¿Has pensado alguna vez cuantas historias se esconden tras un retrato? Pues ésas son las que componen lo que llamamos "Historia".
domingo, 30 de junio de 2013
sábado, 29 de junio de 2013
Anécdotas Históricas -228-
Amadeo I, rey electo de España entre 1870 y 1873, se arrepintió en poco tiempo de haber aceptado el trono cuando descubrió que su reino adoptivo estaba sumido en una grave crisis política, que empeoró sensiblemente con la Guerra de Independencia de Cuba y una nueva Guerra Carlista. La sucesión de seis gobiernos distintos, todos incapaces de dar con una solución que atajara ese caos, a la que se sumó un movimiento "golpista" de militares contra el gobierno de Ruiz Zorrilla, que pretendía dar el poder al rey para enderezar los desaguisados de las Cortes, y un atentado fallido contra su persona, llevaron a Amadeo I a exclamar, exasperado:
-"Dio mio, non capisco niente, la Spagna é una gabbia di pazzi!" (¡Dios mío, no entiendo nada, España es una jaula de locos!)
El 11 de febrero de 1873, harto y cansado, abdicó por escrito, recogió a su mujer e hijos y se refugió en la embajada italiana para, de ahí, viajar hasta Lisboa y tomar un barco de regreso a su patria natal.
Anécdota de: Amadeo I de Saboya, Rey de España, Duque de Aosta (1845-1890).
lunes, 24 de junio de 2013
EL DUQUE DE RICHELIEU: General de Galeras y cortesano
RICHELIEU,
EL DUQUE DERROCHADOR
La vida del que fue IIº Duque de Richelieu no se puede calificar de ejemplar: militar sin grandes batallas de las que presumir, se hizo famoso en su época por su oneroso tren de vida y su pasatiempo favorito, remangar faldas. Heredero de una gran fortuna y emparentado con los Príncipes de Condé, que le permitió mantener su rango de primera fila en la corte de Luis XIV y vivir por todo lo alto, acabó arruinándose por culpa de su desmedida pasión por el juego y sus excesos con las amantes de turno.
Armand-Jean II de Vignerot du Plessis, IIº Marqués du Pont-Courlay o de Pontcourlay, Príncipe de Mortagne, Conde de Cosnac, Barón de Barbezieux, de Cozes y de Saujon, Señor propietario de la jurisdicción y vizcondado del Faou, de Irvillac, Logonna y de Villeneuve, Barón de Pont, IIº Duque de Richelieu & Par de Francia, VIº Duque de Fronsac & Par de Francia, nació en Le Havre de Grâce, el 3 de octubre de 1629 y falleció en su Hôtel de Richelieu, París, el 20 de mayo de 1715. Militar y oficial de la Marina Real Francesa, ostentó los rangos y cargos de General de Galeras, Gobernador de Le Havre, Caballero de Honor de la Delfina de Francia, Caballero de la Orden del Espíritu Santo.
Fue hijo primogénito de François de Vignerot, Ier Marqués du Pont-Courlay, gobernador de Le Havre, y de la linajuda aristócrata bretona Marie-Françoise de Guémadeuc, Baronesa du Pont y de Rostrenen. Es, también, sobrino-nieto del célebre primer ministro del rey Luis XIII, el Cardenal y 1er Duque de Richelieu, del que heredaría los títulos y tierras.
Retrato del Cardenal Armand-Jean du Plessis de Richelieu (1585-1642), Ier Duque de Richelieu & Par de Francia, Primer Ministro del rey Luis XIII; según P. de Champaigne.
El Castillo de Richelieu, tal y como era en el siglo XVII.
A temprana edad, sus padres le destinan a la carrera militar en el seno de la Marina Real y, en 1642, gracias a la gran influencia de su tío-abuelo el Cardenal, asciende al rango de General de Galeras del Rey de Francia. En 1646, al fallecer su progenitor, hereda de éste el cargo de Gobernador de Le Havre (ciudad portuaria y ciudadela) y dependencias.
En 1647, recibe la misión de trasladarse a Nápoles, que se ha sublevado contra el dominio Español y ha proclamado la República Napolitana. La Reina-Regente y el Cardenal Mazarino le encargan socorrer a los Napolitanos con un contingente de 1.800 hombres y una nutrida artillería. A finales de diciembre del mismo año, vence a la flota Española de Don Juan-José de Austria ante Capri, pero su victoria naval no resulta decisiva y sus posteriores intentos de librar nuevamente batalla a la escurridiza escuadra Española fracasan por dos veces el 29 de diciembre de 1647 y el 1 de enero de 1648. El 5 de enero, se da por vencido: a falta de puerto dónde pasar el invierno, bate retirada y abandona con su flota la bahía de Nápoles sin haber conseguido el objetivo de su misión, dar apoyo militar a los insurgentes.
Retrato de Ana de Austria, Reina-Regente de Francia (1601-1666), viuda de Luis XIII y madre de Luis XIV.
De regreso a la corte, contrae su primer matrimonio el 26 de diciembre de 1649, con la viuda de François-Alexandre d'Albret, Señor de Pons, Anne Poussard de Fors (1622-1684). El matrimonio nunca tendría descendencia.
