Diógenes, adepto de la vida espartana y de lo estrictamente necesario, vivía en una gran tinaja, iba con los pies desnudos y simplemente recubierto con un manto. Cuando iba de pedigüeño entre los transeúntes, pidiendo limosna, lo hacía primero debajo de las estátuas para acostumbrarse al rechazo. A su muerte, habiendo pedido que tirasen su cadáver a una fosa común como si se tratase de un perro, fue objeto de grandes funerales y sobre su tumba pusieron la escultura de un perro de mármol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario