jueves, 29 de noviembre de 2012

EL PRÍNCIPE DE SOUBISE


CHARLES DE ROHAN
DUQUE DE ROHAN-ROHAN
PRÍNCIPE DE SOUBISE
1715 - 1787
 
 



Charles de Rohan, Príncipe de Soubise (1715-1787), duque de Rohan-Rohan y de Ventadour, señor de Roberval, par y mariscal de Francia en 1758, fue un militar y ministro de los reinados de Luis XV y Luis XVI de Francia. Último representante varón de su ilustre rama, fue también el bisabuelo del último príncipe de la Casa de Borbón-Condé, el duque de Enghien, asesinado por Napoleón Bonaparte en los fosos del castillo de Vincennes en 1804.

El célebre príncipe de Rohan-Soubise nació en Versailles el 16 de julio de 1715, siendo hijo de Jules François Louis de Rohan, príncipe de Soubise, teniente-capitán de los Gendarmes de La Guardia del Rey, y de Anne-Julie Adélaïde de Melun d'Epinoy. Sus padres fallecerían juntos en París, víctimas de la viruela en 1724. Huérfano de padres con 9 años de edad, su educación es entonces confiada a su abuelo el príncipe Hercules-Mériadec de Rohan-Soubise, que vive en la corte. De este modo, introducido en el entorno del rey Luis XV (de su misma edad), se convierte en su compañero de juegos y en su más leal amigo hasta el fin de su vida.

Carrera militar y política

 
Retrato del Rey Luis XV de Francia y de Navarra (1710-1774); obra de J.B. Van Loo.

El Príncipe de Rohan-Soubise inaugura con prontitud una fulgurante y prometedora carrera: mosquetero gris a sus 17 años, capitán a sus 18, brigadier a sus 25, mariscal de campo a sus 28. Ayudante de campo e íntimo amigo del rey Luis XV, protegido además por la favorita regia, Madame de Pompadour, participa en la famosa batalla de Fontenoy en 1745 y es nombrado teniente-general en 1748, justo un año antes de heredar del señorío de Roberval, de Rhuis y de Saint-Germain.

En 1751, Luis XV le nombra gobernador general de Flandes y de Henao (Hainaut), además de gobernador, jefe y gran baílio de la ciudad de Lille. El mismo año dimitía de su cargo de gobernador de Champagne. Cuatro años después (1755), el rey le nombra ministro de Estado, dándole asiento en el Consejo de Arriba. De 1754 a 1756, será efectivamente un ministro con cartera: el rey le nombra controlador general de Finanzas (Ministerio de Hacienda).

En 1756, Austria provoca una nueva guerra contra Prusia, al pretender recuperar el ducado de Silesia que había perdido a manos de Federico II de Prusia. El Príncipe de Rohan-Soubise es enviado por Luis XV para dar su ayuda a Austria, encabezando un ejército. Sin embargo, y gracias a los errores y titubeos de su homónimo alemán el Príncipe de Sajonia-Hildeburghausen, es derrotado en la batalla de Rossbach en 1757. Soubise pierde el control de sus tropas y la descoordinación provoca la esperada catástrofe. La noticia de este desastre militar dará la ocasión, en Francia, a la opinión pública de mofarse abiertamente del protegido de la Marquesa de Pompadour (y de ésta, a través de Soubise), a través de pamfletos y canciones insultantes que serían recopiladas bajo el título de "La Soubisade".

Pese a todo, Soubise conseguirá resarcirse y saborear la revancha en 1758, venciendo en Sondershausen y en Lutzelberg. Ambas victorias, que jamás borrarán su derrota de Rossbach muy a su pesar, le valdrán el reconocimiento del rey quien le concede el mariscalato. En 1761, Soubise está al mando del Ejército del Rhin, formado por 110.000 hombres. Derrota al duque de Brünswick en Johannisberg en 1762. La Guerra de los Siete Años concluiría por el Tratado de Hubertsburg, firmado entre Francia, Austria y los príncipes alemanes, cediendo definitivamente Silesia a Prusia. Tras ese conflicto, el Príncipe de Soubise se mantiene en el candelero de la corte y su posición se ve reforzada por la protección de la nueva favorita real, la Condesa du Barry. En aquel momento, no existe personaje más importante e influyente en Versailles: se beneficia de todos los favores sin pedirlos.

En mayo de 1774, cuando fallece su gran amigo y protector el rey Luis XV, será el único en seguir a pie su ataúd, cabeza descubierta y bajo la lluvia. Un gesto que le honrará para siempre y sorprenderá a sus contemporáneos.

Con el nuevo monarca, Luis XVI, el Príncipe de Soubise se ve confirmado en su puesto de ministro de Estado, muy a pesar de sus relaciones con la difunta Marquesa de Pompadour y de la ex-favorita exiliada Condesa du Barry. Sin embargo, empiezan los reveses para él de una manera indirecta: primero con el escándalo de la bancarrota de su yerno, el Príncipe de Rohan-Guéméné, y luego con otro de peores proporciones y consecuencias, el Asunto del Collar de la Reina, que hunde a su otro pariente el Cardenal-Príncipe de Rohan en el descrédito. Salpicado indirectamente por esos dos sucesivos escándalos, el Príncipe de Soubise se retira del escenario público y dimite de su cargo ministerial. Muere tres años más tarde en su magnífico palacio parisiense, el 1 de julio de 1787, golpeado por una apoplejía a la edad de 72 años. De sus tres sucesivos matrimonios tan solo obtuvo dos hijas, significando la extinción de la rama de los Rohan-Soubise con su desaparición.

Personalidad


El príncipe fue un hombre de gran valentía a lo largo de su carrera militar, pese a no tener el necesario genio de estratega; fue bravo, infatigable y puntilloso en cuestiones disciplinarias, además de ser muy humanitario con sus soldados. Pese a sus grandes cualidades, a sus virtudes, la opinión pública no le perdonó la derrota de Rossbach en 1757, y fue su cruz hasta el fin de sus días aunque posteriormente consiguiera dos victorias sucesivas sobre el enemigo prusiano.

En su vida privada, tuvo una vida sentimental bastante movidita. Cuando en 1734 se casa por primera vez, la novia tiene tan solo 12 años de edad (y él 19); la pierde cinco años más tarde y se vuelve a casar en 1741, con una princesa de 24 primaveras, teniendo él 26. Cuatro años después enviuda al fallecer ésta en el parto. En 1745 contrae por tercera vez matrimonio con una linajuda princesa alemana: Ana-Victoria-Maria-Cristina, Princesa de Hessen-Rheinfelds-Rothenburg. Como su esposo, ésta tiene una vida agitada: es arrestada en 1757, por orden del rey, cuando intentaba fugarse con 900.000 libras en diamantes y joyas para reunirse con su amante. Soubise, tremendamente disgustado por el escándalo, la devuelve a su familia con una asignación anual de 24.000 libras y la separación de cuerpos (divorcio).

 
Retrato de la Princesa Ana Victoria Maria Cristina von Hessen-Rheinfels-Rothenburg, Princesa de Soubise, Duquesa de Rohan-Rohan y de Ventadour (1728-1792).


Gran seductor de mujeres y jovencitas, el príncipe no fue un marido modélico y muy fiel a sus tres esposas sucesivas. Mantuvo a la señorita Guimard en el lujo más elegante e increíble, y se echó otra amante de 15 años cuando él ya era un setentón en ciernes.

Libertino pero gran bibliófilo, representó perfectamente el espíritu del Siglo Ilustrado, como lo prueba su correspondencia con Voltaire. Melómano y organizador de conciertos en su palacio de París, es él quien ordenó instalar el primer quiosco de música en Francia (inventado por Lord Ranelagh en Inglaterra), en los jardines del castillo real de La Muette, del cual era gobernador.

En cuanto a sus aficiones culinarias, a él se debe la "salsa Soubise", en una época en que era elegante y bien visto ser un chef amateur con inventiva. El gastrónomo Soubise se hizo célebre con su salsa a base de cebollas que acompañaban sus viandas, huevos duros y verduras.

Las Hijas



-C
harlotte Elisabeth Godefride de Rohan-Soubise (1737-1760), la primogénita del Príncipe de Soubise y único fruto de su primer matrimonio con la Princesa Anne-Marie-Louise de La Tour d'Auvergne, casaría con el Duque Luis V José de Borbón, 8º Príncipe de Condé (1736-1818). Fue la madre de sus tres hijos antes de fallecer prematuramente a la edad de 23 años:

-Luis VI Enrique de Borbón, 9º Príncipe de Condé (1756-1830)

-Maria de Borbón-Condé (1756-1759).

