LA PRINCESA WILHELMINA VON AUERSPERG
Un Capricho Imperial
Maria Wilhelmina, Princesa von Auersperg, de soltera Condesa von Neipperg y del Sacro Imperio, nació el 30 de abril de 1738 y falleció el 21 de octubre de 1775, hija de los Condes Wilhelm Reinhard von Neipperg y Maria Franziska Theresia von Khevenhüller-Frankenburg, que gozaban de una privilegiada relación con el emperador Francisco I de Lorena.
Presentada por su padre en la corte imperial a la edad de 16 años, sus contemporáneos tomaron buena nota de su belleza y sobre todo de la hermosura de sus manos, amén de su carácter natural y desenvuelto, se caracterizaba por su "frescura" y por no tener pelos en la lengua. Caída en gracia a ojos de la emperatriz Maria-Teresa, fue casi de inmediato incluída entre el séquito de las damas de compañía de la soberana y admitida en el círculo de la Familia Imperial. De hecho, había impactado a Francisco I quien, bastante harto de las desbordantes muestras de afecto de Maria-Teresa, se prendó de Wilhelmina. Poco tiempo pasaría para que ésta, ante los avances del emperador, de 30 años mayor que ella pero aún atractivo y seductor, se aviniera sin problemas a convertirse en su amante secreta (1754).
Francisco I y Wilhelmina solían encontrarse de noche en el Pabellón de Té, a medio camino entre el castillo y la glorieta que domina los jardines de Schönbrunn, para dar rienda suelta a sus pasiones amatorias. Se supo, y pronto hubo quien informó puntualmente a la emperatriz que su joven dama de compañía entretenía nocturnamente a su marido. La reacción de Maria-Teresa no se hizo esperar. Indignada, sermoneó severamente a la descarada y le buscó marido para alejarla de la corte y del emperador, creyendo asi que Francisco I desistiría. En cuestión de días, Maria-Teresa encontró en el príncipe Johann Adam Joseph von Auersperg al esposo idóneo: pertenecía a una gran y acaudalada familia checa, era sobrino de los príncipes de Liechtenstein, tenía 34 años y estaba disponible desde hacía dos años tras enterrar a su joven esposa Katharina von Schönfeld. No tenía residencia fija en la capital, por lo que la emperatriz confiaba en que se llevaría a sus lejanas posesiones de Bohemia a la flamante esposa.
Sin muchas objeciones, más que nada porque Wilhelmina von Neipperg solía gustar muchísimo a los hombres, Johann Adam von Auersperg aceptó tomarla como su segunda esposa y pasar la luna de miel en sus tierras checas, tal y como le recomendaba la emperatriz. No se sabe muy bien cuándo tuvo lugar la ceremonia en Viena, pero se barajan las fechas de 1755 y 1756 según diversas fuentes.
El caso es que el plan de Maria-Teresa no tardó en descalabrarse al intervenir su marido. Francisco, lejos de renunciar a su exquisita amante de apenas 18 años que sabía cómo hacer temblar su cama, envió un correo especial al flamante novio para invitarle a que se instalase con su esposa en la corte, con el pretexto de darle algún cargo. Auersperg no podía negarse, asi que la pareja principesca regresó a Viena y los amoríos del emperador con Wilhelmina se reanudaron para mayor disgusto de la emperatriz.
Pese a las escenas privadas que se libraron entre Maria-Teresa y Francisco I, en las que ésta intentó por todos los medios disuadirle de seguir manteniendo su relación con la princesa von Auersperg, el emperador siguió de tapadillo y a intermitencias, haciéndole de alcahuete y organizador de escapadas el príncipe de Ligne cada vez que le picaba.
Con la súbita muerte de Francisco I en el palacio de Innsbrück, días después de asistir toda la Familia Imperial y la corte a la boda del archiduque Leopoldo con la Infanta de España Maria-Luisa de Borbón (1765), cesó el escándalo.
Durante los funerales organizados para el entierro del tan querido esposo, Maria-Teresa prohibió terminantemente a todas sus damas que llevasen maquillaje con sus vestidos de riguroso luto; orden que por cierto se extendió a todos los miembros de la corte imperial. Sin embargo, desafiante, la princesa von Auersperg hizo acto de presencia, haciendo ostentación de su pena y vestida de negro aunque perfectamente maquillada. Empezaron los murmullos de las otras damas escandalizadas y la emperatriz se giró hacia ella para reprender a la descarada que había osado embadurnar su rostro con colorete y sus labios con vermellón. Sin ruborizarse y con altanería, la rebelde Wilhelmina le espetó brutalmente: -"No sabía yo que mi cara perteneciera al Estado!".
Después de aquel desafortunado intercambio de palabras, la princesa von Auersperg abandonó la corte.
Se sabe que en 1771, el príncipe Johann Adam von Auersperg adquirió el Palacio Rosenkavalier en Viena (Palacio Auersperg desde entonces) y que él y su mujer se instalaron allí durante las temporadas invernales, alternando con su castillo de Rottenhaus en Bohemia durante las épocas estivales. Cuatro años más tarde, sin haber dado hijos a su marido, Wilhelmina falleció a la edad de 37 años.
