Cuando el rey Jorge V de Gran-Bretaña (1865-1936), estando en su lecho de muerte cayó en estado comatoso, la Familia Real optó por la eutanasia con tal de acortar su agonía y preservar su dignidad. Un letal cóctel de morfina y cocaína le fue inyectado la noche del 20 de enero de 1936 por su enfermera y su médico personal Lord Dawson of Penn. Tras recibir la mortal inyección, Jorge V dedicó sus últimas palabras a la enfermera:
-"¡Dios te maldiga!"
Lady Asquith declararía, poco después de la muerte del rey:
-"Lord Dawson no fue un buen médico. El rey en persona me dijo que, de haber tenido a otro médico, no se estaría muriendo."
La salud de Jorge V empezó su declive tras un accidente acaecido el 28 de octubre de 1915, cuando revisaba las tropas a lomos de su montura. Su estado se agravó por culpa de su tabaquismo. A partir de entonces, el monarca sufría de una obturación pulmonar crónica y de pleuresía. En 1925, para que se recuperara de sus afecciones pulmonares, los médicos le recomendaron un crucero por el Mediterráneo. En noviembre de 1928, se declaró la septicemia que iba a consumirle lentamente. En 1929, la sugerencia de que se tomase un largo descanso fue brutalmente rechazada por el real paciente y solo accedió a una cura de 3 meses en la localidad de Bognor, en Sussex. Pese a todos los cuidados prodigados, Jorge V jamás se restableció completamente y tuvo que vivir el resto de sus días cerca de una bombona de oxígeno.
La tarde del 15 de enero de 1936, estando en su finca de Sandringham, Jorge V se quejó de tener frío y se metió en cama para no abandonarla. Durante los cinco días de su agonía, perdía frecuentemente la conciencia y, cuando se despertaba preguntaba a su Secretario Privado:
-"¿Cómo va el Imperio?"
Y el Secretario siempre le respondía:
-"Todo va bien, Señor, con el Imperio."
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