-Luisa Adelaida de Borbón-Condé (1757-1824), Abadesa de Remiremont y luego del Temple.



-Victoire Armande Josèphe de Rohan-Soubise (1743-1807), medio-hermana de la anterior e hija del segundo matrimonio del Príncipe de Soubise con la Princesa Ana-Teresa de Saboya-Carignano, fue más conocida como "Madame de Guéméné" o como "Princesa de Guéméné", tras contraer matrimonio en 1761 con su primo Henri Louis Marie de Rohan, Príncipe de Rohan-Guéméné (1745-1809), gran chambelán de Francia y sobrino del célebre Cardenal de Rohan, víctima del famoso asunto de "El Collar de la Reina" en 1785.

Por su parte, la hija del Mariscal de Soubise ostentó el cargo de Gobernanta de los Infantes de Francia (hijos del rey Luis XVI) y de la futura Duquesa de Fleury.

Su marido y ella se instalarían en París, en un palacio construído en la entonces Place Royale (actual Plaza de los Vosgos), en el cual llegaría a vivir en el siglo XIX el famoso escritor Victor Hugo.

El fastuoso tren de vida de la pareja les llevaría a contraer deudas por valor de 30 millones de libras de entonces, por lo que no pudiendo hacer frente a la desastrosa situación financiera causada por su dispendiosa manera de vivir, tuvieron que declararse en bancarrota. El escándalo fue tan enorme que Luis XVI les tuvo que pedir que dimitieran de todos sus cargos en la corte y abandonasen Versailles en octubre de 1782.

Cuando estalló la Revolución de 1789, los Príncipes de Rohan-Guéméné optaron por emigrar a Alemania, aprovechando su condición de príncipes del Sacro Santo Imperio Romano Germánico. La pareja tuvo un hijo nacido en Versailles el 18 de enero de 1764: el Príncipe Charles Alain Gabriel de Rohan-Guéméné, Duque de Montbazon y Par de Francia.

martes, 27 de noviembre de 2012

LA EXTRAVAGANTE DUQUESA DE NEWCASTLE





LADY MARGARET LUCAS CAVENDISH
DUQUESA DE NEWCASTLE
1623 - 1673
 
 

"Madge la loca"
 
Fue una aristócrata y escritora inglesa, más conocida por la biografía que ella misma escribió sobre su marido, y que fue publicada en 1667, en pleno reinado de Carlos II.

Lady Margaret Lucas nació en el seno de una de las más opulentas familias aristocráticas del condado de Essex, octava hermana de los ocho retoños nacidos del matrimonio de Sir Thomas Lucas de Saint-John de Colchester, Sheriff de Essex, y de la Honorable Elizabeth Leighton. Muy conocidos fueron dos de sus hermanos, Sir John Lucas (1606-1671), 1er Barón Lucas de Shenfield & Par de Inglaterra -a partir de 1645-, y Sir Charles Lucas de Colchester -Lord Lucas a título póstumo- (1613-1648), que fueron figuras de proa del movimiento realista durante la Guerra Civil británica.

Presentada e introducida en la corte del rey Carlos I en 1643, se convirtió en dama de honor de la reina Enriqueta-Ana de Francia, a la que siguió en el exilio instalándose en la corte del joven rey Luis XIV de Francia (1644), tras la derrota de las tropas reales en Marston Moor. Fue en el curso de su estancia en el exilio francés donde conoció al que sería su marido, Sir William Cavendish, Barón de Ogle, 1er Marqués de Newcastle (1592-1676) -y futuro 1er duque de Newcastle-; al contraer matrimonio en 1645, se convertía en su 2ª esposa, teniendo ella 22 años y él 53. Era entonces un hombre inmensamente rico, perteneciente a una de las más eminentes familias británicas (los Condes de Devonshire), y que desempeñaba el cargo de gobernador del Príncipe de Gales -futuro rey Carlos II-. Sin embargo, dimitió de su cargo en el curso de las maquinaciones políticas que iban a desembocar en la guerra civil inglesa y optó por exiliarse.




 
Retrato de William Cavendish & de Margaret Lucas, Marqueses de Newcastle; obra de Rubens.

En 1651, Margaret regresó a Inglaterra para una breve estancia durante el mes de noviembre, empleando su tiempo en escribir su primera obra.

De regreso a Inglaterra con la "Restauración" de 1660, que ponía un término a la república dictatorial puritana de los Cromwell y devolvía el trono a Carlos II, Lord William Cavendish fue recompensado con la erección de su marquesado en ducado y Margaret se convirtió en la flamante 1ª Duquesa consorte de Newcastle (1665).

Siempre atenta a los chismorreos y rumores cortesanos, y de los secretos más íntimos de sus contemporáneos, Margaret encontraría de sobras buen material en terreno tan abonado para sus trabajos literarios.



Mujer poeta, filósofa, ensayista, dramaturga y, sin duda, eficiente e incansable publicista de si misma y de sus obras, dió el primer paso, sin precedentes entre las mujeres de tan alto rango, publicando ella misma sus trabajos sin adoptar seudónimos, consciente del peligro que acechaba a los escritores cuando éstos, por miedo y prudencia, publicaban sus obras bajo nombres falsos y exponiéndose a ver cómo otros se atribuían el mérito o las ideas. Hasta este punto era consciente del valor de la propiedad intelectual. Puntualicemos que, pese a haber recibido una educación propia de las mujeres de su tiempo, que se limitaba a la música, el baile, la escritura, el saber estar, las manualidades domésticas y otras artes del estilo, Margaret se hizo a si misma gracias a su sed de saber y su enorme curiosidad.

 
Retrato de Samuel Pepys (1633-1703)


El famoso cronista londinense y contemporáneo de la duquesa, Samuel Pepys, dijo de ella que era una "... loca, vanidosa y ridícula..." . Sus enemigos y detractores, que la desprecian por su condición de fémina y por su osadía de convertirse en escritora aplaudida, se burlan de su extravagancia en el momento de vestirse: original hasta en el más nimio detalle, crea sus propios vestidos y los luce sin ruborizarse, creando escuela... Lo que está claro es que, como escritora, se salía de lo normal; en su obra "New Blazing World", Margaret escribió la que se considera como la primera novela de ciencia ficción de la época. Y, prodigiosamente activa, permanece siendo la única mujer de su tiempo en haber publicado más de un libro, al menos en Europa.

 
Retratos de Thomas Hobbes (izq.) y de René Descartes (derecha).


Como filósofa, Margaret rechazó el pronunciado Aristotelianismo del siglo XVII en su "Natures Pictures", y combatió los puntos de vista de Thomas Hobbes (rebatiendo su "Leviathan"), de René Descartes (argumentando sobre la dignidad y racionalidad de los hombres y los animales), Robert Boyle y otros eminentes miembros de la Royal Society de Londres, que frecuenta asiduamente pese a que, por su condición de mujer, le es inicialmente vetada la asistencia.

Interesada en todos los avances científicos, criticó a los experimentalistas argumentando que la razón debía guiar los sentidos, y anotó la desconfianza existente acerca de los telescopios y microscopios, cuando ella disponía de una colección de 7 telescopios adquiridos por su marido entre 1644 y 1660, y que utilizaba para observar el firmamento, tal era su entusiasmo por la astronomía.

 
Arundel House fue, a partir de 1667, la sede de la Royal Society de Londres; obra de Cornelis Bol, s. XVII.


Tras una obstinada insistencia, la duquesa consigue asistir a una sesión de experimentos de Robert Boyle en la Royal Society (1667). La victoria no fue fácil: sus insistentes peticiones provocaron un alud de discusiones entre los académicos, y no pocos desaires por parte de éstos, antes de que se avinieran a concederle ese deseo.

Retirada en las posesiones de su marido, en Welbeck Abbey (Nottinghamshire), Margaret Lucas-Cavendish, duquesa de Newcastle, fallece súbitamente el 15 de diciembre de 1673, con tan solo 50 años y con nada menos que 14 obras publicadas en su haber. Tal es su prestigio, que Carlos II dispone que sea sepultada con honores en la Abadía de Westminster (Londres), privilegio que se concede únicamente a los personajes más relevantes del país.


 
Estátuas yacentes de las tumbas de William Cavendish y Margaret Lucas, Duques de Newcastle, en la Abadía de Westminster, Londres.
 

El duque de Newcastle, viudo y aquejado de la enfermedad degenerativa de Parkinson, moriría 3 años después, en 1676, y a la avanzada edad de 84 años.

En sus "Opiniones Filosóficas y Físicas", la duquesa escribió sobre la condición de las mujeres de entonces:

"Paupérrima educación, exclusión de las instituciones públicas, subordinación política y desamparo, dictados fisiológicos desde la niñez, y la convicción social en ver a las mujeres como seres incompetentes, irresponsables, incapaces de inteligencia e irracionales."

Algunas de sus obras importantes, entre las 14 que dejó a la posteridad, fueron:

-Poems and Fancies, 1653

-Philosophical and Physical Opinions, 1655

-Natures Pictures, 1656

-A True Relation, 1656 (autobiografía)

-Playes & Orations of Divers Persons, 1662

-Philosophical Letters, 1664

-New Blazing World, 1666

-The Convent of Pleasure

-Atomic Poems

-The Life of William Cavendish, 1667 (biografía de su marido)

-Observations upon Experimental Philosophy, 1668

-Grounds of Natural Philosophy, 1668

etc.



LA DUQUESA EXCÉNTRICA Y GENIAL

Texto de Pola Oloixarac
Correcciones de Arnau Lucas.


 
Retrato de Robert Boyle (1627-1691)
 
  Es mayo de 1667, Robert Boyle se apresta a disolver un cordero en ácido sulfúrico. Hombres de negro y peluca rizada lo secundan, y la Duquesa de Newcastle asiste maravillada al desfile de experimentos: bombas de vacío, imanes, telescopios –Boyle expone su teoría del color, Hooke le muestra su microscopio-. La Duquesa recorre la Royal Society de Londres (donde Newton postularía la gravedad dos décadas después) con un vestido de cola de seis metros, que manejan sus seis doncellas. Es la primera mujer a la que se permite presenciar esas ceremonias. En la calle, una multitud se agolpa para verla pasar; de frente, algunos la confunden con un joven caballero, porque también lleva un sombrero de ala ancha a la D'Artagnan y una entallada chaqueta de montar.




Para entonces la Duquesa de Newcastle ya era la autora más versátil del barroco inglés. Catorce años antes, en 1653, publicaba sus Atomic Poems, fantasías sobre la teoría atómica y De rerum Natura de Lucrecio, precedidas de algunas cartas defendiendo las capacidades femeninas para la poesía (verbigracia: si es deseable que tejamos, ¿por qué no escribir poesía, que es tejer con el cerebro?); tres meses después se imprime Philosophical Fancies, donde propone una alternativa para el sistema mecánico de la naturaleza; en 1655, un libro sobre física y metafísica, con una carta arengando a Cambridge y Oxford a que lean sus escritos. Se había puesto en duda que sus textos fueran la obra de una mujer, y se conjeturó que el verdadero autor era Lord Cavendish, su marido. Ansiosa por ser leída y discutida por las eminencias de su tiempo, piensa que quizás no asimilen sus ideas de manera inmediata; mientras, la Duquesa publica una historia de sí misma, algunas obras de teatro y un libro con escenas de la naturaleza. Y como sus interlocutores soñados persisten en ignorarla, recurre a un subterfugio incomparable: publica en 1663 un falso epistolario, Philosophical Letters, donde intercambia cartas con una mujer ficticia y discute sus propias ideas oponiéndose al mecanicismo de Hobbes, a Van Helmont y Descartes.

En 1666, cuando la peste negra asola Londres, aparece la primera novela de ciencia-ficción, The Blazing World, que relata la existencia de otros mundos a los que se llega por el Polo Norte, donde la narradora se pasea entre civilizaciones y decide invadir Inglaterra con un blitzkrieg de hombres-pájaro, ataques submarinos de hombres-pez y catapultas de diamantes que arrojan piedras de fuego. En el frontispicio del libro, la Duquesa posa para el lector… en toga. En el epílogo, invita gentilmente a los lectores interesados a convertirse en sus súbditos.

Escribe con la irresponsabilidad de una niña y la arrogancia de una Duquesa, reprobó Virginia Woolf. ¿Por qué no tradujo los clásicos, por qué no intercambió cartas con los genios masculinos de su tiempo? La Duquesa tenía "una inclinación salvaje por la extravagancia" que la privó de gozar, lamenta Woolf, de la humilde, oscura carrera a la que podía aspirar una mujer cuando publicar un libro con el nombre propio era una trasgresión emparentada con el ridículo.


Tres damas fueron reconocidas como intelectuales entonces: Anna Maria von Schurman (un libro sobre la educación de las mujeres), la Princesa de Bohemia (se cartea con Descartes) y Anne Conway (un libro anónimo y póstumo). La Duquesa, no. Aunque conoció a Hobbes, Gassendi y Descartes (los Cavendish fueron mecenas de los primeros), la Duquesa sólo mantuvo correspondencia en inglés con Glanville y Huygens, deidades menores; participaba en silencio de las tertulias ofrecidas en su castillo, donde Hobbes era un familiar, y se retiraba a sus habitaciones a despotricar contra lo que había escuchado o presentido. Su verdadera vida, escribió, estaba atesorada en sus libros; en su obra de teatro The Convent of Pleasure (1668) describe una comunidad de mujeres solas, libres y felices (con apuntes para un amor lésbico); en The Blazing World, explica que al escribir ha construido "un reino para sí misma", lo que le da más gloria y placer "de la que jamás sintieron Alejandro o César al conquistar el orbe terrestre".

Llega al teatro de Londres con un vestido de encaje por donde se adivinan sus pezones; especula sobre la naturaleza de la luna y la materia infinita; sale corriendo del laboratorio de su castillo con las enaguas incendiadas; diseña sus vestidos y los de sus damas; critica la noción de verdad única, la óptica de Hooke y el método experimental; se da cuenta que sus ideas van más rápido que sus dedos y contrata un amanuense, John, al que sienta al lado de su puerta a la espera del grito: "¡John, John, tengo ideas!"  
 

 

Antes de entregarse a la grafomanía, la joven Margaret (de soltera apellidada Lucas, hija de un rico baronet, sheriff de Essex) fue dama de honor de la Reina Enriqueta María de Francia.
Escapando de la guerra civil se exilió con la corte en Francia y allí conoció a Lord William Cavendish, entonces Marqués de Newcastle, con quien más tarde (al cabo de un volumen de poemas amorosos) se casaría.

En el prefacio de sus Observations upon Natural Philosophy la Duquesa escribe: "Es probable que, como dicen, mi hábito de escribir constantemente sea una enfermedad. Pero entonces debe tratarse de la enfermedad más augusta, pues tengo el honor de estar infectada con el mismo mal que marcó las vidas de Agustín, Cicerón, Homero, Paracelso…" (la lista sigue).


La ciencia del siglo XVII abunda en fantasías violentas, de alto voltaje sexual. Según Bacon, el científico, debe arrancarle a la naturaleza su secreto, perseguirla hasta su recámara y violarla si persiste en no entregárselo. La discusión intelectual que Margaret buscó, en vano, era un acontecimiento indescifrable para la época, como lo siguió siendo para el canon feminista inglés, que no le perdonó lo desparejo de su prosa, su fama de excéntrica, su desmesura (retrocesos en la causa). (Esto último quizás es justo: acostumbrada a vagabundear por su castillo, un cuarto propio le hubiera resultado inhabitable.) Como Bathory, que también fue prolífica pero en asesinatos, la Duquesa no puede comprender la censura ajena –su connubio con su yo escritor es demasiado íntimo, absoluto-. Escribir es algo que corresponde a su altísima dignidad; fue pionera en hacer de la escritura una forma de visibilidad, una jactancia, una aventura.



 

lunes, 26 de noviembre de 2012

CURIOSIDADES -86-

"Mi imperio por un hombre!"



Poquísimas mujeres, y mucho menos reinas y emperatrices como Catalina II "la Grande" de Rusia (1729-1796), gastaron tanto oro en la historia para satisfacer sus ansias de amor y pasión. Catalina II no tenía medida en cuanto a asuntos de corazón se refiere; gastó en ellos sin contar.

