que a los políticos que piden que se llame a las cosas por su nombre, protegiendo los intereses de las oligarquías financieras y condenando a los más débiles y vulnerables a la miseria, la impotencia y el desamparo, se les llame marrulleros, truhanes, bellacos, tunantes, miserables, bribones, fulleros, rufianes, maleantes, hipócritas, mentirosos, cínicos, lenguaraces, sabandijas. O tal vez no sean necesarios tantos epítetos y baste con una sola palabra: fascistas. No malgastemos energías con unos personajes que ya se han ganado un lugar de honor en la historia universal de la infamia.
RAFAEL NARBONA.
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