lunes, 20 de febrero de 2012

EL CONDE DE PROVENZA Y SU CASA



LA CASA DEL CONDE DE PROVENZA

Retrato del Príncipe Luis Estanislao de Francia, Conde de Provenza (1755-1824), con el hábito de caballero de la Orden del Espíritu-Santo; obra de A.F. Callet.

Es tradición que los reyes de cualquier país europeo, durante el Antiguo Régimen, tuviesen sus "Casas Civiles y Militares" que empleaban nobles de encumbrada cuna (en Francia era la "nobleza presentada" como se la denominaba entonces), militares, desde altos oficiales de nobleza titulada hasta simples guardias, pasando por gentileshombres de cámara y de honor, secretarios, tesoreros, damas de honor y de compañía, doncellas, primeros cocineros, halconeros, caballerizos, monteros, mayordomos, pajes, lacayos, recaderos, sirvientes, curas, confesores, heraldos, genealogistas, pintores, músicos, carpinteros, cerrajeros, vidrieros, cocheros, palafraneros, mozos,... hasta llegar al simple sirviente, lavaplatos o pinche de cocina.

El Personal de una Casa Principesca



En el reinado de Luis XVI de Francia, entre 1774 y 1792, encontramos un magnífico e ilustrativo ejemplo para que uno pueda descubrir, y hacerse una idea de con qué fastuosidad llegó a vivir uno de los hermanos del propio monarca galo: Luis Estanislao de Francia (1755-1824), Conde de Provenza, Duque de Anjou y de Alençon, Conde du Maine, du Perche y de Sennonches, más conocido en la corte bajo el título de "Monsieur" prerrogativa exclusiva del hermano segundo del rey.

Su casa estaba exactamente copiada sobre las del duque Felipe I de Orléans (hermano menor de Luis XIV) y de Carlos de Francia, duque de Berry (nieto de Luis XIV y hermano menor de Felipe V de España). Esta enorme institución contaba con 390 personas en 1773, pasando a ser de 524 personas en 1791, cifra que ya dejaba estupefactos a los contemporáneos por su importancia y esplendor. El rojo y azul de sus libreas rivalizaban con el azul, la plata y el rojo de la Casa del Rey, que solo se diferenciaba por sus aún más considerables efectivos. Ni la estructura ni el orígen social de sus oficiales eran distintos. De este modo, el Conde de Provenza tenía tan solo a su servicio a dos capitanes de guardia, los condes de Lévis y de Moreton-Châbrillant, y dos primeros gentileshombres de cámara, el marqués de Noailles (un segundón como su amo), y el duque de Montmorency-Laval, mientras que el rey tenía por norma 4 de cada.

Como la del soberano, la Casa del Infante Luis Estanislao de Francia contenía:

-una limosnería para sus necesidades espirituales y buenas obras: 21 personas

-una "cámara" para su vida doméstica y pública: 93 personas

-un guardarropa para joyas y trajes: 22 personas

-una cocina y dependencias para cocinar y servir la mesa: 125 personas

-cuadras y caballerizas con medios de transporte: 80 personas

-un servicio para la caza mayor y menor: 9 personas

-un consejo administrativo para regentar su casa y dependencias: 37 personas

-+ una secretaría gestionando las finanzas, los derechos legales y el protocolo

-+ una Compañía de Guardia-de-Corps

-+ una Compañía de Cien-Suizos

-+ una guardia de puertas y accesos: 174 personas

aunque fuera habitual que estas compañías fuesen reservadas para un soberano de otro país en visita oficial en Francia...

Pero todo estaba conforme siguiendo una de las muchas tradiciones de la Familia Real Francesa que rodeaba a sus segundones de un lujo y boato extraordinarios para subrayar así el poderío, el prestigio y la riqueza de la dinastía. En lo referente a la guardia, se admite que era más cuestión de prestigio que de protección.

Vida cotidiana




El Príncipe se levantaba puntualmente a las 9h30 de la mañana. A medio vestir, recibía a los principales oficiales de su corte y los miembros de la nobleza presentada de su Casa. Formaban ordinariamente un coro a su alrededor mientras le lavaban, afeitaban, vestían, empolvaban y peinaban los cabellos su peluquero, su maestre de guardarropa, su gentilhombre de servicio y su ayuda de cámara (cada uno con una función muy concreta) durante exactamente media hora. Era la hora de "La Toilette" (del aseo). Ésta se reproducía en sentido inverso cuando se iba a dormir sobre las 23h00 de la noche. Era la hora del "Coucher" (del acostar).

En aquellas horas fijas, los cortesanos admitidos podían hacer su cortejo y aprovechar para pedir favores; saludaban 3 veces consecutivas pasando ante los reales personajes y eso era más o menos todo si los reyes o príncipes no les dirigían la palabra o ni siquiera les miraban.

El Conde de Provenza recibía el título usual de "Monsieur", que se otorgaba tradicionalmente al hermano segundo del rey.

La residencia oficial del Conde de Provenza era, en la capital francesa, el hermoso Palacio de Luxemburgo (hoy sede del Senado y que fue levantado para María de Médicis, consorte de Enrique IV), además de espaciosos aposentos en el Ala de la Orangerie del Palacio Real de Versalles, en la planta baja.

Lista Civil y finanzas del Príncipe

Cada año "Monsieur" recibía dos considerables sumas de dinero del Tesoro Real: 2.272.982 Libras + 96.000 Libras para su uso exclusivamente personal.