Teniendo en cuenta que el presupuesto anual del Estado Imperial Ruso era entonces de 70 millones de rublos, la emperatriz repartió y regaló, literalmente, 92 millones a sus amantes a lo largo de su reinado. Si eso no es generosidad,...

domingo, 25 de noviembre de 2012

1847: EL ASESINATO DE LA DUQUESA DE PRASLIN


UN SANGRIENTO CRIMEN EN LA ALTA SOCIEDAD



París, 18 de Agosto de 1847
Al alba del día 18 de agosto de 1847, surgen terribles gritos desde el palacio sito en el número 55 de la calle del Faubourg-Saint-Honoré. Ruidos, muebles tirados, gritos desgarradores,... un breve silencio y luego pasos. La campanilla de la alcoba de la Duquesa de Choiseul-Praslin advierte a los criados. Éstos están hasta la coronilla de sus señores y de sus incesantes peleas conyugales, que duran desde hace tiempo. Sus excelencias discuten día si y día también. El ambiente es tan tenso que se puede cortar con cuchillo. Acuden rechinando de los dientes. Entran en las habitaciones de la duquesa y ¡horror! ante el espectáculo que se ofrece a sus ojos. Una auténtica carnicería que da náuseas; su señora de 40 años, yace en el centro de la estancia, en medio de un charco de sangre y aún da señales de vida pese a las decenas de heridas que se perciben en su pecho, sin contar con la más grave, en la cabeza. Una pistola se encuentra cerca de ella. Hay salpicaduras de sangre que cubren las paredes, el parquet, las alfombras, las cortinas; los muebles tirados al suelo, rotos; un candelabro de plata tiene aún pegado en su pie trocitos de carne sanguinolenta y mechones de cabellos. La agresión ha tenido que ser muy violenta.

Hay humo que sale de la puerta que da al aposento de su marido, Charles Hugues Théobald de Choiseul, 5º Duque de Praslin y Par de Francia. Aparece, en ese momento, con un aire alelado, como si hubiera caído de otro planeta. Reaccionando, pregunta brutalmente a los criados cual de ellos ha entrado el primero. Manda que avisen a la policía y que acuda un médico. Demasiado tarde, la pobre duquesa exhala su último aliento, sin haber podido pronunciar una palabra ni nombrar a su asesino.

La policía, llegada al lugar de los hechos, constata que la víctima ha resistido valientemente a su agresor. Varios de sus dedos han sido seccionados, sin duda por arma blanca. El inspector, señala a los investigadores que, de todos los accesos a la estancia, solo el que lleva al aposento del duque presenta una puerta forzada. Para colmo, hay un rastro de sangre que marca el recorrido entre los dos aposentos. Descubren que, en el cuarto del duque, acaban de consumirse en la chimenea unas prendas de vestir masculinas, y en una jofaina agua teñida de sangre. La policía pide al duque que se desvista y ¡oh, sorpresa! su ropa interior está manchada de salpicaduras de sangre y, a todas luces, no es la suya. Conclusión: el duque ha matado a su esposa.


 
El Hotel de Sébastiani, en el nº 55 de la calle Faubourg-Saint-Honoré, lugar de los hechos. Fachada del palacio, plano general de la 1ª planta y plano de la escena del crimen.


En este hecho trágico, el protagonista no es un vulgar vagabundo: es un duque y par de Francia. Para poder arrestarle, hace falta el acuerdo del rey y, legalmente, el supuesto asesino beneficia del privilegio de inviolabilidad. De hecho, tan solo la Cámara de los Pares está habilitada para juzgarle y condenarle. Dada esa condición, el sospechoso tan solo es asignado a residencia, prohibiéndole que salga de su domicilio. Las autoridades tan solo pueden asignar a dos policías para guardar la puerta de su habitación. El caso salta a la primera plana de los periódicos parisinos; el escándalo es mayúsculo. La opinión pública reclama la muerte del duque y, de rebote, condena a la clase aristocrática. En las calles de la capital se oye incluso la repetida consigna de "¡Abajo Luis-Felipe!". El rey desearía poder salvar a su amigo pero, para apaciguar las calles, no le queda otra opción que mandarle a la guillotina. El duque entiende que ya no puede contar sobre sus títulos y su condición de Par de Francia, para salvar su cabeza. A partir de aquí, correrá el rumor de un montaje orquestado por el rey para que Praslin escape de la Justicia: consiste en simular su muerte por envenenamiento para, luego, enviarle de incógnito al otro lado del Océano Atlántico... ¿Dónde? A Nicaragua, nada menos.

 
Retrato de Charles Hugues Théobal de Choiseul, Vº Duque de Praslin & Par de Francia (1805-1847)


La noche misma del asesinato de la duquesa, el Duque de Praslin se puso repentinamente a vomitar sangre de manera alarmante. El médico, avisado por la policía que vigila al sospechoso, aconseja que guarde cama. Pero, a la mañana siguiente, su estado empeora. Vuelve a vomitar y se desmaya. ¿Acaso ha enfermado de colera? Nada de eso; el duque se administró una buena dosis de arsénico para no afrontar el juicio. Pese a estar moribundo, es trasladado el 21 de agosto a la cárcel del Palacio de Luxemburgo, donde fallece tres días más tarde sin haber confesado su crimen. Los parisinos están furiosos al ver que les han privado de ver a un duque y par de Francia en el banquillo de los acusados. Para rebajar la más que palpable tensión que reina en la capital, el rey decide organizar un juicio póstumo que declara al Duque de Praslin culpable del salvaje asesinato de su difunta esposa Fanny. Se cierra el caso. Sin embargo, el asunto continúa haciendo mucho ruido en la prensa que estigmatiza la decadencia de una monarquía condenada a caer.

 
Retrato de Luis-Felipe I, Rey de los Franceses entre 1830 y 1848.


¿Qué empujó al aristócrata a asesinar a su esposa? Entre los criados, los crímenes entre cónyuges son habituales pero, entre gente de la alta sociedad, es más bien extraordinario.

En 1824, la boda del duque y de la duquesa es como un cuento de hadas. El duque ha conseguido la mano de la hija de un mariscal corso del Ier Imperio, extraordinariamente bella. Por su lado, la novia Fanny Sébastiani della Porta, consigue hacer realidad su sueño: convertirse en duquesa y en la señora del fabuloso Castillo de Vaux-le-Vicomte. Hasta su décimo embarazo, el duque gusta exhibir en sociedad a su otra mitad. Pero, después de tanto parir, la esbelta anguila se ha convertido en una desbordante ballena ninfómana, que apesta a sudor y le hace escenas sin motivo. Pobre hombre... En 1837, ya está pensando en separarse de ella y echarla literalmente de casa; ya no aguanta más las contínuas escenas conyugales y los ataques de histeria de su media naranja. El gran inconveniente es que, quien tiene el dinero es ella, y él el que posee castillos ruinosos de oneroso mantenimiento. Puesto que no puede separarse de ella, ya que no está dispuesto a renunciar a su dinero, se limita a prohibir a su mujer el acceso a su alcoba y multiplica sus aventuras extra matrimoniales con un alucinante desfile de jóvenes y gráciles amantes. Cosa muy corriente en ese tipo de matrimonios...


 
El Castillo de Vaux-le-Vicomte, principal residencia de los Duques de Praslin.


En cualquier caso, el duque tampoco es que sea de una belleza apolínea. El escritor Victor Hugo lo describe así: "Una boca fea y una horrible sonrisa contraída; es un rubio insípido, pálido, lívido, con un aire inglés. No es ni gordo ni enjuto. No hay raza en sus manos, que son gordas y feas. Siempre parece dispuesto a decir algo que acaba por no decir."

Fanny acaba por abandonar el domicilio conyugal, llevándose consigo a sus diez retoños pero, por mucho que le pese, sigue locamente enamorada de su marido. Le envía decenas de cartas ardientes, en las que le exige que cumpla con sus deberes conyugales. El duque se niega rotundamente.



 
Retrato de Henriette Deluzy-Desportes, amante del Duque de Praslin.


En 1841, el duque decide que su esposa, demasiado enferma de los nervios, ya no verá más a sus hijos si no es en presencia de una gobernanta que acaba de contratar. La sujeta en cuestión, Henriette Deluzy-Desportes, es una despampanante rubia quince años más joven que la duquesa Fanny y, por supuesto, además de ocuparse de los hijos, atiende las necesidades físicas del padre. Adorada por los hijos del duque, va tomando cada vez más importancia en la casa para mayor disgusto de la duquesa. El escándalo de ese ménage-a-trois pronto trasciende más allá del aristocrático barrio del Faubourg-Saint-Honoré. Incluso los hijos del rey intervienen, aconsejando al duque que se separe de la gobernanta cuanto antes. Finalmente, y bajo la amenaza de su mujer de cerrarle el grifo, el duque resuelve despedir a su amante. El pobre hombre, sin embargo, permanece realmente enamorado de Henriette. Ambos continúan carteándose, y la ex gobernanta no está dispuesta a renunciar a su duque. La muy maquiavélica rubia pone entonces en marcha un chantaje emocional: hará creer a ese idiota de duque que se marcha a Inglaterra para casarse supuestamente con otro hombre. Choiseul-Praslin no soporta la sola idea de perderla y, entonces, decide buenamente librarse de su esposa.

Henriette Deluzy-Desportes será arrestada por presunta complicidad en el asesinato de la duquesa Fanny. Pero, la falta de pruebas no dan lugar a un juicio contra ella y la policía se ve obligada a liberarla finalmente. Apenas salida de la cárcel, la ex gobernanta toma el primer barco para Estados Unidos y allí se casa con un reverendo. Fin de la historia.