Durante la Fronda de los Príncipes, en 1651, toma el partido de los Príncipes de Condé y de Conti. Un error que le será posteriormente perdonado.
Quince años después de la muerte de su tío-abuelo el Cardenal de Richelieu, retoma el título de Duque de Richelieu mediante sustitución de nombre y armas; el 15 de enero de 1657, presta solemne juramento ante el Parlamento de París en calidad de duque y par de Francia.
Retrato del rey Luis XIV de Francia y de Navarra (1635-1715); obra de Henri Testelin, 1668.
Heredero de una considerable fortuna, lleva una dispendiosa y desordenada vida: el juego, sus amantes y sus gastos suntuarios le llevan prontamente a cubrirse de deudas. Ante tal aprieto financiero, se ve obligado a vender su cargo de General de Galeras por la suma de 200.000 libras en 1661. Al poco, abandonará también su título y cargo de Gobernador de Le Havre. En 1665, por una desastrosa apuesta hecha con el rey Luis XIV en un partido de tenis, pierde 25 cuadros de su prestigiosa colección pictórica, entre los cuales se encontraban 13 obras de Nicolas Poussin. Las obras pasan a manos del monarca.
Retrato de Claire-Clémence de Maillé-Brézé, Princesa consorte de Condé y Duquesa de Borbón, Vª Duquesa de Fronsac & Par de Francia (1628-1694); hija de Nicole du Plessis de Richelieu, hermana del Cardenal de Richelieu, y de Urbain de Maillé, Marqués de Brézé, había sido desposada con el "Gran Condé" Louis II de Borbón, primo del rey.
En 1674, su prima Claire-Clémence de Maillé-Brézé, Princesa de Condé, le cede el ducado de Fronsac heredado del Cardenal de Richelieu, convirtiéndole en el VIº Duque de Fronsac y Par de Francia.
En 1675, durante la Revuelta de los Gorros Rojos, su castillo de Pont-L'Abbé es asaltado, saqueado y finalmente incendiado por los campesinos.
Busto de Armand-Jean II de Vignerot du Plessis de Richelieu (1629-1715), IIº Marqués de Pontcourlay, IIº Duque de Richelieu y VIº Duque de Fronsac, Par de Francia.
En 1679, Luis XIV le concede el cargo de Caballero de Honor de Madame la Delfina de Francia pero, siempre falto de liquidez y perseguido por sus acreedores, el duque renuncia a su cargo a cambio de 300.000 libras (1684). Un año más tarde (1685), vende su baronía de Pont. En 1688, Luis XIV le recibe en el seno de la prestigiosa Orden del Espíritu Santo, la más alta distinción caballeresca del reino.
Retrato de Anne-Marguerite d'Acigné de Grandbois, IIIª Duquesa consorte de Richelieu y VIIª de Fronsac (fallecida en 1698).
Viudo de su primera esposa, contrae segundas nupcias con la hija de los Condes de Grandbois, Anne-Marguerite d'Acigné (ob.1698), que le dará 4 retoños:
-Marie-Catherine Armande de Vignerot du Plessis (1685-1760), c.c. François-Bernardin du Châtelet, Conde de Clermont.
-Élisabeth Marguerite Armande de Vignerot du Plessis (1686-1744), Priora perpétua de las Benedictinas de La Presentación.
-Marie-Gabrielle Élisabeth de Vignerot du Plessis (1689-1770), Abadesa de l'Abbaye-aux-Bois.
-Louis François Armand de Vignerot du Plessis, VIIº Duque de Fronsac y IIIer Duque de Richelieu & Par de Francia (1696-1788).
Retrato de la Marquesa Viuda de Noailles, Marie-Thérèse Rouillé de Meslay, con sus dos hijas y el retrato de su difunto marido el Marqués de Noailles; obra de Nicolas de Largillière.
Nuevamente viudo el 19 de agosto de 1698, contrae un tercer matrimonio con la viuda del Marqués de Noailles, Marguerite-Thérèse Rouillé de Meslay, el 20 de marzo de 1702. No tendrán hijos.
Al final de su vida, buscando el favor de la Marquesa de Maintenon, esposa morganática y secreta del rey, da un portazo a su pasado libertino para abrazar la devoción. Sus excesos del pasado, sin embargo, le han llevado a dilapidar la fortuna heredada y sus bienes son finalmente embargados. Muere en su Hôtel de Richelieu el 20 de mayo de 1715, dejando a su hijo y heredero una complicadísima sucesión.
domingo, 23 de junio de 2013
sábado, 22 de junio de 2013
sábado, 15 de junio de 2013
CURIOSIDADES -99-
"Nada importante..."
El rey Jorge III de Gran-Bretaña e Irlanda (1738-1820), mantenía al día una especie de diario a imagen y semejanza de su homólogo francés el rey Luis XVI, en el que anotaba a final de jornada cualquier acontecimiento que tuviera relevancia.
El 4 de julio de 1776, al acabar el día y antes de acostarse, Jorge III cogió su diario, lo abrió y anotó: "Nothing important happened today" (Nada importante ha ocurrido hoy).