Pero hay que tener en cuenta que los dos millones doscientas setenta y dos mil novecientas ochenta y dos Libras eran "intocables" al ser completamente absorbidas por los gastos fijos de su Casa, reduciéndose su renta a las noventa y seis mil Libras que percibía anualmente como "dinero de bolsillo".

Preocupado por hacer ahorro, suprimió el gasto que ocasionaba la pantagruélica cena de rigor con sus 15 distintos platos propuestos cada noche, optando por cenar "en casa" de su mujer. De este modo pudo comprarse su primera casa de campo al sur-este de París en octubre de 1774: el castillo de Brunoy.

El Castillo de Brunoy, hacia 1780; acuarela. / Abajo, vista del "Petit Château" de Brunoy, hacia 1785.



Como dependía siempre de la generosidad del Tesoro Real, optó también por independizarse para constituirse una fortuna personal y poder así vivir con holgura sin tener que mendigar a la Hacienda Real. Se puso a especular como un auténtico capitalista en negocios comerciales e inmobiliarios, sin que existieran incompatibilidades para él ni para el resto de los franceses con su posición de Príncipe de Francia (y presunto heredero del Trono hasta 1781), y su carrera de hombre de negocios. De hecho fue el más capitalista de todos los Borbones...

En el decenio de 1770-1780, aprovechó el "boom" inmobiliario que conoció París. Vendió parcelas por valor de millón y medio de Libras, compró diamantes por valor de 952.974 Libras, y aparte del castillo de Brunoy, adquirió los castillos de Grosbois por 3.280.000 Libras, de Gray (en el Franco-Condado), y de L´Isle-Jourdain (en el Languedoc) vendidos cada uno a 950.000 Libras por el Conde du Barry.

Construyó, decoró, reformó y amplió sus castillos campestres y, además, se puso a coleccionar obras maestras. En 1781 poseía 180 cuadros, casi todos holandeses o flamencos, más 11 italianos, 7 franceses y 4 españoles, sin olvidar los 3.557 dibujos de los cuales 612 eran de maestros italianos.

También coleccionó muebles: entre 1781 y 1786 compró 574 camas, 255 sillones, y 138 taburetes, repartiéndolos en sus distintas residencias.

También poseía una fábrica de porcelana de Sèvres, en Clignancourt (París-Norte), a la que abastecía con carbón y cobalto extraído de sus minas situadas en sus extensas tierras.

Era hombre de gusto y vanguardista. Este sibarita apostó por el estilo pompeyano antes que nadie en Europa, e incluso al hacerse construír un palacete en Versalles, hizo instalar la calefacción central, algo inaudito para la época, para calentar las preciosas estancias en invierno: una inmensa biblioteca, un cuarto de baño, una sala de billar, un salón octogonal, un comedor octogonal, un salón ovalado, recámaras, habitaciones, una galería con columnata (de 28 columnas) y una galería ancha bordeada de plantas enmacetadas (como un jardín de invierno) formaban ese lujoso, confortable y moderno retiro versallesco del Conde de Provenza, donde disfrutaba de la vida sin protocolos ni rigideces versallescas, y ¡a dos pasos del palacio real!

Vida Intima



El príncipe no obtuvo de su esposa, la princesa Luisa Maria Josefina de Saboya (1753-1810), otra cosa que abortos repetidos en un vano intento de tener descendencia y crear una familia. Muy pronto hicieron vidas separadas; él encontró el amor entre los brazos de la Condesa de Balbi (hija de su 1er Gentilhombre de Cámara, el marqués de Caumont-La Force), ingeniosa, bella, enérgica y dama de honor de su esposa, y perteneciente a una de las más antiguas y linajudas familias de Francia.

En cuanto a "Madame" la Condesa de Provenza, prefirió la compañía de la Condesa de Gourbillon, notoria lesbiana que debió enamorarla mucho ya que acabaron por ser inseparables hasta en la cama!

"Monsieur" brillaba por su inteligencia, elocuencia y sabiduría en historia clásica; era refinado, culto, capaz, liberal, secreto, ambiguo y no se llevaba nada bien con su hermano el rey Luis XVI ni con la reina Maria-Antonieta, su cuñada.

Retrato de la Princesa Luisa María-Josefina de Saboya, Condesa de Provenza (1753-1810); obra de Kucharsky, 1790.


"Madame" era famosa por su total olvido del aseo personal; apestaba horrores, causa del asqueo de su marido que siempre se distinguió por su pulcritud y aseo, y nadie podía acercarse a ella sin desmayarse del tufo. Las insistentes llamadas al orden de sus parientes y cuñados para que se lavara al menos 1 vez por semana, fueron vanas. Haciendo oídos sordos a las quejas sobre su horrendo olor corporal, tampoco se depilaba pese a tener vello negro en espalda y busto. Era peluda y apestosa como una mona. Su lesbianismo no era más que anecdótico, pues la gente reparaba mucho más en su notable incultura y su falta de afinidades con la reina Maria-Antonieta, a la cual odiaba y envidiaba por muchos motivos personales.

El príncipe, corpulento en su juventud, llegaría a ser tan obeso que acabaría al final de su vida en una silla de ruedas, eso sí, siendo rey de Francia como Luis XVIII, tras la caída del Imperio Napoleónico; en cuanto a la princesa, de pequeña estatura, velluda y de piel muy morena (lo que no cuadraba en los cánones femeninos de la época), acabó por sufrir una enfermedad vertebral que le dobló el tronco hacia adelante, los codos echados para atrás y el rostro marchito como papel arrugado, pareciéndose algo así como al famoso Quasimodo, en suma una cruel caricatura de sí misma.

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