Cita de la Semana



"Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único."

Frase de: Agatha Christie, novelista (1890-1976).

jueves, 22 de noviembre de 2012

SIR THOMAS II LUCAS of SAINT-JOHN


ASCENSO & CAÍDA DE UN FAVORITO DE ELIZABETH I
 
 

Sir Thomas II Lucas of Saint-John (Saint-John Abbey, Colchester, c.1530 / 24-08-1611), IIº Señor & Caballero de Saint-John de Colchester, IIº Lord o Señor de Dunham Hall, de Sible Hedingham, del Great & Little Horkesley, de Fordham Hall, de Archentines, de Mile End, de Breewood Hall, de Lexden y de la Abadía de Saint-John en el condado de Essex; IVº Señor de Bury Saint-Edmund's Abbey y de Abbott's Hall en el condado de Suffolk.

Fue el hijo primogénito del rico y poderoso Sir John Lucas de Saint-John, de Colchester, y de su primera esposa Mary Abell, hija y heredera de una de las dos familias más ricas del condado de Essex, que habían amasado una fortuna gracias a la indústria textil y el comercio de paños. La otra familia más rica de Essex, apellidada Christmass o Christmas, daría la mano de su hija Elizabeth en segundo matrimonio a Sir John Lucas en 1550, tras enviudar de Mary Abell.

Los Lucas y su especial relación con la dinastía Tudor



El padre, Sir John, había amasado una fortuna sirviendo eficientemente al rey Enrique VIII y a su hijo Eduardo VI. De hecho, cimentó su fortuna gracias a la liquidación de monasterios, conventos y extensas propiedades de la Iglesia que él mismo dirigía para convertirlos en dinero contante y sonante en provecho de la Corona. Eminente jurista salido de Cambridge, fue consejero legal y defensor de los intereses de dos generaciones de la distinguida familia De Vere -los poderosos Condes de Oxford-, consejero privado de la Corona, secretario de Estado, Gran Mayordomo de la Corte de Aumentos para las tierras del Norte y de Trent, y elegido diputado del Parlamento de Londres por Colchester, entre otras cosas.

 
La Abadía de Bury Saint-Edmund (Suffolk), propiedad de la familia Lucas.


El padre de John, Sir Thomas Lucas (c.1470-1531), escudero y caballero, hijo a su vez de un caballero caído en combate durante la Guerra de las Dos Rosas, jurista de profesión, había sido secretario personal del influyente Jasper Tudor, 1er Duque de Bedford y Conde de Pembroke, hermanastro del rey Enrique VI y tío del rey Enrique VII. Y sus servicios debieron de ser tan buenos que, andando el tiempo, el tío del primer monarca Tudor le concedió en propiedad los castillos y señoríos de Oxburgh Hall, de Dunham Hall y de Arwenack Manor entre otros. Su ascenso en la administración real sería coronada por su nombramiento como subfiscal de la Corona para Inglaterra y Gales en 1503, y rematada por su promoción a consejero privado de la Corona y secretario de Estado del rey Enrique VII. Acumula, entonces, honores y prebendas que le dan la oportunidad de agrandar sus dominios (es convertido en Baílio Hereditario de la importante Abadía de Bury Saint-Edmund, en Suffolk) y patrocinar generosamente a su estimada Universidad de Cambridge. Tampoco dejó de lado las oportunidades que ofrecían los enlaces matrimoniales; casado con una noble damisela perteneciente a la gentry del condado de Monmouthshire, Elizabeth Kemys de Raglan, consigue la mano de Margery Gedding de Gedding Hall para su primogénito, Jasper Lucas, que aporta como dote los señoríos de Lackford, Flempton y West Stow, en el condado de Suffolk.

Padre y abuelo habían sentado las bases para edificar una dinastía destinada a prosperar en todos los escenarios. La familia, que ya formaba parte de la baja nobleza terrateniente inglesa (gentry) desde el siglo XIV con el rango de escudero, contando entre sus miembros a juristas, magistrados, parlamentarios, altos funcionarios, caballeros y soldados, no desdeñaba las oportunidades que les brindaba el comercio nacional: se sumó exitosamente a la explotación agraria, a la cría de ganado ovino e instalación de fábricas de lana y paños, obteniendo pingües beneficios mercantiles y contribuyendo a la prosperidad nacional.

1556

Sir Thomas tenía 25 años cuando su padre falleció, heredando una gran fortuna, la vasta mansión y finca solariega de la Abadía de Saint-John, un buen puñado de propiedades inmobiliarias y numerosos feudos. Ambicioso, hambriento de dejar su marca en el mundo, contribuyó a la consolidación de la dinastía Lucas como la primera familia del Este de Inglaterra.

Tras haber cumplido con la tradición familiar, que exigía una sólida formación en Derecho Civil en la Universidad de Cambridge (que su familia patrocinaba generosamente) y en el Inner Temple de Londres, Sir Thomas fue elegido miembro del Parlamento por Colchester, sucediendo a su padre y predecesor en la Cámara de los Comunes. En las décadas siguientes, gracias a sus excelentes relaciones en la corte, y contando sobretodo con el favor de la reina Elizabeth I, consiguió ocupar numerosos cargos de importancia en el seno del Gobierno, aupándole hasta un estatus de poder y prestigio envidiables que le situaron muy por encima de sus vecinos locales.


Retrato de la Reina Elizabeth I de Inglaterra e Irlanda (1533-1603), conmemorando su coronación en enero de 1559.


También desempeñó el cargo de Juez de Paz de Colchester, lo que le llevó a juzgar a los malhechores locales, y el de Registrador, que le otorgaba la dirección y gerencia de los asuntos legales de la ciudad.

La reina Elizabeth I le nombró personalmente, por tres veces consecutivas, Gran Sheriff de Essex, cargo que le convertía en la máxima autoridad policial, política y judicial de la región. Además de tan alta responsabilidad, la soberana le entregó la dirección y gestión de todos los asuntos e intereses de la Corona en el condado.

Pero, más allá de sus obligaciones y cargos oficiales, Sir Thomas Lucas sentía especial devoción por su capitanía al frente de la milicia de Essex. Para ella gastó su dinero y su tiempo sin contar: uniformó y equipó a los milicianos por su cuenta, les armó, preparó y entrenó para repeler eficazmente invasiones extranjeras o sofocar rebeliones internas, recreando así las asociaciones militares caballerescas conformadas por gentileshombres locales a imagen y semejanza de la Edad Media.

A finales del siglo XVI, Essex era uno de los más ricos condados de Inglaterra: "la tierra más rica, comparable a Palestina, en la que fluyen leche y miel", según las propias palabras del cartógrafo John Norden. Del condado fluía un constante tráfico de ganado con la mejor carne de Inglaterra, y convoyes rebosantes de grano y harina, hortalizas frescas, mantequilla, queso, cerveza y licores, cuero, lana y paños hacia el Suroeste para aprovisionar los mercados de Londres. La indústria de la lana vivía su gran auge. Los hilanderos, tejedores, teñidores producían lo mejor y trabajaban en sus casas para luego enviar sus ricos paños a los almacenes de los proveedores de todas las ciudades. En Colchester, gracias a su prosperidad comercial, la población experimentó un crecimiento demográfico considerable, provocando de rebote un "boom" de la construcción: se construyeron casas mucho más allá de las antiguas murallas de la ciudad y se extendieron por la campiña hacia el Sur y al Este hasta llegar al río Colne, donde los barcos atracaban en el puerto fluvial de The Hythe.

Colchester se convirtió en una de las más grandes ciudades de Inglaterra, que sobrepasaba ampliamente el kilómetro de extensión, dotada con una población de unas 10.000 almas. Sus casas, admirablemente bien construídas, combinaban sus blancas fachadas encaladas con el negro enmaderado y sus tejados con rutilantes tejas, estaban perfectamente alineadas con sus calles bien pavimentadas, dónde los transeúntes podían deambular sin temor a hundirse en el fango. A esta idílica planificación urbanística se unía un aprovisionamiento constante de agua fresca en abundancia, procedente de los manantiales de los alrededores, y que alimentaban las numerosas fuentes públicas.

Y, mientras tanto, la familia Lucas también prosperó. Dedicado a la adquisición de riquezas y de un estatus social proeminente, Sir Thomas gestionó tan enérgicamente sus fincas, que consiguió duplicar sus beneficios y rentas, dándole la oportunidad de poder reinvertirlas en la compra de más tierras.