Estaba muy lejos de sospechar que, esa misma noche en la que él se acostaba y que, al otro lado del Atlántico aún era de día en sus 13 colonias de América del Norte (-5 horas en la Costa Este), se firmaba en Filadelfia la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
El rey Jorge III de Gran-Bretaña e Irlanda (1738-1820), mantenía al día una especie de diario a imagen y semejanza de su homólogo francés el rey Luis XVI, en el que anotaba a final de jornada cualquier acontecimiento que tuviera relevancia.
El 4 de julio de 1776, al acabar el día y antes de acostarse, Jorge III cogió su diario, lo abrió y anotó: "Nothing important happened today" (Nada importante ha ocurrido hoy).
Estaba muy lejos de sospechar que, esa misma noche en la que él se acostaba y que, al otro lado del Atlántico aún era de día en sus 13 colonias de América del Norte (-5 horas en la Costa Este), se firmaba en Filadelfia la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
CURIOSIDADES -98-
"Chocolate, caca y... muerte"
Cada día, el rey Jorge II de Gran-Bretaña e Irlanda (1683-1760) observaba siempre un ritual matutino invariable, estuviera donde estuviera e hiciera el tiempo que hiciera: al despertarse a las 06:00 horas, su ayuda de cámara le traía la tradicional taza de chocolate caliente y, tras bebérsela, se iba solo a su cuarto del excusado para hacer sus necesidades antes de enfundar su traje.
La mañana del 25 de octubre de 1760, en su palacio de Kensington, Jorge II, que ya tenía casi 77 años, se había quedado ciego de un ojo y andaba aquejado de sordera, tomó su chocolate y se retiró, como de costumbre, para sentarse en el "banquillo" como lo llamaban entonces. Pasados unos minutos el ayuda de cámara, que andaba esperando en el dormitorio regio, oyó un contundente ruido, como si alguien se desplomara violentamente contra el suelo. Alertado, irrumpió en el excusado y encontró al rey tendido en el suelo. Al grito de ayuda del ayuda de cámara real, los criados acudieron para sacar al septuagenario del retrete y tenderlo en su cama, mandando que buscasen urgentemente a la princesa Amelia; pero al llegar ésta, su padre había ya exhalado su último suspiro.
Los galenos que procedieron a la autopsia del difunto monarca, averiguaron que su fulminante muerte había sido causada por un aneurisma aórtico (o disección aórtica): consiste en una rotura o desgarre de la pared de la aorta que produce una pérdida de sangre que, en la mayoría de los casos, resulta fatal si no se interviene inmediatamente. Este tipo de afección suele darse en pacientes con hipertensión arterial.
Cada día, el rey Jorge II de Gran-Bretaña e Irlanda (1683-1760) observaba siempre un ritual matutino invariable, estuviera donde estuviera e hiciera el tiempo que hiciera: al despertarse a las 06:00 horas, su ayuda de cámara le traía la tradicional taza de chocolate caliente y, tras bebérsela, se iba solo a su cuarto del excusado para hacer sus necesidades antes de enfundar su traje.
La mañana del 25 de octubre de 1760, en su palacio de Kensington, Jorge II, que ya tenía casi 77 años, se había quedado ciego de un ojo y andaba aquejado de sordera, tomó su chocolate y se retiró, como de costumbre, para sentarse en el "banquillo" como lo llamaban entonces. Pasados unos minutos el ayuda de cámara, que andaba esperando en el dormitorio regio, oyó un contundente ruido, como si alguien se desplomara violentamente contra el suelo. Alertado, irrumpió en el excusado y encontró al rey tendido en el suelo. Al grito de ayuda del ayuda de cámara real, los criados acudieron para sacar al septuagenario del retrete y tenderlo en su cama, mandando que buscasen urgentemente a la princesa Amelia; pero al llegar ésta, su padre había ya exhalado su último suspiro.
Los galenos que procedieron a la autopsia del difunto monarca, averiguaron que su fulminante muerte había sido causada por un aneurisma aórtico (o disección aórtica): consiste en una rotura o desgarre de la pared de la aorta que produce una pérdida de sangre que, en la mayoría de los casos, resulta fatal si no se interviene inmediatamente. Este tipo de afección suele darse en pacientes con hipertensión arterial.
miércoles, 12 de junio de 2013
HISTORIA DE LA MIERDA
¿LA MIERDA TRAE SUERTE O NO?
¿Por qué cuando a un actor o actriz, antes de salir a escena en un teatro abarrotado, se le desea mucha mierda?
¿Desde cuando se formula este deseo con el pensamiento de que traerá suerte al destinatario?¿Desde los albores de la más antigua de nuestras civilizaciones?
¿Por qué cuando una persona pisa una mierda de perro, aprovecha para comprar un décimo de lotería o se saca una primitiva?
¿Por qué, encima, a una conocida de un amigo mío, le tocó la lotería tras pisar una defecación canina y a mi no?
¿Por qué en Cataluña se tiene a sus habitantes como a unos incondicionales del humor escatológico, entre los que me incluyo?
¿Hay más comunidades españolas donde se cultive ese universal amor a la escatología?
¿Por qué, cuando se quiere maldecir, se grita "mierda" la mayoría de las veces en casi todos los países del mundo?