Un Capricho Imperial
Maria Wilhelmina, Princesa von Auersperg, de soltera Condesa von Neipperg y del Sacro Imperio, nació el 30 de abril de 1738 y falleció el 21 de octubre de 1775, hija de los Condes Wilhelm Reinhard von Neipperg y Maria Franziska Theresia von Khevenhüller-Frankenburg, que gozaban de una privilegiada relación con el emperador Francisco I de Lorena.
Retrato del Conde Wilhelm Reinhard von Neipperg (1684-1774).
Presentada por su padre en la corte imperial a la edad de 16 años, sus contemporáneos tomaron buena nota de su belleza y sobre todo de la hermosura de sus manos, amén de su carácter natural y desenvuelto, se caracterizaba por su "frescura" y por no tener pelos en la lengua. Caída en gracia a ojos de la emperatriz Maria-Teresa, fue casi de inmediato incluída entre el séquito de las damas de compañía de la soberana y admitida en el círculo de la Familia Imperial. De hecho, había impactado a Francisco I quien, bastante harto de las desbordantes muestras de afecto de Maria-Teresa, se prendó de Wilhelmina. Poco tiempo pasaría para que ésta, ante los avances del emperador, de 30 años mayor que ella pero aún atractivo y seductor, se aviniera sin problemas a convertirse en su amante secreta (1754).
Retratos de los Emperadores Francisco I de Lorena (1708-1765) y Maria-Teresa I de Austria (1717-1780), obra de Martin Van Meytens.
Francisco I y Wilhelmina solían encontrarse de noche en el Pabellón de Té, a medio camino entre el castillo y la glorieta que domina los jardines de Schönbrunn, para dar rienda suelta a sus pasiones amatorias. Se supo, y pronto hubo quien informó puntualmente a la emperatriz que su joven dama de compañía entretenía nocturnamente a su marido. La reacción de Maria-Teresa no se hizo esperar. Indignada, sermoneó severamente a la descarada y le buscó marido para alejarla de la corte y del emperador, creyendo asi que Francisco I desistiría. En cuestión de días, Maria-Teresa encontró en el príncipe Johann Adam Joseph von Auersperg al esposo idóneo: pertenecía a una gran y acaudalada familia checa, era sobrino de los príncipes de Liechtenstein, tenía 34 años y estaba disponible desde hacía dos años tras enterrar a su joven esposa Katharina von Schönfeld. No tenía residencia fija en la capital, por lo que la emperatriz confiaba en que se llevaría a sus lejanas posesiones de Bohemia a la flamante esposa.
Retrato del Príncipe Johann Adam von Auersperg (1721-1795).
Sin muchas objeciones, más que nada porque Wilhelmina von Neipperg solía gustar muchísimo a los hombres, Johann Adam von Auersperg aceptó tomarla como su segunda esposa y pasar la luna de miel en sus tierras checas, tal y como le recomendaba la emperatriz. No se sabe muy bien cuándo tuvo lugar la ceremonia en Viena, pero se barajan las fechas de 1755 y 1756 según diversas fuentes.
El caso es que el plan de Maria-Teresa no tardó en descalabrarse al intervenir su marido. Francisco, lejos de renunciar a su exquisita amante de apenas 18 años que sabía cómo hacer temblar su cama, envió un correo especial al flamante novio para invitarle a que se instalase con su esposa en la corte, con el pretexto de darle algún cargo. Auersperg no podía negarse, asi que la pareja principesca regresó a Viena y los amoríos del emperador con Wilhelmina se reanudaron para mayor disgusto de la emperatriz.
Pese a las escenas privadas que se libraron entre Maria-Teresa y Francisco I, en las que ésta intentó por todos los medios disuadirle de seguir manteniendo su relación con la princesa von Auersperg, el emperador siguió de tapadillo y a intermitencias, haciéndole de alcahuete y organizador de escapadas el príncipe de Ligne cada vez que le picaba.
Con la súbita muerte de Francisco I en el palacio de Innsbrück, días después de asistir toda la Familia Imperial y la corte a la boda del archiduque Leopoldo con la Infanta de España Maria-Luisa de Borbón (1765), cesó el escándalo.
Retrato de la Emperatriz Vda. Maria-Teresa I de Austria (1717-1780).
Durante los funerales organizados para el entierro del tan querido esposo, Maria-Teresa prohibió terminantemente a todas sus damas que llevasen maquillaje con sus vestidos de riguroso luto; orden que por cierto se extendió a todos los miembros de la corte imperial. Sin embargo, desafiante, la princesa von Auersperg hizo acto de presencia, haciendo ostentación de su pena y vestida de negro aunque perfectamente maquillada. Empezaron los murmullos de las otras damas escandalizadas y la emperatriz se giró hacia ella para reprender a la descarada que había osado embadurnar su rostro con colorete y sus labios con vermellón. Sin ruborizarse y con altanería, la rebelde Wilhelmina le espetó brutalmente: -"No sabía yo que mi cara perteneciera al Estado!".
Después de aquel desafortunado intercambio de palabras, la princesa von Auersperg abandonó la corte.
Fotografía del Palacio Auersperg-Rosenkavalier, Viena, Austria.
Se sabe que en 1771, el príncipe Johann Adam von Auersperg adquirió el Palacio Rosenkavalier en Viena (Palacio Auersperg desde entonces) y que él y su mujer se instalaron allí durante las temporadas invernales, alternando con su castillo de Rottenhaus en Bohemia durante las épocas estivales. Cuatro años más tarde, sin haber dado hijos a su marido, Wilhelmina falleció a la edad de 37 años.
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