Al morir Sir Thomas con 80 años, en agosto de 1611, su familia era una de las más ricas, poderosas y respetadas de Essex, con miles de hectáreas de tierra que aportaban a sus arcas una renta fija de 4.000 libras al año (11.500.000,00 Libras Esterlinas del año 2010 que, convertidos en Euros dan 13.161.198,094 €). Pero esa enérgica gestión y expansión inmobiliaria por parte de Sir Thomas, trajeron no pocos conflictos y roces con sus vecinos; numerosas disputas legales derivaron de enfrentamientos verbales por culpa de delimitaciones mal definidas, zonas comunales y vallados de parcelas de unos y otros, provocando constantes discordias y llevándole a poner numerosos pleitos con una intransigencia inquebrantable, convencido de sus legítimos derechos.

De gran y fuerte personalidad, temperamental, autoritario e intransigente, Sir Thomas no se dejaba amilanar por nada ni por nadie. Su pronunciado gusto por los pleitos con otros propietarios vecinos a sus fincas y su trato nada cordial, incluso su orgullo desmesurado y su manera tan estricta de interpretar y aplicar la ley, le llevaron, en la década de 1580, a ser la persona más odiada de todo Colchester, donde se le calificaba abiertamente de avaricioso y miserable egoísta. Cuando el resentimiento local contra él culminó en una feroz batalla campal entre bandas rivales de la milicia, Sir Thomas tuvo que hacer sus baúles y refugiarse en la corte de Londres ¡por espacio de tres años!



Pese a ser impopular en Colchester, Sir Thomas consiguió establecerse exitosamente a nivel nacional en la corte real. Armado caballero por Elizabeth I en 1571, Sir Thomas tuvo el inmenso pero también oneroso honor de hospedar y agasajar, por dos veces, a la soberana y a su corte en su suntuosa mansión solariega de Saint-John. Por otro lado, gracias a sus excelentes conexiones en los mejores círculos de la alta sociedad, y también a su notable influencia en la corte, consiguió que su hija Anne fuera admitida como dama de honor de la Reina. Un privilegio difícil de conseguir, ya que aseguraba un contacto directo con la soberana.



Posteriormente, los actos de dos de sus hijos contribuyeron a que perdiera gradualmente el favor de la Reina.

Sir Thomas Lucas, tan acostumbrado a moverse entre la élite de su época, había contraído un brillante matrimonio al desposar a la hija de Sir John Fermor de Easton Neston, un rico caballero propietario de Northamptonshire, Mary Fermor. La pareja tuvo tres hijas y dos hijos, pero sólo sobrevivieron dos:

-Sir Thomas Lucas de Saint-John, Kt. (c.1559 - 1625), c.c. Elizabeth Leighton de Leighton.

-Honorable Anne Lucas, c.c. Sir Arthur Throckmorton (1557-1626)

Su hija Anne fue la primera de la familia en provocar el real desagrado de Elizabeth I; siendo su dama de honor, se casó secretamente y por amor, desafiando la prohibición y contra el deseo de la Reina, que reservaba su mano para otro caballero de su gusto. Peor aún sentaría a la iracunda soberana, y de manera profunda e irremediablemente, la conducta del hijo mayor de Sir Thomas, también llamado Thomas y futuro padre de la Duquesa de Newcastle, de Sir Charles Lucas y de Lord Lucas.

 
Arco Tudoriano de la Iglesia de Saint-Giles de Colchester, que reagrupa las armas esculpidas y policromadas de los distintos miembros de la familia Lucas y de sus esposas, y que figuraban antaño en sus tumbas, profanadas y destruídas durante la Revolución y Guerra Civil Inglesa.
 


miércoles, 21 de noviembre de 2012

CURIOSIDADES -85-


"NADA COMO EL CALOR HUMANO"

Durante lo más crudo del invierno báltico, la vida en el Palacio Imperial de San-Petersburgo era una auténtica tortura para sus ocupantes y, sobretodo, para la Emperatriz Catalina II. Para subsanar el temor de la zarina a morirse de hipotermia, cada noche se destinaba una parte de su guardia-de-corps a velar por su sueño. A los guardias, una vez dispuestos dentro del dormitorio imperial, el coronel les ordenaba escuetamente:

-"¡Respirad bien calentito!"

La idea era que, llenando la habitación de la zarina con todos aquellos fornidos y apuestos guardias, se mantuviera el calor de la estancia con sus alientos, evitando así que Catalina II amaneciera congelada.

Anécdotas Históricas -202-



Florencia, 13 de enero de 1817, día del Año Nuevo ruso según el calendario juliano. A propósito de esta fiesta, surge esta anécdota divertida contada por una aristócrata rusa. El día de Navidad, la Condesa Apraksina se había encontrado indispuesta y, encamada en una habitación a oscuras, dejó la puerta entreabierta. Dos personas de su séquito, que se encontraban en el salón contigüo, entablaron la siguiente conversación:

-"Hay algo que me da vueltas en la cabeza y es lo siguiente, ¿por qué celebramos nosotros la Navidad doce días más tarde que los Italianos?"

-"¡Qué bobo sois! ¿Cómo, habiendo viajado tanto, os podéis hacer semejante pregunta? Tenéis que comprender que, cuando Nuestro Señor vino al mundo en Palestina, el correo que llegó a Roma para dar la noticia al papa necesitó nada menos que doce largos días para ir hasta Moscú y llevarla al Zar. Las dos iglesias no celebran el día de la Natividad, sino el de la llegada del correo que trajo la noticia."

-"¡Ah! Ahora lo entiendo y lo veo claro."

Anécdota de: Princesa Ekaterina Vladimirovna Golytsina, Condesa Apraksina (1768-1854).

lunes, 19 de noviembre de 2012

Anécdotas Históricas -201-



El rey Luis XI de Francia no daba un paso ni tomaba una decisión importante sin antes consultar a su adivino italiano, Galeotti. El monarca tenía una confianza ciega en ese vidente hasta el día en que éste cometió un error que estuvo a punto de provocar desastrosas consecuencias para la Corona. Furioso, Luis XI convocó al adivino y le hizo una pregunta que le hizo temer lo peor:

-"Vos, que leéis tan bien el futuro, ¿podríais decirme cuando vais a morir?"

Galeotti, que tenía sentido común, salvó su pellejo respondiendo:

-"Señor, mi ciencia no me permite precisar esa fecha pero, tan solo sé que moriré tres días antes que Su Majestad."

A lo que Luis XI añadió:

-"¡Id en paz, id en paz!"

Anécdota de: Luis XI "el Prudente", Rey de Francia (1423-1483).

domingo, 18 de noviembre de 2012

Cita de la Semana



"No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay."

Frase de: François VI, IIº Duque de La Rochefoucauld & Par de Francia, Príncipe de Marcillac, soldado, escritor y moralista (1613-1680).

sábado, 17 de noviembre de 2012

VERSAILLES: La evolución del palacio en 3D




He de recomendar el visionado de este vídeo en dos partes sobre la evolución del Palacio de Versailles, reconstruído paso a paso en 3D, desde el reinado de Luis XIII hasta el abandono forzoso de 1789, en que la Familia Real de Luis XVI se traslada definitivamente a París, al Palacio de las Tulerías. En la segunda parte, el palacio sufre el despojo de sus riquezas bajo la Revolución Francesa pero resucita con Napoleón I, que se aloja en el Grand Trianon, y es completado por Luis XVIII; Luis-Felipe I lo convierte en museo y, bajo la IIª República, se le da utilidad construyendo la Sala del Congreso para acoger la Asamblea Nacional y el Senado. Verán que el resultado es exquisito y muy cuidado, pese a estar en tan solo dos idiomas: francés e inglés.
 


Si os apetece explorar de forma más exhaustiva, aqui tenéis el link de la página:
http://www.versailles3d.com
 

jueves, 15 de noviembre de 2012

LORD BUTE, el difamado



John Stuart, 3er Conde de Bute (1713-1792), Primer Ministro de Gran-Bretaña entre el 26 de mayo de 1762 y el 8 de abril de 1763, tuvo la desgracia de ser víctima de un escandaloso pamfleto firmado por un tal John Horne en el que se difundía la terrible acusación, contra él y la Princesa Vda. de Gales, madre del rey Jorge III, de mantener una relación adúltera. Esa difamación hizo tanta mella en la opinión pública británica que, cuando falleció la Princesa Vda. de Gales (Augusta de Sajonia-Gotha) de un cáncer de garganta el 8 de febrero de 1772, su cortejo fúnebre fue seguido desde su residencia de Carlton House hasta la abadía de Westminster por toda una muchedumbre que cubrió su féretro con los más irreverentes y abyectos insultos.