¿Por qué, cuando queremos amenazar o dejar constancia de nuestro peor temor en una circunstancia concreta, decimos "te vas a cagar!" o "me cagué patas abajo"?¿Por qué, además, suele ocurrir precisamente eso, nos cagamos e incluso nos meamos del miedo que hemos pasado?
¿Por qué la gente también se mea y se caga de la risa, y que incluso se pea fortuitamente?
¿Por qué la mierda siempre nos hace tanta gracia y nos da tanto asco a la vez?
A ver si alguien se atreve a adelantar teorías al respecto...
Pero, mientras tanto, os dejo aqui adjunto un artículo sobre la "Historia de la Mierda".
HISTORIA DE LA MIERDA
En el año 2005, doce profesores y quinientos alumnos pasaron una semana en la Universidad de Huelva debatiendo sobre lo escatológico; de Mahoma a Quevedo y de Séneca a los surrealistas...
y la Mierda sienta cátedra.
De la mierda no se habla. Pero ningún objeto, ni siquiera el sexo, ha dado tanto que hablar, y esto ha ocurrido siempre». La cita es del psicoanalista francés Dominique Laporte. Lo escribió en su Historia de la mierda, publicada en 1978, pero 27 años después sigue vigente. De la mierda no se habla, pero la mierda sigue dando que hablar. En los urinarios, en los foros de Internet y en las aulas magnas. Durante cinco días, 12 catedráticos españoles se han juntado en la Universidad de Huelva para discutir sobre lo excrementicio bajo el lema Historia de la mierda: cultura y transgresión. Medio millar de alumnos se han interesado por el curso. Los efluvios han llegado allende los mares y un periódico italiano y una emisora de radio latinoamericana han informado de él. No, de la mierda no se habla, pero la mierda sigue dando que hablar. No deja de tener su lógica que algo tan cotidiano (2.900 millones de rollos de papel higiénico al año en España) haya impregnado la cultura, la sociedad, las artes y hasta lo religioso.
EL PAÑAL DE JESUS
¿Por qué uno de los nombres del Diablo es Belcebú, etimológicamente «el señor de las moscas»? Porque tradicionalmente, explicó el medievalista José María Miura en Huelva, se consideró que el Angel Caído debía de vivir rodeado de excrementos.
Hay más. Cuentan los evangelios apócrifos que la Virgen María entregó a los Magos de Oriente, a cambio de sus presentes, un pañal del Niño Jesús con evidentes señales de uso. Posteriores relatos atribuyen milagros a ese paño y, aún hoy, la catedral Vieja de Lérida y la de Valencia aseguran conservar una reliquia de tan sorprendente objeto.
También al islam alcanza el rastro marrón. Abu Ayyub al-Ansari escribió en su obra Sahih que Mahoma dio instrucciones muy concretas al respecto: «Cuando vayáis a defecar, no os pongáis enfrente ni de espaldas a la alquibla, sino en dirección al este o al oeste», mientras Abu Hurayra relata cómo el Profeta se limpiaba con piedras tras evacuar. Laporte alude a la deificación que los egipcios hacían de los excrementos de lagarto. Y habla de la tribu de los Samoas en la Polinesia, que celebra a los recién nacidos como excrementos de sus dioses.
DE LETRINAS A RETRETES
Más allá de la anécdota, la historia de lo escatológico es la propia historia del progreso. Alrededor de las letrinas romanas, se ha argumentado en Huelva, se desarrollaba una intensa vida social. Muchos acudían aunque no lo necesitasen, simplemente para ver si conseguían que los invitaran a cenar y se sentaban, fingiendo que estaban deponiendo, cuando su única intención era pegar la hebra. Aún en el siglo XIX era costumbre en algunas tribus australianas, según varios viajeros, conversar mientras se satisfacían las necesidades.
De aquellas letrinas colectivas se pasó a las privadas, que fueron símbolo de distinción. Primero fueron los reyes y los grandes nobles. Más lentamente se van extendiendo por el resto de la sociedad de forma que «el aumento de la riqueza trajo consigo la costumbre de hacer privada la defecación», uno de los ponentes dixit. Y con ello, argumenta Laporte, surge el concepto de intimidad, hasta entonces desconocido.
Al respecto resultan muy ilustrativas las tribulaciones de la duquesa de Orleans, quien, en carta de 9 de octubre de 1694, confía a la electriz de Hannover lo incómoda que resulta la falta de excusados en el palacio de Fontainebleau: «Sois muy dichosa de poder cagar cuando queráis [...] No ocurre lo mismo aquí, donde estoy obligada a guardar mi cagallón hasta la noche. [...] Tengo la molestia de tener que ir a cagar fuera, lo que me enfada, porque me gusta cagar a mi aire, cuando mi culo no se expone a nada. Item todo el mundo nos ve cagar...».
YO, CLAUDIO
Con la duquesa, otros personajes históricos hubieron de bregar con tan común asunto. Incluso en momentos culminantes de sus vidas. Recoge Séneca en su obra Apocolocyntosis las que fueron últimas palabras del emperador Claudio: «Vae me. Puto, cocacavi me. Quod an fecerit, nescio: omnia certe concacavi».O lo que es lo mismo: «¡Ay de mí, creo que me he cagado! Cómo ha podido suceder, no lo sé, pero lo cierto es que me he llenado todo de mierda».
