EL FANTASMA DE VALMY
La Inexplicable Retirada de los Prusianos en la Batalla de Valmy, 1792.
El 20 de Septiembre de 1792, las tropas Prusianas dirigidas por el rey Federico-Guillermo II de Prusia y el Duque de Brünswick, se encuentran cara a cara con las tropas Francesas en la llanura de Valmy.
El rey de Prusia tiene a su disposición a 160.000 hombres. Los generales Dumouriez y Kellermann tan solo disponen de 95.000. Los Prusianos están bien entrenados, organizados, disciplinados. Los Franceses son un atajo de voluntarios, de llamados a filas, campesinos o ciudadanos mal equipados, que no tienen la costumbre de combatir, no saben de la guerra y avanzan en desorden. Los Prusianos pueden, cuando quieran, marchar sobre París. Los Franceses, faltos de víveres, se encuentran desmoralizados.
La batalla empieza. De un lado a otro silban millares de bolas de cañón disparadas en multitud de ráfagas. El suelo tiembla bajo los impactos incesantes. Finalmente, los Prusianos atacan.
Los Franceses, inmóbiles, están dispuestos para cargar con sus bayonetas. Kellermann deja avanzar al enemigo sin disparar una sola bala. De repente, con su sombrero en la punta de su sable, grita:
-¡Viva la Nación!
El rey de Prusia tiene a su disposición a 160.000 hombres. Los generales Dumouriez y Kellermann tan solo disponen de 95.000. Los Prusianos están bien entrenados, organizados, disciplinados. Los Franceses son un atajo de voluntarios, de llamados a filas, campesinos o ciudadanos mal equipados, que no tienen la costumbre de combatir, no saben de la guerra y avanzan en desorden. Los Prusianos pueden, cuando quieran, marchar sobre París. Los Franceses, faltos de víveres, se encuentran desmoralizados.
La batalla empieza. De un lado a otro silban millares de bolas de cañón disparadas en multitud de ráfagas. El suelo tiembla bajo los impactos incesantes. Finalmente, los Prusianos atacan.
Los Franceses, inmóbiles, están dispuestos para cargar con sus bayonetas. Kellermann deja avanzar al enemigo sin disparar una sola bala. De repente, con su sombrero en la punta de su sable, grita:
-¡Viva la Nación!
Grito que todo el ejército Francés repite inmediatamente como un gigantesco eco, atronador.
Entonces, de repente, ¿qué ocurre?
Los Prusianos, que avanzaban en rangos apretados, seguros de sí mismos, convencidos de vencer, se paran en seco. Se paran justo antes de abordar las líneas Francesas y se repliegan. Tocan la retirada.
La batalla de Valmy, que ha costado de 300 a 400 hombres al ejército Francés, y 84 exactamente al Prusiano, se da por terminada.
Entonces, de repente, ¿qué ocurre?
Los Prusianos, que avanzaban en rangos apretados, seguros de sí mismos, convencidos de vencer, se paran en seco. Se paran justo antes de abordar las líneas Francesas y se repliegan. Tocan la retirada.
La batalla de Valmy, que ha costado de 300 a 400 hombres al ejército Francés, y 84 exactamente al Prusiano, se da por terminada.
El General Kellermann está estupefacto. ¿Por qué el rey de Prusia ha retirado sus tropas antes de iniciar el asalto? ¿Por qué no ha combatido cuando tenía todas las probabilidades de aniquilar las tropas de la República?
Es todo un misterio, y Napoleón I mismo declaró que aquella inesperada retirada de Federico-Guillermo II era, para él, un problema sin solución explicable.
Se le puede tachar, desde luego, como uno de esos misterios de la Historia.
Sin embargo, en 1839, 47 años después de la famosa batalla de Valmy, un periódico, el "Diario de las Ciudades y de las Provincias", publicó un relato extraordinario que bien podría contener la clave de ese enigma.
Según ese periódico, el rey de Prusia habría vivido, días antes de la batalla de Valmy, una curiosa aventura.