Retrato de la Princesa Vda. de Gales, Augusta de Sajonia-Gotha (1719-1772), nuera del rey Jorge II y madre del rey Jorge III de Gran-Bretaña e Irlanda. Obra de Sir Allan Ramsay.
 
Detalle del retrato del rey Jorge III de Gran-Bretaña e Irlanda, Elector de Hannover (1738-1820), según Sir Allan Ramsay, en 1760.
 


Los rumores de que Lord Bute, entonces tutor del futuro rey Jorge III y posteriormente primer ministro suyo, y la Princesa de Gales mantuvieron un affaire, se apoyaban únicamente sobre la excelente relación existente entre ambos y, sobretodo, por la enorme influencia de éste sobre la madre y el hijo. A partir de ese momento, tanto Lord Bute como Augusta fueron puestos en la picota por la prensa británica (sobretodo por el periodista John Wilkes) y constantemente vilipendiados por ésta.

La realidad fue, al parecer, bien distinta. Los historiadores de hoy en día, ponen muy en duda la supuesta relación amorosa entre Augusta de Sajonia-Gotha y Lord Bute, teniendo en cuenta que, desde 1736, el conde se hallaba muy felizmente casado, enamorado de su esposa y padre de nueve retoños. Por otro lado, se recalca su carácter profundamente religioso y su total rechazo al adulterio, rasgos que hacen bastante improbable su relación amorosa con la madre de Jorge III.

Como decía el genial y lúcido Voltaire: "¡Calumniad!¡Calumniad!¡Que de la calumnia algo queda!"

miércoles, 14 de noviembre de 2012

LA VIª CONDESA DE MONTIJO





María Francisca de Sales de Portocarrero Guzmán Luna y López de Zúñiga (Madrid, 1754 / Logroño, 1808).

Fue hija única de Cristóbal de Portocarrero Luna Osorio y Fernández de Córdoba, VIº Marqués de Valderrábano y heredero de la Casa Condal de Montijo (ob.1757), y de María Josefa López de Zúñiga Chaves y Téllez-Girón (ob.1796), hija ésta del IXº Duque de Peñaranda de Bracamonte y biznieta -por su madre- del Vº Duque de Uceda.

En sus venas se mezclaba la ilustre sangre de los Fernández de Córdoba con la de los López de Zúñiga, junto con la de los Pacheco, Portocarrero, Pimentel y Téllez-Girón, sin olvidarse de que descendía del condestable Álvaro de Luna.

Armas de los Condes de Montijo, Grandes de España.


Su educación recaerá bajo el cuidado de su abuelo paterno al fallecer prematuramente su padre cuando tiene 3 años. Su madre, destrozada por el dolor, opta por retirarse del mundo e ingresar en un convento. Para su formación, la niña será entregada a las monjas salesianas, encargadas desde su establecimiento en España (por iniciativa de la ya finada reina Bárbara de Braganza, esposa del rey Fernando VI) de la formación de jóvenes damiselas de rancio abolengo.

A los 14 años de edad, es casada con el Teniente General Felipe Antonio de Palafox y Croy d'Havré Centurione (1739-1790), hijo del segundo matrimonio del VIº Marqués de Ariza con la Princesa Marie Anne Charlotte de Croy d'Havré. Él tiene entonces 29 años y les separan 15 años de diferencia. El contrato matrimonial es firmado el 24 de octubre de 1768 en el convento de las Carmelitas de San José, donde se encontraban la novia y su madre, la Marquesa Viuda de Valderrábanos. El Conde consorte de Baños, esposo de la VIIIª Condesa de Baños, prima-hermana de los padres de la novia, actúa como testigo y en representación de otro primo-hermano y tutor legal de ésta, el Arzobispo de Toledo y Cardenal Luis Fernández de Córdoba y Portocarrero, Conde de Teba y de Ardales.

En el contrato matrimonial, se establecen cláusulas que especifican que el contrayente tendrá que adoptar el nombre y las armas de la Casa de Portocarrero, titular del condado extremeño de Montijo y otros feudos. Si los bienes aportados por el novio son valorados en 320.000 reales, los de la novia son mucho más considerables: 1.775.709 reales sin contar los mayorazgos y sus rentas, sus pertenencias de uso doméstico, joyas, carruajes y vestidos; en total, su fortuna es estimada en 2.337.411 reales! A eso se tuvo que sumar la cantidad de 29.052 reales y 15 maravedís en moneda de oro y plata, que procedían de la cuenta de su tutela.


Retrato de Don Cristóbal Gregorio de Portocarrero, Vº Conde de Montijo (1693-1763), abuelo de la VIª Condesa de Montijo.

Tras el deceso de su abuelo paterno (1763), de su tío-abuelo el Arzobispo de Toledo (1771) y de su tía la Condesa de Baños (1792), María Francisca de Sales de Portocarrero de Guzmán Luna y López de Zúñiga se convierte sucesivamente en la VIª Condesa de Montijo, XVIª Condesa de Teba, IXª Condesa de Baños, Vª Condesa de Fuentidueña, VIIª Marquesa de Valderrábanos, VIª Marquesa de Osera y de Castañeda, Xª Marquesa de Villanueva del Fresno y de La Algaba, XIª Marquesa de Barcarrota, Marquesa de Martorell, de Ardales, de Algava, de Molina y de Ugena, Condesa de Ablitas, Señora del Adelantazgo Mayor de Murcia, dos veces Grande de España de 1ª clase, Condestablesa de las Indias, Mariscala Mayor de Castilla, y de un sinfín de señoríos menores.

Más tarde, a toda esa lista de dignidades y títulos nobiliarios se sumarían, también por herencia, el condado de Miranda de Castañar y el ducado de Peñaranda de Bracamonte que, a la postre y a través de una de sus nietas, pasarían a engrosar el patrimonio de la Casa de Alba y de Berwick.

En los primeros años de vida conyugal, que fueron amenos, María Francisca de Sales dará a luz a ocho hijos, de los que solo sobrevivieron seis: cuatro chicas y dos varones; la futura XVIª Duquesa de Medina Sidonia, los futuros VIIº y VIIIº Condes de Montijo, la futura XVIª Marquesa de Bélgida, la futura VIª Condesa de Parcent y Contamaina, y la IVª Marquesa de Lazán.

La pareja forma un matrimonio bien avenido por no decir dichoso, de ideas marcadamente reformistas y liberales en una España que se abre dificilmente a las ideas de la Ilustración francesa. Tan solo la alta sociedad se hará adepta de las nuevas ideas del Siglo de las Luces. Pese a su gran apego a la religión, de la que siempre hará ostentación, la VIª Condesa de Montijo será una de las cuatro grandes damas españolas de la Villa y Corte de Madrid en abrir un salón de tertulias a imagen y semejanza de los de París. De hecho, ella formará parte, y muy activamente, de ese movimiento femenino que opera en la 2ª mitad del siglo XVIII español y que pretende salir del habitual ostracismo al que siempre estuvo el mal llamado sexo débil condenado.


Retrato de Carlos III de Borbón (1716-1788), Rey de España y de las Indias entre 1759 y 1788.


Por aquellos años, la Sociedad Económica de Amigos del País, más conocida como la Matritense, abre sus puertas a las mujeres permitiéndoles el acceso pero con condicionamientos. Dada la resistencia de los hombres ante la intromisión del género femenino en asuntos tan "viriles", el mismo rey Carlos III se verá en la necesidad de intervenir para calmar las aguas en 1786... En cuanto a los salones que se abren en Madrid, que son pocos, éstos nunca llegarían en realidad a adquirir la importancia, la trascendencia y el prestigio europeo conseguido por los franceses. Llegó a ser más bien un signo exterior de "prestigio" algo provinciano y un excelente pretexto para el lucimiento propio. Pero, por otro lado, tenían una gran carga simbólica: la conquista de un espacio público presidido por las mujeres con abolengo, ociosas, educadas y refinadas, un espacio para tener voz y abordar temas intelectuales y culturales.

De los cuatro salones que se abren entonces en Madrid, el más importante e ilustrado es el de la Condesa-Duquesa de Benavente, pero el de la Condesa de Montijo es, sin lugar a dudas, el más polémico. Si en el de la Condesa-Duquesa de Benavente se discute de música, literatura y de teatro, en el de la Condesa de Montijo se aborda el delicado tema de la religión que, a la postre, le atraerán las furias de la Inquisición. En él acuden Jovellanos, Meléndez Valdés, Lleredi,... y algún que otro clérigo a espiar para informar o denunciar ante el tribunal del Santo Oficio lo que allí se decía.