Menos trágico es el lance al que alude el escritor y bibliófilo valenciano Rafael Solaz en Elogios del buen cagar. En él se menciona cómo San Agustín da cuenta en La ciudad de Dios de un hombre que había adquirido una habilidad extraordinaria en el arte de soltar ventosidades. Una circunstancia que se repetiría, según el mismo Solaz, en la Valencia de los años 70, donde un jovial mozo llegó a ofrecer en un pub un concierto de pedos.
EXCREMENTOS QUE CURAN
Ya Hipócrates, cuatro siglos antes de Cristo, dejó escritos varios párrafos sobre zurullos. El padre griego de la medicina ya intuyó que lo que sale del ojete dice mucho de lo que hay dentro. No llegó nunca, sin embargo, a prescribir ni curar con mierda. Pues abundan los testimonios que prueban la utilización durante siglos de excrementos con supuestos fines curativos. Los egipcios, explica Laporte, hacían oler a las mujeres emanaciones de desechos conservados de cocodrilo para calmar la histeria. Pero incluso en el siglo XVIII se utilizaba en Francia un destilado de boñigas de vaca, significativamente conocido con el nombre de agua de Milflores, para tratar inflamaciones de las llagas y tumores. Para la calvicie se empleaba un compuesto a base de cacas de rata.
Igualmente documentado está el uso de plastas y orinas en cosmética al menos hasta el siglo XVIII. En el siglo IV San Jerónimo inició una campaña contra ello que no debió de ser muy efectiva, pues en un libro francés de 1752 se alude a «una mujer de alcurnia» que tenía un criado «joven y muy sano» al que le encargaba envasar sus excrementos para obtener de ellos maquillajes supuestamente embellecedores de la piel.
Que la mierda llega a ser un tesoro bien lo pudieron decir los orientales del siglo XIX. Existía entonces en China el Koun-tse-fan, unos retretes públicos dispuestos en fila guardados por un agente.Los usuarios no sólo no tenían que pagar al agente, sino que recibían una moneda como pago de la mercancía que acababan de depositar y que, presumiblemente, terminaría abonando los campos.
GRACIAS DEL OJO DEL CULO
Con todo, ha sido el uso de la mierda en las letras y en las artes lo que más interés por lo escatológico ha despertado en los ambientes académicos. Como se ha recordado en Huelva, por ejemplo, en el año del IV centenario de la publicación de El Quijote «no podemos renunciar a la mierda, ya que es una de las grandes bazas cómicas de su primera parte». Quevedo escribió de ella y sus alrededores e incluso tituló una divertida obrita en prosa Gracias y desgracias del ojo del culo. Jonathan Swift, el autor de Los viajes de Gulliver, escribió El arte de meditar sobre el retrete y planteó, en clave satírica, construir letrinas de lujo por todo Londres. En la poesía contemporánea, sobre todo con las vanguardias, la mierda se convierte en instrumento de agresión contra el orden social: «Somos marginados y hacemos de la mierda nuestra bandera».
Paralelamente, autores desconocidos hacen circular obras mordaces sobre lo maloliente. Se trata de libritos que circulan casi clandestinamente, a veces con copias manuscritas, y por canales similares a los de la literatura erótica. Obras como Ovación en defensa del pedo o La mierdépolis. Los perfumes de Barcelona, recogidas por Solaz en su breve tratado. En 1849 apareció en París una recopilación de centenares de estos opúsculos de entre los siglos XVI y XIX de toda Europa, muchos de ellos en latín, bajo el título de Biblioteca Scatologica. Hoy ese hueco lo llena Internet, donde uno puede encontrar decenas de taxonomías de tipos de mierda en tono de humor por formas, colores y tamaños o una página a la que los internautas envían fotos digitales de sus deposiciones para someterlas a votación y establecer un ranking.
Más digeribles son los muchos libros sobre el tema que hay para niños. Requeridas de un día para otro, cinco librerías de Madrid pueden recomendar más de 20. Algunos tan explícitos como El libro de la caca, 10.000 ejemplares impresos. Empieza así: «Si estás vivo tendrás que hacer caca de vez en cuando». Y, por qué no, hablar de ello.
Artículo de Héctor Corpa & Victor Rodríguez in "El Mundo"/Crónica, 2005.
Orígen de la Mierda
La palabra "mierda" procede en el caso galo, al parecer, del francés acadiano "mârde" (el acadiano es la lengua francocanadiense de los tiempos coloniales), aunque tiene su orígen en la palabra latina "merda" y servía para designar las materias fecales o heces expulsadas por el cuerpo humano o de cualquier ser vivo. También sirve como expresión malsonante a modo de interjección que expresa enfado o contrariedad. Como sustantivo, significa generalmente "malo" o "nada", puede además describir a una persona en una situación embarazosa o con sentido despectivo y para descalificar o despreciar a alguien.
En el país vecino, Francia, se le llama popularmente "palabra de Cambronne", haciendo referencia al general Pierre Cambronne quien la habría pronunciado como única respuesta al general británico Charles Colville, quien le invitaba a rendirse. En cualquier caso, ese hecho histórico ha sido puesto en duda por algunos historiadores, pero también se ha sostenido como verídico.
