La célebre Marquesa de Montespan, Françoise Athénaïs de Rochechouart-Mortemart, falleció en mayo de 1707, cuando se encontraba en la localidad francesa de Bourbon-L'Archambault. Legó, según sus últimas voluntades, sus entrañas a la vecina abadía para que allí fueran guardadas. Depositadas en una urna que corría a cargo de un joven campesino con misión de llevarlas hasta la abadía, el pestilencial olor que emanaba le resultó tan insoportable que tiró el contenido de aquella en una cuneta del camino. Al poco rato, un grupo de cerdos que deambulaba por el mismo, fuertemente atraído por los olores, se dio un festín con aquellas distinguidas a la par que apestosas vísceras.
Anécdota del siglo XVIII.
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