Es todo un misterio, y Napoleón I mismo declaró que aquella inesperada retirada de Federico-Guillermo II era, para él, un problema sin solución explicable.
Se le puede tachar, desde luego, como uno de esos misterios de la Historia.
Sin embargo, en 1839, 47 años después de la famosa batalla de Valmy, un periódico, el "Diario de las Ciudades y de las Provincias", publicó un relato extraordinario que bien podría contener la clave de ese enigma.
Según ese periódico, el rey de Prusia habría vivido, días antes de la batalla de Valmy, una curiosa aventura.
Retrato del rey Federico-Guillermo II de Prusia (1744-1797)
El hecho se habría producido el 15 o 16 de Septiembre. Aquel día, los Prusianos, seguros de su próxima victoria, dan en Verdun, una noche de gala presidida por Federico-Guillermo II, dónde se encuentran mezclados los oficiales del Duque de Brünswick y los emigrados Franceses que esperan ver la derrota de los ejércitos de la República Francesa. En una atmósfera exultante, los invitados, levantan sus copas de champaña, para brindar y desear la victoria de las tropas Prusianas, la liberación de la Familia Real de Luis XVI, prisionera en el Temple, y la ruina de los Jacobinos.
De repente, un hombre vestido de negro se acerca respetuosamente al rey de Prusia y le susurra algo al oído.
El monarca palidece. Acaba de oír una frase que conoce muy bien: la contraseña de los Rosacruces.
Está, en efecto, afiliado a esa secta desde hace mucho tiempo, y ostenta en su seno una alta graduación.
-¿Vuestra Majestad desea seguirme? añade el hombre a oídos del soberano.
Sin pedir explicaciones, el rey de Prusia se disculpa ante los invitados y obedece a aquel extraño personaje. Éste le arrastra por una escalera que les lleva al sótano. Allí, penetran en una sala con las paredes revestidas de paños negros, iluminada por antorchas fijadas sobre trípodes funerarios.
El rey, que cree firmemente en los fantasmas y en la brujería, tiene pinta de estar intimidado.
-Esperadme aqui y no os mováis, le susurra el hombre antes de desaparecer detrás de las fúnebres cortinas.
Solo en aquella siniestra sala, Federico-Guillermo II empieza a temerse lo peor. ¿No se tratará de una trampa? ¿Le asesinarán? Intenta recordar si ha traicionado sin querer un secreto de la Orden... Espera un momento, preso de sudores fríos. El silencio le ahoga. Súbitamente, se oyen crujidos tras las cortinas negras. Asustado, se apresura a subir por las escaleras. Pero una voz siniestra, de ultra-tumba, le paraliza y le hiela la sangre:
-¡Párate!¡No salgas de aqui sin haberme oído antes!
Las cortinas se apartan y, a la luz vacilante de las antorchas, el rey ve aparecer el espectro de su tío, Federico II "el Grande" de Prusia.
Lo reconoce enseguida. Está convencido que es el soberano filósofo, protector de Voltaire, que ha conocido con su rostro enjuto, su perfil delgado, sus hombros encorvados, sus ojos vivos, su cara mal afeitada, e incluso (un detalle que le marca), su nariz embadurnada de tabaco... Lleva su legendaria casaca Silesiana, su bicornio, y se apoya en su bastón, como antaño.
Helado por la aparición, Federico-Guillermo II ve como se le acerca con pequeños pasos. Finalmente, el fantasma de Federico "el Grande" se para a pocos pasos de él y le mira fijamente a los ojos.
-¿Me reconoces? dice el fantasma con una voz apenas apagada por 6 años de tumba.
Incapaz de pronunciar una sola palabra, Federico-Guillermo II asienta con la cabeza.
