Resulta curioso que la última y mejor rosa del jardín de los Tudor, Elizabeth I (1533-1603), sufriera de una fobia tan extraña como la de temer irracionalmente a las flores y, en particular las rosas que, por otro lado, eran el símbolo heráldico de la dinastía inglesa (combinación de la rosa blanca de York y la rosa roja de Lancaster). Esa fobia en particular, se conoce como antofobia.
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