"Tirar la casa por la ventana"
Don Mariano Téllez-Girón y Beaufort, XIIº Duque de Osuna y Grande de España (1814-1882) supo dar mucho sentido a esa célebre frase de "tirar la casa por la ventana" por culpa de sus interminables extravagancias; pasó por ser la mayor fortuna del país al cumular en su persona una prodigiosa cantidad de palacios, títulos, grandezas y, sobretodo, extensas fincas que le permitían atravesar media España sin salir de sus tierras. Para desgracia de su casa, este duque vivía a golpe de "caprichitos" rodeado de un lujo inimaginable que no tardaría en causar el previsible hundimiento de toda la fortuna familiar.
Nombrado embajador extraordinario de España en la corte de San-Petersburgo en 1856, rehusó cobrar su sueldo anual de diplomático (400.000 Reales) aún a sabiendas de que no estaba precisamente para hacerle ascos, y permaneció doce años como representante de Isabel II ante el zar Alejandro II. Decir que su embajada fue una sucesión de fiestas extravagantes, es quedarse corto.
En una ocasión, Osuna invitó a su palacio de San-Petersburgo, a los zares y a lo más granado de la corte imperial a una gran cena de gala servida en una suntuosa vajilla de oro. Al final del banquete, los criados del duque, en lugar de llevar a cocina la vajilla para que la lavaran, la tiraron directamente por las ventanas de palacio a las aguas del Neva para mayor sorpresa y escándalo de sus atónitos invitados.
Don Mariano Téllez-Girón y Beaufort, XIIº Duque de Osuna y Grande de España (1814-1882) supo dar mucho sentido a esa célebre frase de "tirar la casa por la ventana" por culpa de sus interminables extravagancias; pasó por ser la mayor fortuna del país al cumular en su persona una prodigiosa cantidad de palacios, títulos, grandezas y, sobretodo, extensas fincas que le permitían atravesar media España sin salir de sus tierras. Para desgracia de su casa, este duque vivía a golpe de "caprichitos" rodeado de un lujo inimaginable que no tardaría en causar el previsible hundimiento de toda la fortuna familiar.
Nombrado embajador extraordinario de España en la corte de San-Petersburgo en 1856, rehusó cobrar su sueldo anual de diplomático (400.000 Reales) aún a sabiendas de que no estaba precisamente para hacerle ascos, y permaneció doce años como representante de Isabel II ante el zar Alejandro II. Decir que su embajada fue una sucesión de fiestas extravagantes, es quedarse corto.
En una ocasión, Osuna invitó a su palacio de San-Petersburgo, a los zares y a lo más granado de la corte imperial a una gran cena de gala servida en una suntuosa vajilla de oro. Al final del banquete, los criados del duque, en lugar de llevar a cocina la vajilla para que la lavaran, la tiraron directamente por las ventanas de palacio a las aguas del Neva para mayor sorpresa y escándalo de sus atónitos invitados.
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