-¡Me reconoces, pues! concluye el espectro. Cuando trajiste de vuelta de Baviera a Breslau las tropas que te había confiado, te abracé con fuerza y te dije: "Tu eres más que mi sobrino, tu eres mi hijo! Serás tú quien heredará mi poderío y mi gloria...". Pues bien, vengo a reclamarte hoy una obediencia filial. Vengo a repetirte las palabras que Carlos VI de Francia oyó en el bosque de Le Mans: "No cabalgues más adelante, te han traicionado!"
Y el espectro de Federico II se puso a explicarle a su sobrino y sucesor que los monárquicos emigrados arrastraban a los ejércitos Prusianos en una peligrosísima aventura, que los Franceses no podrán soportar que un pueblo extranjero interfiera en sus asuntos (incluso los que esperan el retorno del Antiguo Régimen), y que, si se empeña en marchar sobre París, ya no serán 95.000 hombres los que se levantarán contra los regimientos de Brünswick, sino Francia entera.
-Te lo repito, añade el espectro, para tus tropas; no vayas más adelante!
Acto seguido, hizo un corto saludo y desapareció por dónde había venido.
En el momento en que se encuentra nuevamente solo, el rey de Prusia, empapado en sudor, se precipita escaleras arriba y vuelve a su aposento.
Al día siguiente, las tropas Prusianas, que debían ponerse en marcha camino de París, recibieron la contra-orden de permanecer en el mismo sitio. Entonces se produjo el enfrentamiento en Valmy, donde el rey de Prusia interrumpió el asalto de sus tropas para mayor sorpresa de sus oficiales. Finalmente, se supo que, en vez de marchar sobre París como lo había anunciado el "Manifiesto de Brünswick", los Prusianos hicieron sus baúles y volvían a la frontera franco-alemana.
La República se había salvado gracias a un fantasma...
Según algunos historiadores, que conocen esta sorprendente anécdota, es probable que la aventura vivida por el rey de Prusia fuese cierta, pero que el fantasma que había visto, era totalmente falso.
Se baraja la hipótesis de que Federico-Guillermo II haya sido víctima de una maquinación que ha dado buenos resultados. Se conocían sus gustos por el ocultismo y la magia, se le sabía crédulo, impresionable. Nada era más fácil que engañarle en esas circunstancias.
Ni siquiera dudó ante ese decorado teatral, aquellas cortinas negras y esas antorchas... Estaba acostumbrado a la puesta en escena fúnebre de las logias masónicas de su época. También hay que tener en cuenta que, entonces, Alemania atravesaba una extraordinaria crisis mística y filosófica. Las sociedades secretas pululaban, florecían. La mayoría de los aristócratas pertenecían a algunas sectas de iluminados. Era campo abonado, puesto que estaban dispuestos a creer en todo y en cualquier cosa. Federico-Guillermo II no era una excepción. Era un timorato, soñador, miembro de los Rosa-Cruz, que creía en los fantasmas y que no proyectaba nada sin haber antes consultado los augurios. Era, desde luego, la víctima ideal para una superchería.
Pero, ¿quién fue el que interpretó el papel del espectro de Federico II "el Grande"?
Se sospecha de alguien, gracias al dramaturgo Beaumarchais.
Retrato de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais (1732-1799).
Un buen día, a mediados de septiembre de 1792, el Caballero de Beaumarchais se fue a visitar a su buen amigo, el célebre actor Fleury, que había interpretado "La Boda de Fígaro"...
Pero, Fleury no estaba en su domicilio. Una chiquilla del servicio de la casa, explicó a Beaumarchais que se había ido al campo.
-¿Volverá mañana? preguntó Beaumarchais.
-¡Oh no! Estará ausente por ocho días, al menos. Se ha ido a Verdun.
Sorprendido, Beaumarchais volvió a su casa, preguntándose qué diablos podía haber ido a hacer ese actor en Verdun, donde el rey de Prusia había, precisamente, establecido su cuartel general.
Algunas semanas más tarde, Beaumarchais se topó con su amigo Fleury, y aprovechó para preguntarle sobre su extraña ausencia:
-¿Qué hacíais en Verdun?