De hecho, la palabra "mierda" era tan popular en la clase aristocrática como en las inferiores.
Tenemos ejemplos históricos que nos llevarían a dar por buena la respuesta del general Cambronne al general Colville, como aquella anécdota en la que el propio Napoleón I soltó al Príncipe de Talleyrand-Périgord:
-"¡Sois mierda en una media de seda!"
O esta otra en la que la elegante Condesa du Barry comentó a sus allegados, acerca del Canciller de Maupeou, que era una excelente persona "(...) pero tiene una cara de mierda".
Otro eminente ministro francés del reinado de Luis XVI, Alexandre de Calonne, no tuvo reparos en soltar con enfado un sonoro "mierda!" ante un grupo de grandes damas, cuando la llave de la cerradura de la puerta de su gabinete dio problemas para abrirla, después de haberlas invitado a visitarlo. Calonne se disculpó ante ellas pero les aseguró y demostró que, diciendo tal taco, las cosas funcionaban mejor.
Y si hemos de remontar más en el tiempo, nos encontramos al jovencísimo rey Luis XIII de Francia referirse, ante su atónito preceptor, a su hermano bastardo César de Borbón, duque de Vendôme (hijo natural de Enrique IV y de Gabrielle d'Estrées), dentro de la escala de sus afectos familiares, que venía "(...) justo después de la mierda que acabo de hacer!"
Y una centuria atrás, en el renacentista siglo XVI, los franceses de alcurnia podían leer en la célebre obra de Rabelais (Gargantua y Pantagruel), las mil maneras de limpiarse el culo después de cagar una buena mierda, en la lengua más cruda que se pueda imaginar...
Nos queda también patente que, en el Siglo de Oro Español, en textos de la vida monacal, que al miembro viril se le llamaba "picha" ya por entonces, y a la mierda, mierda.
Etimología
La palabra mierda se encuentra, por vez primera, en el Romance de Renart fechado en 1179 d.C., y surge del latín "merda", que designa al excremento. Sin embargo, esta palabra del lenguaje vulgar no tiene una etimología clara.
¿Por qué cuando a un actor o actriz, antes de salir a escena en un teatro abarrotado, se le desea mucha mierda?
¿Desde cuando se formula este deseo con el pensamiento de que traerá suerte al destinatario?¿Desde los albores de la más antigua de nuestras civilizaciones?
¿Por qué cuando una persona pisa una mierda de perro, aprovecha para comprar un décimo de lotería o se saca una primitiva?
¿Por qué, encima, a una conocida de un amigo mío, le tocó la lotería tras pisar una defecación canina y a mi no?
¿Por qué en Cataluña se tiene a sus habitantes como a unos incondicionales del humor escatológico, entre los que me incluyo?
¿Hay más comunidades españolas donde se cultive ese universal amor a la escatología?
¿Por qué, cuando se quiere maldecir, se grita "mierda" la mayoría de las veces en casi todos los países del mundo?
¿Por qué, cuando queremos amenazar o dejar constancia de nuestro peor temor en una circunstancia concreta, decimos "te vas a cagar!" o "me cagué patas abajo"?¿Por qué, además, suele ocurrir precisamente eso, nos cagamos e incluso nos meamos del miedo que hemos pasado?
¿Por qué la gente también se mea y se caga de la risa, y que incluso se pea fortuitamente?
¿Por qué la mierda siempre nos hace tanta gracia y nos da tanto asco a la vez?
A ver si alguien se atreve a adelantar teorías al respecto...
Pero, mientras tanto, os dejo aqui adjunto un artículo sobre la "Historia de la Mierda".
HISTORIA DE LA MIERDA
En el año 2005, doce profesores y quinientos alumnos pasaron una semana en la Universidad de Huelva debatiendo sobre lo escatológico; de Mahoma a Quevedo y de Séneca a los surrealistas...
y la Mierda sienta cátedra.
De la mierda no se habla. Pero ningún objeto, ni siquiera el sexo, ha dado tanto que hablar, y esto ha ocurrido siempre». La cita es del psicoanalista francés Dominique Laporte. Lo escribió en su Historia de la mierda, publicada en 1978, pero 27 años después sigue vigente. De la mierda no se habla, pero la mierda sigue dando que hablar. En los urinarios, en los foros de Internet y en las aulas magnas. Durante cinco días, 12 catedráticos españoles se han juntado en la Universidad de Huelva para discutir sobre lo excrementicio bajo el lema Historia de la mierda: cultura y transgresión. Medio millar de alumnos se han interesado por el curso. Los efluvios han llegado allende los mares y un periódico italiano y una emisora de radio latinoamericana han informado de él. No, de la mierda no se habla, pero la mierda sigue dando que hablar. No deja de tener su lógica que algo tan cotidiano (2.900 millones de rollos de papel higiénico al año en España) haya impregnado la cultura, la sociedad, las artes y hasta lo religioso.
EL PAÑAL DE JESUS
¿Por qué uno de los nombres del Diablo es Belcebú, etimológicamente «el señor de las moscas»? Porque tradicionalmente, explicó el medievalista José María Miura en Huelva, se consideró que el Angel Caído debía de vivir rodeado de excrementos.