Lejos de limitarse a presidir un "salón", la Condesa de Montijo intervino activamente en la sociedad para conseguir una mejora de la condición femenina. Convertida en secretaria de la Junta de Damas, cargo que desempeñaría a lo largo de 17 años, y cuya presidencia ostentaba la Condesa-Duquesa de Benavente, la Montijo pudo actuar eficazmente. Gracias a Carlos III, se creó la "Junta de Damas" dentro de la Sociedad Económica de Amigos del País, primera agrupación integrada exclusivamente por mujeres y que no se dedicaba a fines espirituales. La Junta asumió entonces la dirección de las Escuelas Patrióticas que habían sido creadas a raíz de una Real Cédula de Carlos III. En ellas, se enseñaban a las niñas tan solo a rezar y a hacer labores, mientras que a los chicos se le enseñaba a leer, escribir, matemáticas y gramática junto con el catecismo y los rezos.


Retrato de José Moñino Redondo, 1er Conde de Floridablanca (1728-1808).


Fue la intervención de la Condesa de Montijo muy decisiva en una asunto tan curioso como el intento, por parte del Gobierno del Conde de Floridablanca, de imponer a la mujer un "traje nacional" con visos a uniformarlas y a controlar el gasto que suponía la moda femenina de entonces. Su réplica surtió tal efecto en el ministro que éste hubo de retirar el proyecto y abandonarlo en un cajón.

También intervino en el asunto de la Real Inclusa de Madrid, cuya situación era por lo menos trágica: la inexistencia de higiene y el desbordamiento de las nodrizas al encontrarse al cargo de muchos bebés, causaban mucha mortandad infantil. Carlos IV se resistió al principio pero, al cabo de casi 7 años, acabó entregando la dirección de la inclusa a la Junta de Damas (13 de septiembre de 1799). Ese mismo año, el índice de mortandad infantil era de un 96%... En 1800 y tras doce meses de hacerse cargo la Junta de la Real Inclusa, la mortalidad se había reducido hasta un 46% y, en 1801, al 36% lo que probaba holgadamente la eficacia e inteligencia de esas damas al frente de la institución cuando asumieron su gerencia y dirección a finales de 1799.

Animada por el éxito de aquella empresa, la Condesa de Montijo propuso también al Gobierno que la Junta de Damas se hiciera cargo de la penosa situación de las presas de la cárcel de La Galera. Las condiciones miserables en que se debatían las reclusas en aquella prisión hacía que muchas de ellas envejecieran y murieran antes de que se celebrara el juicio. Lejos de limitarse al papel de directora, la condesa también trabajó como simple enfermera en las dependencias carcelarias. Por otro lado, creó una asociación que se ocupara de enseñar a aquellas presas oficios que les permitieran conseguir pequeños ingresos y prepararlas para afrontar el momento de volver a pisar la calle, buscar trabajo y poder vivir dignamente. De este modo nació la Asociación de Presas de La Galera y constituyó una novedad sin precedentes en toda España.

Gran mujer, valiente y luchadora, la Condesa de Montijo defendió sus creencias religiosas aunque aquello supusiera la enemistad del clero y conllevara el exilio. Pretendía, como otros ilustrados, cambiar aquella religiosidad fanática de los españoles por un sentimiento religioso más puro, predicando con el ejemplo. Aquella manera de entender la religión fue erróneamente calificada de "jansenismo", obviamente por los enemigos aferrados a la tradición hasta la irracionalidad.

Es también de interés saber que la Condesa de Montijo tradujo del francés al castellano Introducciones sobre el matrimonio de Nicolas Letoumeaux, a instancias del obispo Josep Climent y que la obra se editara con todos los permisos eclesiales en 1774, en Barcelona. Obviamente, la condesa se guardó de que su nombre apareciese en la edición barcelonesa pero, pese a esa discreción, se supo de su colaboración. Para colmo, la obra y su contenido se convirtieron en sospechosos de herejía...

Retrato de Carlos IV de Borbón (1748-1819), Rey de España y de las Indias entre 1788 y 1808.


La Condesa de Montijo se convirtió en el punto de mira de la Inquisición y de los enemigos de la Ilustración, de aquellos cobardes acólitos del oscurantismo que querían, por todos los medios, poner cortapisas al progreso y a la modernidad que se abrían paso en toda Europa. Los jesuitas, que habían sido expulsados de España por Carlos III, habían vuelto en 1789 por orden de Carlos IV y miraban como enemigos suyos a todos aquellos que se habían adherido a las ideas ilustradas.

Pese a las sospechas primero, y a las denuncias después, la Condesa de Montijo y de Baños siguió su labor benéfica en favor de los desprotegidos sin dejar que nada ni nadie interfiriera. Sólo cuando Carlos IV firma una Real Orden en 1805, disponiendo de su destierro, la condesa se aparta de todo y abandona Madrid. Procesada por la Inquisición -a instancias de Manuel de Godoy, según afirmó el embajador francés-, que le acusaba de jansenismo, fue condenada al exilio. De rebote, sus hijos también fueron desterrados por declarada y visceral enemistad hacia el valido.

Los tiempos habían cambiado. La Revolución Francesa había sacudido Europa y removido los cimientos del Antiguo Régimen. Las ideas ilustradas, señaladas como las verdaderas inductoras de la revolución gala, fueron vetadas, sus libros censurados y prohibidos, los salones y cenáculos cerrados. Todo lo que oliera a francés era herejía a ojos de la Iglesia y una amenaza al establishment monárquico. Los Montijo y sus amigos, señalados como elementos sospechosos y peligrosos.

Dado que se la echaba de la corte, la Condesa de Montijo y de Baños hizo sus baúles el 9 de septiembre y viajó hasta sus tierras extremeñas, residiendo en su palacio de Montijo. Posteriormente, en 1807, se traslada a Logroño, donde tiene extensas tierras, para hacer una cura de aguas termales en la localidad de Arnedillo, muy de moda entonces. Su caída en desgracia pasa desapercibida o se ignora ostentosamente en la Villa y Corte.


Retrato de Fernando VII de Borbón (1784-1833), Rey de España y de las Indias en 1808.


Tras el Motín de Aranjuez, que provoca la caída de Godoy y la renuncia de Carlos IV el 18 de marzo de 1808, el flamante rey Fernando VII levanta la orden de destierro que pesa sobre la Condesa de Montijo y su familia, reparando así una injusticia de su padre. La noticia la llena de alegría pero no podrá regresar a la corte: enferma y fallece inoportunamente de lo que entonces llamaban "calentura aguda inflamatoria". Sus restos recibieron cristiana sepultura en la catedral de la capital riojana.

Desde que había enviudado de su marido en 1790, la Condesa de Montijo se había casado nuevamente, pero en la mayor discreción, con Estanislao de Lugo y Molina en 1795. Dada su posición de Grande de España, estuvo obligada a solicitar al rey su real permiso para semejante enlace y, según se deduce, lo consiguió gracias a la mediación de Godoy. La unión fue feliz y los hijos de la condesa jamás interfirieron en su nueva vida conyugal.

En su testamento de finales de enero de 1800, la Condesa de Montijo y de Baños legaba sus mayorazgos a su primogénito Eugenio, Conde de Teba; sus bienes libres eran repartidos a partes iguales entre sus seis hijos, descontándose de éstos las legítimas que cada uno de ellos había recibido al contraer matrimonio. Su hijo menor, Cipriano, Marqués de Fuentelsol, es encomendado al cuidado y protección del mayor. A los pobres de su condado de Baños, les lega la suma de 2.000 reales; a su servidumbre, conformada por 31 criados, corresponde la coqueta suma 256.877 reales. Para su viudo y segundo marido, Estanislao de Lugo y Molina, que fallecerá exiliado en Burdeos en 1833 por haber sido consejero del rey José I Bonaparte, le legó 500.000 reales.

Sus hijos fueron:

-Eugenio de Palafox y Portocarrero, VIIº Conde de Montijo, casado con María Ignacia de Idiáquez y Carvajal, hija del IVº Duque de Granada de Ega.

-María Gabriela de Palafox y Portocarrero, IVª Marquesa consorte de Lazán.

-María Ramona de Palafox y Portocarrero, VIª Condesa consorte de Parcent.

-Cipriano de Palafox y Portocarrero, Marqués de Fuendelsol y luego VIIIº Conde de Montijo, casado con María Manuela Kirkpatrick de Closeburn. Fueron los padres de la futura XVª Duquesa consorte de Alba y de Berwick, y de la Emperatriz de los Franceses.

-María Tomasa de Palafox y Portocarrero, XVIª Duquesa consorte de Medina Sidonia.

-Benita Dolores de Palafox y Portocarrero, XVIª Marquesa consorte de Bélgida.