Para su mayor sorpresa, el actor, con aires de embarazo y de "Tierra trágame", afirmó descaradamente que no había abandonado París.
Beaumarchais le cuenta que eso no es posible, ya que llamó a su puerta y apareció aquella chiquilla...
-¡Es un error! interrumpió Fleury, cambiando inmediatamente de tema.
Sin embargo, Beaumarchais insistió repetida e insistidamente en la eterna cuestión, diez, veinte, cien veces, intentando sonsacarle algo. Pero Fleury eludía las preguntas, sonriente. No soltó palabra sobre el tema de su inexplicable ausencia de la capital.
Finalmente, Beaumarchais concluyó que el viaje de Fleury debía permanecer siendo un secreto por razones misteriosas.
¿Fleury habría interpretado el papel del espectro de Federico "el Grande"?
Es muy posible.
Retrato del actor Joseph Abraham Bénard alias Fleury (1750-1822)
Años antes de que estallara la Revolución, había saboreado las mieles del éxito, interpretando el papel de Federico II de Prusia en el Teatro-Francés. Y no contentándose con maquillarse y adoptar el aspecto físico del monarca, de copiar sus andares y de imitar su voz, había conseguido hacerse con sus viejos trajes, su casaca, sus botas y su sombrero. Y todo París había hablado y alabado su impresionante imitación, tan verídica, tan perfecta. Además, hablaba perfectamente el alemán...
¿Y quién maquinó esa puesta en escena?
Se supone que un miembro de la Convención, sabedor del tendón de Aquiles de Federico-Guillermo II, y recordando haber visto la impresionante interpretación de Fleury en el teatro. ¿Quién? Se baraja el nombre de Fabre d'Églantine, que también era un hombre de teatro...
Beaumarchais falleció en 1799 pero, mucho antes de abandonar este bajo mundo, tuvo largas conversaciones con el abad Sabattier, amigo suyo, al que contó la extraña anécdota del viaje de Fleury a Verdun en septiembre de 1792, días antes de la victoria de Valmy. Sabattier se encargó de dejar constancia, evidentemente.
Y aunque se cree que la historia no se supo hasta que fue publicada en 1839, se sabe de buena tinta que la "aparición" de Federico "el Grande", fue filtrada justo después de Valmy por el ministro prusiano Bischoffswerder, a quien el rey confió el secreto.
Si toda esta historia es cierta, entonces se puede aventurar que la Iª República Francesa fue salvada por un rey de Prusia que creía en fantasmas...
in "HISTORIAS MÁGICAS DE LA HISTORIA", de Louis Pauwels & Guy Breton, 1977.
Me encanta la historia del fantasma de Valmy, my interesante, y la desconocía totalmente. Es lo que más me gusta de tu blog, que traes cosas muy raras y curiosas, no las típicas y manidas ya por todo el mundo. Federico II, El Grande, es precisamente uno de los reyes que trato en mi libro "Reyes sodomitas", donde cuento también muchas anécdotas, más relacionadas con la sexualidad de los reyes de la Edad Moderna a los que se les ha achacado practicar el "amor griego" o "el vicio italiano", como se le denominaba en la época.
ResponderEliminaruna buena forma de opacar la labor de francisco de miranda en esa gran batalla
ResponderEliminara donde dejaron a Miranda el fue quien salvo al ejercito del desastre y gracias a el se gano esa ballata gracias a su liderazgo y su talento en combate
ResponderEliminarComentario infantiles los de Orber y Alberto. Si se ocupasen de leer como fue el desarrollo de la tal batalla, que no fue tal sino un cañoneo que dejó menos de 500 muertos podrían escribir con más propiedad sin que prive el patrioterismo.
ResponderEliminarComentario infantiles los de Orber y Alberto. Si se ocupasen de leer como fue el desarrollo de la tal batalla, que no fue tal sino un cañoneo que dejó menos de 500 muertos podrían escribir con más propiedad sin que prive el patrioterismo.
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