Hay más. Cuentan los evangelios apócrifos que la Virgen María entregó a los Magos de Oriente, a cambio de sus presentes, un pañal del Niño Jesús con evidentes señales de uso. Posteriores relatos atribuyen milagros a ese paño y, aún hoy, la catedral Vieja de Lérida y la de Valencia aseguran conservar una reliquia de tan sorprendente objeto.
También al islam alcanza el rastro marrón. Abu Ayyub al-Ansari escribió en su obra Sahih que Mahoma dio instrucciones muy concretas al respecto: «Cuando vayáis a defecar, no os pongáis enfrente ni de espaldas a la alquibla, sino en dirección al este o al oeste», mientras Abu Hurayra relata cómo el Profeta se limpiaba con piedras tras evacuar. Laporte alude a la deificación que los egipcios hacían de los excrementos de lagarto. Y habla de la tribu de los Samoas en la Polinesia, que celebra a los recién nacidos como excrementos de sus dioses.
DE LETRINAS A RETRETES
Más allá de la anécdota, la historia de lo escatológico es la propia historia del progreso. Alrededor de las letrinas romanas, se ha argumentado en Huelva, se desarrollaba una intensa vida social. Muchos acudían aunque no lo necesitasen, simplemente para ver si conseguían que los invitaran a cenar y se sentaban, fingiendo que estaban deponiendo, cuando su única intención era pegar la hebra. Aún en el siglo XIX era costumbre en algunas tribus australianas, según varios viajeros, conversar mientras se satisfacían las necesidades.
De aquellas letrinas colectivas se pasó a las privadas, que fueron símbolo de distinción. Primero fueron los reyes y los grandes nobles. Más lentamente se van extendiendo por el resto de la sociedad de forma que «el aumento de la riqueza trajo consigo la costumbre de hacer privada la defecación», uno de los ponentes dixit. Y con ello, argumenta Laporte, surge el concepto de intimidad, hasta entonces desconocido.
Al respecto resultan muy ilustrativas las tribulaciones de la duquesa de Orleans, quien, en carta de 9 de octubre de 1694, confía a la electriz de Hannover lo incómoda que resulta la falta de excusados en el palacio de Fontainebleau: «Sois muy dichosa de poder cagar cuando queráis [...] No ocurre lo mismo aquí, donde estoy obligada a guardar mi cagallón hasta la noche. [...] Tengo la molestia de tener que ir a cagar fuera, lo que me enfada, porque me gusta cagar a mi aire, cuando mi culo no se expone a nada. Item todo el mundo nos ve cagar...».
YO, CLAUDIO
Con la duquesa, otros personajes históricos hubieron de bregar con tan común asunto. Incluso en momentos culminantes de sus vidas. Recoge Séneca en su obra Apocolocyntosis las que fueron últimas palabras del emperador Claudio: «Vae me. Puto, cocacavi me. Quod an fecerit, nescio: omnia certe concacavi».O lo que es lo mismo: «¡Ay de mí, creo que me he cagado! Cómo ha podido suceder, no lo sé, pero lo cierto es que me he llenado todo de mierda».
Menos trágico es el lance al que alude el escritor y bibliófilo valenciano Rafael Solaz en Elogios del buen cagar. En él se menciona cómo San Agustín da cuenta en La ciudad de Dios de un hombre que había adquirido una habilidad extraordinaria en el arte de soltar ventosidades. Una circunstancia que se repetiría, según el mismo Solaz, en la Valencia de los años 70, donde un jovial mozo llegó a ofrecer en un pub un concierto de pedos.
EXCREMENTOS QUE CURAN
Ya Hipócrates, cuatro siglos antes de Cristo, dejó escritos varios párrafos sobre zurullos. El padre griego de la medicina ya intuyó que lo que sale del ojete dice mucho de lo que hay dentro. No llegó nunca, sin embargo, a prescribir ni curar con mierda. Pues abundan los testimonios que prueban la utilización durante siglos de excrementos con supuestos fines curativos. Los egipcios, explica Laporte, hacían oler a las mujeres emanaciones de desechos conservados de cocodrilo para calmar la histeria. Pero incluso en el siglo XVIII se utilizaba en Francia un destilado de boñigas de vaca, significativamente conocido con el nombre de agua de Milflores, para tratar inflamaciones de las llagas y tumores. Para la calvicie se empleaba un compuesto a base de cacas de rata.
Igualmente documentado está el uso de plastas y orinas en cosmética al menos hasta el siglo XVIII. En el siglo IV San Jerónimo inició una campaña contra ello que no debió de ser muy efectiva, pues en un libro francés de 1752 se alude a «una mujer de alcurnia» que tenía un criado «joven y muy sano» al que le encargaba envasar sus excrementos para obtener de ellos maquillajes supuestamente embellecedores de la piel.
Que la mierda llega a ser un tesoro bien lo pudieron decir los orientales del siglo XIX. Existía entonces en China el Koun-tse-fan, unos retretes públicos dispuestos en fila guardados por un agente.Los usuarios no sólo no tenían que pagar al agente, sino que recibían una moneda como pago de la mercancía que acababan de depositar y que, presumiblemente, terminaría abonando los campos.
GRACIAS DEL OJO DEL CULO
Con todo, ha sido el uso de la mierda en las letras y en las artes lo que más interés por lo escatológico ha despertado en los ambientes académicos. Como se ha recordado en Huelva, por ejemplo, en el año del IV centenario de la publicación de El Quijote «no podemos renunciar a la mierda, ya que es una de las grandes bazas cómicas de su primera parte». Quevedo escribió de ella y sus alrededores e incluso tituló una divertida obrita en prosa Gracias y desgracias del ojo del culo. Jonathan Swift, el autor de Los viajes de Gulliver, escribió El arte de meditar sobre el retrete y planteó, en clave satírica, construir letrinas de lujo por todo Londres. En la poesía contemporánea, sobre todo con las vanguardias, la mierda se convierte en instrumento de agresión contra el orden social: «Somos marginados y hacemos de la mierda nuestra bandera».
Paralelamente, autores desconocidos hacen circular obras mordaces sobre lo maloliente. Se trata de libritos que circulan casi clandestinamente, a veces con copias manuscritas, y por canales similares a los de la literatura erótica. Obras como Ovación en defensa del pedo o La mierdépolis. Los perfumes de Barcelona, recogidas por Solaz en su breve tratado. En 1849 apareció en París una recopilación de centenares de estos opúsculos de entre los siglos XVI y XIX de toda Europa, muchos de ellos en latín, bajo el título de Biblioteca Scatologica. Hoy ese hueco lo llena Internet, donde uno puede encontrar decenas de taxonomías de tipos de mierda en tono de humor por formas, colores y tamaños o una página a la que los internautas envían fotos digitales de sus deposiciones para someterlas a votación y establecer un ranking.
Más digeribles son los muchos libros sobre el tema que hay para niños. Requeridas de un día para otro, cinco librerías de Madrid pueden recomendar más de 20. Algunos tan explícitos como El libro de la caca, 10.000 ejemplares impresos. Empieza así: «Si estás vivo tendrás que hacer caca de vez en cuando». Y, por qué no, hablar de ello.
Artículo de Héctor Corpa & Victor Rodríguez in "El Mundo"/Crónica, 2005.
Orígen de la Mierda
La palabra "mierda" procede en el caso galo, al parecer, del francés acadiano "mârde" (el acadiano es la lengua francocanadiense de los tiempos coloniales), aunque tiene su orígen en la palabra latina "merda" y servía para designar las materias fecales o heces expulsadas por el cuerpo humano o de cualquier ser vivo. También sirve como expresión malsonante a modo de interjección que expresa enfado o contrariedad. Como sustantivo, significa generalmente "malo" o "nada", puede además describir a una persona en una situación embarazosa o con sentido despectivo y para descalificar o despreciar a alguien.
En el país vecino, Francia, se le llama popularmente "palabra de Cambronne", haciendo referencia al general Pierre Cambronne quien la habría pronunciado como única respuesta al general británico Charles Colville, quien le invitaba a rendirse. En cualquier caso, ese hecho histórico ha sido puesto en duda por algunos historiadores, pero también se ha sostenido como verídico.
De hecho, la palabra "mierda" era tan popular en la clase aristocrática como en las inferiores.
Tenemos ejemplos históricos que nos llevarían a dar por buena la respuesta del general Cambronne al general Colville, como aquella anécdota en la que el propio Napoleón I soltó al Príncipe de Talleyrand-Périgord:
-"¡Sois mierda en una media de seda!"
O esta otra en la que la elegante Condesa du Barry comentó a sus allegados, acerca del Canciller de Maupeou, que era una excelente persona "(...) pero tiene una cara de mierda".
Otro eminente ministro francés del reinado de Luis XVI, Alexandre de Calonne, no tuvo reparos en soltar con enfado un sonoro "mierda!" ante un grupo de grandes damas, cuando la llave de la cerradura de la puerta de su gabinete dio problemas para abrirla, después de haberlas invitado a visitarlo. Calonne se disculpó ante ellas pero les aseguró y demostró que, diciendo tal taco, las cosas funcionaban mejor.
Y si hemos de remontar más en el tiempo, nos encontramos al jovencísimo rey Luis XIII de Francia referirse, ante su atónito preceptor, a su hermano bastardo César de Borbón, duque de Vendôme (hijo natural de Enrique IV y de Gabrielle d'Estrées), dentro de la escala de sus afectos familiares, que venía "(...) justo después de la mierda que acabo de hacer!"
Y una centuria atrás, en el renacentista siglo XVI, los franceses de alcurnia podían leer en la célebre obra de Rabelais (Gargantua y Pantagruel), las mil maneras de limpiarse el culo después de cagar una buena mierda, en la lengua más cruda que se pueda imaginar...
Nos queda también patente que, en el Siglo de Oro Español, en textos de la vida monacal, que al miembro viril se le llamaba "picha" ya por entonces, y a la mierda, mierda.
Etimología
La palabra mierda se encuentra, por vez primera, en el Romance de Renart fechado en 1179 d.C., y surge del latín "merda", que designa al excremento. Sin embargo, esta palabra del lenguaje vulgar no tiene una etimología clara.